El prestigioso economista heterodoxo pertenece a la escuela del estructuralismo latinoamericano, que albergó en sus distintas fases a economistas como Raúl Prebisch, Celso Furtado o Fernando Henrique Cardoso, este último en una faceta académica previa a su paso por la presidencia de Brasil. Esta corriente se ocupó de justificar teóricamente la necesidad de promover la industrialización en los países periféricos, y en algunos casos también la mejora en la distribución del ingreso, como modo de salir de su situación de atraso relativo. Katz resaltó como eje central de su visión sobre la economía de América latina un proceso de re-primarización de los aparatos productivos.
En el caso argentino, ese avance estuvo liderado por la soja. Sin embargo, el creciente peso del sector primario tendría un carácter muy diferente del que ofrecía en la primera parte del siglo pasado, cuando el país era catalogado como el “granero del mundo”. “En el plano de la institucionalidad, pasamos del INTA a Monsanto. El diseño actual cuenta con la tecnología y la relación entre multinacionales y subcontratistas como principales variables”, describió. “La idea del farmer o del chacarero es errónea, porque esa figura no existe más”, agregó.
En el plano de la teoría económica, Katz expuso que este proceso de modificación del aparato productivo es visto por la ortodoxia como un nuevo estado de equilibrio del sistema, luego de un shock temporal y exógeno, que sería la experiencia intervencionista del Estado. En cambio, el especialista adscribe a la visión de la “destrucción creativa”, postulando que existió una transformación estructural con “muerte” y “nacimiento” de empresas.
Este proceso de “selección natural” en el plano empresarial habría generado, según Katz, una importante brecha productiva, con sectores cercanos a la frontera internacional de competitividad, como podría ser el cultivo de soja, la producción de maquinaria agrícola, la industria automotriz o la química y otros que están lejos de ese nivel o que directamente han desaparecido y no pudieron volver a emerger.
Esta situación se refleja en la distribución del ingreso, donde la parte de la sociedad más rica tiene niveles de ingreso promedio superiores a sus pares de los países desarrollados, mientras que los sectores más pobres viven 20 o hasta 30 veces peor que esas fracciones de los países ricos. “En el caso de Chile, el modelo económico de Pinochet inició un camino de crecimiento del PBI per cápita que a su vez llevó a que el país sea uno de los más inequitativos del mundo”, explicó Katz.
Tanto para el caso chileno como para el argentino, se pregunta “cómo se cierra la brecha y se absorbe la enorme exclusión social, que dejó afuera del mercado de trabajo a vastos sectores de la población, al tiempo de lograr mejoras en la productividad”. La respuesta esbozada está en mejorar la intervención estatal, estimulando la diversidad productiva y mejorando las exportaciones per cápita de carácter industrial. También hubo lugar para abordar el tema de la minería y el desarrollo basado en la explotación de recursos no renovables. “En la América latina ‘re-primaria’, hay que discutir la sustentabilidad de los modelos, generando activos colectivos a través de las regalías para no destruir el bien común”, manifestó Katz.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-153513-2010-09-21.html