En un área de nueve mil 820 kilómetros cuadrados de la Amazonía ecuatoriana habitan, según estudios científicos, 150 especies de anfibios, 121 de reptiles, 598 de aves y alrededor de 200 de mamíferos, en una espesa selva que reúne dos mil 113 especies de plantas, contando solo las que han sido identificadas.Todo ello convierte a Yasuní en la zona de mayor biodiversidad del planeta, que concentra más especies de animales por hectárea que Europa completa. No por gusto para todas las comunidades indígenas que la habitan, algunas de ellas todavía totalmente aisladas de la civilización, la palabra yasuní se traduce de la misma forma: tierra sagrada.Sin embargo, en el subsuelo yacen 846 millones de barriles de petróleo pesado solo en el campo Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), en su extremo más oriental, que representan el 20 por ciento de las reservas de crudo conocidas de Ecuador.Junto al río Napo, en áreas externas al parque, la estatal Petroecuador y transnacionales extranjeras explotan la riqueza petrolera con efectos palpables a simple vista:La selva ha desaparecido en las zonas de pozos, aumenta la contaminación y las llamas del gas que es quemado al salir a la atmósfera abrasan constantemente a miles insectos, poniendo en peligro la cadena alimentaria de toda la fauna.Pero también hay consecuencias sociales pues, cientos de forasteros llegados de todas partes del país y del extranjero para laborar en los campos irrumpen con sus costumbres muchas veces ajenas al modo de vida de los nativos y parecen traer consigo el aumento de fenómenos como la violencia y el alcoholismo.La solución a la disyuntiva fue planteada en el 2007 por el presidente Rafael Correa, al presentar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la Iniciativa Yasuní-ITT, mediante la cual Ecuador se compromete a mantener por tiempo indefinido sin explotar sus reservas del campo ITT.A cambio, se propuso a la comunidad internacional contribuir con por lo menos tres mil 600 millones de dólares, que serían solo la mitad de lo que el país podría obtener por la explotación de esos yacimientos, y para ello se creó un fondo administrado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.Los beneficios de esa iniciativa sobrepasan ampliamente las fronteras de Ecuador, pues con su aplicación se evitaría la emisión a la atmósfera de más de 400 millones de toneladas de CO2, lo cual no es despreciable, pues según especialistas, esa cantidad es mayor que las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil y Francia en un año.Además, permitirá preservar para bien de toda la Humanidad la incalculable riqueza de la biodiversidad de la zona.Con los fondos recibidos, las autoridades ecuatorianas se plantean además promover la implementación de fuentes renovables de energía y el desarrollo social de los habitantes de la zona, en su mayoría de las etnias Waorani, Kichwa y Shuar.Un ejemplo de esto último se aprecia ya en la comunidad kichwa de Añangu, cuyos miembros, hombres y mujeres, laboran en el Napo Wildlife Center, hasta ahora una experiencia única en la zona, dedicado al turismo sostenible y que recibe cada mes entre 150 y 170 visitantes, principalmente de Estados Unidos.A juicio de David Andi, indígena kichwa administrador del centro, este no solo constituye un medio eficaz de dar a conocer internacionalmente y sin daños ecológicos la exuberante biodiversidad del Yasuní, sino que se ha convertido, para los 170 habitantes de Añangu, en su principal actividad económica.La Iniciativa Yasuní-ITT ha sido respaldada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el gobierno de Alemania, personalidades internacionales, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, prácticamente todos los mecanismos integracionistas de América Latina, organizaciones indígenas y ecologistas de todo el mundo. Pero los fondos necesarios para echarla adelante demoran en llegar.Tanto es así que este año se recibieron un millón 600 mil dólares hasta julio, muy lejos de los 100 millones que se espera recaudar hasta diciembre.El próximo 23 de septiembre se celebrará una sesión especial de la Asamblea General de la ONU sobre este tema, convocada por su secretario general, en la cual el presidente Correa recabará ante los países miembros -quizás por última vez- el respaldo financiero para mantener la propuesta ambientalista.Ecuador es un país en desarrollo cuya economía depende esencialmente del petróleo y no puede, por sí solo, encarar este desafío.Por ello Correa ha planteado que si la cooperación internacional no se hace efectiva, en diciembre el gobierno decidirá sobre el posible inicio de la extracción de combustible en el Yasuní.Ciertamente, las autoridades ecuatorianas manejan un denominado plan B para lograr la extracción de crudo con la aplicación de técnicas avanzadas, menos agresivas con el medio, pero aún así los riesgos de posibles afectaciones a la biodiversidad permanecerán latentes.La disyuntiva de salvaguardar la tierra sagrada, o dañarla irreversiblemente, sigue en pie.Corresponsal de Prensa Latina en Ecuador.