Por siglos, la producción de alimentos —y por lo tanto el desarrollo social— ha dependido en gran medida del acceso al agua necesaria para sembrar diferentes cultivos y criar el ganado. Tener suficiente agua, sin embargo, es solo una parte de este asunto: el agua, además, debe estar disponible cuando y donde más se le necesite.
En las décadas pasadas, el equilibrio entre abastecimiento de agua y necesidades humanas ha estado bajo creciente amenaza debido al aumento de la población, la urbanización y, más recientemente, al cambio climático.
Se espera que uno de los mayores impactos de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera sea el aumento significativo en la variabilidad de las lluvias y en la frecuencia e intensidad de eventos extremos, como sequías e inundaciones. El cambio climático está siendo ampliamente culpado por haber contribuido significativamente a las devastadoras inundaciones en Pakistán, por ejemplo, así como de los recientes deslizamientos de tierra en China y los incendios en Rusia.
El probable incremento en la variabilidad de las lluvias podría tener, igualmente, efectos devastadores, aunque menos evidentes, en la producción de alimentos y medios de subsistencia rurales. Incluso un corto periodo de tiempo seco durante la temporada de cultivo en algunas áreas del África, donde los agricultores dependen casi totalmente de las lluvias para regar sus cultivos, puede devastar el suministro de alimentos.
A menos que los diseñadores de políticas nacionales y las comunidades locales en estas regiones puedan anticiparse, prepararse y adaptarse adecuadamente a esta escasez, el resultado podría ser una hambruna para millones.
Enfrentando la variabilidad
Esta semana entregamos estos temas en un especial compuesto por una serie de artículos que examinan los vínculos entre el cambio climático y la seguridad hídrica, resaltan las brechas en nuestro conocimiento y ofrecen propuestas a los políticos.
La tarea que afrontan científicos y tecnólogos es proporcionar herramientas sólidas para la predicción y planificación de la escasez regional y local, y garantizar que esas herramientas sean adecuadas para las situaciones en las que se deben utilizar.
Un artículo de fondo resume las cuestiones clave, incluyendo las diferentes formas en las que se prevé que el cambio climático afecte la seguridad hídrica, y describe las estrategias de gestión del agua —tanto técnicas como sociales— disponibles para mitigarlas.
El principal obstáculo para ejecutar tales estrategias en las comunidades locales del mundo en desarrollo, según el climatólogo Mark New de la Universidad de Oxford, es la incertidumbre con la que podemos predecir los cambios a nivel regional o local. La solución, sugiere, radica en asegurar que haya suficiente flexibilidad y opciones adecuadas incorporadas en los proyectos de manejo del agua para hacer frente a las grandes variaciones en el abastecimiento hídrico.
Richard Taylor, hidrogeólogo del University College de Londres, hace eco de las preocupaciones del científico New sobre las predicciones inexactas. Sostiene que los métodos actuales para evaluar la escasez de agua en África, en particular, no se adaptan a las realidades locales, e insta a crear un nuevo sistema de medición que pueda ayudar a los diseñadores de políticas a mejorar y planificar los cambios futuros.
Matthew McCartney, hidrólogo del Instituto Internacional de Manejo del Agua (IWMI por sus siglas en inglés) en Addis Ababa, Etiopía, explica que el desafío más grande que encaran las personas más pobres del mundo es desarrollar su capacidad de manejar la variabilidad de las lluvias.
El almacenamiento de agua puede ayudar, dice, pero solamente si se adapta a los contextos locales. Exhorta a una mayor investigación para evaluar la efectividad de las diferentes opciones de almacenamiento de agua.
David Molden del IWMI en Colombo, Sri Lanka, también pone de manifiesto los beneficios potenciales de un almacenamiento adecuado del agua, pero solo como una de un rango más amplio de soluciones a pequeña escala que se pueden adaptar a las necesidades de los agricultores locales. Estas soluciones, subraya, son clave para mejorar la seguridad hídrica y aumentar la productividad agrícola de cara al cambio climático.
Un ejemplo de cómo se viene logrando esto en la práctica es proporcionado por Aisling Irwin y Aditya Ghosh en un artículo sobre el crecimiento de la ‘cosecha de agua de lluvia’. Irwin describe un programa de captación de agua en los techos en Sri Lanka, que ha instalado 35.000 sistemas desde 1995, y examina los criterios para el éxito y fracaso de tales proyectos.
Información confiable
En conjunto, estos artículos llaman la atención sobre dos asuntos cruciales que deben ser abordados para equipar a los pobres del mundo con las herramientas necesarias para satisfacer los desafíos del futuro que enfrenta la producción de alimentos.
En primer lugar, se requieren importantes esfuerzos para mejorar la exactitud de las predicciones regionales sobre la forma en la que el cambio climático afectará los suministros de agua. Esto es esencial para crear confianza en los políticos sobre las predicciones a nivel local, y convencerlos de tomar las medidas, frecuentemente costosas, para adaptarse a la escasez de agua —o al superávit— que sus comunidades podrían enfrentar.
En segundo lugar, la tecnología requerida para abordar estas amenazas debe diseñarse tomando en cuenta las condiciones y capacidades locales. Las comunidades solamente adoptarán nuevas estrategias si están convencidas de que servirán, y si poseen los conocimientos y los medios para llevar esas estrategias a la práctica.
La buena comunicación de la ciencia es esencial para ambas tareas. Los medios de comunicación cumplen un papel esencial en la interpretación del trabajo de los científicos del clima a un lenguaje que los diseñadores regionales de políticas y las comunidades locales puedan entender, permitiéndoles ver la relevancia de las conclusiones científicas.
Del mismo modo, los periodistas y otros divulgadores científicos también tienen un papel importante en el suministro de información confiable y de comentarios fundamentados, que ayuden a empoderar a las comunidades locales para tomar las acciones técnicas, sociales y políticas necesarias para minimizar la interrupción en la producción de alimentos.
Fuente: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Costa Rica: http://www.conicit.go.cr