Más de 600 kilómetros recorrieron los indígenas de tierras altas y bajas para impedir la construcción de una carretera a través del corazón mismo del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS); y exigir al gobierno de Evo Morales que respete la Constitución Política del Estado y suspenda trabajos en áreas protegidas o en sus Tierras Comunitarias de Origen (TCO).
Este miércoles, miles de niños, mujeres, trabajadores, vendedoras, amas de casa, organizaciones sindicales, representantes de la ciudad de El Alto y ciudadanos de clase media se sumaron a la movilización indígena en La Paz.
Fue un recibimiento apoteósico y conmovedor, al punto que muchas mujeres y varones lloraron al ver de cerca las caras sufridas de los niños que caminaron junto a sus mamás durante aproximadamente 65 días, soportando la hostilidad de los denominados “interculturales” del MAS, quienes intentaron impedir su arribo a la ciudad sede de gobierno.
Los marchistas descendieron desde la localidad de Urujara a paso lento debido a la marea humana que se había formado en torno suyo. Los escolares y estudiantes que se plegaron a la movilización ayudaron a cargar a los niños y los pesados equipajes de los manifestantes, como muestra de solidaridad con los “héroes de la naturaleza”.
Todos se confundieron en una especie de torrente humano hasta ingresar a Villa Fátima, donde la marcha tuvo que realizar varias paradas para recibir el apoyo de la población que se volcó, como ellos gritaron, sin que medie ninguna presión.
Cerca al mediodía comenzaron a salir a las calles los empleados públicos y oficinistas, quienes hicieron un alto en su habitual recorrido para saludar a la imponente movilización, mientras otra gente se agolpaba en las ventanas de los edificios blandiendo la tricolor boliviana.
¡TIPNIS sí, coca no!, fueron algunas de las consignas que se escucharon. Algunos compararon la actual gestión de gobierno con la de Gonzalo Sánchez de Lozada, quien precisamente hace ocho años atrás (17 de octubre de 2003) tuvo que renunciar al cargo presionando por una insurrección popular que rechazaba la venta de gas a Estados Unidos por Chile.
A cada paso se sumaba una nueva delegación a la marcha, situación que hizo imposible calcular cuánta gente participó . Algunos reportes periodísticos señalaban que mientras la cabeza llegaba al monumento de Germán Bush, la cola se encontraba en la Plaza del Maestro, es decir kilómetro y medio arriba.
Fue tal la cantidad de alimentos, agua, mates de coca y masitas distribuidas, que cuando ingresaron al centro paceño los indígenas rechazaban los alimentos que les ofrecían los vecinos.
La gente movilizada impidió que la Policía resguarde el arribo de las miles de personas, resentida por la dura represión que ejercieron los uniformados el 25 de septiembre cerca de Yucumo, durante la intervención a la movilización que culminó con el saldo de varios heridos, detenidos, golpeados y amordazados.
En la mañana de este miércoles, el gobierno de Evo Morales ordenó cercar la plaza Murillo, el centro del poder político, y emplazar el vehículo antidisturbios Neptuno como si se preparara para una guerra.
Cuando la multitudinaria marcha tomó la ciudad al mediodía, el gobierno no tuvo otra opción que retirar el carro antidisturbios y a los policías que custodiaban la plaza Murillo para permitir que los manifestantes puedan ingresar al centro político. A su paso, cualquier ventana que se abría en Palacio de Gobierno servía de excusa para que la gente agolpada en el kilómetro 0 silbe y grite consignas en contra el presidente Morales.
Después de casi siete horas de caminata, la marcha culminó en la Plaza Grande de la ciudad de La Paz, donde indígenas, jóvenes, niños, estudiantes, trabajadores y otros sectores se confundieron en un solo grito de unidad: ¡TIPNIS sí, carretera no!