“Nuestro viejo mundo, el que habitamos desde hace 12 mil años, se ha acabado”, nos informa el sociólogo marxista estadounidense Mike Davis. Para afirmar eso se apoya en lo que sostienen los miembros de una prestigiosa sociedad de geólogos británicos, la más antigua del mundo, expertos en la periodización de la Tierra. De acuerdo a sus investigaciones, si antes vivíamos en el Holoceno -una Era interglaciar “inusualmente estable” que posibilitó el desarrollo de la agricultura y la sociedad urbana hasta el capitalismo industrial-, ahora nos encontramos en la Era Antropocénica. Este cambio ocurrió gracias a “la aparición de la sociedad urbana e industrial como fuerza geológica.” El Calentamiento Global y el Ecocidio planetario han provocado un Cambio Climático que nos coloca en una nueva Era geológica que se caracteriza por la devastación ecológica “y la inestabilidad radical esperada en los ecosistemas del futuro.” (2)
Lo dramático del asunto es que esa nueva Era geológica, el Antropoceno, puede ser, justamente, la de la desaparición de la civilización humana y del mismo antropo como especie humana.
De acuerdo con la historia geológica de la Tierra, nos debemos ubicar en el período Cuaternario, que empezó hace 1,600 millones de años y que llega hasta nuestros días. Este período se divide en el pleistoceno, la primera y más larga parte del periodo, el holoceno y, finalmente, el antropoceno. En la primera, evolucionaron los homínidos hasta el autodenominado homo sapiens; en la segunda, se desarrolló la civilización humana hasta el capitalismo; en la tercera, el capitalismo se volvió una incontrolable fuerza geológica destructiva que provocó un cambio geológico.
Este cambio geológico puede resentirse por millones años. Es posible que cause la destrucción de la propia civilización humana y puede ser que dé lugar a la sexta extinción en masa más grande en la historia de la Tierra.
-Pero, ¿realmente entramos a una nueva Era? ¿El Antropoceno es inevitable? ¿Vivimos no sólo el final de una Era sino de la especie humana?
-Si entendemos que este cambio geológico no se debe al ser humano como especie (pues durante miles de años existió sin fracturar los intercambios metabólicos con la naturaleza) sino a un sistema económico determinado, el capitalismo, las preguntas cambian. Nos preguntamos por las alternativas históricas, sociales y políticas.
-¿Acaso no es más necesario y urgente que nunca impulsar una sociedad ecosocialista que termine con el capitalismo ecocida para estabilizar el clima global, preservar los ecosistemas y dar una vida digna a los seres humanos?
II. HECHOS Y RIESGOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL
La insaciable sed de ganancias del Capital así como su irrefrenable productivismo y consumismo ha topado con sus límites naturales y sociales abiertamente manifiestos con el Calentamiento Global y el Ecocidio planetario en curso. Los trastornos en el complejo y delicado sistema climático provocados por las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero y la devastación de la naturaleza están causando un Cambio Climático que puede abrir una Nueva Era geológica en la que la especie humana desaparezca.
Debe quedar claro que el Calentamiento Climático Global no es una posibilidad sujeta a controversia: es un hecho plenamente corroborado por la comunidad científica. El cambio climático no es, tampoco, una hipótesis para el futuro o un fenómeno pasajero sino un proceso irreversible que ya está ocurriendo. Las modificaciones detectadas en el clima no suceden o perturban a una parte del planeta: es un cambio global que afecta a la entera biodiversidad de la Tierra y, como parte de ella, a toda la especie humana.
El calentamiento global está confirmado por registros metereológicos que desde la década de 1860 se han realizado hasta nuestros días. Es un hecho demostrado que en el siglo XX las temperaturas globales promedio aumentaron un 0.5ºC acelerándose su incremento a partir de la década de 1980. De 1980 a 2001 se registraron los quince años más cálidos desde 1860; en 2003 las temperaturas aumentaron por encima de los promedios, con efectos catastróficos: disminución de producción de cereales, oleadas de calor mortales, aumento de incendios forestales, sequías, más consumo de energía y contaminación, etc. La fusión de los glaciares es un hecho observado en muchas áreas montañosas y registrado con el adelgazamiento de los hielos polares y el desprendimiento de grandes masas de hielo en la Antártida. Este calentamiento es mayor en altas latitudes, como en la Antártida, que ha sido de 0.7ºC en las tres últimas décadas, lo que podría implicar un significativo aumento del nivel de mar. La pérdida de la capa de hielo de la Antártida ha sido del 25%; la capa de hielo del Ártico pasó de tres metros en 1970 a 1.80 en nuestros días; los inviernos en Alaska ha estado 4ºC por encima de sus niveles históricos. (3)
Este Calentamiento Global en curso no se reduce, por supuesto, a la eventualidad de tener noches o inviernos más cálidos sino que tiene ya consecuencias desastrosas para la biodiversidad y la especie humana, por ejemplo:
1) Acentuadas sequías que afectan tanto a cultivos como a bosques, volviéndolos vulnerables a plagas e incendios: en los últimos 3 años fueron devastados 2,000 000 de kilómetros cuadrados de pinos piñón en EEUU por una plaga de escarabajos; de 1998 a 2002 hubo una prolongada sequía en EEUU, Europa y Asia; el año de 1998 fue el más seco en 104 años en Texas, Florida y Louisiana; en 2002 se produjo la peor sequía en Australia, con altas temperaturas que provocaron oleadas de incendios;
2) Un aumento drástico de la frecuencia e intensidad de los incendios forestales, que contribuyen directa y sustancialmente en el incremento de las emisiones de CO2. A partir de 1997 ocurrieron grandes incendios forestales en Indonesia, Borneo y Sumatra (más de 800 en esa zona); en 1998 hubo grandes incendios sobre 10 mil kilómetros en sabanas de Brasil y bosques tropicales en México, así como en España y Grecia; en California son cada vez más recurrentes y destructivos. En 2002 el área de bosques afectados habría alcanzado tres millones de hectáreas; en EEUU llegaron a afectar, en 2006, hasta 20 mil km cuadrados a nivel nacional; en Canadá se calculan 11 mil incendios entre 1959 y 1999, afectando 20 mil km cuadrados.
3) La disminución de cosechas de cereales: en 2002 las altas temperaturas en la India y EEUU significaron una reducción de 96 millones de toneladas de cereales, el 4% del consumo mundial; en Europa, durante el 2003, las elevadas temperaturas causaron una reducción de 30 millones de toneladas de granos. En Filipinas el aumento de las temperaturas nocturnas ha significado la disminución del 10% en el aumento de producción agrícola.
4) Un incremento de la frecuencia y destructividad de los huracanes en EEUU, México y América Central a partir de las dos últimas décadas del siglo XX. De hecho, a partir de entonces hemos experimentado los huracanes más destructivos de la historia: el Mitch en Centroamérica, el Alice en EEUU, el Katrina que devastó Nueva Orleans, etc.
5) Un importante crecimiento de desastres naturales relacionados con el clima, como inundaciones. En 2002 se dieron las más grandes inundaciones en Europa Central, afectando a Alemania, Austria, Polonia, Hungría, Rusia y la República Checa; en 2007 se produjeron en Inglaterra las peores inundaciones desde el siglo XX, además de las graves inundaciones en India, China y muchos otros países. Algunas islas, como las cercanas a Nueva Guinea, ya se están inundando y provocando emigraciones masivas.
6) Un creciente número de muertes y enfermedades: la Organización Mundial de la Salud ha calculado que el Calentamiento Global causa 150,000 muertes al año, sea por las víctimas de los huracanes o porque, al privar a la población de agua, propicia enfermedades como cólera, malaria y dengue. También es necesario tomar en cuenta las oleadas de calor que ya han causado centenares de miles de muertos; en Francia, en 2003, se registraron 14,800 decesos por esa causa; en Hungría la temperatura llegó a subir hasta 47ºC; se calcula que en Europa estas oleadas de calor pueden provocar muchas más muertes. (4)
Con todo, lo peor está por venir.
Diversos y complejos modelos científicos sobre el clima, que permiten hacer predicciones fundadas considerando múltiples variables, confirman que el Calentamiento Global abre verdaderas posibilidades catastróficas.
Algunos de los ominosos riesgos potenciales del Calentamiento Global son los siguientes:
1º Un número inmenso de seres humanos afectados por inundaciones de islas y ciudades costeras, por hambrunas provocadas por la reducción de los rendimientos de los cultivos, por incendios y sequías, por violentos huracanes, por la falta de agua potable, por migraciones masivas, por la propagación de enfermedades. Por eso existe el riesgo de “una caída drástica de la población.”
2º El deshielo de la Antártida provocaría que el nivel del agua subiera hasta cinco metros, terminando con islas y ciudades costeras. De hecho, en 1995 ocurrió que miles de kilómetros cuadrados con cientos de metros de espesor desaparecieron en sólo 35 días; si en 1996 la Antártida occidental perdió 83 mil millones de toneladas de hielo, en 2006 perdió 132 mil. Algunos calculan que el aumento del nivel del mar será de menos de un metro en el 2100, pero otros científicos toman en cuenta el acelerado deshielo de la Antártida y Groenlandia para predecir que el incremento puede ser más rápido (en menos tiempo) y más elevado (varios metros). Este aumento del nivel del mar significaría la desaparición de islas (Fiji, Kiribati, Tonga, Marshall, en el Pacífico; Granada, Santa Lucía, Dominicana, en el Caribe; etc.) y de muchas ciudades costeras (como Bangladesh, con 133 millones de habitantes, Nueva York y muchas otras por todos los continentes). Las inundaciones por el aumento del nivel del mar afectarían directamente al 10% de la población mundial, provocando además masivos desplazamientos humanos. Por si fuera poco, ese incremento de agua marina podría infiltrar acuíferos de agua potable, afectando la disponibilidad de ésta, destruir manglares, etc.
3º Una variable no considerada por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático para sus proyecciones es el descongelamiento del permafrost: de 10 millones de kilómetros cuadrados cubiertos de tierra congelada desde hace 11,000 años, en regiones cercanas al Polo Norte, casi totalmente en Alaska y Siberia, con millones de toneladas de metano debajo de sus hielos. Los investigadores Judith Marquand y Sergei Kirpotin reportan que grandes extensiones de éste en Siberia están en proceso de descongelamiento. De seguir este proceso se podrían liberar a la atmósfera 70 mil millones de toneladas de metano, con lo cual se aceleraría el calentamiento global así como la descarga de agua para elevar el nivel del mar.
4º Hay más posibilidades catastróficas, todas ellas planteadas y valoradas por científicos. Algunos consideran un Cambio Climático abrupto: ya sea por el derrumbe de la circulación termohalina, que permite el flujo de calor de las zonas tropicales a las polares, provocando una Glaciación en el Norte; o por un acelerado e irreversible deshielo (Antártida, Groenlandia, Ártico), que elevaría varios metros el nivel del mar. Otros piensan un Cambio Climático gradual, por los cambios en la composición de la atmósfera. Estas transformaciones son, también, de alto riesgo. La liberación de metano del permafrost, como vimos, aceleraría el calentamiento global y el incremento del nivel del mar. Algunos estudiosos piensan que si alcanzamos 5ºC de incremento en la temperatura global se podrían liberar enormes cantidades de clatratos (formados por moléculas de agua y metano) que se encuentran a 250 y 500 metros bajo el océano con explosiones de la magnitud de bombas nucleares. Otros investigadores plantean el crecimiento de áreas anóxicas, con bacterias anaerobias, que liberarían en la atmósfera el gas SH2 (ácido sulhídrico) hasta niveles letales para la especie humana y otras formas de vida, con la posibilidad del envenenamiento de la atmósfera. (5)
De esta manera, la ciencia moderna, que nació subordinada a la racionalidad instrumental capitalista con el proyecto de dominar a la naturaleza, ahora sirve como razón crítica para señalar la irracionalidad de fondo que sostiene al dominio capitalista y para advertirnos del posible hundimiento de esta forma de civilización humana. Porque es necesario subrayar que el Calentamiento Climático Global y el Ecocidio en curso son, más que un mero fenómeno antropogénico, el resultado de la enajenación y profunda irracionalidad del sistema capitalista. La ciencia lo reconoce, aunque a muchos científicos todavía les cuesta trabajo admitirlo. Al respecto, el ecosocialista Michel Lowy apunta:
“¿Quién es responsable de esta situación, inédita en la historia de la humanidad? Es el Hombre, nos responden los científicos. La respuesta es justa, pero un poco limitada: el hombre vive sobre Tierra desde hace milenios y la concentración de CO2 ha comenzado a convertirse en un peligro desde hace algunas décadas solamente. Como marxistas, respondemos esto: la falta incumbe al sistema capitalista, a su lógica absurda e irracional de expansión y acumulación al infinito, su productivismo obsesionado por la búsqueda de beneficio.” (6)
Esta ciencia se volvió la conciencia de la llamada “crisis ambiental” y generó una alarma ecológica que presionó para que se realizaran una serie de reuniones internacionales para tomar medidas al respecto.
III. FRACASO DE LA ONU, DE LOS VERDES, DE LA ÉTICA AMBIENTAL
En 1972 se llevó a cabo la “Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente Humano” en Estocolmo; en ella se insistía “en el cuidado y el mantenimiento de un pequeño planeta” pero no se cuestionaba el proyecto del progreso económico: “la protección ambiental no debe servir de excusa para disminuir el progreso económico de las naciones emergentes.” De Estocolmo nació el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se instituyó el Día Mundial del Medio Ambiente y se impulsaron estudios que finalmente abrieron la discusión sobre las estrategias de desarrollo con criterios ambientales, pero divorciadas de los organismos internacionales que definen las políticas económicas (FMI, Banco Mundial) y sin cuestionar la propia noción de desarrollo. Se llega de esta manera al Informe Brundtland de 1987, en el que se introduce la vaga noción de “desarrollo sustentable”, todavía contaminada de la ilusión del productivismo ilimitado, como se puede apreciar en su concepto: el “desarrollo sustentable” es el que permite
“Asegurar la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de que las futuras generaciones puedan satisfacer las propias. El concepto de desarrollo sustentable implica límites, no límites absolutos, sino limitaciones impuestas por el estado actual, de la tecnología y la organización social sobre los recursos ambientales y la capacidad de la biosfera para absorber los efectos de las actividades humanas…” (6)
Es verdad que en esta reunión se promovieron buenos propósitos, pero además de que nunca se llevaron a la práctica, eran insuficientes (porque no atacaban la raíz capitalista del problema) y estaban atrapados en la ilusión del progreso y desarrollo económico ilimitado: el “desarrollo sustentable” buscaba limitaciones temporales sin aceptar que existan “límites absolutos.” Lo real es que sí existen “límites absolutos” naturales, por lo que la propia idea de desarrollo (capitalista) implica literal devastación y destrucción ecológica.
La fusión entre preocupaciones ambientales y estrategias de desarrollo se continuó en la Cumbre de Río de 1992 y en las iniciativas posteriores, como la Agenda 21, la Carta de la Tierra, etc. Sin embargo, en todas esas propuestas no sólo se le da prioridad a una economía incuestionada sino que el discurso neoliberal se mezcla con las buenas intenciones, de modo que la sustentabilidad convive sin problemas con la liberalización del comercio o una economía dinámica, etc. En realidad, tales instituciones ambientales internacionales creadas por la ONU no sólo carecen de recursos o facultades ejecutivas, sino que dependen de los gobiernos, los cuales a su vez son determinados por las reales y poderosas fuerzas que imponen las políticas económicas internacionales: el FMI y el Banco Mundial. Enrique Leff, que sabe como pocos sobre el tema ecológico, ha planteado abiertamente el fracaso de todas estas reuniones en los siguientes términos:
“A esta alarma ecológica siguió una respuesta de la economía para dar valor a la naturaleza y para internalizar los costos ecológicos del crecimiento; pero al mismo tiempo llevó a la voluntad de absorber la crisis ambiental dentro de los códigos e instrumentos económicos. De allí surgieron, desde el Informe Brundtland en 1987, y más tarde la Conferencia de Río 92, un conjunto de principios, programas y acuerdos para enfrentar el deterioro ambiental del planeta, desde la Agenda 21, hasta los más recientes Objetivos de Desarrollo del Milenio. Empero, los acuerdos internacionales que de allí surgieron y los nuevos mecanismos reguladores y compensatorios del deterioro ambiental -las Convenciones de Biodiversidad y de Cambio Climático, los Protocolos de Kyoto y de Cartagena, el Mecanismo de Desarrollo Limpio- han sido incapaces de detener y menos de revertir el creciente proceso de destrucción ecológica del planeta.” (8)
Es un hecho que todas las medidas propuestas, como valorizar a la naturaleza (fijar precios a bienes y servicios ambientales), una producción más limpia y la propia ética del cuidado de la naturaleza, han quedado subordinadas a los míticos equilibrios macroeconómicos, esto es: las propuestas de racionalidad ambiental han sido limitadas e ineficaces porque han estado subordinadas a la racionalidad instrumental económica; o, para decirlo en términos de Marx: la economía capitalista como trabajo muerto subordina al trabajo vivo y, habría que agregar, a la propia vida. El propio Leff lo admite:
“Esta realidad (que el crecimiento económico consume destructivamente a la naturaleza) no puede continuar siendo eludida. Está en juego la sustentabilidad del planeta que garantice la conservación de la biodiversidad y la supervivencia del género humano. Mas los equilibrios macroeconómicos no garantizan el equilibrio ecológico. El mundo no cabe vivo dentro de la economía; sólo cabe el ataúd de sus cenizas. Pues lo que desborda a la economía es la vida misma.” (8)
Los científicos ya propusieron qué hacer para estabilizar el Calentamiento Global: reducir drásticamente la emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y muy particularmente de CO2. Es claro que las instituciones ambientales internacionales promovidas por la ONU no tienen propuestas eficaces para hacerlo ni, mucho menos, poder alguno para impulsarlas. Por otro lado, los organismos financieros con poder para hacerlo (FMI y BM) son instituciones que sólo responden al impulso productivista del Capital, a su sed insaciable de ganancias.
-¿Y los partidos verdes?
-Al igual que muchas organizaciones ambientalistas, no perciben (o no quieren hacerlo) la relación necesaria que existe entre el “productivismo” y la lógica del beneficio capitalista con la devastación ecológica. Por eso insiste Michel Lowy en que sus propuestas están condenadas al fracaso o a ser usadas por el sistema para encubrirse. Y agrega: “La ausencia de una postura anticapitalista coherente condujo a la mayoría de los partidos verdes europeos -en Francia, Alemania, Italia, Bélgica- a convertirse en simples socios ‘eco-reformistas’ de la gestión social-liberal del capitalismo por los gobiernos de centro-izquierda.” (10) De ellos ya no puede esperarse casi nada.
Por otro lado, muchas organizaciones ambientalistas quedaron atrapadas en el discurso del desarrollo sustentable, sin atacar la raíz capitalista de la devastación ecológica, limitando sus acciones a reclamos o negociaciones políticas limitadas mientras se las volvía a encandilar con el mito del Desarrollo económico.
Para muchos ecologistas el asunto se volvió personal y por ello plantearon la necesidad de promover una nueva ética: ambiental, biocéntrica, de la sustentabilidad, ecológica, etc. Sin duda, es importante la ética, empezar por uno mismo y “cambiar la vida”, pero dadas las dimensiones del problema ecológico (el Calentamiento Global y el Ecocidio planetario) ello es totalmente insuficiente.
Además, hay éticas ecológicas cuestionables. Por ejemplo: aquellas éticas que no trascienden a la política, que se quedan en la preocupación individualista por la buena vida y no se comprometen por hacer más justo y libre al mundo social ni por preservar a la naturaleza, que no ligan el cuidado de sí con la responsabilidad por los otros y con la biosfera, son éticas ciegas que no sirven para nada -ni para darse la buena vida, pues ¿cómo se podría tener una buena vida si el mundo está en ruinas y se nos cae encima? Tampoco resultan aceptables las éticas ambientales que permiten políticas que no cuestionan la raíz capitalista de la cuestión ecológica y se limitan a proponer medidas totalmente insuficientes para detener la catástrofe en curso mientras siguen apagando la luz y dándose la buena vida gracias a la lógica productivista/consumista. Y las éticas ecológicas naturalistas y biocéntricas de la ecología profunda resultan antihumanistas cuando afirman que “la naturaleza es primero”, sin importar lo que ocurra con la humanidad. Se requiere, entonces, una ética social que sea humanista y se vuelva política, como lo exigía Daniel Bensaïd:
“La ecología social es necesariamente una ecología humanista profana. Sin ninguna nostalgia de lo sagrado, expone sin más una ética spinoziana y afirma el derecho de la especie a preservar egoístamente en su forma de ser… Efectivamente, sólo una ecología humanista puede salvarse del efecto desmovilizador de una ecología apocalíptica. Ante los desastres ecológicos anunciados, es por la experiencia del vínculo concreto entre la lucha social y la ecología crítica que se pueden movilizar las fuerzas sociales necesarias y conjurar los peligros que nos amenazan.” (11)
-Sí, es necesaria una ética para “cambiar la vida”, pero también una ecología crítica para “cuidar a la naturaleza” (¡que es cuidarnos a nosotros mismos, pues somos naturaleza!). Y para hacerlo es necesaria y urgente una política de izquierda para “transformar el mundo” y desmontar la estrecha racionalidad capitalista (productivista y devastadora) levantado otras racionalidades (democrática, ambiental, axiológica).
IV. LA ALTERNATIVA ECOSOCIALISTA
Una izquierda armada para las batallas decisivas del siglo XXI debe conjuntar la ética, la ecología y la política estratégica con la crítica de una economía enajenada para redefinir sus proyectos y tareas. Cabe señalar que la única organización de la izquierda socialista que ha asumido, en los términos señalados, la cuestión ecológica como central en la definición de sus propuestas políticas ha sido la IV Internacional, redefiniendo su proyecto global alternativo al capitalismo como Ecosocialismo. Es de destacar, además, que en su último Congreso (2010) su tema central fue el Cambio Climático. Después de investigaciones, documentos y reuniones previas, se presentó para su discusión y aprobación un Proyecto de resolución sobre “El Cambio Climático capitalista y nuestras tareas” (10/11/2009). En el primer punto principal de este documento se afirma, con razón, lo siguiente:
“El cambio climático actual no es el producto de la actividad humana en general sino de la búsqueda de la ganancia capitalista. Frente al peligro de una catástrofe social y ecológica sin precedentes e irreversible a escala de la era humana, el sistema, incapaz de replantear su lógica fundamental de acumulación, se lanza a una carrera tecnológica peligrosa y sin salida.” (12)
El Capital es una fuerza social enajenada que asume las formas de Mercancía, Dinero, Máquina, Industria, Mercado, instaurando un sistema económico y social productivista a nivel mundial, que domina, explota, somete y cosifica tanto al ser humano como a la Naturaleza. Su “racionalidad” es muy estrecha y a la larga resulta irracional porque es económica e instrumental: la incuestionable finalidad de la “racionalidad instrumental capitalista” es producir siempre más y privatizar las ganancias; los medios son maximizar la producción mientras minimiza los costos, sin importar el Calentamiento Global o el Ecocidio planetario, sin tomar en cuenta el incremento de la miseria material, ecológica y espiritual de la mayoría de la humanidad actual.
Esta racionalización instrumental y capitalista se impone primero en la esfera económica, pero poco a poco, en un proceso histórico donde se generan resistencias, invade todas las esferas sociales (administración, educación, salud, cultura, etc.), sometiéndolas a la lógica mercantil. Esta limitada y fuera de control humano “racionalidad capitalista” pretende una imposible expansión productiva ilimitada (apoyada en los mitos del “Progreso” o el “Desarrollo”) dentro de una biosfera limitada. De hecho, el capitalismo se vuelve el enemigo de la naturaleza en los siguientes planos:
1. Racionalidad económica contra lógica natural
La naturaleza, como una totalidad auto-regulada y cambiante, funciona con una lógica natural de conservación, mantenimiento y recuperación a largo plazo que se manifiesta en todo ecosistema, lo que permite el desarrollo, la diversidad y la evolución de la vida. En cambio, el capitalismo funciona con una racionalidad económica a corto plazo que minimiza costos y maximiza ganancias, extendiendo esta lógica al planeta entero, lo que provoca que la naturaleza sea devastada y arrasada. El capitalismo y la naturaleza no sólo tienen racionalidades distintas sino contradictorias: la racionalidad capitalista, destructora y despilfarradora de energía y materia, choca con la lógica regeneradora de la naturaleza a un punto tal que la devastación capitalista no permite la regeneración natural, amenazando la existencia de la biodiversidad y de la propia especie humana.
2. Desequilibrios capitalistas contra equilibrios naturales
Los ecosistemas naturales, como conjuntos de organismos interdependientes que viven en un mismo hábitat, son sistemas estructurados que alcanzan una cierta estabilidad dinámica, un equilibrio, que permite la conservación de la vida y su regeneración. El capitalismo, como modo de producción y de cultura, es un sistema productivista desequilibrado y desequilibrante que extermina a un ritmo desenfrenado la biodiversidad planetaria, arrasa con ecosistemas enteros y altera el medio ambiente hasta romper milenarios órdenes naturales, tanto locales como planetarios. El cambio climático, por ejemplo, es un desequilibrio natural irreversible que afecta al mundo entero, provocado por la dinámica capitalista, y que pone en riesgo la existencia de la especie humana.
3. Alta entropía capitalista contra regeneración y baja entropía natural
El Capital funciona con ciclos cortos y rápidos de producción, circulación y reproducción ampliada, buscando realizar sus ganancias. Esta acelerada temporalidad del Capital implica una muy alta entropía, es decir: mucha pérdida de materia y energía. En cambio, la naturaleza tiene ciclos largos y lentos de equilibrio y regeneración de la vida. Esta temporalidad de la naturaleza significa una baja entropía: poca pérdida de materia y energía. Por eso, si para el Capital el tiempo (acelerado y breve) es Dinero, para la naturaleza el tiempo (lento y prolongado) es Vida: mantenimiento, regeneración y equilibrio ecológico.
4. Necrofilia capitalista contra biofilia natural
La naturaleza, como desarrollo de la diversidad viviente, es la propia expresión de la biofilia: cuida, regenera y desarrolla la vida. El Capital, como dominio de la Cosa sobre lo vivo, es necesariamente necrófilo, es decir: prefiere lo muerto (la mercancía, el dinero, la máquina) sobre lo vivo. Por eso, los capitalistas y otras personificaciones del Capital son necrófilos. Cabe recordar que los seres humanos somos naturaleza viva, frágil, animal, creativa y consciente, cuya biofilia es negada por la fuerza enajenada y necrófila del capitalismo. Por eso, luchar por la naturaleza, por la conservación de ecosistemas y la biodiversidad, por cambiar el sistema y no el clima, también es luchar por la naturaleza humana, por el libre e igualitario despliegue de sus potencialidades, por la afirmación de una vida humana plena y el derecho de gozar la vida. (13)
De acuerdo con Marx, la producción capitalista “perturba la interacción metabólica” entre la sociedad y la naturaleza porque impide que se devuelvan a esta última los elementos constituyentes consumidos, los que le permitan regenerarse. Este metabolismo Sociedad/Naturaleza es una condición permanente de la existencia humana pero es fracturado cuando, por ejemplo, la sobreexplotación de la tierra agota sus nutrientes e interrumpe el ciclo que se los devuelve como desechos. El capitalismo supone una fractura de ese metabolismo pues el intercambio metabólico se desequilibra y rompe: la producción capitalista saquea a la naturaleza y no le devuelve nada. (14)
-¿Cuáles son los resultados de esta fractura metabólica que instaura el capitalismo?
-De acuerdo a datos del ecologista Víctor Toledo, el 45% de ecosistemas del planeta están afectados (en gran parte, por la dinámica destructora del capitalismo), de modo que sólo el 55% de ellos es el que da sustento a la vida.
Sin embargo, si se mantiene el mismo ritmo de producción capitalista actual, se calcula que en 2025 los ecosistemas vitales habrán disminuido a un 30%. Ello significa una terrible disminución de agua potable, de tierras cultivables, de biodiversidad, de alimentos, es decir: una significativa baja de la capacidad sustentadora y regeneradora de la vida. (15)
Esta contradicción entre el Capital y la naturaleza, que es la causa última del Calentamiento Global y el Ecocidio planetario, ha sido desarrollada por algunos ecosocialistas como la “segunda contradicción capitalista”. (16)
La “primera contradicción del capitalismo” es aquella en la que el desarrollo de las Fuerzas Productivas choca con las Relaciones Sociales de Producción, generando crisis de sobreproducción: las Fuerzas Productivas (la producción en exceso) chocan con las Relaciones Sociales de Producción (la circulación se frena e impide la realización de la ganancia). Este tipo de crisis es la causante de los movimientos sociales tradicionales, de los trabajadores, ya que el Capital frena la producción con su secuela de desempleo, caída de salarios, miseria. En este tipo de crisis los trabajadores se limitan a luchar por el empleo, las condiciones laborales y el salario, apuntando hacia un Socialismo no ecológico que sólo lucha por nuevas Relaciones Sociales de Producción (sin explotación) y el crecimiento de las Fuerzas Productivas, con una justicia distributiva.
Sin embargo, en nuestros tiempos se destaca la “segunda contradicción del capitalismo” en la que el desarrollo de las Fuerzas Productivas y las Relaciones Sociales de Producción chocan con las Condiciones de Producción (seres humanos, recursos naturales, infraestructura social), por lo que se generan crisis de subproducción (escasez). Las Fuerzas Productivas y las Relaciones Sociales de Producción (capitalistas) entran en oposición con las Condiciones de Producción, esto es: con la Naturaleza y sus ecosistemas, que sufren un fuerte deterioro ecológico, con la fuerza de trabajo, que padece daños físicos y mentales, con la infraestructura o capital social, que se privatiza y vende sus bienes y servicios generando más miseria. Este tipo de crisis es la causa de nuevos movimientos sociales: ecologistas, urbanos, feministas, campesinos, indígenas y de sectores de trabajadores, ya que la afectación de las Condiciones de Producción (sobre todo, de recursos y bienes naturales) implica devastación y contaminación ecológica, desatención de salud y seguridad, así como el deterioro o descuido de infraestructura social (con sus graves consecuencias como en Nueva Orleans y Tabasco).
La crisis y reestructuración capitalista de las Condiciones de Producción implica incrementar la privatización y mercantilización de los servicios públicos y de la naturaleza, afectando la reproducción social de la fuerza de trabajo y la reproducción de la naturaleza, lo que ha generado nuevos movimientos sociales tendencialmente anti-capitalistas que luchan por:
1) la salud y la seguridad de los trabajadores,
2) contra la privatización, agotamiento o contaminación de los recursos naturales (disputas por tierras y bosques, agua, transgénicos, desechos tóxicos, etc.), y
3) contra la privatización y mercantilización de la infraestructura social (salud, educación, etc.), que consideran bienes comunales o interés público.
Esas luchas apuntan hacia un Socialismo ecológico -un Ecosocialismo- que busca nuevas Relaciones Sociales de Producción (sin explotación, despojo, opresión), el control democrático de las Fuerzas Productivas así como el cuidado y preservación de las Condiciones de Producción, una justicia distributiva, productiva y ecológica, sin dejar de cuestionar a la Tecnología y al Progreso. (17)
El Calentamiento Global y el Ecocidio planetario obligan a la izquierda socialista a volverse ecologista y a reorganizarse en torno a la “segunda contradicción del capitalismo”. Tal es el camino que ha seguido, justamente, la IV Internacional.
Eso no significa olvidarse de las demandas inmediatas del movimiento obrero (salario, empleo, derechos laborales) ni dejar de reconocer su potencial revolucionario, pero sí exige su articulación con demandas más amplias así como con movimientos sociales diversos y pluriclasistas, tendencialmente anti-capitalistas. También obliga a dejar de lado el discurso productivista, del necesario desarrollo de las Fuerzas Productivas, para plantear un Ecosocialismo que cambie la vida, transforme al mundo y cuide a la naturaleza.
“De hecho, la fuerza enajenada y enajenante del Capital permite la constitución de una identidad común, anticapitalista, de un sujeto social, plural y articulado, que desafíe su poder. Como el Capital extrae plusvalía a los obreros, arrebata tierras y proletariza a los campesinos, vuelve precarios (mal pagado y casi sin derechos ni prestaciones) los empleos en un marco de creciente desempleo, alimenta al patriarcalismo, atenta contra las comunidades indígenas para arrebatarles sus tierras y desaparecerlos, somete naciones para seguir extrayendo sus riquezas, saca a los marginados de su país para esclavizarlos en otro, persigue a homosexuales que no se someten a la lógica productivista y clausura el futuro de los jóvenes, todos estas clases y sectores sociales -¡casi todos los grupos sociales!- son potenciales sujetos anticapitalistas y ecosocialistas. Una tarea política central es juntar sus luchas y demandas para llevarlas al terreno de la disputa del poder.” (18)
La dinámica capitalista causa y sostiene tanto al Calentamiento Global como al Ecocidio planetario abriendo la posibilidad de una Nueva Era geológica sin seres humanos, clausurando de esta manera el tiempo largo y civilizatorio de la humanidad. Reflexionando sobre el vivir en la historia, Armando Bartra espera que “aún tengamos historia” y deriva el reto principal para la izquierda del siglo XXI:
“Nuestro reto principal es restaurar el largo plazo que se nos jodió con el calentamiento global que tan empeñosamente ayudamos a provocar. Porque el cambio climático es la metáfora de la acumulación de irracionalidades de un sistema económico y un modelo civilizatorio no sólo injustos sino insostenibles… Y para restablecer ese largo plazo vamos a tener que hacer una revolución, una colosal revolución, una revolución con alcances que nunca antes se había planteado la humanidad quizá porque ahora somos realmente globales e igualmente global es la irracionalidad.” (19)
Ante la siniestra posibilidad de que el Cambio Climático capitalista acabe con el tiempo humano, se hace más necesaria y urgente Otra Izquierda que luche por una alternativa Ecosocialista a la catástrofe ecológica en curso.
Ante la estrecha y necrófila “racionalidad instrumental” capitalista será necesario tomar partido por Otra Izquierda que luche por el proyecto global Ecosocialista sustentado en una amplia y biófila racionalidad ecosocialista que articule:
a) una racionalidad democrática que permita que la producción y el consumo, los recursos naturales y energéticos así como los bienes públicos sean gestionados con la participación y la decisión de las mayorías;
b) una racionalidad ambiental que se guíe por los siguientes principios:
b1) la gestión global y democrática de la demanda (de energía, agua, etc.), abandonando la soberanía del consumidor individual porque es anacrónica e injusta, pero preservando en todo lo posible la libertad de opción;
b2) la reconstrucción de una esfera tecnológica (tecnosfera) orientada por la biomímesis, es decir: imitando las formas de producir de la propia naturaleza, de modo que la producción humana sea más eficiente, ajustada a los ciclos naturales de regeneración y reciclaje, para que pueda encajar armoniosamente dentro de la biosfera;
b3) la ecoeficiencia que permita producir más, sin despilfarrar energía y materia, con tecnologías de bajo impacto en la biosfera y un nuevo sistema energético;
b4) el principio de precaución que ante la incertidumbre de las intervenciones tecnológica desarrolle una actitud vigilante y anticipatoria, avanzando incluso hacia el necesario control democrático del desarrollo de la Tecnociencia;
b5) principios y valores igualitarios, democráticos tendientes al desarrollo del Bien común, la Justicia, la buena vida, el desarrollo de las potencialidades humanas y el disfrute de la existencia, con un modo de vida autocontenido, frugal, de goce epicúreo y espiritual, ajustado a los límites de los ecosistemas. (20)
c) una racionalidad axiológica que se guíe por el desarrollo o florecimiento humano y el valor de uso.
En lo inmediato, los científicos ya plantearon cómo intentar estabilizar el clima y evitar que el Calentamiento Global sea mayor y con consecuencias todavía más catastróficas: reduciendo las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI), principalmente las emisiones de dióxido de carbono CO2).
Un millonario británico ofrece 25 millones de dólares para aquel que descubra cómo reducir las emisiones de CO2 en la atmósfera. Algunos técnicos calculan métodos para sepultar el CO2 en la tierra; unos científicos ya construyeron un megabanco de semillas en el Polo Norte. Algunas empresas compran derechos para seguir contaminando, otras plantan árboles y mucha gente piensa que apagando la luz está salvando el planeta mientras persevera en su vida consumista. Un director científico del Panel Intergubernamental del Cambio Climático recomendó no comer tanta carne roja para disminuir la producción biológica de metano, esto es: ¡reducir la emisión de flatulencias humanas para detener el Cambio Climático!
El moderado Panel Intergubernamental del Cambio Climático plantea que los países industrializados deben reducir sus emisiones de 25 a 40% del presente hasta el 2020; y de esta fecha hasta el 2050 las reducciones deben ser de 80 a 95%, tomando como referencia base las emisiones de 1990.
Se trata, entonces, y sin más evasiones, de reducir el consumo de combustibles fósiles contaminantes.
O, para decirlo de otra manera: de reducir y frenar la producción de las industrias petroleras, de carbón, de automóviles; se trata de cerrar siderúrgicas, minas a cielo abierto y toda empresa que resulte emisora de GEI.
Para estabilizar el cambio climático se debe frenar el tren del “progreso económico” que nos lleva al desastre sin que ello signifique sacrificar a los millones de seres humanos excluidos por el sistema.
Se deben transferir conocimientos y tecnologías para que los países dependientes produzcan sin emisiones de GEI. Se trata de desarrollar alternativas energéticas renovables. Y, aunque es necesario y urgente hacerlo, eso no lo puede hacer el Capital.
En el segundo punto de las resoluciones del reciente Congreso de la IV Internacional sobre esta cuestión, el asunto se plantea de la siguiente manera:
“La estabilización del clima a nivel lo menos peligroso posible requiere una disminución drástica del consumo de energía, y en consecuencia de la producción material. Al mismo tiempo, se requieren energía y otros recursos para asegurar el derecho al desarrollo de tres mil millones de hombres y mujeres que viven en condiciones indignas de su humanidad y que son las primeras víctimas del calentamiento global. El sistema capitalista es incapaz de atender estos dos desafíos en forma separada. Atenderlos simultáneamente equivale para él a resolver la cuadratura del círculo. Para poner en práctica un plan de transición mundial hacia un sistema energético ahorrativo y eficiente, independientemente de los costos, basado exclusivamente en fuentes renovables y capaz de satisfacer las necesidades fundamentales de la humanidad, son indispensables medidas anticapitalistas radicales.” (21)
Se trata de retomar el derecho al desarrollo humano (principio socialista básico) y combinarlo con una transición global “hacia un sistema energético ahorrativo y eficiente, basado exclusivamente en fuentes renovables” (principio ecológico fundamental). Pero ello requiere medidas anticapitalistas radicales que transitan ya hacia un ecosocialismo democratizador.
Para permitir el desarrollo humano y transitar a un nuevo sistema energético ecológico será necesario expropiar determinados sectores productivos contaminantes así como los de energía fósil para frenar las emisiones de GEI. Será preciso, también, sangrar las ganancias capitalistas y redistribuirlas para asegurar “la reducción masiva del tiempo de trabajo (hacia la media jornada de trabajo) con reducción de los ritmos de trabajo, sin pérdida de salario y con contratación compensatoria de más trabajadores”. Se deberá apoyar con todo a la agricultura campesina, impulsar cambios profundos en los patrones de consumo, extender el uso de las tecnologías limpias (no contaminantes), etc., pero siempre impulsando la “participación democrática y de control por parte de las poblaciones y comunidades locales, en todos estos niveles.” Todo ello significa desmontar al capitalismo y dar los primeros pasos hacia el ecosocialismo.
En el documento de la IV Internacional referido se advierte que en el contexto del “agotamiento histórico del capitalismo tardío”, con la presión de la crisis económica, climática y alimentaria, el Capital puede buscar una salida bárbara e impulsar la destrucción masiva de las fuerzas productivas materiales, de riquezas naturales irremplazables y de cientos de millones de seres humanos. De hecho, el sistema capitalista tiende hacia ello, privilegiando la producción de biocombustibles sobre las necesidades humanas y excluyendo de los procesos productivos a un número creciente de sectores sociales (campesinos, indígenas, subproletarios, jóvenes, mujeres), a los que condena al hambre y la muerte. Por eso, el tercer punto del acuerdo de la IV Internacional sobre el tema dice así:
“Herencia envenenada de 200 años de desarrollo capitalista basado en los combustibles fósiles, el cambio climático concentra la crisis de civilización debida al hecho de que el potencial de destrucción social y ecológica de este sistema está por encima de su capacidad de identificar las necesidades humanas y de atenderlas. La combinación de crisis económicas, climática y alimentaria en el marco de la ley de población capitalista (excluyente) lleva en sí la amenaza de una catástrofe humanitaria mayor, incluso de una caída en la barbarie.” (22)
Es necesario señalar que reducir y frenar la emisión de GEI para estabilizar el Calentamiento Global y evitar que éste alcance dimensiones catastróficas no sólo implica oponerse al crecimiento capitalista sino presentar un proyecto alternativo global: el del Ecosocialismo, que rompe tajantemente con el productivismo, supera la estrecha perspectiva cuantitativa con criterios cualitativos y se sujeta a las contingencias naturales. Es por ello que en los Resolutivos del 18º Congreso de la IV Internacional respecto al Cambio Climático se afirma lo siguiente en su cuarto punto:
“El cambio climático resalta a la vez la urgencia de una alternativa socialista mundial y de una ruptura radical del proyecto socialista con el productivismo. La saturación del ciclo del carbón y el agotamiento de los recursos no renovables significan en efecto que, a diferencia del pasado, la emancipación de los trabajadores ya no es concebible sin tomar en consideración las principales contingencias naturales.” (23)
Algunos criterios cualitativos básicos son, por ejemplo, la “redistribución de las riquezas, reducción del tiempo de trabajo sin pérdida del salario y desarrollo del sector público.” De este modo, si se reduce la producción material de bienes inútiles o dañinos, escaparse del círculo productivismo/consumismo “será en realidad sinónimo de aumento del bienestar, de la riqueza y de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la humanidad, mediante inversiones en los sectores sociales, otra forma de utilización del territorio, la gratuidad de los servicios vitales y la reconquista del tiempo libre necesario para la actividad autónoma, la autoorganización y para la autogestión democrática a todos los niveles.” (24)
Estas medidas no sólo son anti-capitalistas sino ecosocialistas y requiere la “movilización de los explotados y oprimidos contra un sistema capitalista basado en la búsqueda de la ganancia, la propiedad privada de los medios de producción, la producción de mercancías, la competencia y el trabajo asalariado.” (25)
-Pero también contra un sistema ecocida que nos conduce al desastre ecológico y social.
Un proyecto ecosocialista no es posible sin tomar en cuenta contingencias naturales como los límites de los recursos no renovables a una escala histórica, los tiempos de su reconstitución, las leyes de la conversión de la energía, el funcionamiento de los ecosistemas y los ciclos biológicos, etc. Sólo de esta manera un sistema ecosocialista se ocupará realmente del cuidado y la preservación de la naturaleza, de la regeneración de sus ecosistemas.
El ecosocialismo no puede reducir su objetivo al de satisfacer necesidades humanas en un marco justo y democrático, también debe plantearse “en función de su sustentabilidad por el ambiente y aceptando por añadidura que la complejidad, los aspectos desconocidos y el carácter evolutivo de la biósfera confieren a esta empresa un grado de incertidumbre irreductible.” En ese sentido, un socialismo productivista, que defiende el “dominio humano sobre la naturaleza” es inaceptable.
“El único socialismo realmente posible a partir de esta consideración -se señala en el resolutivo de la IV Internacional- es el que satisfaga las necesidades humanas reales (desprovistas de la enajenación mercantilista), democráticamente determinadas por los mismos interesados, teniendo cuidado de preguntarse al mismo tiempo en forma prudente sobre el impacto ambiental de estas necesidades y de la forma como serán satisfechas. Pensar en la intrincación de lo social y lo ecológico implica en primer lugar superar la visión compartamentalista, utilitarista y lineal de la naturaleza como una plataforma física a partir de la cual opera el humano, como un almacén del que toma los recursos necesarios para la producción de su existencia social y como el basurero en que descarga los desechos de esta actividad. En realidad, la naturaleza es a la vez la plataforma, el almacén, el basurero y el conjunto de los procesos vivos que, gracias al aporte externo de la energía solar, hacen circular la materia entre estos polos, reorganizándola constantemente. Los desperdicios y su modo de almacenarlos deben ser por tanto compatibles en calidad como en cantidad con las capacidades y ritmos de reciclaje por los ecosistemas, con objeto de no trastornar el buen funcionamiento de la biósfera. Ahora bien, este buen funcionamiento depende del número y la diversidad de los operadores biológicos, así como de la calidad y la complejidad de múltiples cadenas de relaciones que los unen, el equilibrio de los flujos que determinan a fin de cuentas el aprovisionamiento de la humanidad en recursos.” (26)
Como se ve, una izquierda ecologista debe asimilar la complejidad de la ecología, comprendiendo que un modo de producción se determina por sus relaciones de producción y de propiedad como por sus tecnologías y opciones energéticas. De hecho, el Cambio Climático es causado por las tecnologías desarrolladas y el uso de combustibles fósiles, causas a su vez determinados por relaciones sociales capitalistas productivistas. Ello prueba que ni la tecnología ni el recurso energético son neutrales pues responden a los intereses de las clases que controlan las fuerzas productivas.
El documento de la IV Internacional caracteriza al sistema energético como “centralizado, anárquico, dispendioso, ineficiente, intensivo en trabajo muerto, basado en fuentes no renovables y orientado hacia la sobreproducción tendencial de mercancías” porque de esa manera ha respondido a los intereses del Capital.
Un cambio ecosocialista debe destruir y sustituir tal sistema energético con “un sistema descentralizado, planificado, ahorrativo, eficiente, intensivo en el uso de trabajo vivo, basado exclusivamente en fuentes renovables y orientado hacia la producción de valores de cambio duraderos, reciclables y reutilizables.” No basta con cambiar las relaciones sociales: se debe transformar el entero sistema productivo, comunicativo y cultural apoyado en un nuevo sistema energético. La revolución socialista no se limita, entonces, a destruir y transformar al Estado capitalista, también debe destruir y cambiar el aparato productivo y energético, “introduciendo otras fuentes energéticas, otras tecnologías y otras reglas al servicio de objetivos establecidos democráticamente.” Se trata de darle vuelta al mundo capitalista y terminar con la enajenación que impone el Capital: controlar la producción democráticamente para que con igualdad y sin explotación sirva al desarrollo cualitativo de la humanidad, cuidando y preservando los ecosistemas.
“El ecosocialismo, como expresión concentrada del combate común contra la explotación del trabajo humano y contra la destrucción de los recursos naturales por el capitalismo, no procede de una visión idealista y quimérica sobre la “armonía” que habría que establecer entre la humanidad y la naturaleza, sino de la necesidad materialista de administrar los intercambios de materia entre la sociedad y el ambiente, manejando conscientemente, colectivamente y democráticamente la tensión entre las necesidades humanas y el buen funcionamiento de los ecosistemas.” (27)
Ante la posibilidad de una Nueva Era geológica sin civilización humana, Otra Izquierda es urgente y necesaria: una izquierda que ayude a fijar horizontes utópicos (ecosocialistas) pero también a elaborar programas de transición y políticas estratégicas para conjuntar una fuerza social capaz de recomenzar una revolución permanente global (política, económica, cultural) que desmonte al enajenado sistema capitalista. Sólo así se podrá estabilizar el Cambio Climático Global y detener el Ecocidio planetario sin un exterminio humano.
Esta cuestión conduce, inevitablemente, a las tareas políticas de esta izquierda ecosocialista. En el punto cinco, el resolutivo de la IV Internacional trata de este asunto y señala las siguientes tareas:
5.1 Sensibilizar a los militantes de los movimientos sociales para concientizar a las masas y contribuir a la construcción de una movilización de masas sobre el clima.
5.2 Construir una corriente de izquierda que vincule la lucha sobre el clima con la justicia social. El cambio necesario no puede conquistarse sin la movilización y la participación activa de los explotados y oprimidos que constituyen la inmensa mayoría de la población.
5.3 Conducir la lucha ideológica contra el neomaltusianismo verde, en defensa de los pobres y de los derechos de las mujeres.
5.4 Introducir la cuestión del clima en las plataformas y las luchas de los movimientos sociales. Convertir la defensa del clima una preocupación mayor de los movimientos sociales.
5.5 Hacer de las reivindicaciones sobre el clima un eje de la izquierda sindical, en la perspectiva de una lucha anticapitalista que trascienda el punto de la redistribución de la riqueza.
5.6 La transferencia masiva de tecnologías limpias hacia los países dominados y el financiamiento de la adaptación a los efectos del cambio climático en los países requiere que se compartan los haberes y saberes a escala mundial, y en consecuencia que haya afectaciones sustanciales a las ganancias capitalistas.
5.7 Las emisiones de los países dominados no podrán alcanzar la reducción de al menos un 30% en relación con las proyecciones si el modelo capitalista de desarrollo no es replanteado.
5.8 Debemos oponernos a la salida tecnologicista e integrar todos los grandes desafíos ecológicos en una perspectiva de desarrollo verdaderamente sustentable.
5.9 Denunciar la contracción que hay entre los planes capitalistas y el diagnóstico de la situación elaborado por los científicos.
5.10 Combatir la culpabilización individualizante, pero asumir la sobriedad energética en la medida de lo socialmente posible.
5.11 Desarrollar una práctica de auxilio popular en caso de catástrofe. (28)
Con estas tareas políticas se trata, desde una razón y una política estratégica, de articular los diversos movimientos sociales tendencialmente anticapitalistas para generar una hegemonía política emergente que enfrente al Capital y le imponga una serie de medidas para estabilizar el Cambio Climático.
Las medidas más radicales tienen que ver con la expropiación de los grandes medios de producción y la distribución de la riqueza social para desenajenarlos de la racionalidad capitalista y ponerlos al servicio del conjunto de la sociedad y el cuidado de los ecosistemas; también tienen que ver con la gestión y planificación duradera y democrática de los bienes, servicios y recursos públicos para que dejen de estar controlados por una minoría interesada en su beneficio particular. Tienen que ver, en fin, con terminar con la Dictadura del Capital para empezar a levantar una sociedad ecosocialista, de la cual Michael Lowy nos ofrece el siguiente trazo utópico:
“Una sociedad sin clases y liberada de la alienación capitalista, del “ser” por encima del “tener”; vale decir, de tiempo libre para la realización personal mediante actividades culturales, deportivas, lúdicas, científicas, eróticas, artísticas y políticas, en lugar del deseo de poseer una infinidad de productos.” (29)
Para ello es urgente recuperar el largo plazo civilizatorio estabilizando el Cambio Climático y frenando el Ecocidio planetario. Para ello es necesario empezar, en una larga y lenta revolución permanente, a cambiar la vida, transformar al mundo y cuidar a la naturaleza. Todo ello plantea, también, la urgente necesidad de Otra izquierda, anticapitalista y ecosocialista.
NOTAS
(1) Benjamin, Walter. La dialéctica en suspenso. ARCIS-LOM, Santiago, s/f, p.75
(2) Mike Davis, “¿Quién construirá el arca?” En EstePaís:
http://estepais.com/site/?cat=12&n=230
(3) Cfr. el importante libro de Schoijet, Mauricio. Límites del crecimiento y cambio climático. Siglo XXI, México 2008, 352pp.
(4) Cfr. Schoijet, primera y segunda parte.
(5) Cfr. Jorge Riechmann, “Calentamiento climático: ¿cómo se calcula su impacto?”:
(6) Lowy, M. “Crisis ecológica, capitalismo, altermundismo”, en:
http://marxismoecologico.blogspot.com/2010/01/crisis-ecologica-capitalismo.html
(6) Cfr. Informe Brundtland, en:
http://www.oarsoaldea.net/agenda21/files/Nuestro%20futuro%20comun.pdf
(8) Leff, Enrique. Discursos sustentables. Siglo XXI, México 2008, p.124
(8) Idem., p.127
(10) Lowy, Ibid.
(11) Bensaïd, Daniel. Cambiar el mundo. Catarata, Madrid