Ante el avance de la desertificación

La propia ONU ha reconocido que la desertificación y la sequía tienen hoy, y a veces a mediano y largo plazos, un costo social muy alto. Es un hecho que ya inciden en el incremento de los conflictos por los recursos naturales, en las masivas migraciones de seres humanos y en la creación de riesgos para futuros estallidos sociales de grandes dimensiones.

Cuando hablamos de desertificación se hace referencia, puntualizan estudiosos, a la degradación sufrida por tierras áridas, semiáridas e incluso algunas con cierto grado de humedad, causada por variaciones climáticas y por actividades del hombre. No se habla de los procesos de expansión de los desiertos ya existentes. Para este último fenómeno se utiliza el vocablo desertización, aunque existe un debate conceptual al respecto. Es la actividad del hombre, mediante el uso incorrecto de las tierras agrícolas -sobreexplotación, deforestación, falta de riesgo y pastoreo excesivos- la principal responsable del proceso de desertificación extendido hoy por unos 110 países del planeta. De acuerdo por datos divulgados por la ONU, organización también promotora del Convenio Marco contra la Desertificación y Sequía, instaurado en 1994, la degradación de las tierras afecta hoy directamente a unos 250 millones de personas y pone en riesgo los medios de vida de más de mil millones. La mayoría de las personas afectadas, se estima que el 90 por ciento, vive en los países más pobres y de menores recursos. Recientemente, un equipo de investigadores españoles concluyó que el 38 por ciento del planeta corresponde a zonas áridas, que ya están en riesgo de desertificación. Las de mayor peligro están ubicadas en las franjas comprendidas en el llamado desierto subtropical: África del Norte, Oriente Medio, Australia, suroeste de China y el borde oeste de América del Sur. Siguen en orden de riesgo, aunque algo menor, las tierras y estepas tropicales y subtropicales. Los científicos han venido divulgando, además, los cambios en los modelos o patrones de lluvias que se han producido en los últimos años en la Tierra, vinculados al calentamiento global de origen antrópico que sufre el orbe. En algunas de esas conclusiones se refuerza el criterio del carácter real e incontrastable del sostenido incremento de los llamados procesos naturales extremos: sequías y lluvias torrenciales, generadores de desastres en numerosos lugares del mundo. Volviendo al tema de la desertificación y sus saldos, ya muy visibles en la actualidad, este proceso todavía en desarrollo afecta la cuarta parte del planeta. La cantidad de personas dañadas -unos mil millones, como  dijimos antes- crece si se les suma la cifra de perjudicados por residir en las zonas desérticas tradicionales, y esto hace un cómputo de dos mil 100 millones de terrícolas sobreviviendo en áreas inhóspitas, con riesgos para la vida y subsistencia o con escasez de agua y alimentos. En Brasil la desertificación amenaza con degradar tres mil 600 millones de hectáreas. Y ya se sabe cuánto influye la improductividad agrícola en la reproducción de la pobreza y obstáculos para el desarrollo. En África subsahariana, sequías demasiados largas y agudas causan hambre fundamentalmente en países del llamado Cuerno Africano, en tanto cuantiosas lluvias e inundaciones han castigado a naciones del occidente de ese emprobrecido continente, en los últimos años. En Australia, donde también se reportaron hace poco  catástrofes por el exceso de lluvias  y con anterioridad se había padecido una sequía severa, hay zonas en riesgo de hacerse improductivas por la desertificación. Si se analiza el origen principal de ese problema -el manejo inadecuado que históricamente el hombre ha dado a los suelos- casi no hay una zona en el mundo exenta de padecer el mal, si no se toman medidas incluso cuando no existan "síntomas" apreciables.

Pero trabajar en cada país afectado en el cumplimiento de programas nacionales concretos de lucha contra la desertificación, con el apoyo de organismos como el programa Mundial del Medio Ambiente y el Programa de la ONU para el Desarrollo, debe ser un imperativo ineludible, incluida la entrega de fondos por parte de los organismos responsables. * Redacción Global de Prensa Latina.

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