23/02/2014
Impactado por las imágenes que tuvo que ver al sobrevolar las inundaciones que han hecho de las llanuras benianas un inmenso lago bajo el que quedó sumergida gran parte de ese departamento, el presidente Evo Morales ha instruido que se inicie una investigación para determinar en qué medida el desastre está relacionado con las enormes represas San Antonio y Jiraú que está construyendo Brasil sobre el río Madera.
La preocupación presidencial es muy comprensible. Y aunque llama mucho la atención que a pesar de haber quedado impresionado por lo que vio todavía se resista a considerar como desastre nacional lo que está ocurriendo en Beni, resulta esperanzador saber que por fin, después de más de ocho años de omisiones, haya empezado a preocuparse por el tema desoyendo así a quienes desde su más cercano círculo de asesores insisten en minimizar la magnitud de la catástrofe ambiental y sus causas.
Sin embargo, y a pesar de lo positiva que es la inquietud presidencial, no deja de ser alarmante que sea un informe sobre el tema lo que pide, pues es bien sabido que ya son muchos los estudios que sobre el tema se han hecho durante los últimos años. Que se los haya soslayado, y por lo visto ocultado al primer mandatario, es otra cosa. Pero nadie a estas alturas de la historia puede alegar desconocimiento, pues los informes sobre la posibilidad de que las represas brasileñas sean causantes de inundaciones como la actual se remontan a casi 10 años atrás.
Cabe recordar al respecto que en octubre de 2005 –tres meses antes de que el MAS se hiciera cargo del Gobierno nacional– el presidente Eduardo Rodríguez promulgó un Decreto Supremo, el 28289, con el expreso propósito de “definir una política nacional en materia de aprovechamiento integral de las cuencas hidrográficas del país”. El Artículo 2 de tal decreto instruye que con “carácter de urgencia” se dé prioridad a los estudios en la cuenca del río Mamoré–Madera y del río Beni.
La promulgación de ese decreto se produjo muy poco antes de la finalización del mandato de Rodríguez, por lo que no fue mucho lo que se avanzó. Pero sí lo hicieron las más importantes organizaciones ambientalistas de Bolivia, Brasil y Perú que dedicaron grandes esfuerzos al estudio del impacto socioeconómico y ambiental que traería consigo la ejecución de los proyectos hidroeléctricos en la amazonia brasileña.
Tales estudios fueron profusamente difundidos y conocidos hace más de seis años por el Gobierno actual. Y fueron tan alarmantes los datos que contenían, que motivaron al canciller David Choquehuanca a presentar en 2006 a su homólogo brasileño un firme reclamo ante la eventualidad de que los proyectos hidroeléctricos de la Cuenca del Madera causen la inundación en el territorio boliviano.
Por qué esa preocupación se desvaneció durante los últimos ocho años sin dejar ninguna huella hasta hace pocos días, es uno de los muchos misterios que rodean al caso. Misterios que deben develarse a medida que la furia con que la naturaleza está inundando la amazonia boliviana, brasileña y peruana obliga a los respectivos Gobiernos y a sus ciudadanos a reconsiderar sus políticas en materia ambiental.