Hace unos días me detuve leyendo una nota de agradecimiento del personal de Palacio por el envío del libro de Pablo Cingolani, Amazonia Blues: Denuncia y poética para salvar a la selva, publicado por el Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Con curiosidad también hojee las otras notas de agradecimiento y solidaridad de otros ministerios.
Pablo Cingolani integra el Foro de La Paz, la filial de FOBOMADE en la sede de gobierno, desde que encontró en éste el espacio para impulsar su proyecto de vida: la protección de los pueblos aislados, a través de su grupo, la Expedición Madidi, cuyos integrantes lograron la creación de la Zona de Reserva Absoluta Toromonas, en el 2006.
Junto a FOBOMADE, Pablo apoyó a organizaciones como CIPOAP y CIDOB para la protección del pueblo pacahuara. Sus investigaciones históricas, reportajes, crónicas, artículos y guiones son altamente valorados por las organizaciones que demandan su presencia y apoyo.
Como dice Daniel Gigasi, presidente de la OPIM, en el prólogo, el libro solo cuenta verdades: el olvido, violación y menosprecio de los derechos de los pueblos indígenas a lo largo de la historia, incluidos los últimos cuatro años. Esto indigna a Daniel porque, como tantos, creyó con firmeza en las palabras del presidente Evo Morales cuando se hizo el portavoz de los pueblos indígenas del mundo entero, proclamando que sus derechos, junto con los de la Madre Tierra, debían ser respetados porque sólo así se podría pensar en restablecer la armonía con la naturaleza.
Cada una de las páginas, artículos, poemas e imágenes de Amazonia Blues estremece desde adentro. La violencia, el sufrimiento, la colonización y la cooptación de hombres y mujeres que encuentra Pablo Cingolani en su recorrido por la selva, pueden leerse en cada una de sus páginas, como si nada hubiera pasado, como si el proceso de cambio fuera excluyente para los pueblos mosetén, eese ejjas o los mismos castañeros de Pando. Estos son los ausentes, los que no son escuchados, los perjudicados por proyectos de desarrollo de un Estado que no ha empezado a descolonizarse, puesto que asume como suyas obras diseñadas fuera del país, como las carreteras y represas del IIRSA, planificadas inevitablemente sobre territorios indígenas.
Los pueblos indígenas se enteran de estos megaproyectos sólo cuando se instalan los campamentos en sus territorios, como ocurrió en el territorio mosetén, en el Norte de La Paz. Solo entonces se inicio un proceso de consulta que fue más bien un proceso de cooptación y división, como lo reconoció Oscar Coca cuando era ministro de Hidrocarburos, y por ello fue denunciado por la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP).
¿Proyectos para el desarrollo de Bolivia? ¿De cuál Bolivia? ¿Incluye eso a los mosetenes, esse ejjas, pacahuaras y toromonas? Aquellos que impulsan políticas desarrollistas sin considerar los límites de la Madre Tierra aún no entienden que la expansión de la frontera agrícola, la siembra de monocultivos, sean de soya o de coca para el mercado, no hace sino avasallar territorios que no están vacíos sino habitados por seres humanos contra los que se comete genocidio en nombre de esas políticas.
No causa mayor sorpresa que el ahora ministro de Gobierno Oscar Coca ataque al FOBOMADE y a Pablo Cingolani por esas verdades relatadas en Amazonia Blues. Coca asume la misma actitud de los neoliberales: elude el debate con el pueblo, el debate fraterno, profundo y de frente para promover la toma de conciencia, organizar y crear poder popular en oposición a la subordinación y el vasallaje.
Lo que no deja de sorprender es el bajo nivel de las amenazas y de las temerarias aseveraciones del ministro Coca. Si tuviera algo de hidalguía, verificaría que en sus 18 años de vida el FOBOMADE jamás recibió un solo dólar de USAID; a diferencia de varios programas de gobierno e incluso ministerios que sobreviven con el dinero de la agencia norteamericana.
Por su pertinencia, termino transcribiendo de Amazonia Blues una cita de Bartomeu Melia:
Pensar la cuestión indígena exige de todos nosotros una reconversión de categorías y tomar distancia de nosotros mismos. No se trata solo de devolver tierras sino de respetar territorios donde otros modos de vida y de organización social y política sean posibles. Lo que parecen utopías son espacios reales donde la calidad de vida es un hecho cuando se han respetado las condiciones necesarias. Los pueblos indígenas son memoria de futuro, no harapos de un pasado sobrante del que uno puede deshacerse alegremente. Sobre todo en ecología y medio ambiente, las grandes áreas y territorios indígenas se manifiestan como reservas de gran valor para el futuro del país. Si no hubiera indígenas, habría que inventarlos.
* Activista del Foro Boliviano de Medioambiente y Desarrollo (Fobomade).