Kariba y Cabora Bassa, las represas que ofendieron al dios del Zambeze

Desde Harare, la capital de Zimbabwe, hasta el lago Kariba, en la frontera norte con Zambia, hay unos 250 kilómetros por los que se atraviesa una llamativa altiplanicie en el territorio de Machonalandia Occidental. Esta región goza de un clima privilegiado, fresco y soleado, gracias a su altura media entre mil 200 y mil 500 metros sobre el nivel del mar.

Tal panorama va quedando atrás en la medida que la carretera desciende suavemente hacia el ambiente tropical del valle del río Zambeze, uno de los más caudalosos de Africa. Desde el nacimiento de esta vía fluvial en Zambia, la poderosa corriente crea una larga hendidura a través de los territorios de Angola, Namibia, Botswana, Zimbabwe y Mozambique para desembocar en el océano Indico, tres mil 540 kilómetros más allá.

A lo largo de ese recorrido, el Zambeze formó la majestuosa catarata de Victoria, la mayor del mundo, y para aprovechar la energía de su poderosa corriente se construyeron las represas de Kariba, entre Zimbabwe y Zambia, y Cabora Bassa, en Mozambique.

Por el camino, sobre todo cuando la ruta atraviesa el Parque Recreativo y la reserva de Kariba, uno se topa con elefantes, jirafas, búfalos, cebras y numerosos macacos, en tanto que en el lago se refrescan hipopótamos y cocodrilos del Nilo. Afortunadamente ningún gran paquidermo está sobre la carretera, pues según advierte mi guía, si ello ocurriera deberíamos esperar a que se aparte, ya que un sonido de claxon o las señales lumínicas de los faros pueden desatar su furia. Tras su apariencia bondadosa, los mayores mamíferos terrestres esconden unas terribles malas pulgas, salvo cuando descubren un árbol de marula, cuyas pequeñas y sabrosas frutas adoran.

Cuando el camino baja inexorablemente hacia el lago, uno se asoma a lo que parece un gran brazo de mar, el cual domina el paisaje tropical a cada vuelta de las curvas que bordean las lomas y colinas. La pared de la represa tiene 128 metros de altura y 579 metros de largo en las dos orillas, que forman las llamadas Gargantas de Kariba. Los generadores tienen una capacidad instalada de mil 320 megavatios y pueden producir anualmente hasta seis mil 400 gigavatios/hora de electricidad para los dos países fronterizos.

Con cinco mil 400 kilómetros cuadrados de superficie, el gran espejo de agua acumula 180 kilómetros cúbicos, lo que representa un peso gigantesco. A pesar de su belleza actual, se recuerda que esta obra, concluida en 1960, fue una de las grandes tragedias humanas del continente, pues el pueblo Tonga, en número de decenas de miles, fue obligado a abandonar su hábitat milenario sin previo aviso.

Esta tragedia es narrada hoy en la leyenda del Nyaminyami (Dios del Río), en la cual se cuenta que cuando se levantó la represa, la deidad sagrada del Zambeze quedó separada de su esposa y su ira se expresa en sismos en toda la región.

Aunque hay otra explicación: la gran masa de agua ha alterado la estructura del subsuelo y es la causa de la nueva sismicidad que experimenta la zona. A lo largo de la ruta se pueden encontrar comerciantes que venden bastones ceremoniales tallados, con la cabeza, mezcla de serpiente y dragón, del Nyaminyami. Los bastones son un compendio de la leyenda tonga, con pequeñas figuras desplazándose en canoas, huyendo de la inundación de sus tierras ancestrales.

Tanto la presa de Kariba como la de Cabora Bassa han alterado considerablemente la ecología del largo valle: ahora el caudal del río oscila entre mil y tres mil 900 metros cúbicos por segundo, cuando antes superaba los seis mil.

Con el paso del tiempo, en el lago se ha desarrollado la pesca deportiva y la comercial con la captura de una especie de sardina, la kapenta, en aguas donde abundan también el pez gato y el pez tigre. Pero una de las recetas preferidas de los visitantes es la suculenta carne de cocodrilo a la plancha, la cual se puede degustar en los hoteles y restaurantes que bordean el lago.

Uno de los espectáculos más impresionantes es la inmensa catarata artificial (acompañada de un rugido ensordecedor) que se forma en la pared de la represa cuando las lluvias obligan a abrir las compuertas para evitar el desbordamiento.

El pueblo tonga cree que los desbordamientos e inundaciones son las lágrimas que sigue derramando el Nyaminyami por su amada esposa, de la cual fue separado por los colonos europeos. Sin embargo, la leyenda dice que el Dios del Zambeze regresará un día y restablecerá el orden en sus riberas, lo cual les permitirá volver a sus antiguas tierras.El autor es periodista de la Redacción de Servicios Especiales de Prensa Latina.

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