Ahora que el tema del registro de la población está en el tapete debido a los problemas del último censo, asi como el reclamo de algunos departamentos por la disminución de su población en el mismo, vale la pena hacer referencia al momento mas dramático de la historia en lo que se refiere a la caída demográfica, cuando se supone que por inercia la población tiende siempre a crecer y solamente son las crisis políticas como las guerras o las crisis de salubridad como las epidemias las que causan un descenso de la población.
El momento mas dramático en la caída demográfica fue sin duda el del choque cultural que tuvo lugar luego de la llegada DE Colón a lo que se conocerá luego como América. Fue entonces con la llegada de europeos a las islas de las Antillas que comienza un largo ciclo de caída demográfica en todo el Nuevo Mundo.
Más allá de los aspectos militares, políticos y tecnológicos del dramático “encuentro” entre el Nuevo y Viejo mundo, este choque, más que encuentro, significó un cataclismo biológico y un enorme cambio ecológico que transformaron por completo las perspectivas de ocupación humana del planeta.
Los conquistadores ibéricos trajeron consigo un poderoso conjunto de materiales biológicos; algunos de manera consciente como las nuevas plantas (viñedos, naranjas, trigo…) y nuevos animales (caballos, mulas, ganado vacuno, cerdos, ovejas…), cuya introducción formaba parte imprescindible del nuevo sistema cultural que pretendían implantar.
Pero junto a estos organismos llegaron otros gérmenes patógenos de distinta calidad y efecto. Las consecuencias de estos últimos fueron tan enormes que causaron un verdadero colapso demográfico a partir de 1492.
Las cifras de la mortandad y la consecuente vertiginosa caída demográfica se reflejan en el hecho de que la población arawak de las islas de las Antillas, la primera en entrar en contacto con los europeos, virtualmente se extinguió.
Se calcula que a la llegada de los europeos la isla de La Española-hoy Haití/República Dominicana- tenía aproximadamente un millón de habitantes, pero en 1548 no contaba sino unos 500 indígenas.
Diego Álvarez Chanca, médico que acompañó a Colón en su segundo viaje, observaba que la gripe afectaba intensamente a los indios causándoles la muerte. Algo similar ocurrió con los aborígenes de las otras islas y de Centroamérica.
La causa inicial de tráfico de esclavos negros a las Antillas deriva de esta crisis de mano de obra en estas regiones y ya en 1502 llegaron a La Española los primeros negros. El desastre demográfico lastimó las conciencias de algunos de los protagonistas de este momento histórico provocando, mas tarde, que curas como el dominico Bartolomé de las Casas hicieran vehementes reclamos que transformaron en leyes que intentaban proteger a la población.
EN MESOMÉRICA
Probablemente es conservador el cálculo que indica que la población en Mesoamérica en el momento del contacto era de unos 25 millones de habitantes siendo especialmente densa la población en las áreas del maíz. Esta enorme cantidad de población, según sostienen los investigadores, estaba en el limite de la capacidad para ser alimentada con la tecnología del momento y por lo tanto se encontraba muy vulnerable cuando llegó Hernán Cortez.
A partir de la presencia europea en México, comenzó una caída que no pararía sino a fines del siglo XVII. Los cálculos presentados por los estudiosos indican que la caída fue mas violenta en las primeras décadas para continuar aunque con menos intensidad por dos siglos más.
Las cifras de esa disminución son asombrosas: para México se ha calculado la siguiente tendencia: para el año 1519, 25 millones de habitantes; en 1532, 16.8 millones; en 1548, 6.3 millones; en 1568, 2.65 millones; en 1580, 1.9 millones y en 1605, 1.08 millones.
EN EL TAWANTINSUYU
De acuerdo con el ejemplo mesoamericano, queda la tentación de proponer las mismas cifras o más agudas para los Andes. Sin embargo, aunque la baja demográfica fue enorme, no llegó a la magnitud de las Antillas o Mesoamérica.
Los cálculos realizados proyectando los registros coloniales permiten estimar que la población del Tawantinsuyu en el momento del contacto era de aproximadamente 10 millones de habitantes; la siguiente cifra data de 1575, cuando se registró para el Virreinato del Perú una población indígena de 1.300.000 habitantes, pero una década más tarde se contabilizó a 3.000.000. Estas discrepancias coinciden sin embargo en que hubo una muy importante caída demográfica, pero que su descenso fue desigual según las regiones.
Se sostiene que la baja demográfica fue más aguda en las tierras cálidas y al norte, donde la caída fue del 75%, para disminuir en las tierras más altas y frías del altiplano. Frente a tasas de descenso del orden de 58:1 en las costas tropicales, en los altiplanos fue de aproximadamente 3,4:1. Además en el altiplano un sistema de poblamiento disperso en pequeños poblados aislados unos de otros contribuyó a mitigar la propagación de las epidemias. Asimismo, la caída demográfica no fue igual en todos los lugares ni a lo largo de todo el período.
Fue mucho más aguda los primeros 20 años de presencia europea, para luego disminuir su intensidad.
Admitiendo las anteriores cifras, se tendría una población en América precolombina de unos 40 millones de habitantes y posiblemente hasta de 80 millones. En esa misma época Europa tenía unos 100 millones de habitantes y en el mundo la población era de alrededor de 400 millones. Esto significa que en el momento del contacto la población del continente podría representar entre el 10 y 20% del total de la humanidad; un siglo después, la población americana, incluyendo a los europeos recién inmigrados, no significaba en términos cuantitativos más de un 30% de la especie humana.
Esta catástrofe demográfica no tuvo paralelo en la historia de la humanidad, pero no fue la única; también en las colonias mercantiles francesas e inglesas de la Florida ocurrió algo similar, así como entre los nativos de las Islas Canarias, que habían conseguido con éxito repeler militarmente los primeros intentos de conquista y que fueron presa de las epidemias; los originarios guanches prácticamente se extinguieron.
En el siglo XVIII Islandia perdió una tercera parte de su población por una epidemia de viruela y algo parecido ocurrió en Nueva Zelanda y las islas de Hawai en el siglo XIX.
La mundialización, como vemos, tuvo efectos también biológicos sobre una población que durante miles de años vivó aislada del resto del mundo y por tanto vulnerable ante agentes biológicos desconocidos. Con el tiempo las siguientes generaciones consiguieron adaptarse a la nueva situación medioambiental y remontar el peor desastre demográfico de la historia.
*Docente de la carrera de Historia e investigadora del Instituto de Estudios Bolivianos.
FUENTE: REVISTA MIRADAS-PAGINA SIETE