Batalla por el ártico

El Congreso Ártico-Territorio de Diálogo celebrado en Moscú se convirtió en territorio de disputa. El interés económico y político que suscita el Polo Norte eclipsó el debate sobre la protección del medioambiente y la cooperación internacional en la zona.

Rusia, Canadá, Dinamarca, Noruega y Estados Unidos, países que comparten fronteras con el círculo polar, han encontrado en el calentamiento global y el deshielo a sus mejores aliados.

Según el Instituto de Investigaciones Geológicas de Estados Unidos, la cantidad de petróleo que tiene la región sería “suficiente para suplir la demanda mundial de crudo por unos tres años”. También indica que la región contiene tanto gas natural como todas las reservas conocidas en Rusia y el 13 % de las reservas mundiales de petróleo sin descubrir. La mayoría de los yacimientos se sitúan en la Alaska Ártica, en la Cuenca de Amerasias y en las Cuencas de la Falla del Este de Groenlandia, una situación geográfica que ha llevado a la lucha entre los países fronterizos por hacerse con el control de sus recursos.

Así, el Ártico se ha convertido en una fuente de conflictos para estos países. Rusia y Estados Unidos discuten sobre los límites en el Mar de Bering que separa Alaska de Siberia desde 1990. Estados Unidos y Canadá luchan por conseguir el Pasaje Noroeste, por el que de momento Estados Unidos puede pasar, previo aviso a Canadá, sin ser detenido. Canadá y Dinamarca se disputan los derechos sobre la Isla de Hans, una pequeña isla situada en la costa de Groenlandia, cuyas costas esconden importantes yacimientos y que necesita el petróleo para recuperarse tras su independencia de Dinamarca.

Rusia y Noruega llegaron a un acuerdo en abril de 2010 por el que se dividen las aguas del Mar de Barents en partes equivalentes, lo que supone el punto final a 40 años de discusiones. A pesar de que la mayoría de los yacimientos de gas y petróleo en la zona del Mar de Barents se sitúan en el lado ruso, las empresas rusas no disponen de la tecnología necesaria para la explotación de los recursos de la zona. Noruega, por su parte, ya tiene experiencia en la explotación de yacimientos en el círculo polar.

La Autoridad Internacional del Fondo del Mar administra esta área internacional ya que ninguno de los fondos marinos de los países que rodean la zona se extiende hasta el Polo Norte. Los esfuerzos por demostrar la autoridad sobre el territorio son claros.

Rusia intenta demostrar que la cordillera submarina Lomonósov Ridge es extensión del territorio ruso. Canadá se lo discute. La ley de la Convención del Mar estipula que un Estado puede reclamar 200 millas náuticas de zona exclusiva y luego otras 150 millas náuticas de fondo marino. Si alguno de los países demostrara que esta cordillera submarina es continuación de su plataforma, tendría más derechos sobre los recursos naturales de la zona.

Dos soluciones terminarían con el conflicto del espacio marítimo ártico: la división del mar entre las naciones de acuerdo a su costa más cercana o la repartición sectorial del Polo Norte trazando líneas longitudinales hacia el sur desde el punto central.

Ahora miramos al Norte, pero ¿y el sur? Bajo unas condiciones más extremas que dificultan la presencia y el trabajo del hombre, la Antártica esconde minerales, carbón, petróleo y gas que podrían convertirse en el futuro objeto de interés para las grandes potencias mundiales. El Tratado Antártico firmado en 1959 y el Protocolo de Madrid prohíben la explotación comercial de sus recursos naturales hasta 2041. La idea del tratado es la promoción del intercambio de investigaciones científicas en la zona. El plazo finalizará y, para entonces el cambio climático se habrá convertido en el aliado de las petroleras.

Lo que hoy sucede puede ser una anticipación de lo que viene: una historia de intereses económicos que dejan de lado la naturaleza y el medioambiente.

Periodista,  ccs@solidarios.org.es

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