«El TLC y el IIRSA es la estrategia para que los pueblos indígenas de la Amazonía desaparezcan»

Jaime Corisepa tiene 30 años. Nació en el seno del pueblo indígena Harakmbut, en la comunidad Puerto Azul, en la Selva Sur peruana. El año que viene se graduará como licenciado en turismo ecológico en la Universidad Amazónica. En el XV Congreso Regional de la FENAMAD -la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes, Premio Bartolomé de las Casas 1997 por su defensa de los Pueblos Indígenas Aislados de la Amazonía-, realizado en Boca Inambari, los días 16, 17 y 18 de enero pasado, fue elegido como su nuevo presidente. El sucesor de Antonio Iviche, nos recibió en las oficinas de la federación, en Puerto Maldonado. Sus afirmaciones son rotundas:

Más allá del imperialismo ecológico

La disputa sobre el cambio climático no sólo es una batalla entre ricos y pobres: ilustra la futilidad de la obsesión del crecimiento económico. El imperialismo ecológico –el crecimiento del centro del sistema a tasas insostenibles, mediante la exhaustiva degradación ecológica de la periferia– está generando ahora un conjunto de contradicciones ecológicas a escala planetaria que ponen en peligro la biosfera en su conjunto.

Alberto Acosta: el color de la naturaleza es el color verde de la vida, pero no hay que confundirlos con el color de los dólares.

La plataforma de Política Energética del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) organizó un seminario sobre “crisis energética y políticas energéticas”  con el objetivo de ampliar una visión integral de la actual crisis y su relación con los recursos naturales renovables y no renovables. En el mencionado evento expusieron personalidades especialistas del área quienes estuvieron manifestando sus puntos de vista sobre el tema.

Los niños de Puerto Príncipe

El dolor es convertido en desgarramiento del alma en el poemario de Cesar Vallejo «los Heraldos Negros»», tremendo presagio e indescifrable arcano del sufrimiento humano, donde no hay dioses que reciban el reclamo y la razón se siente abatida al extremo de ocasionar ira ante las fuerzas ciegas de la naturaleza, que nos describe Tomas Mann. La ira de Voltaire contra el desafío que arremete y humilla la conciencia, provocado por el terremoto de Lisboa, es un pequeño episodio frente al horror que estremece y conturba al mundo, un azote golpeando al más humilde y pobre de los pueblos, Haití. Es como el áspid que pica al descalzo, la impiedad que nos recuerda la débil consistencia del ser en el desvalimiento de las especies por sobrevivir. Una catástrofe de tales dimensiones ha originado respuesta rápida, recordándonos el peligro común y es la especie que se encuentra comprometida. Un nuevo rasgo asume la conciencia humana aunque no recubre el drama, dejando pendiente el reconocimiento de las causas.»