Agricultura climáticamente inteligente: ¿qué hay detrás?

La temática agrícola surgió primeramente en las negociaciones relacionadas con la adaptación a los impactos del cambio climático en los sistemas agroalimentarios mundiales y, en especial, ante la necesidad de buscar una transición en los sistemas agrícolas para adaptarlos a los cambios por venir. En una de las Conferencias de las Partes (COP), fueron aprobadas decisiones como la creación del Programa de Trabajo de Nairobi sobre impactos, vulnerabilidad y adaptación, que incluye a la agricultura como una de las áreas del mismo.

Desde que se iniciaron las negociaciones climáticas, la adaptación siempre recibió poca atención y fue puesta en segundo o tercer plano, no como preocupación fundamental entre las cuestiones relativas a la crisis climática y sus impactos, especialmente en países donde existen pre-condicionantes socio-ambientales muy graves. Con la creación del Programa de Trabajo de Nairobi y con sus resultados, en el 2007 en la COP 13, apareció el tema con más fuerza al ser incluido en el Plan de Acción de Bali, en los documentos de las negociaciones del Grupo de Trabajo de Cooperación de Largo Plazo (AWG-LCA).

Una explicación obvia de la ausencia de foco para la adaptación (al revés de su “prima” la mitigación) es que para que los países del Sur se adapten a los cambios provocados por el calentamiento global, los países del Norte deberían financiar los programas relativos reconociendo las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. O sea, gastar plata en adaptación vez de crear oportunidades de lucro con las soluciones propuestas para combatir el problema climático, en su mayoría vinculadas a la mitigación.

La receta presentada ahora es la de juntar inteligentemente la mitigación, que es donde entra la plata, con la adaptación y vulnerabilidad, que es donde se debe gastar plata. Buscan unir estos conceptos a otros como la resiliencia y la prevención. En principio no hay ningún problema con la unión de los conceptos, al contrario. Una mirada holística sobre la cuestión, entendiendo la mitigación, la resiliencia y la prevención como parte de la adaptación es importante para no percibir el cambio climático como un hecho consumado donde no hay otra salida que adaptarse. Pero también deberían mirarse las causas y posibles consecuencias del problema para evitar que ocurra, y en caso de que ocurra, tener tiempo suficiente para actuar buscando una transición hacia un nuevo modelo de desarrollo socialmente más justo y ecológicamente equitativo, y a partir de allí adaptarse.

Además, mitigar, o sea reducir las emisiones de gases con efecto de inverna dero, es fundamental para llegar a cumplir los objetivos de mantener el calentamiento global en niveles seguros antes de llegar a un punto donde no habrá más retorno. En eso, la agricultura tiene un rol muy importante ya que contribuye directamente con un 11 a 15% de las emisiones globales de GEI debido al uso de fertilizantes, de maquinaria pesada basada en la utilización de los combustibles fósiles y por las emisiones de la ganadería, además de su contribución en los cambios en el uso del suelo y deforestación que contabilizaría un 15 a 18% más de las emisiones globales.

Es en la instrumentación de las propuestas mencionadas donde se encuentran los peligros. Si pensamos que la mayoría de las soluciones propuestas en el marco de UNFCCC siguen teniendo la primacía mercadológica, ¿de qué forma piensan un modo de financiar una adaptación para la agricultura, como parte de mecanismos financieros que prevea la compensación? ¿Cómo incluir la agricultura en las negociaciones como un tema importante? Su propuesta es la llamada “Agricultura climáticamente inteligente” (climate smart agriculture, en inglés).

La FAO, con apoyo del Banco Mundial, publicó a fines del 2010 un informe sobre el tema. A pesar de que no queda clara una definición formal del término en el citado informe, la propuesta que hacen es una agricultura resistente al cambio climático con vistas a garantizar la seguridad alimentaria, promoviendo que los suelos y los cultivos sean menos vulnerables a las sequías, lluvias y al aumento general de la temperatura. Plantean también que la agricultura puede ser utilizada para absorber el CO2 de la atmósfera, por su potencial de compensar carbono. Ofrecen a los productores locales financiamiento para hacer que sus suelos puedan ser más resistentes y productivos y al mismo tiempo puedan utilizar los mismos para capturar carbono y transformar esto en créditos para vender a las empresas contaminantes —no solamente de la agricultura industrial, sino también de otros sectores, como ya ocurre con los créditos vendidos a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) para compensar las emisiones de los países desarrollados.

Vale la pena preguntarse: si la agricultura es uno de los sectores que más emiten GEI, antes de pensar en cualquier posibilidad de capturar carbono de otros sectores ¿no deberían profundizarse medidas para reducir las emisiones del sector y cambiar los sistemas de producción agrícola para incrementar la seguridad alimentaria? Pese mostrar muchos ejemplos de buenas iniciativas y prácticas como la agroecología y la agroforestería, parece que la idea central no es ésa, sino una vez más converger todo en la “carbonización de la discusión climática” o peor, utilizar los sistemas alternativos de la agricultura familiar y campesina e incluir en ellos los cálculos de carbono y su esfera de mercado global.

Un ejemplo de esto es la utilización de la agroecología y la agroforestería en relación con abonos verdes, la utilización más eficiente del agua y los cuidados del suelo como parte de la llamada intensificación sustentable, uno de los ejemplos de climate-smart agriculture.

La cosa se complica aún más al adentrarnos en los mecanismos financieros propuestos. En este caso se propone de todo, desde las ya conocidas asociaciones público-privadas, fuentes innovadoras de financiamiento como la tasación del carbono, una emisión de bonos, permisos de emisiones en los esquemas de capand- trade y subsidios públicos. Se plantea también la posibilidad de un mercado global de créditos de carbono provenientes de la mitigación agrícola y de la creación de seguros y reaseguros agrícolas que combinarían acciones de riesgo sobre las potenciales pérdidas debidas a catástrofes climáticas.

El Mecanismo de Desarrollo Limpio no incluye el secuestro de carbono del suelo, que es la principal propuesta de la iniciativa del climate-smart, ni tampoco la agricultura como tal, pero sí existen proyectos de  agrocombustibles basados en el uso de residuos agrícolas para producción de agroenergía, como los relacionados a la ganadería. A pesar de que la propuesta de agricultura climáticamente inteligente parece responder a problemas sobre la base de los actuales mecanismos existentes, sería especialmente inadecuado para la agricultura entrar como parte del MDL, porque el mecanismo no es efectivo para una transformación de la economía de los países en desarrollo y tiene altos costos de transacción. “Por otro lado, insisten en que el financiamiento agrícola podría aumentar hasta cinco veces su valor si estuviese vinculado al mercado de carbono además del secuestro de carbono. Algunas de las salidas propuestas serían el pago por servicios ambientales; además, el secuestro de carbono es visto como una nueva revolución verde dentro del paquete de la economía verde (que ya está presente dentro del Fondo de Biocarbono del Banco Mundial).

Es muy necesario que plantear con profundidad estas discusiones en la agenda de las organizaciones y movimientos sociales, que la agricultura entre con más fuerza en las negociaciones de clima y que se discuta la agricultura “climáticamente inteligente”. Río+20 será el palco en que muchas de estas experiencias sobre el rol de la agricultura inteligente serán presentadas y difundidas, promoviendo que la agricultura sea uno de los pilares de la economía verde.

Resistir a que la agricultura sirva como nuevo oro verde para las falsas soluciones a la crisis climática es primordial para que no se promuevan nuevos mecanismos que tendrán fuerte impacto en el modo de vida de los agricultores/as familiares y campesinos/as y sus territorios. Además sus verdaderas soluciones no deben ser usurpadas y transformadas en nuevos mercados de carbono que fortalezcan las especulaciones y el libre juego del mercado financiero ni pretendan “compensar” la suciedad global de los grandes contaminadores del mundo.

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Fobomade

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