(poema inédito, para SURcimientos)
en las cocinas del amanecer
sólo podemos murmurar porque está amaneciendo sol desconocido
nuevas palabras de antiguos silencios
un pueblo fetal busca su alimento:
palabras que aún se desconocen entre ellas/
pero que ya circulan a través de correos subterráneos
ensayando un santo y seña desconocido u olvidado
no son cantos/ son gemidos de dolores extremos
y silencios de respiración en parto de las “primeras palabras hermosas”
tablillas de arcilla fresca frente al caos/barro y aliento/
donde se esgrafía el murmullo de la palabra originaria/
y el viento cambia el nombre a las destrucciones:
anidando colibríes en el cedro sagrado
y sentándonos en el apyká con rostro de jaguar
a jugar con el rocío seminal
haremos del cuerpo de esta tierra una madrugada con verbo de primera vez/
alumbraremos voces nacidas en el deseo de las consumaciones/
aves migratorias tocando el violín traslúcido de sus cuerpos/
y sus cantos organizarán los equipajes de los esteros
desarmaremos el fondo de las traiciones/
bebiendo el más fino cristal de los himnos/
y del éxtasis volverán a crecer las palmeras de nuevos enigmas
que sostienen los horizontes de la utopía
pero todavía están los hervores en las cocinas del amanecer/
y las hierbas y los diamantes iniciáticos aún deliran/
y bailan en las bocas de los desposeídos
montando caballos de antiguas voces y nuevos balbuceos/
anda la Belleza vigilando los estallidos de nuevas madrugadas/
de las fosforescencias de nuestras soledades/
huesos blancos lamidos por lenguas infantiles siempre hambrientas
sólo podemos amanecer/
pero ahora/ y con el destino de ser aquí “hombres sin sucedáneos”/
¿o quién alumbrará nuestros cantos esta vez?