Este candidato que empezó a caminar el 15 de agosto en Trinidad tropezó con muchos contratiempos para exigirle al gobierno que cumpla con la Constitución Política del Estado, donde se establece que cualquier proyecto gubernamental debe necesariamente contar con la aprobación de las comunidades indígenas afectadas. Esto no se cumplió en el emprendimiento minero de Coro Coro, en exploraciones petroleras en el norte de La Paz y menos en el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), donde Evo Morales dice que “sí o sí” construirá una carretera.
A partir del 15 de agosto nada fue igual para el gobierno del \"primer Presidente indígena\", pues la movilización de los originarios de tierras bajas puso en duda todo su discurso de defensor de la Madre Tierra y de las 36 etnias reconocidas por la ley de leyes boliviana.
Para hacer fuerza, los marchistas de tierras bajas se unieron con sus pares de las tierras altas encabezadas por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo (CONAMAQ), mientras en la ciudad de La Paz jóvenes estudiantes comenzaban a manifestar su rechazo a la construcción de la carretera que rompería el corazón del TIPNIS. Dos marchas, dos sectores sociales y una sola demanda: el rechazo a la construcción de la carretera financiada por el Banco de Desarrollo del Brasil (BNDES) y ejecutada por la empresa brasileña OAS.
Evo Morales, el denominado “Héroe Mundial de la Madre Tierra”, declaró la guerra el 3 de junio, cuando inauguró en Cochabamba las obras de construcción de esta ruta a través del TIPNIS, lo que abría la posibilidad de que miles de indígenas se queden sin su medio de vida. Hasta ese momento se habían realizado todos los esfuerzos para que el Presidente indígena se reúna con sus similares del TIPNIS, se involucraron a otras instituciones nacionales e internacionales, pero todo fue en vano, la decisión ya había sido asumida y fue el propio Morales quien aseguró que la carretera se construiría “sí o sí”.
En ese momento ni los masistas ni mucho menos Evo se imaginaron que cuatro meses más tarde el voto nulo, el voto blanco y el voto TIPNIS concretarían la primera gran derrota electoral del gobierno del MAS, que se jactaba de haber conseguido la más alta votación de los últimos 50 años.
La marcha tenía previsto llegar a la sede de gobierno en casi 30 días, tal como lo habían realizado sus predecesores en 1990, cuando por primera vez los indígenas se hacían visibles a la sociedad boliviana y conseguían que el TIPNIS, además de ser parque nacional, sea reconocido también como Territorio Comunitario de Origen (TCO). Sin duda fue una victoria de los invisibles que nuevamente salieron a las calles 21 años después, pero esta vez para hacer historia.
Mientras Evo Morales se sumía en la campaña electoral de las primeras elecciones judiciales en Bolivia, los indígenas marchaban lentamente, descansando lo necesario. En el camino tuvieron que llorar la muerte de dos niños, uno de ellos de apenas ocho meses de edad, debido a que en la marcha no existían las condiciones necesarias para su desarrollo como el agua y una buena alimentación, a lo que se sumó una mala atención hospitalaria.
Mientras tanto, en las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz el grito de ¡Tractor, volqueta, el TIPNIS se respeta! empezaba a oírse con mayor fuerza e insistencia. Ya no participaban solamente los jóvenes, sino también trabajadores, maestros, amas de casa, organizaciones feministas y otros sectores que fortalecerían la lucha.
Si en ese momento el gobierno y el propio Presidente hubieran atendido las demandas indígenas, probablemente otro hubiera sido el resultado de las elecciones judiciales. En vez de eso, Evo convocó a los sectores que todavía le son afines para organizar un bloqueo en la localidad de Yucumo, en la frontera entre los departamentos de La Paz y Beni. Un grupo de los denominados interculturales, más conocidos como colonizadores, decidieron impedir el paso de los marchistas que tenían previsto pasar por ahí. Construyeron zanjas y amenazaron a todo aquel que apoyaba la marcha de los indígenas.
Ninguna de estas medidas funcionó y la marcha continuaba, no solo en los polvorientos caminos, sino que se extendía hasta las ciudades. Fue entonces que el gobierno decidió fortalecer el bloqueo con más de 500 policías fuertemente armados en Yucumo, dizque para evitar un “enfrentamiento entre bolivianos”. Así, el Primer Mandatario se decidió por la represión para evitar que sus elecciones judiciales fueran opacadas por “marchistas financiados por la CIA, las ONGs, la derecha, los empresarios, los medios de difusión”, los extraterrestres y todo aquel que no creía en el “proceso de cambio”.
Hasta ese momento los marchistas confiaban en que su “hermano” bajaría de su trono para dialogar con ellos, pero nada de eso ocurrió. El 25 de septiembre se dio la orden, el diálogo fue suplantado por la violencia, y por primera vez se utilizó cinta adhesiva para amordazar a las mujeres indígenas.
Las marchas crecieron y el 28 de septiembre una gran movilización en la sede de gobierno fue el anticipo del primer fracaso electoral del gobierno. Se veía la cabeza de la movilización, pero no la cola; todos gritaban, todos participaban; en ese momento ya se podía prever que el voto TIPNIS definiría las elecciones judiciales. Pero Evo Morales siguió cometiendo errores. Aseguró que la marcha contra la carretera tenía el objetivo de impedir la realización de las elecciones, pero lo que menos tenían en la mente los indígenas era el desacreditado proceso electoral.
Cuando todos pensaban que ya había sido suficiente con la represión, con las mentiras y la difamación, el gobierno quiso demostrar su musculatura convocando a una multitudinaria marcha el 12 de octubre. Pero los empleados públicos denunciaron que se los obligó a marchar, y finalmente desenmascararon a Evo y a su movilización artificial.
Ese momento se supo que hasta los masistas estaban hartos de la soberbia, del amedrentamiento y de los descuentos, y que también votarían por el TIPNIS. Ese voto, no sabemos el número exacto, representó la bronca, una forma democrática de decir BASTA.
El resultado preliminar: 45% de votos nulos, muchos de los cuales llevan inscrita en la papeleta la palabra TIPNIS; 20% de abstención, casi un 15% de votos blancos y la primera gran derrota electoral de Evo Morales. Sumados los votos nulos y blancos sobrepasan el 60 % de la votación nacional, una mayoría absoluta, acabando con la ficción de que el gobierno del MAS es el más popular de la historia boliviana.
El sopapo electoral constituyó un rechazo a la política represiva contra los indígenas, los trabajadores y contra todo aquel que se atreve a disentir. No sólo fue un rechazo a la manipulación en la elección de los jueces (por la torpe imposición de candidatos oficialistas en el parlamento o por el descarado servilismo del Órgano Electoral), sino un repudio popular a la política global de un gobierno cada vez más neoliberal.