28 Oct
2016

Los pueblos ocultos y la conquista inconclusa

Por: Elena Gálvez

(…) Hablar de la posibilidad de que los estadoslatinoamericanos tal como existen actualmente lleven a cabo una política que sea capaz de tener en cuenta, de resolver o de solucionar el problema de los indios, me parece a mí una ilusión. Y es una ilusión porque es como si quisieran saltar por sobre su propia sombra: porque ellos, en tanto que estados occidentales, modernos, capitalistas, tienen una tarea fundamental, básica y elemental, de la cual no pueden excusarse, que es precisamente la tarea de concluir el proceso de la Conquista, es decir, de eliminar de la historia al esbozo civilizatorio que implican los indios, de sustituirlo o de “integrarlo”, como se suele decir, en una vida política que es enemiga de toda diferencia, de toda “otredad” (como la de los indios), en una vida política que parte de homogeneizar a la ciudadanía pasándola por el rasero de la propiedad privada.

(Bolívar Echeverría, 2002)

La Historia de los pueblos indígenas según el filosofo Bolívar Echeverría puede bien ser dividida en dos: Aquellos pueblos vencidos y despojados de sus universos culturales cuya cultura apenas ha sobrevivido en retazos, incorporados a través de la violencia a un mundo de ideas occidentales que no eligieron sino que fue impuesto por una conquista no solo material, sino espiritual y subjetiva.

Por el otro lado tenemos a aquellos indígenas que ante la desarticulación de sus formas de vida, decidieron emprender una huída que se mantiene como una de sus características permanentes, en una conquista, que nos dice Echeverría, aún está inconclusa.

Este tipo de poblaciones cuya estrategia de sobrevivencia ha estado basada en el ocultamiento sistemático de sí mismos, ante la sociedad envolvente, en los sitios más recónditos y de difícil acceso del planeta, no es un fenómeno nuevo, sino una constante en la historia de América Latina que inicia a la par de la conquista europea y, que curiosamente, se mantiene hasta la actualidad, donde bien entrado el siglo XXI, podemos ver pueblos que viven ocultos en las selvas, inmersos, ahora en una guerra por defender sus territorios y su universo cultural frente a una sociedad que los cerca cual presas de caza.

Lo anterior define la situación de dichos pueblos en una paradoja que consiste en el hecho de que pese a estar en lo que podríamos definir como los límites del mundo capitalista en cuanto a sus valores materiales y subjetivos, se encuentran a la vez en el corazón de la civilización de este mundo, a través del interés por los así llamados «recursos naturales», particularmente el petróleo pero también el agua, los minerales, los recursos bióticos y humanos entre otros, elementos necesarios para la reproducción del patrón capitalista.

De esta forma, pueblos que conscientemente han decidido mantenerse alejados, ahora se encuentran en el núcleo del interés de grandes empresas y de Estados nacionales. Lo anterior implica una incorporación de éstos a la civilización occidental, basada en los mismos dos axiomas que determinaron la historia de violencia de la conquista sobre las poblaciones indígenas: los recursos a extraer y lo «salvaje» a conquistar.

Solo que en la actualidad estos axiomas se traducen al lenguaje moderno: «desarrollo y progreso» que en términos concretos para estos pueblos significa: ecocidio a través de la expansión de las fronteras extractiva sobre sus territorios y etnocidio pues estos pueblos como aquellos de hace 500 años son vulnerables a las enfermedades de la sociedad occidental, y su existencia está en concordancia con el bosque del cual dependen y que es sistemáticamente amenazado.

Lo anterior es abordado en el documental «Taromenanes – Su historia y sus lanzas en manos de los Huaoranis» de Carlos Andrés Vera en el cual narra cómo la historia contemporánea de estos pueblos está marcada por la violencia del extractivismo petrolero, ante ello, estos pueblos emprenden una huida, sin embargo, hoy en día se encuentran en una guerra con pueblos aledaños que son usados para justificar como una guerra de clanes, lo que en verdad es una guerra por la disputa territorial entre el gran capital petrolero y maderero y la lógica de ocupación indígena del territorio.

Sin embargo, existe una diferencia de hace 500 años, al menos en algunos países como el Ecuador que en su artículo 57 establece «Los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario son de posesión ancestral irreductible e intangible, y en ellos estará vedada todo tipo de actividad extractiva».

Lo anterior limita el avance de la conquista aunque sólo en términos discursivos, tal es el caso de la actual explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní, el cual hasta hace tres años fue el objeto de una posibilidad de pensar en una civilización pos petrolera y un proceso de descolonización, a partir de la propuesta de mantener el crudo en el subsuelo en uno de los lugares más biodiversos del mundo y hogar de los pueblos ocultos Tagaeri y Taromenane.

La existencia de estos pueblos es tematizada por el Estado ecuatoriano como una secuencia de mitos que ahondan el problema del ocultamiento de estos pueblos, entre los que destacan los siguientes:

1.El mito de una amazonia históricamente y actualmente vacía. Al ser un espacio sin seres humanos que exijan derechos territoriales sobre ella, el Estado se adjudica el derecho del aprovechamiento de esos territorios.

2.El mito del progreso. La nación requiere dinero para el desarrollo y éste se encuentra en los territorios indígenas amazónicos que albergan petróleo, la mercancía estrella que sacara del subdesarrollo a los ciudadanos ecuatorianos.

3. El mito del individuo. Al problematizar la extracción petrolera se lo hace en términos de individuos y no de colectividades en riesgo.

4. El mito de la extracción petrolera limpia. Se habla de una extracción que no afectara mayor mente el ecosistema ni los pueblos, aún cuando sabemos que el metabolismo de la extracción petrolera no puede estar exento de impactos desde la exploración, hasta la perforación.

Más allá de una posición moral al respecto liberal y progresista en la que estos pueblos tienen derecho moral y constitucional de existir a partir del discurso de los derechos, quisiera concluir reflexionando en torno al porqué estos pueblos son importantes para nosotros, en un contexto de devastación humana en todo sentido: material, ecológica y emocional.

Estos pueblos representan una fractura dentro del sistema capitalista que se presenta ante nuestros ojos como natural, por tanto, inmutable y eterno, a través de su forma de vida podemos ver que otras formas de existencia con la naturaleza y entre seres humanos es posible, que nuestra existencia, no tiene porqué ser una permanente disputa con la naturaleza.

* Elena es historiadora, socióloga, investigadora y reconocida activista del Colectivo YASunidos.

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