Con mil 20 millones de seres humanos sin comestibles, y entre estos 170 millones de niños, menores de cinco años, ya resulta inalcanzable la meta propuesta por la ONU de reducir, a menos de 420 millones, las personas hambrientas en el mundo.
Esas cantidades de mal nutridos resultan las mayores cifras de los últimos 40 años, y un empeoramiento de los índices globales de pobreza en apenas un quinquenio.
De los que hoy sufren hambre en el mundo, 642 millones viven en Asia y el Pacífico; 265 millones, en África subsahariana; 53 millones, en América Latina y el Caribe; 42 millones, en el Medio Oriente y el norte de África, y 15 millones en los países industrializados.
Los datos del informe, producido por la FAO y el Programa Mundial de Alimentación (PMA) de la ONU, muestran además que entre el 2004 y el 2007 hubo un crecimiento muy significativo. Sólo en ese lapso, 75 millones de personas pasaron a formar parte de las filas de hambrientos.
Este hecho resulta desesperanzador, especifica el análisis, porque en los años 80 y principios de los 90, el mundo tenía algunos progresos en la reducción de este flagelo crónico. Tres cuartas partes del monto total de hambrientos son campesinos pobres, especifica Gemmo Lodesani, responsable del PMA en Bruselas
Dato desolador, insiste Lodesani, porque quienes no tienen un nivel nutricional suficiente para tener una vida normal y productiva, son también quienes deben hacer producir la tierra. Para Lodesani el aumento de la población mundial será otra de las problemáticas a enfrentar, ya que en el 2050 los habitantes del globo terráqueo sumarán más de nueve mil millones.
Para cubrir sus demandas de alimentos, calcula la FAO, será imprescindible elevar en un 70 por ciento la producción mundial de comestibles, en comparación con los niveles actuales. Pero en la era del cambio climático y el declive terminal de la producción de hidrocarburos, este porcentaje es casi una quimera.
El crecimiento de la demanda tendrá que satisfacerse, refieren los analistas, en condiciones de creciente escasez de agua, salinidad elevada de los suelos y condiciones meteorológicas y climáticas más variables y adversas. En este sentido, es cada vez mayor el número de expertos y formuladores de políticas que coinciden en la importancia de elevar las inversiones en el sector agrícola, las ciencias agrarias y las nuevas tecnologías.
Aunque Olivier de Schutter, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, cree que el mundo aún no está preparado para reducir los números de seres desnutridos hoy. Además de producir más, afirma, serán necesarias distintas estrategias para una mayor cooperación internacional y nuevos mecanismos de producción y distribución.
La FAO precisa que los países en vías de desarrollo deben invertir 44 mil millones de dólares anuales para alimentar a su población, pero esos aportes no pasan de los ocho mil millones de dólares. A esta problemática se suma las previsiones de varias agrupaciones internacionales sobre el futuro de la producción de alimentos en el planeta, bajo los desajustes climáticos.
Científicos del Programa de Seguridad Alimentaria y Ambiente de la Universidad Stanford de California, en Estados Unidos, advierten que el cambio climático podría elevar mucho más los precios de los alimentos y provocar mayores cifras de hambrientos.
Para hacer frente a estos desafíos, será imprescindible desarrollar un sistema agrícola y de alimentación mundial más productivo y sostenible, advierten todos, pero el trecho por recorrer resulta largo y difícil en un mundo donde ya el hambre resulta crónica.
La FAO alerta que si las temperaturas del planeta siguen en aumento, podrían reducirse considerablemente los ingredientes de la dieta básica de millones de latinoamericanos, caribeños, africanos y asiáticos.
La escasez resultante de las malas cosechas, indica, podría ocasionar otra gran alza de precios en el mercado, superior a la del 2008, la peor de todos los tiempos. Esta predicción igual la comparte el International Food Policy Research Institute (IFPRI), el Asian Development Bank y el Banco Mundial.
Como consecuencia del calentamiento global, aseguran las entidades citadas, las cosechas de arroz y trigo de los países en vías de desarrollo podrían disminuir hasta un 19 y 34 por ciento, respectivamente, para el año 2050.
Dentro de cuatro décadas los agricultores del sur de Asia podrían recolectar la mitad de sus siembras de trigo, debido a la caída de los rendimientos. Igual puede que cueste 334 dólares la tonelada de ese cereal, más del doble de su precio en el 2000. También la tonelada de arroz podría dispararse hasta 421 dólares y a 240 esa misma cantidad de maíz.
Las estadísticas de esta entidad muestran que los precios internos en los países en desarrollo siguen siendo elevados y, en algunos casos, superiores a los del fatídico 2008. En el África Oriental, los cereales fluctúan dentro de un margen estrecho desde el pasado mes de julio. El maíz en los mercados de Uganda, Kenya y la República Unida de Tanzania está un 80 por ciento más alto que dos años atrás.
En Afganistán la harina de trigo cuesta casi el doble y en Pakistán un 70 por ciento más. En América Latina los precios totales subieron un 41 por ciento, del 2006 a enero del presente año, afirma José Graciano Da Silva, representante de la FAO para la región. Si bien los precios globales comenzaron a bajar desde mediados del 2008, una gran parte de esta disminución no se trasladó a los consumidores, porque a los intermediarios y comerciantes no les resulta rentable vender barato los inventarios que compraron anticipadamente a caros precios, detalla Da Silva.
Mientras hoy millones carecen de pan diario y se les pronostica peores días, los londinenses pueden comer ocho mil millones de veces al año, según la alcaldía de la capital del Reino Unido.
Por esta sola acción, Londres genera 19 millones de toneladas de gases contaminantes, además de otros 6,3 millones por desechar un tercio de los alimentos que ahí compran. En la mitad de la actual centuria, alerta la FAO, podría haber un 20 por ciento más de personas desnutridas, tan solo por los desarreglos del clima.
En la actualidad se avanza en esta especialidad, reconoce la entidad, con lo cual se debe enfrentar el abrupto crecimiento de la población mundial, calculada hoy en más de seis mil 700 millones de personas.
Pero para el 2025 casi dos mil millones de habitantes más poblarán el planeta, por lo que urge acelerar las estrategias para el fomento de recursos alimentarios, ya que el futuro avizora que seguiremos viviendo en un mundo de hambre.
Periodista de Prensa Latina especializada en temas globales.