La Amazonia es amenazada por la existencia de petróleo y el poder que quiere explotarlo a toda costa, aun de vidas humanas y de la destrucción de los ecosistemas. Los defensores de la Amazonia son perseguidos, criminalizados y muertos. Fue el caso de la masacre de Porvenir, en el departamento de Pando, y es el caso de la masacre en Bagua, Perú.
Los 35 muertos en Bagua, en la Amazonia peruana, y la persecución de Alberto Pizango, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), Organización Nacional de los Pueblos Indígenas Amazónicos de Perú, forman un paralelo con los 25 muertos de la masacre de Porvenir, el 11 de septiembre de 2008, y la deportación de dirigentes campesinos pandinos de Brasil. Son represalias del sistema que no admite la protesta. La defensa de la Amazonia está en manos de los indígenas y campesinos que habitan la región, pero es una responsabilidad de los estados que no asumen la defensa de la soberanía.
Estar a favor de la violencia y la violación del principal derecho, el de la vida, es estar a favor del capitalismo trasnacional y globalizador. La muerte de la biodiversidad en la Amazonia representa la muerte de la gente que la habita, junto a sus lenguas, cultura, prácticas, etc. Como sostiene Pizango: “Los pueblos no son delincuentes, los pueblos sólo están defendiendo sus derechos (…) Nuestro objetivo es defender la vida, no la guerra”. De ese modo pedía a los medios: “Ayúdennos a defender la vida y no callen”.
La Amazonia boliviana ha sufrido la apertura violenta de dos puertas por las que ingresa el capital transnacional y succionador de riqueza natural. En Pando, por las represas del río Madera, y en el norte amazónico del departamento de La Paz. Ambas bocas abiertas a la explotación son llagas que cada día son más profundas, por el ingreso de trasnacionales constructoras, perforadoras, exploradoras e invasoras de territorio, y por la depredación en general. Abrir caminos en la selva es abrir posibilidades de penetración para los depredadores. Aunque, por otro lado, no es necesario un camino para que el capitalismo ingrese a saquear.
En el caso de Perú, Pizango describía: “La versión de los hermanos es que han ido a disparar por el aire a las cinco de la mañana. (…) Cuando reclaman sus derechos de una vida digna, el gobierno responde con balas”. Nélida Calvo, familiar de una de las víctimas de la masacre en Bagua, decía: “Han violado el acuerdo 169 de la OIT, no han respetado el derecho a la vida. (…) Nosotros no le estamos invadiendo su tierra del gobierno. Nosotros defendemos nuestro territorio que nos han dejado. (…) El problema no es de allá, de la zona, no es de la Amazonia peruana. Es para todos. En defensa de todos los peruanos, mis hermanos se han muerto, mis tíos se han muerto (…). Hay cuatro helicópteros que hasta ahora siguen disparando”.