Descendientes de aborígenes cubanos, una historia poco conocida

Mas, cuando tuvo que diseñar su proyecto de tesis, por curiosidad y, sobre todo, porque quería escribir sobre lo suyo, volvió a pensar en los indígenas, declara en entrevista exclusiva para Prensa Latina la licenciada en Periodismo Yaniuska Pérez Verdecia.

Lo primero, afirma, fue valorar si la investigación era factible porque rebasaba lo periodístico, pero tenía que intentarlo pues el hecho de que un asunto tan significativo fuera apenas conocido, incluso en su provincia, era un contrasentido. Comenzó por consultar las fuentes, hurgó en la arqueología, la historia y el periodismo y, cuando tuvo una idea clara del problema, decidió que la investigación era procedente y puso manos a la obra.

La indagación inicial, acota, resultó desconcertante. Por ella supo que el antropólogo R. R. Gates (1952) escribió el primer trabajo científico sobre los descendientes de indígenas, en el cual aseveró que los indios no fueron totalmente exterminados.

Manuel Rivero, en su libro Las Culturas Aborígenes de Cuba (1966), caracterizó a los \"indios cubanos\" y aseguró que la población de la zona descendía de los aborígenes; criterios corroborados por expediciones científicas posteriores, como la capitaneada por Antonio Núñez Jiménez.

En su búsqueda en la prensa solo encontró dos trabajos referidos al tema: uno en el periódico Granma (1969) y otro en el Juventud Rebelde (1998); en el rotativo provincial no halló ningún texto. Entonces se hizo una pregunta clave: ¿Por qué se ignora un asunto de tanta envergadura y qué se puede hacer para saldar esa deuda con la historia y la cultura nacionales?

Para responder esta interrogante y contribuir al rescate de la memoria  histórica, hizo su tesis \"Aborígenes en La Ranchería ¿mito o realidad?\". Por esa aspiración, explica, su informe comienza con estas palabras: \"Es hora ya de rectificar, de que las experiencias de los descendientes taínos sean reconocidas antes de que mueran sus representantes legítimos y su legado quede como un recuerdo difuso; su ascendencia aborigen, su participación en las causas independentistas, su vida diaria y la conservación de elementos culturales e históricos, convierten a La Ranchería en una comunidad relevante para la historiografía y la cultura guantanamera y cubana\".Primera aventura

Pérez Verdecia decidió ver para creer y convivir para entender; ella misma narra su aventura: \"Luego de andar entre lomas, caminos serranos, pasos de ríos y  salir ilesos de la Curva de la Muerte, y después de transitar más de una veintena de kilómetros, divisamos el techo de una vivienda, atravesamos un camino casi intransitable; otro reto, pero llegamos\".

Fue su primer contacto con La Ranchería, ubicada en el municipio Manuel Tames, un sitio donde habitan sujetos muy peculiares: descendientes de los taínos,  palabra que en lengua aruaca quiere decir noble, bueno. \"Para creerlo hay que llegar hasta allí y, lo que vi, confirmó lo estudiado en los libros\", subraya.

La Ranchería, señala, es hoy un poblado singular: consta de 11 viviendas iluminadas por el sistema fotovoltaico; es el resultado de un proyecto realizado en los años de 1990 para concentrar a los descendientes y crear una comunidad autóctona y autónoma.

Sus habitantes, agrega, muestran al visitante sus mejores galas, su conuco, sus jardines; exhiben con orgullo la condición de descendientes aborígenes y sus valores como la amistad, la solidaridad, el amor a la tierra, al agua, al sol y el respeto por las personas mayores, en particular por su renombrado cacique de montaña, Panchito.La investigadora refiere detalles de la vida de los investigados. Para sembrar, afirma, se guían por las costumbres de sus ancestros y lo producido en el conuco se reparte entre todos, ya que todos aportan. En el conuco, añade, el cultivo es mixto: el maíz, las viandas, los vegetales y las plantas medicinales se cultivan juntos; las frutas y tubérculos se recogen en el catauro, una especie de bolso hecho de yagua, una fibra obtenida de la palma real.

Destaca Pérez Verdecia que la convivencia con los descendientes le permitió apreciar su sentido de la unidad y ejemplifica con el hecho de que, concluidas las labores colectivas diarias, se reúnen frente a un televisor colocado en el caney (construcción típica aborigen) y así se mantienen informados.Tradiciones

Resume aspectos de la cultura de los descendientes: en sus fiestas, indica, bailan y cantan al ritmo del grupo de la comunidad; su música es peculiar: el patrón rítmico marcado por las maracas y el guayo, los cantos ceremoniales, la sencillez de las letras, son elementos demostrativos de la presencia aborigen en la música y la cultura cubanas de hoy,Su baile, afirma, es también original; se caracteriza por el arrastre de los pies, carece de una coreografía fija y de tiempo límite; danzan durante horas hasta que triunfa el más resistente.

Estos elementos son propios del areíto, una ceremonia sincrética donde las creencias indígenas se mezclan con religiones de origen africano, y destaca que la riqueza cultural de sus antecedentes, la belleza melódica de sus cantos y el carácter masivo de su realización, lo convierten en una de las expresiones de religiosidad popular cubana más genuinas.

Cuenta la investigadora que, en el sitio estudiado, las personas suelen afrontar problemas de salud con el auxilio de curanderos y señala que la inclinación hacia el espiritismo es evidente; las creencias en los espíritus y la fe en la Virgen de la Caridad del Cobre se mezclan.

Respecto a las comidas, afirma que varios de los platos que conforman la dieta son de origen indígena; consumen casabe, calalú (compuesto de toda clase de hojas), pinol (maíz seco tostado con azúcar o miel). Usan utensilios domésticos de procedencia taína como las jícaras (vasijas hechas a partir del fruto de la güira) y las púas (una especie de aguijón empleado para hincar alimentos y asarlos).

Sus viviendas, agrega, son peculiares: \"Aun cuando el gobierno les hizo casas confortables de madera, Panchito conserva la de techo de guano y tablas de palma; una construcción en forma de bohío, y todavía se pueden observar bajareques, vara en tierra y caneyes; estos hechos son evidencias de la huella de los ancestros\".

La investigadora enfatiza en el lenguaje: \"Su forma de expresión es singular. Es frecuente oír palabras como conuco, casabe, caney, bohío, pero dichas de manera diferente. Su hablar es cadencioso, como si cantaran; la mezcolanza de africano, español y aborigen es apreciable\".

Pero, apunta, todavía quedan lomas por doblegar para conseguir lo que Oscar Montoto, editor del libro Panchito, cacique de montaña, solicita: \"Dar a conocer que los descendientes existen, que fueron estudiados científicamente desde los años de 1960, para que los cubanos nos desprejuiciemos de la afirmación según la cual los indios fueron totalmente exterminados\".

\"En un país que apuesta por la defensa de la cultura, la identidad y la historia, el desconocimiento del pasado indígena es un contrasentido; corresponde a los medios dar a conocer esa parte esencial de nuestra realidad\", concluye Yaniuska Pérez.Colaborador de Prensa Latina.

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