Hace unos días –el viernes 5 de junio–, indígenas de la selva amazónica, quienes durante más de 57 días sostenían movilizaciones pacíficas en contra de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) fueron masacrados de la misma manera que los indígenas amazónicos de Pando, Bolivia.
La criminalización de los movimientos sociales y, más aún, de los defensores de la Madre Tierra no es nuevo. Al igual que lo ocurrido en Bolivia el año pasado, muchas voces se alzan “pidiendo la pacificación”, “el esclarecimiento de la verdad”, mostrando lo “crueles” que pueden ser los indígenas. Intentan desviar la atención de lo ocurrido argumentando una supuesta injerencia política de los países vecinos. Hay un claro intento de acallar los hechos, de camuflarlos y desvirtuarlos. Los victimadores son las nuevas víctimas.
Se acusa a los indígenas de ir contra el desarrollo, contra el progreso de un país. Se acusa a los indígenas de buscar el atraso de una nación, al igual que en el coloniaje los indígenas son acusados del “subdesarrollo”. Entender que todo en la selva tiene vida y saber que cada elemento merece respeto, es una vez más motivo de persecución. Han sacado la cara los que quieren repetir la historia sangrienta de América, buscan exterminar a nuestros pueblos, esta vez no por sus orígenes culturales, sino por ser poseedores de las tierras donde se encuentran los recursos naturales necesarios para que se desarrolle el capitalismo.
Desde hace varios años la Amazonia está en la mira de las transnacionales y de los intereses privados, en este rincón del planeta se encuentran importantes recursos hídricos (usados por privados para represas como es el caso del Madera en Bolivia), variedades de flora y fauna (destinados a la biopiratería y el biocomercio), recursos mineros, gasíferos y petroleros (importantes para cubrir las demandas de los países del Norte). Por todo esto, la Amazonia ha dejado de ser nuestro patrimonio y se ha convertido en fuente de ingresos para las transnacionales y las organizaciones conservacionistas que lucran con la vida.
No esperamos una pronta aclaración de estos hechos o el juzgamiento de los perpetradores de tan horrendo crimen, sabemos que la justicia en este tipo de casos es ciega y está en manos de los mismos que empuñan las armas. Pero no por eso nos callamos:
– Llamamos a todos los compañeros y compañeras a la vigilancia permanente de todo intento de destrucción de la Amazonia, de todo intento de exterminio sistemático de los pueblos que en ella habitan.
– Demandamos que los órganos de derechos humanos en Perú, las Américas y los órganos jurisdiccionales de justicia del sistema interamericano protejan, demanden ante las cortes respectivas a los responsables y en su caso tomen medidas ante la Corte Penal Internacional.
– Demandamos que los Estados y órganos de protección regionales acojan las vidas de los injustamente perseguidos que escapan a la muerte y al amedrentamiento.
La Amazonia tiene historias y rostros concretos. La lucha no es sólo del pueblo Awajan, hay miles de pueblos que están detrás de cada uno de los muertos y los heridos, la Amazonia no será botín de las transnacionales, la Amazonia somos tod@s.