El uso de teléfonos móviles se ha universalizado y se ha convertido en la forma de comunicación dominante en el mundo. Se estima que a finales de 2009 había al menos 4.600 millones de contratos de telefonía móvil; y en 2010, alrededor de 5.750 millones de dispositivos móviles en servicio, entre ellos más de 5.200 millones de dispositivos 3GPP.
Se espera que el número total de equipos móviles conectados aumenten un 100% en la próxima década, de más de 6 mil millones en la actualidad a 12 mil millones en 2020, según un estudio de la GSMA en asociación con Machina Research, y con el apoyo de AT&T, Deutsche Bank, KT, Telenor Connexion y Vodafone.
El explosivo crecimiento del mercado reportará ingresos de casi 1,2 billones de dólares a los operadores móviles, siete veces más que los ingresos esperados en 2011. “Estamos entrando en la próxima fase en el desarrollo de la industria móvil, en la que veremos la tecnología móvil conectándolo todo en nuestras vidas”, dijo el director de mercadeo de la GSMA Michael O‘Hara.
Según el ejecutivo, “en esta nueva ‘Vida Conectada’, la tecnología móvil (desde computadoras de tableta hasta nuevos dispositivos de cuidado de la salud) transformará la sociedad y tendrá un efecto profundo en la forma en que interactuamos no sólo entre nosotros, sino también con nuestros alrededores”.
Ante semejante crecimiento del mercado de móviles y del número de usuarios, es importante investigar, comprender y seguir de cerca las repercusiones que podrían tener en la salud pública, advirtió la OMS y anunció que en 2012 realizará una evaluación formal de los riesgos a partir de todos los resultados de salud estudiados en relación con campos de radiofrecuencias.
¿Cómo funcionan los celulares y cuáles son sus efectos en la salud humana?
Los teléfonos móviles se comunican entre sí emitiendo ondas de radio a través de una red de antenas fijas denominadas “estaciones base”. Los móviles son transmisores de radiofrecuencias de baja potencia en un intervalo de frecuencias de entre 450 y 2700 MHz y con un pico de potencia que va de 0,1 a 2 vatios.
Los teléfonos móviles suelen estar prohibidos en los hospitales y a bordo de los aviones, ya que las señales de radiofrecuencia pueden interferir con ciertos aparatos médicos electrónicos y con los sistemas de navegación aérea. El aparato sólo transmite energía cuando está encendido.
La potencia (y por lo tanto la exposición del usuario a las radiofrecuencias) desciende rápidamente al aumentar la distancia con el dispositivo. De ahí que una persona que utiliza el teléfono a una distancia de entre 30 y 40 centímetros de su cuerpo, (al escribir mensajes de texto, navegar por Internet o cuando utiliza un dispositivo “manos libres”) estará menos expuesta a campos de radiofrecuencia que quienes acercan el aparato a su cabeza. El nivel de exposición también se reduce si se disminuye la cantidad de llamadas y su duración. Además, el uso del teléfono en zonas con buena recepción también conlleva una disminución del nivel de exposición.
En las últimas dos décadas se han realizado varios estudios para determinar si los móviles plantean riesgos para la salud, pero, según la OMS, “hasta la fecha no se ha confirmado que su uso sea perjudicial para la salud”. La principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica y el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. En el caso de las frecuencias de los teléfonos móviles, la mayor parte de la energía es absorbida por la piel y otros tejidos superficiales, de modo que el aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos internos es insignificante.
Según la OMS, varias investigaciones sobre los efectos de los campos de radiofrecuencia en la actividad eléctrica cerebral, la función cognitiva, el sueño, el ritmo cardíaco y la presión arterial parecen indicar que no hay pruebas fehacientes de que la exposición a campos de radiofrecuencia tenga efectos perjudiciales para la salud. Además, agrega la OMS, tampoco se ha probado una relación causal entre la exposición a campos electromagnéticos y ciertos síntomas de “hipersensibilidad electromagnética”.
Las ondas de radiofrecuencia generan campos electromagnéticos, pero a diferencia de las radiaciones ionizantes, como los rayos X o gamma, no pueden escindir los enlaces químicos ni causar ionización en el cuerpo humano. Sin embargo, la Radiación No Ionizante (RNI), asociada principalmente al uso excesivo de celulares, está clasificada como posible agente cancerígeno en humanos.
Los análisis epidemiológicos de los posibles riesgos a largo plazo derivados de la exposición a las radiofrecuencias se han centrado sobre todo en hallar un nexo entre los tumores cerebrales y el uso de teléfonos móviles. Sin embargo, dado que numerosos tipos de cáncer no son detectables hasta muchos años después del contacto que pudo provocar el tumor -y el uso de los teléfonos móviles no se generalizó hasta principios del decenio de 1990-, hasta el día de hoy los estudios epidemiológicos sólo analizan tipos de cáncer que se manifiestan en un plazo más breve.
Se han realizado o están en curso varios estudios epidemiológicos multinacionales de gran envergadura. El mayor estudio retrospectivo en adultos realizado hasta la fecha, conocido como INTERPHONE y coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), indagó si existía un vínculo entre el uso de teléfonos móviles y el cáncer de cabeza y cuello.
El análisis de datos procedentes de 13 países no reveló un aumento del riesgo de glioma ni meningioma por el uso de teléfonos móviles durante más de 10 años. Sin embargo, hay indicios de un aumento del riesgo de glioma en el grupo de personas que se hallaban en el 10% más alto de horas acumuladas de uso. Sin embargo, los investigadores precisaron que los sesgos y errores limitan la solidez de estas conclusiones e impiden hacer una interpretación causal.
Basándose en buena parte en estos datos, el CIIC ha clasificado los campos electromagnéticos de radiofrecuencia como posibles carcinógenos para los seres humanos (grupo 2B), categoría utilizada cuando se considera que una asociación causal es creíble, pero el azar, los sesgos o los factores de confusión no pueden descartarse con una confianza razonable.
Los límites de exposición a las radiofrecuencias de los móviles se expresan según el coeficiente de absorción específica, es decir, la tasa de absorción de energía de radiofrecuencia por unidad de masa corporal. En la actualidad dos entidades internacionales han elaborado directrices sobre los límites de exposición para los trabajadores y para el público en general, a excepción de los pacientes sometidos a diagnóstico médico o tratamiento. La Comisión Internacional sobre Protección Frente a Radiaciones No Ionizantes fijó en un rango de tres kilohertz a 300 gigahertz los niveles de radiofrecuencia aceptables.
Según el especialista británico en radiación electromagnética Graham Lamburn, hablar por celular 15 minutos al día aumenta en 70% las posibilidades de contraer un cáncer cerebral. En su criterio, la enfermedad podría adquirirse en un rango de solo siete años, por lo que sugiere usar el celular en casos estrictamente necesarios o mejor optar por otras alternativas.
Citando datos de una docena de estudios sobre el tema, el experto declaró al diario chileno La Tercera que en 20 años aumentarían 20 veces los casos de cáncer cerebral, razón por la cual “ha llegado el momento de que las organizaciones de salud pública tomen medidas”.
Los profesores Ramón A. Delanoy y Eddy L. Brito de la Universidad Autónoma de la República Dominicana, que imparten una tesis de Maestría en Telecomunicaciones, aseguran que el exceso de radiaciones causa efectos térmicos como quemaduras, cataratas y esterilidad; altera el ritmo cardíaco, afecta la audición e incluso modifica la conducta de los individuos. Según estos investigadores, además de los celulares, otra fuente de peligro son los equipos electrónicos desechados en países desarrollados e importados por empresas de telecomunicaciones de naciones en desarrollo.
En República Dominicana no hay control sobre el uso de radiaciones electrónicas y los habitantes están expuestos a contraer enfermedades por la falta de regulación en la instalación de antenas, teléfonos celulares y otros dispositivos con radiaciones electromagnéticas, alertaron los profesores Delanoy y Brito.
Un estudio reciente mostró que Caracas, capital de Venezuela, registra niveles de RNI por debajo del límite establecido por la norma internacional. Según el Ministerio de Ciencia y Tecnología, la investigación desarrollada desde 2010 por el Laboratorio nacional de Electromagnetismo (LEA) determinó que los volúmenes de esas emisiones en la capital son permisibles y con riesgos mínimos para la salud de las personas. A sugerencia de la Comisión Internacional sobre Protección Frente a Radiaciones No Ionizantes, Venezuela fijó en un rango de tres kilohertz a 300 gigahertz los niveles de radiofrecuencia en el país.
En Bolivia, a fines de enero de 2011 el Concejo Municipal de la ciudad de La Paz amplió por 60 días de plazo calendario para que las empresas proveedoras de servicios de telecomunicaciones regularicen la situación de sus antenas instaladas sin autorización. La presidenta del Concejo Municipal Gabriela Niño de Guzmán informó que se realizará un análisis pormenorizado de los permisos de las operadoras, para luego concertar un nuevo Reglamento para la ubicación, emplazamiento y mantenimiento de soportes de antenas en el municipio. De acuerdo al artículo 299 de la Constitución Política del Estado, los servicios de telefonía fija, móvil y telecomunicaciones deben solicitar autorización al Municipio de La Paz para la instalación de antenas y redes de telecomunicación.
La OMS promete investigar
En respuesta a la inquietud del público y de los gobiernos, la OMS instituyó en 1996 el Proyecto Internacional de Campos Electromagnéticos (CEM) para evaluar los datos científicos existentes sobre los posibles efectos en la salud. En mayo de 2011, el CIIC examinó el potencial carcinógeno de los campos de radiofrecuencias producidos por los teléfonos móviles.
Sin embargo, el uso cada vez mayor del teléfono móvil y la falta de datos referentes a su utilización por periodos de más de 15 años evidencian la necesidad de seguir investigando la relación del uso con el riesgo de contraer cáncer cerebral, asegura la OMS. En concreto, dada la reciente popularidad de los teléfonos móviles entre los jóvenes y, por consiguiente, la posibilidad de una exposición más prolongada a lo largo de la vida, la OMS ha pedido profundizar las investigaciones en este grupo poblacional. En estos momentos se llevan a cabo diversos estudios sobre los posibles efectos en la salud de niños y adolescentes.
La OMS prometió realizar en 2012 una evaluación a fondo de los riesgos de los campos de radiofrecuencias, tomando en cuenta todos los resultados de las investigaciones realizadas hasta la fecha.
Con información de Prensa Latina, www.tynmagazine.com y Naciones Unidas.
«