El camino llegaba hasta Curva Alegre. El nombre del poblacho le venía del río a su vera; lo de alegre vaya uno a saber, tal vez el sentimiento era el del propio pionero, de aquel que vio primero la potencialidad del lugar para establecer una casa, resguardada de las crecidas del Tambopata, el rio. Y fue así que se quedó en esa playa protegida de los rigores de la naturaleza, allá por los 60s cuando empezó a bajar el camino desde la capital provincial, desde Sandia.
Esos años, el 2000, Curva Alegre ya tenía olor a factoría, a economía de enclave, a saqueo y devastación. Esos años, paradoja o qué, estaban las Naciones Unidas, si la ONU, impulsando un proyecto de cultivo y comercialización del café. Se trataba de preservar al recién creado Parque Nacional Bahuaja Sonene que venía a reemplazar a la ZRTC, la Zona Reservada Tambopata-Candamo, emblemática por entonces, popular incluso por la difusión de un docudrama titulado Candamo, que mostraba a tres simpáticos indios Ese Ejjas reapropiándose simbólica y visualmente del que había sido parte de su territorio ancestral.
El proyecto, hay que decirlo, tuvo resultados: una década después, la variedad local conocida como “tunki”, ha ganado premios internacionales y la fiesta cafetalera –que se realiza en el municipio distrital de San Pedro de Putina Punco- atrae a cientos de personas, incluso a alguna Miss Perú que fue nombrada embajadora del café de la selva.
Naciones Unidas fue la que construyó la ahora famosa pista de aterrizaje en San Ignacio. Nunca entendimos porqué habían hecho eso. San Ignacio era parte de un rosario de comunidades de colonizadores que crecieron a orillas del camino que terminaba en Curva Alegre. Lo que supusimos fue que los burócratas de la ONU para ahorrarse el traqueteo de ingresar a la zona desde la ciudad de Puno y estar dos días con el culo pegado al asiento de un carro, habían hecho la pista para ahorrarse esas molestias, dada su gran contribución al desarrollo local en una región tan aislada y desfavorable. Luego, ironías aparte y como siempre sucede en estos casos, el proyecto acabó, los cómodos funcionarios de la ONU se rajaron pero la pista quedó allí, en medio de la selva, a escasos kilómetros de la frontera con Bolivia.
Cada vez que íbamos por allí, preguntábamos por el uso y el estado la pista de marras. Una de esas, la respuesta fue, a la vez, la más desopilante y la más trágica. Alguien nos dijo que llegaban avionetas con peregrinos que acudían a adorar a un Cristo que había aparecido en una piedra o en una peña cercana. ¿Y de dónde vienen las avionetas, pata? De Colombia, seca y cortante, fue la respuesta. No dudamos: la “pistita” de la ONU ahora la estaban usando los narcos. Algunos años después, alguien nos dijo que la pista era destruida y reconstruida. La venían a destruir los del ejército peruano, la fuerza antidrogas. ¿Y quién la reconstruye, pata? No sabemos, contestan los lugareños a lo Fuenteovejuna. Viene el ejército y cava zanjas y mete dinamita pero al otro día, la pista está de nuevo lisa, operable.
Digo que la pista es famosa porque acabo de leer una investigación especial del periódico paceño La Razón donde informa que allí, en San Ignacio, las autoridades peruanas capturaron una avioneta boliviana dedicada a sacar droga desde Perú para meterla en Bolivia.
A nosotros, desde esa primera vez que llegamos por esos lados, en la mismísima Curva Alegre, nos habían ofrecido droga para comprar. Como nuestro aspecto era más bien de hippies consumidores, a la primera negativa, el ofertante aclaró que no se trataba de droga en gramos, sino de kilos. Si queríamos podíamos llevarnos un kilo de PBC, Pasta Base de Cocaína, o la cantidad que quisiéramos. Droga sobraba.
La última vez que fuimos por ahí, hace tres años, nos contaron que ahora la joda tenía foco en Pampa Grande, donde la desembocadura del río Azata en el Tambopata. La primera vez que estuvimos en Pampa Grande fue el año 2001, y el camino aún se demoraba en llegar. Mi recuerdo del caserío es inolvidable: fue el primer sitio del mundo donde encontramos una tienda que vendiese cerveza, tras estar internados un par de semanas en el monte. Cuatro años después, el camino ya la había alcanzado y Pampa Grande se había vuelto el centro de operaciones clave de todo el saqueo de madera que asolaba al Parque Nacional Madidi. El Madidi queda enfrente de Pampa Grande, sólo hay que cruzar el rio Tambopata.
Ahora también Pampa Grande es un sitio renombrado. Dicen los periódicos y los “expertos” en seguridad del Perú que era una de las comandancias del “Hamilton” o “El Pablo Escobar de Puno”, que fue capturado hace unos meses. Nosotros vimos cómo desde allí, “mulas” de los narcos se embarcaban río abajo y aguas bravas rumbo a Puerto Maldonado en botes improvisados. Algunos mueren en el intento: algunos rápidos del río son clase IV. (Difícil. Aguas blancas muy turbulentas pero predecibles. Huecos y olas de hasta dos metros, remolinos considerables para una embarcación. Pueden existir cascadas de consideración. La navegación requiere muy buena técnica y conocimiento del río. Existen pasos estrechos que requieren maniobras técnicas complicadas).
Las noticias de los periódicos peruanos también dicen que Pampa Grande se convirtió en una base de Sendero Luminoso, montada por el propio “camarada Gabriel” (el numero 2 de SL) en persona antes de morir a manos de la Brigada Especial Antiterrorista “Lobo”, creada por Ollanta Humala para acabar con los irregulares.
Si uno revisa las noticias de los diarios de Lima, uno puede volver a sentir la experiencia apocalíptica de releer Historia de Mayta de Vargas Llosa en clave narco.
Sobre la muerte de Martín Quispe Palomino (Gabriel) junto con el camarada Alipio (el número uno de SL), uno puede encontrarse en La República con lo que copio sobre “Lobo”, según fuentes vinculadas a la propia brigada antiterrorista: “Es una experiencia similar a la confluencia de fuerzas del gobierno de los Estados Unidos para ubicar y eliminar a Osama bin Laden. Se conjugaron los esfuerzos de inteligencia para detectar al blanco, y cuando se confirmó su eventual presencia, intervinieron las fuerzas especiales para completar la misión, todo bajo la supervisión del presidente Barack Obama y sus secretarios. Funcionó (…) En ‘Lobo’ confluyen la experiencia en inteligencia antiterrorista de la Dircote y la Dirandro y la capacidad de las brigadas especiales de las Fuerzas Armadas. Unos se deben a los otros y viceversa. Todos bajo un solo mando. El fracaso o la victoria es de todos”.
En fin, no escribiré más. Sólo diré, a lo Hemingway: parece que hay una guerra, al otro lado del río y entre los árboles.