04/06/14
Para agregarle condimentos a esas leyendas, el Canciller declaró hace varios meses que en diciembre de 2013 se terminaría el tiempo de la Coca-Cola en Bolivia. La prensa, suponiendo que tendría una noticia estelar, preguntó al funcionario si se expulsaría a la multinacional del brebaje oscuro. Perdieron la emoción, y de paso la primicia, cuando la autoridad les explicó que para la cosmovisión aymara terminaría una era y comenzaría otra en el mes indicado. Algo que, como es natural, cae bajo los respetables pero a la vez insondables arcanos de las creencias ancestrales.
Mientras tanto, creyente absoluta en las leyes del terrenal mercado capitalista, la melosa chispa de la vida se comercializa hasta en los rincones más remotos de la geografía nacional.
Es interesante observar cómo estos relatos nutren una épica que tiene más de deseo e intención que de materialización en la realidad concreta, notablemente más moderada de lo que quisieran algunos entusiastas.
Bolivia experimenta en la actualidad una inédita bonanza macroeconómica, que incluye reservas financieras extraordinarias: catorce mil millones de dólares. Se debe en buena parte a una administración prolija por parte del gobierno, a la decisión de controlar desde el Estado la renta de los hidrocarburos, y a los excelentes precios que estos alcanzaron, junto a los de los minerales. Dichos bienes, sumados a la soya que avanza implacable, dan como resultado una balanza comercial favorable al país, aunque hay que advertir que algo más del 75% de las exportaciones están constituidas por recursos naturales no renovables.
¿Es esa situación de prosperidad una oportunidad para explorar y materializar el principio del Vivir Bien? No parece. Por el contrario, con la abundancia se ahonda el consumismo y hacen su aparición franquicias de productos que portan el poderoso valor simbólico de marcas otorgadoras de estatus y prestigio social. Si la hamburguesa del payaso se fue por la ventana, entraron por la puerta ancha y siguen en ascenso Burger King, Kentucky Fried Chicken, Cinnabon, Mr.Pretzels, Hard Rock Café, Sbarro, Subway, Pizza Hut y otras, que llegan triunfantes para instalarse en los nuevos y fastuosos centros comerciales de las principales ciudades bolivianas. El más reciente, construido en Santa Cruz de la Sierra a un costo de 40 millones de dólares. A esas franquicias se le suman infinidad de copias domésticas que imitan estilos, lenguaje y estética de lo que se ha llamado el “modo de vida imperial”, promotor de nefastos patrones de producción y consumo.
Cuando desarrolla su hipótesis sobre la “dominación de espectro completo” la politóloga mexicana Ana Esther Ceceña señala con agudeza que el primer peldaño de la hegemonía usamericana consiste en universalizar su visión del mundo, el american way of life. Podríamos agregar que suele infiltrarse con notable eficacia a pesar de la retórica antiimperialista; y no por azar comienza por la re-colonización de los cuerpos, ya que son el territorio fundamental y más accesible, a partir de necesidades humanas básicas como alimento, vestido, información o entretenimiento.
En estas semanas, y en diversos lugares de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra se han colocado gigantografías con el lema “Hacia un nuevo orden para Vivir Bien”. Son parte de los preparativos en torno a la inminente Cumbre del G-77 + China. Subrayan lo que debería haber sido el aporte específico del proceso de cambio boliviano, pero que paulatinamente se fue transformando en un ejemplo de “significante vacío”, más alla del genuino interés que pueda despertar en vastos sectores del planeta en crisis. No hay dudas de que el concepto Vivir Bien dio solidez y articuló movimientos heterogéneos en las luchas del pasado reciente. Operó como “la palabra que nombraba el futuro” e inauguraría un horizonte diferente. Paradójicamente, las empresas mencionadas más arriba, así como otras multinacionales de la indumentaria, las industrias automotriz, de tecnología en general o del espectáculo de cuño hollywoodense, son las que en la práctica le dan contenido a la categoría Vivir Bien, que poco a poco se ha ido resignando a un rol difuso y etéreo, sometido a los principios y mecanismos de la concepción más tradicional de desarrollo, y sólo parece funcionar para consignas apasionadas, declaraciones pomposas, épicas ingenuas o coletilla obligada que hoy se cuelga de casi cualquier frase. Ecoportal.net
Alainet
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