Introducción
El término ‘Paititi’ por lo general se vincula estrechamente con las posibles expediciones y/o migraciones desde la serranía andina hacia la selva amazónica. La palabra ‘Paititi’ en las diversas fuentes históricas puede designar un río, una laguna, una región, una montaña o aludir al nombre propio de un jefe de cierto grupo étnico en la selva alta o en las llanuras. El hipotético origen histórico y los vínculos geográficos de las numerosas leyendas del Paititi son tratados con mayor detenimiento en el artículo “La tierra del Paititi y el lago Rogoaguado” (Tyuleneva 2007 y 2010). El presente texto, en cambio, está enfocado en el otro lado del problema, en las fuentes escritas acerca de las entradas de los ejércitos cusqueños en los vastos e inhóspitos territorios de la Amazonía.
El tema de la expansión del imperio Tawantinsuyu hacia el oriente, cada año genera mayor interés entre los investigadores. Surgen nuevos datos históricos y evidencias arqueológicas. El círculo de fuentes crece y sus interpretaciones se vuelven más precisas y sofisticadas.
No pretendemos proporcionar grandes revelaciones en este campo, que ha sido labrado intensamente por varios destacados especialistas (Levillier 1976, Saignes 1985, Renard Casevitz, Saignes y Taylor 1988, Pärssinen [1992] 2003, Siiriäinen y Pärssinen 2001, Pärssinen y Siiriäinen 2003, entre otros), sino compilar, organizar y comparar los textos ya conocidos y publicados, que narran las expediciones conquistadoras incas. Para no extender demasiado el área de nuestro estudio, nos limitaremos estrictamente a los relatos de las entradas incas al este del Cusco, dejando de lado tanto la nutrida historia de las expediciones españolas en busca de la ‘noticia rica’, como las descripciones geográficas per se. Los arriba mencionados trabajos de nuestros antecesores, han citado y analizado la gran mayoría de los documentos que sirven como base para nuestro artículo. No obstante, nos queda cierto espacio de acción. Cada historiador generalmente da preferencia a algunas fuentes frente a otras. Las interpretaciones, en muchos casos, son discutibles. Haciendo nuevas comparaciones de textos conocidos, a veces podemos obtener conclusiones inesperadas.
Un detalle que resulta bastante irritante en muchos estudios históricos es el de las citas fragmentadas de las fuentes. El historiador extrae del texto original la parte que considera la más importante y resume el resto, dejando al lector la libertad de acudir a la fuente si lo desea. Cuanto mayor es la cantidad de documentos citados, mayor es el problema, porque el lector se ve obligado a una gran travesía por las bibliotecas para llegar a apreciar plenamente el contenido del estudio. Además, hay que tomar en cuenta que no todas las fuentes son de fácil acceso. Tratando de evitar este defecto, hemos reunido en el anexo todos los textos a los que hacemos referencia. De esta manera damos al lector la oportunidad de analizarlos independientemente y notar detalles que, tal vez, escaparon de nuestra vista.
El anexo presenta fragmentos de diversa extensión tomados de quince autores. Las citas están dispuestas en orden cronológico, según la fecha de cada fuente, por lo tanto su secuencia en el anexo no coincide con el orden de mención en el artículo.
Entrada a los ‘antis’ de los tiempos de Inca Roca
Aunque la mayoría de los cronistas omite este episodio, hay varios autores quienes hablan de las primeras incursiones incas a los ‘antis’ y ‘chunchos’ en los tiempos de Inca Roca.
‘Antis’ y ‘chunchos’ son términos genéricos aplicados por la tradición andina a los grupos étnicos selváticos. Posiblemente, se originaron en ciertas regiones específicas y en el principio designaban a algunas etnias concretas, pero su uso por parte de los cronistas es, en muchos casos, indiscriminado. Algunos autores, desde la época colonial, intentaron delinear las supuestas fronteras geográficas correspondientes a cada uno de estos términos. En uno de los trabajos de France-Marie Renard de Casevitz (1981) los ‘antis’ se identifican como un conjunto de grupos étnicos Arawak que poblaban la corriente baja del río Apurimac (actualmente machiguengas y ashánincas). El análisis del término ‘chunchos’ por Thierry Saignes (1981: 154) sugiere que bajo este nombre se conocían varios grupos de la familia lingüística Tacana (y posiblemente también Pano), hoy en gran parte desaparecidos, que habitaban entre los ríos Beni y Madre de Dios. Los ‘antis’ al parecer son varios grupos de la familia lingüística arawak de las cuencas del Madre de Dios y del Ucayali.
Muy a menudo en estas palabras se percibe un matiz despectivo, son sinónimos de la barbarie. Los textos de Cieza de León, Betanzos, Garcilaso (Anexos 02a, 03, 09b), tanto como muchos otros, transmiten una imagen claramente denigrante de los pueblos amazónicos: son caníbales, andan desnudos, no cultivan la tierra, no tienen poder político centralizado, en otras palabras, no gozan de los ‘logros de la civilización’. Puede parecer que esta imagen es producto de una visión europea, pero lo más probable es que este desprecio haya sido heredado por los españoles de la población nativa de la sierra. Los incas y otros pueblos andinos ‘civilizados’ se sentían, antes de la llegada de los europeos, indudablemente superiores frente a las tribus del bosque tropical.
Volviendo a los tiempos de Inca Roca, encontramos una curiosa referencia a este gobernante en la “Nueva Corónica” de Guaman Poma (Anexo 11a). El cronista nativo afirma que, para conquistar a los chunchos, Inca Roca, junto con su hijo, se convertían en jaguares. En muchos grupos amazónicos existía, y todavía persiste, la creencia de que una persona con poderes especiales (jefe o brujo) puede convertirse en jaguar para vengarse de sus enemigos y adquirir influencia y respeto entre sus vecinos. Hemos recogido numerosas leyendas sobre ‘tigre-gentes’ en las temporadas de trabajo de campo 2005 y 2006 en el departamento del Beni, Bolivia (véase Tyuleneva 2006, 2010).
El hijo del Inca Roca, quien se transformaba en jaguar y bajo esta forma se dedicaba a la conquista de los chunchos, según Guaman Poma se llamaba Otorongo Achachi. El cronista dedica a este personaje un capítulo entero, con su respectiva ilustración. El mismo nombre de este guerrero pone en evidencia su vínculo con la selva: Otorongo (o uturunku) en quechua significa ‘jaguar’, mientras Achachi es un vocablo aymará que se traduce como ‘abuelo’, según el diccionario de Ludovico Bertonio.
El mismo Guaman Poma menciona a otro príncipe con el mismo nombre, varias generaciones después del Inca Roca, nombrándolo entre los hijos legítimos del Inca Tupac Yupanqui (Guaman Poma [1616]1987:106). Puede ser que el cronista haya entrado en confusión duplicando la figura de Otorongo Achachi, pero también se podría admitir la posibilidad de la existencia de dos personajes que llevaban este nombre.
Un personaje con el mismo nombre figura en varias otras crónicas (Sarmiento: anexo 06a; Cabello de Balboa: anexo 07b; Pachacuti: anexo 10a; Murúa: anexo 12a) como pariente (hermano o primo) del Inca Tupac Yupanqui. Este nuevo Otorongo Achachi jugó un papel protagónico en la expedición selvática organizada por Tupac Yupanqui, de la cual hablaremos a continuación, y que según Sarmiento de Gamboa (Anexo 06b) estuvo deambulando por los bosques durante tres años.
Otro autor que nombra al Inca Roca en el contexto de la conquista de la Amazonía, es Cabello de Balboa, su texto describe una situación muy peculiar que también involucra al hijo del Inca gobernante (Anexo 07a). Según esta versión, el príncipe heredero Yahuar Huacac fue secuestrado por los indios selváticos y comenzó a llorar sangre (lo cual dio origen a su nombre). Los secuestradores, aterrados por el mal augurio, lo devolvieron al padre y le ‘dieron obediencia’.
El cronista que más atención dedica a las victorias del Inca Roca contra los nativos del Antisuyu, es Garcilaso (Anexo 09a). Garcilaso, con su visión idealizada del imperio inca, rechaza con indignación la versión de Cabello de Balboa acerca del secuestro, porque considera tal comportamiento imposible para los fieles súbditos que adoran a su emperador. Según él, Yahuar Huacac, siendo príncipe, conquistó para su padre, con mano armada, las tierras al este del río Paucartambo, en la corriente alta del río Madre de Dios.
Conocido como poco confiable y fantasioso, Garcilaso sin embargo es bastante específico nombrando topónimos del territorio anexado por Yahuar Huacac, entre ellos Pilcopata y Tono, nombres que se conservan en la zona hasta hoy (pueblo de Pillcopata y río Tono). Tal precisión en las referencias geográficas se explica con el hecho de que Garcilaso había heredado de su padre unas tierras en la zona del Alto Madre de Dios, en el lugar denominado Hauisca, como él mismo lo indica. Su viva descripción del camino que llevaba hacia aquellos alejados parajes, hace pensar que él, al menos una vez en su vida, ha visitado en persona esta propiedad.
Tanto Garcilaso como Guaman Poma vinculan las conquistas del tiempo de Inca Roca con la implementación de los primeros cultivos de coca de gran extensión en las tierras del Tawantinsuyu. Según Guaman Poma, fue precisamente Inca Roca quien introdujo el consumo de la hoja de coca entre sus súbditos. Mientras Garcilaso toma una actitud respetuosa hacia la planta sagrada, Guaman Poma explícitamente critica su uso como vicio (Anexo 11b).
Expedición de los tiempos de Pachacutec y Tupac Yupanqui
En varias crónicas a lo largo de los primeros cien años de la época colonial figuran narraciones que parecen aludir a un mismo episodio histórico: una importante incursión inca en la Amazonía (Quipucamayos: anexo 01; Cieza de León: anexo 02a y 02b; Betanzos: anexo 03; Memoria: anexo 04; Sarmiento: anexo 06b; Cabello de Balboa: anexo 07b; Pachacuti: anexo 10a; Murúa: anexo 12a). Sin embargo, esos testimonios dejan un amplio lugar a dudas, pues es posible que se trate de varios viajes diferentes, fundidos dentro de la tradición oral en un solo episodio.
Entre las fuentes no hay concordancia completa acerca del Inca gobernante al que se debe atribuir esta hazaña. Según los Quipucamayos de Vaca de Castro, el mérito de la conquista le pertenece enteramente a Pachacutec. Los demás autores nombran a Tupac Yupanqui como realizador directo de la expedición. Sin embargo, Betanzos y Cabello de Balboa hacen hincapié en el hecho de que el Inca Pachacutec, padre de Tupac Yupanqui, todavía estaba vivo cuando se hizo este viaje, aunque ya era muy anciano para participar en él, por lo tanto el episodio cabría dentro de su reinado. Sarmiento, en cambio, afirma que Tupac Yupanqui inició la entrada después de la muerte de su padre, pero en realidad su objetivo era reconquistar los territorios que ya anteriormente habían sido conquistados por Pachacutec y que se habían rebelado contra el poder del Tawantinsuyu.
Además del mismo Tupac Yupanqui, la mayoría de las crónicas menciona al ya comentado en el capítulo anterior Otorongo Achachi como a uno de los protagonistas de la entrada. Otro capitán de la campaña, según Sarmiento, Cabello de Balboa y Murúa, se llamaba Chalco/Pochalco Yupanqui. Los dos últimos autores también hacen referencia a un hermano del Inca Tupac Yupanqui, con el mismo nombre, quien se destacó en el campo de guerra tomando prisionero a un importante jefe local. Los nombres de los demás capitanes no se repiten de un texto a otro. Sarmiento habla de Apo Curimache. Pachacuti Yamqui incluye una larga lista de acompañantes del Inca: “Kapac Uari y Apo Quibacta y a otro de los Chillqui y a Papres, y otro de Cana”.
Cieza y Betanzos no proporcionan mayores datos geográficos acerca de la ruta de la expedición, sino más bien se dedican exhaustivamente a las emotivas descripciones de las penurias de la travesía selvática, de los monstruosos animales que habitan el bosque tropical y de las obscenas y sanguinarias costumbres de sus aborígenes.
Los demás cronistas mencionan en abundancia nombres de etnias y lugares encontrados por la expedición en su camino. Estos nombres en parte se repiten de un texto a otro y son los siguientes (omitimos los términos ‘antis’ y ‘chunchos’, que son demasiado genéricos y particularmente polémicos):
Río Patite (Quipucamayos) / río Paytite (Sarmiento) Carabaya – región (Quipucamayos) / Carabaya – región (Pachacuti) Mojos – etnia (Quipucamayos) Ayavire, Cane – pueblos fundados (Quipucamayos) Valle de Apolo (Quipucamayos) Aguatono – lugar por el cual se hizo la entrada a la selva (Sarmiento) Valle de Amaro – lugar por el cual se hizo la entrada a la selva (Sarmiento) Pilcopata – lugar por el cual se hizo la entrada a la selva (Sarmiento) Provincia del Rio (Sarmiento) Opatari – pueblo y Opataries – etnia (Sarmiento) / Opatarisuyo – provincia (Cabello de Balboa) / Patari Suyo – provincia (Murúa) / Opataris – etnia (Pachacuti) / Opatari – provincia (Memoria) Condin Xabana – jefe de los andes (Sarmiento) Manosuyo – provincia (Sarmiento) / Mamansuyo – provincia (Cabello de Balboa) / Manan Suyo – provincia (Murúa) Manobambas – etnia (Cabello de Balboa) / Mano Pampa – etnia (Murúa) / Manupampa – provincia (Memoria) Mañaries – etnia (Sarmiento) / Manari Suyo (Murúa) / Manares – etnia (Pachacuti) / Manari – provincia (Memoria) Yanaximes, en quechua significa ‘bocas negras’ – etnia, lo mismo que Mañaries (Sarmiento) / etnia que pinta bocas y dientes de negro, lo mismo que Manobambas (Cabello de Balboa) Río Tono (Sarmiento) Chiponauas – etnia (Sarmiento) / Chipomaguas – etnia (Cabello de Balboa) / Chiponahuas – etnia (Murúa) Camata – camino (Sarmiento) Vinchincayna, Cantaguancuru, Nutanguari – jefes locales tomados prisioneros (Sarmiento) / Vinchi Cayna, Santa Guancuiro, Nutanguari (Cabello de Balboa) / vinchin caina, catahuan cuyru, Nutan Huari (Murúa) / guamauio, vinchincayna, uariço (Memoria) Guanca Uillca – provincia (Pachacuti) Guarmi Auca – etnia de las mujeres guerreras (Pachacuti) Escay Oyas (‘Iskay uya’ en quechua – dos caras) – etnia y región, tierra rica que posteriormente fue llamada El Dorado (Pachacuti) Paucarmayo – provincia (Memoria) Tomina – provincia (Memoria) Yscayssingas – etnia, en quechua significa ‘dos narices’ (Memoria) Yanpussi – provincia (Memoria) Paucarguambo – provincia (Memoria) Ualapi – provincia (Memoria) Chicoria – provincia (Memoria)
El documento llamado “La Memoria de las Provincias” (Anexo 04), de la probanza de los descendientes del Inca Tupac Yupanqui (panaca Capac Ayllu), fue publicado y analizado en 1985 por John Rowe, con una exhaustiva comparación de la etnonimia y la toponimia de la “Memoria” con los textos de Sarmiento de Gamboa, Murúa, Cabello de Balboa y Juan Álvarez Maldonado. El informe de este último autor, que contiene muchos datos valiosos, no ha sido incluido completo en nuestro anexo, porque en su mayor parte consiste en descripciones geográficas y relatos de la expedición del mismo Maldonado, lo cual no cabe dentro de nuestro marco de narraciones sobre expediciones incas. Maldonado usa muchos nombres semejantes a los de la “Memoria” y de otras fuentes que tratamos aquí. Estos nombres son: Paucarmayo, Iscaycingas, Opatari, Manari, Cayanpuxes (=yanpussi de la ‘Memoria’), Paucarguambo, Manopampa, Paitite (río, laguna y provincia).
Logramos identificar y localizar con cierta precisión tan solo unos cuantos de estos etnónimos y topónimos.
Opatari (u Opataries), nombre de un grupo étnico, región o asentamiento, que mencionan casi todos los autores anteriormente enumerados, que probablemente se encontraba en las cercanías del río Madre de Dios en su corriente alta. Al parecer, era un lugar fortificado de importancia. Es difícil decir si su comienzo fue mérito de los pobladores locales o de las tropas incas. Juan Álvarez Maldonado, en su famosa frustrada expedición de 1567-69, llegó hasta lo que él llamaba ‘la fortaleza de Opatari’, se instaló ahí por un tiempo bastante prolongado e hizo un intento de fundar un pueblo destinado a ser el trampolín para sus futuras conquistas. El sitio aún no está localizado en el terreno.
Manari (o Manaries), fueron identificados por Renard de Casevitz (1981) como uno de los grupos de habla arawak que poblaban la corriente baja del río Apurimac (actualmente machiguengas y ashánincas).
Manosuyu (Sarmiento, Cabello de Balboa, Murúa) y Manopampa (Cabello de Balboa, Murúa, Memoria) pueden ser referencias a una misma zona, aunque dos de los autores que hablan de ella diferencian estos dos términos explícitamente. De todos modos, ‘Mano’ en definitiva debe ser vinculado con el actual nombre del río Manu.
Río Tono (Sarmiento) actualmente es un afluente de Alto Madre de Dios. Al parecer, en las épocas pasadas este hidrónimo tenía mayor importancia y alcance. Puede ser que haya sido aplicado a toda la alta corriente del Madre de Dios o a cierto tramo de ese río. (No hay que olvidar que en la geografía tradicional un mismo río generalmente tiene varios diferentes nombres, puestos por varias etnias o correspondientes a sus diferentes tramos.)
Valle de Amaro (Sarmiento) puede ser interpretado como valle de Amarumayu que generalmente se identifica con el Madre de Dios.
Pilcopata (Sarmiento) es un pueblo que existe hasta el día de hoy en la parte alta del río Madre de Dios. Ya nos hemos topado con él en el capítulo de Garcilaso sobre la conquista del Inca Roca.
La toponimia enumerada hasta aquí, corresponde a la cuenca del Madre de Dios. Los nombres que siguen parecen agruparse en los vastos territorios conocidos en la época de la Colonia como Carabaya y Apolobamba.
La gran región aurífera de Carabaya, mencionada por los Quipucamayos y por Pachacuti Yamqui, se extiende hacia el sudeste del Cusco, en las vertientes orientales de los Andes. Con Carabaya, hacia el sur, colinda Apolobamba (valle de Apolo mencionado por los Quipucamayos).
Al sur de Apolobamba, en los límites con Larecaja, se encuentra el río y el pueblo de Camata, por donde, según Sarmiento, pasó el Capitán Apo Curimache llevando sus tropas hacia el río Paititi. Por Camata pasaba una importante ruta comercial entre la sierra y la selva, desde los tiempos prehispánicos hasta la época colonial.
El pueblo de Ayavire, mencionado por los Quipocamayos, no parece ser el Ayaviri del altiplano, porque en el texto figura en un contexto selvático. En el trabajo de Renard Casevitz, Saignes y Tayor (1988:102) se sugiere la existencia de otro centro poblado con el mismo nombre, un pequeño centro administrativo inca, cerca del río Tuichi en la región de Apolobamba.
El nombre Tomina fue interpretado por John Rowe, quien publicó la fuente en la que se encuentra esta palabra (Rowe 1985), como un error de transcripción. Rowe creyó que ‘Tomina’ debería leerse como ‘camino’. Sin embargo, existe una localidad con este nombre en la corriente baja del río Guapay, en la frontera chiriguana (Saignes 1981: 160-163).
De los cronistas citados, únicamente Pachacuti Yamqui nombra entre las provincias colonizadas por los incas la de Guarmi Aucas, mujeres guerreras. Más aun, el autor añade el siguiente anecdótico detalle, ya notado por Ana María Lorandi (1999:148): una parte de la tropa inca se queda entre las Guarmi Aucas en calidad de ‘garañones’ (sementales) (Anexo 10b). Otro cronista que hace referencia a Guarmi Aucas en otro contexto es Guaman Poma. Las menciona entre las etnias selváticas, junto a los antis y los chunchos ([1040]: p.1114; [1083]: p.1156; [1084]: p.1158). Se acostumbra pensar que las amazonas eran un lejano eco de los mitos clásicos del Viejo Mundo, multiplicado por la efervescente imaginación de los conquistadores. Sin embargo la presencia de las ‘mujeres guerreras’ en los escritos de los dos autores nativos, con su respectiva denominación en quechua, puede significar que era un elemento de la tradición oral andina, anterior a la llegada de los españoles.
Varios historiadores han tratado de localizar el río Paititi, mencionado por los Quipucamayos, Sarmiento, Maldonado y por muchos otros autores coloniales. El intento más audaz y mejor fundamentado fue el de Martti Pärssinen y Ari Siiriäinen (2003:97-99), quienes atribuyen el nombre ‘Paititi’ al río Madre de Dios cerca de su confluencia con el Beni, así como a las tierras circundantes. Rowe (1985:211) identifica el río Paititi con el Madeira. Nuestro punto de vista al respecto es un tanto distinto y se explica en detalle en el artículo “La Tierra del Paititi y el lago Rogoaguado” (Tyuleneva 2007 y 2010). En breves palabras, nos parece más probable que bajo el nombre ‘Paititi’ se conociera cierto tramo del río Beni y/o su brazo, hoy casi desaparecido, que figura en los mapas modernos como río Tapado.
Varios de los textos reunidos en el anexo hablan de las fortalezas construidas por los incas sobre el río Paititi. Las encontramos en la relación de los Quipucamayos de Vaca de Castro (Anexo 01) y en el informe de Juan Álvarez Maldonado (Anexo 05). Sarmiento habla de los ‘mojones’ que puso el capitán Apo Curimache cerca del río Paititi para marcar el territorio conquistado. Se puede suponer que bajo los ‘mojones’ se entienden las mismas fortalezas. Es probable que las fortalezas de las crónicas no hayan estado directamente sobre el río, que en la antigüedad se llamaba Paititi, sino en toda una vasta región alrededor de él.
En los años 2001-2003 la expedición Finlandesa-Boliviana, dirigida por Martti Pärssinen y Ari Siiriäinen, hizo excavaciones en el polémico sitio arqueológico llamado “Las Piedras”, en las cercanías de la ciudad de Riberalta y de la confluencia de los ríos Beni y Madre de Dios. El sitio fortificado, con estructuras de cantería rústica, es el único en su género en aquella zona. A lo largo de muchos años se especulaba acerca de su posible origen inca. Durante las excavaciones fueron encontrados varios fragmentos de cerámica inca imperial (Pärssinen y Siiriäinen 2003), sin embargo la conclusión definitiva acerca de su posible construcción y ocupación por los incas queda pendiente. Si el hecho se confirmara, se podría identificar “Las Piedras” con una de las dos fortalezas fundadas por los incas sobre el río Paititi. Eso ampliaría enormemente el ámbito de penetración militar del Tawantinsuyu en el este. Tal posibilidad, sugerida por Martti Pärssinen, corrobora su hipótesis, que identifica el río Paititi con el Madre de Dios en su corriente baja. No obstante, también deja la posibilidad de identificar el río Paititi con el Beni.
Esta última suposición parece encontrar sustento en un pasaje de Juan Recio de León (Anexo 13). En el año 1623, Recio de León describe su viaje desde la zona de Apolobamba hasta la boca del río Tuichi y de ahí por el río Beni aguas abajo. En el párrafo, citado en el Anexo 13, da noticia sobre una fortaleza inca que causó su admiración, en la tierra de los ‘marquiries’, quienes vivían sobre la orilla este del Beni. A juzgar por el tiempo que le tomó el viaje, la fortaleza estaba ubicada en la corriente media del Beni; por lo tanto no se trata del sitio “Las Piedras”, que se encuentra en la parte baja del río, mucho más lejos de la boca del Tuichi. Probablemente el sitio que menciona Recio de León aún no ha sido localizado, aunque se podría especular que se trata de la llamada ‘fortaleza Ixiamas’, sitio fortificado con claros rasgos incas, ubicado en la cabeceras de uno de los afluentes del Beni. Según Recio, los marquiries, en cuyas tierras se encontraba la fortaleza, eran vecinos inmediatos de la tierra del Paititi.
La mayoría de los topónimos y etnónimos arriba nombrados, provenientes de los textos sobre la expedición de Tupac Yupanqui, no son fácilmente descifrables. Pärssinen y Siiriäinen (2003), tanto como algunos otros autores, se han empeñado en la tarea de ubicarlos en el mapa, pero sus conclusiones quedan en ámbitos hipotéticos. Por esta razón nos abstendremos de mayores comentarios e interpretaciones al respecto.
A pesar de la bruma dorada que acostumbra envolver los dominios del Paititi, en las narraciones sobre la entrada de Tupac Yupanqui el oro tiene relativamente poca presencia. Lo menciona Pachacuti Yamqui en relación con la tierra de las Guarmi Aucas. También habla del oro Betanzos, especificando que del metal traído de esta expedición fue confeccionada la famosa frisa del Qorikancha.
El final de esta conquista, la se describen de manera parecida Sarmiento, Cabello de Balboa y Murúa. La versión transmitida por Pachacuti Yamqui también se acerca al mismo esquema narrativo. Estando en la selva, Tupac Yupanqui recibe la noticia de la rebelión en Qollasuyu, y se ve obligado a dejar una parte de su ejército con Otorongo Achachi y salir de la selva para reprimir a los rebeldes. Luego hace una expedición a Chile, y al cabo de un tiempo prolongado vuelve a Cusco después de juntarse con Otorongo Achachi en Paucartambo. La misión, aparentemente, queda inconclusa, pero a las narraciones no les faltan matices gloriosos, acordes con la tradición de la historia oficial.
Además de los textos comparados arriba, tenemos una breve y enigmática noticia que da Sarmiento sobre un ejército de cinco mil orejones que desapareció misteriosamente en la selva alta durante la conquista de Charcas, en el reinado de Pachacutec (Anexo 06a). Este obscuro episodio no está reproducido por otros autores y preferimos dejarlo sin mayores comentarios.
Garcilaso: entrada a los ‘musus’
Garcilaso de la Vega ofrece un singular relato sobre una expedición que no tiene firmes analogías en otras crónicas. Entre las descripciones de las entradas incas a la selva, es una de las más extensas, aunque no abunda en detalles geográficos y presenta ciertas incoherencias internas, pero no deja de ser una fuente importante (Anexo 09b).
En primer lugar, la época a la cual refiere Garcilaso hablando de este viaje, no está totalmente clara, porque se trata del reinado del Inca Yupanqui, a quien otros cronistas no mencionan. Esta figura ha generado numerosas discusiones entre historiadores. Garcilaso lo ubica en la secuencia de los gobernantes incas entre Pachacutec y Tupac Yupanqui.
Tampoco concuerda con otras crónicas el hilo narrativo. El jefe de la tropa expedicionaria no es el Inca en persona, ni el príncipe heredero, sino un general. Este detalle recuerda, más que los relatos arriba comentados sobre las hazañas de Tupac Yupanqui, el texto de Diego Felipe de Alcaya, comentado en otro artículo de este libro, que parece aludir a la época de Huayna Capac. El protagonista del relato de Alcaya es el sobrino del emperador, quien aparenta tener relaciones un tanto tensas con su tío reinante.
Otra singularidad de la narración de Garcilaso es el destino final de la travesía, la tierra de los musus o mojos. Hoy en día, Mojos es una región totalmente real situada en los llanos de Bolivia Oriental, entre los ríos Beni y Mamoré, a una distancia bastante significativa de los Andes y hacia el sur de la antes mencionada fortaleza Las Piedras. En el pasado la región estaba poblada mayormente por grupos agrícolas de lenguas Arawak. Al norte de ese vasto territorio están ubicados el lago Rogoaguado y el río Tapado, área que identificamos con la legendaria ‘tierra del Paititi’. Sin embargo, no hay evidencias arqueológicas de la presencia inca en los Llanos de Mojos.
El término ‘mojos’ es bastante ambiguo, pues su aplicación a los llanos inundables del Mamoré parece tardía. En las fuentes coloniales tempranas encontramos otros ‘mojos’ en otros contextos geográficos. El más claro y concreto de esos contextos es uno de los valles de las cabeceras del río Tuichi en Apolobamba. Ahí a los comienzos del siglo XVII se fundó la villa de San Juan de Sahagún de Mojos, con los indios mojos.
Pocos autores coloniales afirman que la tierra de los mojos fue anexada al Tawantisuyu, entre ellos los Quipucamayos de Vaca de Castro (Anexo 01). Los Quipucamayos incluso mencionan a los guerreros mojos empleados por el Inca Huayna Capac en la conquista del Ecuador ([1542-44] 1974:41). Garcilaso y el autor anónimo del “Discurso de la sucesión y gobierno de los Yngas” (Anexo 14) comentan que los incas no conquistaron este territorio con armas, sino que ‘convencieron’ a la población local de someterse al poder imperial usando la política de obsequios y buen razonamiento. Garcilaso hace hincapié en este último método de persuasión, lo cual, obviamente, suena sospechoso.
Murúa en su “Historia general” menciona de paso que el Inca Huayna Capac tuvo en cierto momento la intención de conquistar a los mojos y a los chiriguana, pero, viendo la pobreza de sus tierras, desistió de su plan (Anexo 12b). Este comentario tampoco parece convincente.
Un elemento más del relato de Garcilaso que lo acerca al testimonio de Alcaya, es el hecho de que, según ambos, los expedicionarios deciden quedarse en el punto final de su viaje, se establecen entre la población local y nunca más vuelven a los Andes. En ambas versiones, su intento de retornar a Cusco después de mucho tiempo (Garcilaso) o enviar embajada al Inca (Alcaya) se frustra por la llegada de los españoles.
Más bien, en el itinerario de la expedición los dos textos discrepan. Según Alcaya, el viaje del sobrino del Inca comenzó por la zona de Santa Cruz de la Sierra (cabeceras del Mamoré), mientras Garcilaso describe la bajada en balsas por el río Amarumayu, que parece ser el Madre de Dios (Sarmiento menciona el valle de Amaro hablando del viaje de Tupac Yupanqui). Para alcanzar los Llanos de Mojos, los expedicionarios tendrían que haber llegado hasta la confluencia del Beni con Mamoré y luego haber navegado por el Mamoré aguas arriba o, en otro caso, haber hecho un buen tramo del viaje por tierra. Si se tratara de los mojos de Apolobamba, la ruta no pudo haber pasado por el Madre de Dios.
A diferencia de Alcaya, Garcilaso no menciona el término Paititi en relación con este episodio, usando sistemáticamente el nombre ‘musus’ en su lugar.
El mismo Garcilaso, al final de su narración, expresa algunas dudas acerca de su veracidad, diciendo que hasta aquel momento nadie había tenido la oportunidad de llegar a esas tierras lejanas y comprobar los hechos.
Entradas de los tiempos de Huayna Capac
Las narraciones sobre expediciones incas de los tiempos de Huayna Capac son menos numerosas y refieren mayormente a la zona de Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. Una de estas referencias nos la proporciona Murúa (Anexo 12c). Se trata de una empresa militar dirigida contra la invasión de los chiriguana en la zona de la fortaleza Usco Turo (Cuscotoro según otras transcripciones). La expedición encabezada por el capitán Yasca tuvo éxito y los chiriguana fueron vencidos, algunos de ellos terminaron como prisioneros de guerra y fueron enviados ante los ojos del emperador.
Aparentemente, el mismo episodio histórico es descrito por Diego Felipe de Alcaya en la primera parte de su relación (Lizarazu [1636-38]1906:125-133). Esa narración antecede al relato de la expedición al Paititi que comentamos antes. Los hechos narrados por Alcaya giran no alrededor de Cuscotoro, sino alrededor de Samaipata. Esta discrepancia puede no tener mayor importancia, dado que las dos fortalezas están ubicadas relativamente cerca una de la otra, por lo tanto se puede decir que se trata de la misma zona. El centro del conflicto también es una invasión chiriguana que concluye en la victoria de las tropas incas y el aprisionamiento de los vencidos.
Este parecido entre las dos narraciones nos permite colocar tentativamente todo el relato de Alcaya, incluyendo la entrada al Paititi, dentro de la época de Huayna Capac.
Entre las fuentes sobre nuestro tema de estudio, el texto de Alcaya es una verdadera joya literaria. A ese extraordinario documento está dedicado otro artículo del presente libro, por lo tanto no lo incluimos en nuestros anexos. Por su extensión, el relato supera la narración de Garcilaso y da mayor cantidad de referencias geográficas que, al parecer, se descifran con relativa facilidad y son bastante coherentes entre sí. Roberto Levillier (1976) y Martti Pärssinen (2003), han analizado este documento llegando aproximadamente a las mismas conclusiones. Nosotros hemos dedicado a este texto una buena parte de nuestro artículo del año 2003.
Según Alcaya, el sobrino del Inca llamado Manco, comienza su travesía por el río Guapay hacia abajo, luego viaja por tierra en dirección Noreste, hasta llegar a otro caudaloso río denominado Manattí, el cual tanto Levillier como Pärssinen identifican con el Guaporé (o Iténez). Para cruzar el río, los soldados de Manco construyen un puente de crisneja y suben a las montañas al otro lado del río, montañas que parecen coincidir perfectamente en el mapa con la Sierra de Paresis o con su vertiente septentrional, la Sierra de Pacaas Novos. En esta sierra funda Manco su reino del Paititi. La lógica y facilidad de esta interpretación es realmente tentadora. Hace cuatro años gustosamente caímos en la trampa. Sin embargo, con el tiempo notamos varios detalles contradictorios.
Uno de ellos es el puente de crisneja. El río Guaporé corre por los llanos. Como tantos otros ríos de las llanuras amazónicas, es muy ancho, con riberas relativamente bajas e inestables. Los puentes colgantes del modelo inca funcionan bien en la sierra, donde los lechos de los ríos son más angostos, las riberas más altas y constituidas por rocas que proporcionan un buen soporte para las bases del puente. Después de observar el río Guaporé en vivo, nos resultó muy difícil imaginar sobre él un puente colgante de crisneja, construido según las normas de la ingeniería inca.
Obviamente, con este pequeño detalle no podemos negar la validez de la lectura del texto de Alcaya, que ubica la colonia inca en la Sierra de Paresis, pero esta incoherencia conduce a la idea de que toda la narración no puede ser tomada literalmente en su totalidad.
Una fuente muy interesante y poco conocida son los testimonios de unos nativos de la zona de Cochabamba recogidos por Francisco de Angulo. De ellos reproducimos en el anexo dos fragmentos que nos parecen especialmente informativos (Anexo 08). Ambos narran una expedición inca de los tiempos cercanos a la conquista, posiblemente en el reinado de Huayna Capac, que, pasando por aquellos lugares, intentó llegar a los llanos de Mojos, pero terminó en un rotundo fracaso. Según el cacique Higuabe (Anexo 09b), los incas fueron vencidos y exterminados por los pacajes, quienes luego ‘tomaron su apellido’. El otro cacique, llamado Naje, ofrece un relato un tanto diferente: los incas, al entrar en esas tierras para conquistarlas, recibieron la noticia sobre la invasión española y prefirieron no volver a la sierra, mezclándose con la población local. En esta última versión, que alude a los ‘incas refugiados’, se percibe cierto parentesco con las narraciones de Garcilaso y de Alcaya.
Uno de los grandes méritos del testimonio de Higuabe y de varios otros testimonios del mismo documento, es la abundancia de topónimos que marcan el camino desde el pueblo de Amos hasta los llanos de Mojos. Muchos de ellos, por supuesto, hoy han desaparecido, pero quizá un exhaustivo estudio en el campo permitiría identificar algunos de ellos. Entre los puntos enumerados figuran dos supuestas fortalezas incas: Characa y Epore.
Al igual que el texto de Alcaya, los testimonios de los caciques hablan de un puente de crisneja construido por los incas.
Las “Informaciones” de Francisco de Angulo han sido analizadas, por un lado, en el trabajo de Renard Casevitz, Saignes y Taylor y, por otro lado, en el estudio de Pärssinen y Siiriäinen, con resultados bastante diferentes.
El primero de estos trabajos localiza el pueblo de Amos, el punto donde fueron recogidos los testimonios, en el alto Chaparé (afluente de Mamoré), cerca de Cochabamba. Los autores del estudio consideran que las narraciones de los caciques son versiones ‘realistas’ de la misma expedición que está descrita en forma idealizada en el texto de Alcaya. El puente de crisnejas es el mismo que menciona Alcaya, pero cruza no el Guaporé, sino el Chaparé, un río serrano de menor tamaño. La expedición no lleva a la fundación de un nuevo reino, sino a la muerte o, en el mejor caso, a la dispersión de sus participantes.
Pärssinen y Siiriäinen, partidarios de la lectura directa del texto de Alcaya, según la cual el río Manattí sería el Guaporé y los incas subieron a la Sierra de Paresis, dan por sentado que Alcaya y los caciques de Angulo hablan de dos acontecimientos diferentes. El puente de crisneja no era el mismo que el mencionado por Alcaya, y la desafortunada expedición inca referida por los caciques iba en dirección del río Beni.
Todavía queda poco clara la ubicación de las dos fortalezas incas, Characa y Epore, cuyos nombres se encuentran en la “Relación” de Francisco de Angulo. Pärssinen y Siiriäinen suponen que ‘Epore’ puede ser una versión del nombre del río Apere, uno de los grandes afluentes del Mamoré, y que la fortaleza estaría en la desembocadura de este río en el Mamoré. Sin embargo, todavía no hay pruebas disponibles de esta suposición. Se podría asociar estos dos puntos con las arriba comentadas fortalezas sobre el río Paititi, lo cual, sin embargo, también quedaría por el momento en el ámbito de especulaciones.
Además de los polémicos textos de los que ya hablamos, tenemos una referencia suelta de Murúa, que también parece caber en la época de Huayna Capac. Murúa menciona al príncipe Ausitopa, hermano de Huayna Capac, quien se hizo famoso como guerrero luchando contra “abachiris, curiamunas y piriamunas, que están junto a la gran provincia de Paititi” (Anexo 12d). Los ‘abachiris’ probablemente son ‘aguachiles’ que figuran en otros escritos, un grupo étnico hoy extinto que vivía en la selva alta sobre la orilla occidental del río Beni, en Apolobamba. El breve homenaje a Ausitopa en el texto de Murúa está acompañado de una pequeña descripción de la tierra del Paititi.
Resumiendo todo lo dicho en este capítulo, las fuentes sobre las expediciones incas tardías son más complejas y más difíciles de interpretar, lo cual no les resta importancia.
Conclusiones
Hemos delineado, a grandes rasgos, las tres etapas cronológicas de las expediciones militares incas a la selva. La primera abarca zonas limitadas en las cabeceras del Madre de Dios. La segunda se extiende más allá por el Madre de Dios y llega hasta Carabaya y Apolobamba. La tercera parte de la zona de Cochabamba y Santa Cruz. Esta delineación es muy aproximada y no pretende trazar con precisión los límites de la penetración inca en los Andes Orientales y la Amazonía.
Por supuesto, tratándose de datos basados en la historia oral, no hay que sobreestimar la exactitud de los textos analizados. Narraciones con argumentos parecidos tienden a combinarse, nombres de los protagonistas se sustituyen con mucha facilidad, la cronología basada en los reinados es más que cuestionable. A consecuencia, muchas de las conclusiones manifestadas terminan siendo un tanto frágiles.
El tema deja un gran espectro de problemas por resolver. Los datos históricos, además de ser comparados entre sí, deberían ser comprobados en el campo con el material arqueológico y el análisis toponímico y etnonímico. Lamentablemente, cuando se trata de las zonas selváticas, la labor histórica de gabinete generalmente se adelanta respecto a la arqueología y la antropología, por la dificultad y el alto costo del trabajo de campo. Si no fuera por este obstáculo, posiblemente muchas de las preguntas que dejamos abiertas ya tendrían sus respuestas.
LITERATURA CITADA
Álvarez Maldonado, Juan. [1570-1629] 1906 Información de méritos y servicios de… titulado descubridor de Nueva Andalucía, Chunchos, Mojos y Paititi, acompañada de una relación de su descubrimiento. En: Víctor M. Maurtua. Juicio de Límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana Presentada al gobierno de la Republica Argentina. Vol. VI (Gobernaciones de Álvarez Maldonado y Laegui Urquiza), Barcelona. Pp. 1-104. Angulo, Francisco de [1588] 1906 Informaciones hechas por el capitán…, sobre el descubrimiento de la provincia de Corocoro y demás inmediatas. En: Víctor M. Maurtua. Juicio de Límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana Presentada al gobierno de la Republica Argentina. Vol. IX (Mojos), Madrid, 1906. pp. 89-104 Anónimo. [sin fecha] 1906 Discurso de la sucesión y gobierno de los Yngas. En: Víctor M. Maurtua. Juicio de Límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana Presentada al gobierno de la Republica Argentina. Vol. VIII (Chunchos), pp. 149-165. Betanzos, Juan de [1557] 1999 Suma y Narración de los Incas. Cusco: UNSAAC. Cabello de Valboa, Miguel [1586] 1951 Miscelánea Antártica: una historia del Perú Antiguo. Lima: UNMSM. Cieza de León, Pedro de. [1553] 1984 Crónica del Perú. Primera parte. Lima: PUCP. Cieza de León, Pedro de. [1553] 1985 Crónica del Perú. Segunda parte. Lima: PUCP. Gade, Daniel W. Nature and culture in the Andes. University of Wisconsin Press, 1999. Garcilaso de la Vega, Inca. [1609] 1995 Comentarios Reales de los Incas. Ed. Carlos Araníbar. 2 tomos. México: Fondo de Cultura Económica.
10. Guaman Poma de Ayala, Felipe. [1615] 1987 Nueva Corónica y Buen Gobierno. Ed. John Murra, Rolena Adorno, Jorge Urioste. 3 tomos. Madrid.
11. Levillier, Roberto. 1976 El Paititi, El Dorado y las Amazonas. Emecé Editores: Buenos Aires.
12. Lizarazu, Don Juan de. [1636-1638] 1906. Informaciones hechas por Don… sobre el descubrimiento de los Mojos. En: Víctor M. Maurtua. Juicio de Límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana Presentada al gobierno de la Republica Argentina. Vol. IX, Madrid, 1906. pp. 121-216.
13. Lorandi, Ana María. 1997 De Quimeras, Rebeliones y Utopías: La gesta del inca Pedro Bohórquez. Lima: PUCP.
14. Maurtua, Victor M. 1906-1907 Juicio de Límites entre el Perú y Bolivia. Prueba Peruana Presentada al gobierno de la Republica Argentina por Víctor M. Maurtua, abogado y plenipotenciario especial del Perú. 27 volúmenes. Madrid-Barcelona-Buenos Aires.
15. Murúa, Martín de. [1616] 1987 Historia General del Perú. Ed. Manuel Ballesteros. Madrid.
16. Pachacuti Yamqui Salcamaygua, Joan de Santa Cruz. [ca.1613] 1993 Relación de Antigüedades deste Reyno del Piru. Ed. Pierre Duviols y César Itier. Cusco: Instituto Francés de Estudios Andinos y Centro Bartolomé de las Casas.
17. Pärssinen, Martti y Siiriäinen, Ari. 2003 Andes Orientales y Amazonía Occidental Ensayos entre la historia y arqueología de Bolivia, Brasil y Perú. Colección “Maestría en Historias Andinas y Amazónicas”. La Paz: UMSA – Colegio Nacional de Historiadores de Bolivia. Producciones CIMA.
18. Pärssinen, Martti. 1992 Tawantinsuyu. The Inca State and Its Political Organization. Studia Historica 43. Societas Historica Finlandiae.
19. Pärssinen, Martti. 2003 Tawantinsuyu. El estado inca y su organización política. IFEA – PUCP, 2003.
20. Quipucamayos. [1542-44] 1974 Relación de la descendencia, gobierno y conquista de los Incas. Colección “Clásicos peruanos” Lima: Biblioteca universitaria.
21. Renard de Casevitz, France-Marie. 1981 Las fronteras de las conquistas en el siglo XVI en la Montaña Meridional del Perú. Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos. Vol. X, Nº3-4. Pp. 113-140.
22. Renard Casevitz, F.M.; Saignes, Thierry; Taylor, A.C. 1988 Al Este de los Andes: Relaciones entre las sociedades amazónicas y andinas entre los siglos XV y XVII. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos.
23. Rowe, John Howland. 1985 Probanza de los Incas Nietos de Conquistadores. Histórica. Vol. IX, Nº2. Lima: PUCP.
24. Saignes, Thierry. 1981 El piedemonte amazónico de los Andes meridionales: estado de la cuestión y problemas relativos a su ocupación en los siglos XVI y XVII. Boletín de IFEA. T. 10, Nº 3-4. Pp.141-176.
25. Saignes, Thierry. 1985 Los Andes Orientales: Historia de un olvido. Instituto Francés de Estudios Andinos y Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social. Cochabamba.
26. Sarmiento de Gamboa, Pedro. [1572] 1942 Historia de los Incas. Bs.As.: Emecé.
27. Siiriäinen, Ari y Pärssinen, Martti. 2001 The Amazonian Interests of the Inca State (Tawantinsuyu). Baessler-Archiv 49, Berlin.
28. Tyuleneva, Vera. 2003 La leyenda del Paititi: versiones modernas y coloniales. Revista Andina 36. Cusco: Centro Bartolomé de Las Casas.
29. Tyuleneva, Vera. 2006 Investigación antropológica, prospección arqueológica. En: Sanematsu, Katsuyoshi (ed.) Informe del Proyecto Mojos 2005. Tokio. Pp. 133-152.
30. Tyuleneva, Vera. 2007 La tierra del Paititi y el lago Rogoaguado. Estudios Amazónicos. Nº6. Lima: Centro Cultural José Pío Aza. Pp. 97-162.
31. Tyuleneva, Vera. 2010 Cuatro Viajes a la Amazonía Boliviana. La Paz: Foro Boliviano de Medio Ambiente y Desarrollo.
ANEXOS
ANEXO 01
QUIPUCAMAYOS
RELACIÓN DE LA DESCENDENCIA, GOBIERNO Y CONQUISTA DE LOS INCAS
1542 (1974)
Inga Yupangue fué a quien llamaron Pachacuti Inga, que su interpretación es “mudamientos de tiempo”. Fué hijo y subcesor de Viraco//cha Inga. Conquistó hasta lo último de los Charcas, hasta los Chichas e Diaguitas y todas las poblaciones de la Cordillera de Andes y Carabaya y por bajo hasta los términos de Quito y toda la costa de Tarapacá, que no le quedó cosa en la costa que no la tuviese subjeta y debajo de su señorío; y lo que no podía por armas y guerra, los trajo a sí con halagos y dádivas, que fueron las provincias de los Chunchos y Mojos y Andes hasta tener sus fortalezas junto al río Patite y gente de guarnición en ellas. Pobló pueblos en Ayavire, Cane y el valle de Apolo, provincia de los Chunchos. (pp. 38-39)
ANEXO 02
PEDRO DE CIEZA DE LEÓN
CRÓNICA DEL PERÚ: PRIMERA PARTE Y SEGUNDA PARTE
1553 (1984-1985)
A)
Capítulo XCV. De las montañas de los Andes y de su gran espessura: y de las grandes culebras que en ellas se crían: y de las malas costumbres de los Indios que binen en lo interior de la montaña.
Esta cordillera de sierras que se llama de los Andes se tiene por vna de las grandes del mundo porque su principios es desde el estrecho de Magallanes, a lo que se ha visto y cree. Y viene de largo por todo este reyno del Perú y atrauiessa tantas tierras y prouincias que no se puede dezir. Toda está llena de altos cerros, algunos de ellos bien poblados de nieue, y otros de bocas de fuego. Son muy dificultosas estas sierras y montañas por su espcssura y porque lo más del tiempo llueue en ellas y la tierra es tan sombría, que es menester yr con gran tino: porque las rayzes de los árboles salen debaxo della, y ocupan todo el monte: y quando quieren passar cauallos se recibe más trabajo en hazer los caminos.
Fama es entre los Orejones del Cuzco, que Topaynga Yupangue atravessó con grande exército esta montaña: y que fueron muy difíciles de conquistar y atraer a su señorío muchas gentes de las que en ellas abitauan. En las faldas dellas a las vertientes de la mar del Sur eran los naturales de buena razón, y que todos andauan vestidos, y se gouernaron por las leyes y costumbres de los ingas. Y por el consiguiente a las vertientes de la otra mar a la parte del nascimiento del Sol, es público que los naturales son de menos razón y entendimiento: los quales crían gran cantidad de Coca, que es vna yerua preciada entre los Indios como diré en el capítu//lo siguiente. Y como estas montañas sean tan grandes, puedesse tener ser verdad lo que dizen de auer en ellas muchos animales, assí como ossos Tigres, Leones, Dantas, puercos, y gaticos pintados con otras salvaginas muchas y que son de ver. Y también se han visto por algunos Españoles vnas culebras tan grandes que parecen vigas, y estas se dize, que aunque se sienten encima dellas, y sea su grandeza tan / monstruosa, y de talle tan fiero no haze mal ni se muestran fieras en matar ni hazer daño a ninguno. Tratando yo en el Cuzco sobre estos culebros con los Indios, me contaron una cosa que aquí diré, la qual escrivo porque me la certificaron: y es que en tiempo de Topa Yupangue hijo que fue de Viracoche Ynga, salieron por su mandado ciertos capitanes con mucha gente de guerra a visitar estos Andes, y a someter los Indios que pudiessen al Imperio de los Ingas. Y que entrados en los montes, esta culebras mataron a todos los más de los que yuan con los capitanes ya dichos: y que fue el daño tanto que el Inga mostró por ello gran sentimiento. Lo qual visto por vna vieja encantadora le dixo que la dexasse yr a los Andes, que ella adormiría las culebras de tal manera que nunca hiziessen mal. Y dándole licencia fue adonde auían recebido el daño. Y allí haziendo sus conjuros, y diziendo ciertas palabras las boluío de fíeras y brauas en tan mansas y bouas como agora están. Esto puede ser fición o fábula que estos dizen. Pero lo que agora se vee es, que estas culebras con ser tan grandes ningún daño hazen. Estos Andes, adonde los Ingas tuuieron aposentos y casas principales, en partes fueron muy poblados. La tierra es muy fértil porque se da bien el mayz y yuca, con las otras rayzes que ellos siembran: y fructas ay muchas y muy excellentes. Y los más de los Españoles vezinos del Cuzco han ya hecho plantar naranjos y limas, Higueras, parrales, y otras plantas de España: sin lo qual se hazen grandes platanales: y ay piñas sabrosas y muy olorosas. Bien adentro destas montañas y espessuras afirman que ay gente tan rústica, que ni tienen casa ni ropa: antes andan como animales: matando con flechas aues y bestias las que pueden para comer. Y que no tienen señores ni capitanes: saluo que por las cueuas y huecos de árboles se allegan, vnos en vnas partes y otros en otras. En las más de las quales dizen también (que yo no las he visto) que ay vnas monas muy grandes que andan por los árboles con las quales por tenta//ción del demonio (que siempre busca como y por donde los hombres cometerán mayores pecado y más graues) estos usan con ellas como mugeres. Y afirman que algunas parían monstruos, que tenían las cabecas y miembros deshonestos como hombres, y las manos y pies como mona. Son según dizen de pequeños cuerpos y de talle monstruoso y vellosos. En fin parescerán (si es verdad que los ay) al demonio su padre. Dizen más que no tienen habla, sino vn gemido o aullido temeroso. (Primera parte, Fol. 120v.-121, pp. 263-265)
B)
[Topa Ingá hace una expedición a Chile, después retorna al Cusco.] Y con la jente que convino llevar entró [Topa Ynga] en los Andes y pasó gran travajo por la espeçura de la montaña y conquistó algunos pueblos de aquella rejión y mandó senbrar muchas sementeras de coca y que la llevasen al Cuzco, donde él dio la buelta. (Segunda parte, Capítulo LXI, fol. 74, p.177)ANEXO 03
JUAN DE BETANZOS
SUMA Y NARRACIÓN DE LOS INCAS
1551 (1987)
Capítulo XXVIII
En que trata de cómo Topa Ynga Yupangue salió de la ciudad del Cuzco a conquistar la provincia de los Andes y cómo sujetó todo lo más que della pudo sujetar y de las cosas y casos que allá le acaecieron
E viendo Yamque Yupangue que su hermano Topa Ynga Yupangue era ya señor y que había mucho tiempo que en el Cuzco estaban ociosos y que no se sabía de la provincia de Andesuyo y paresciéndole que sería bien que su hermano Topa Ynga Yupangue se partiese con su gente de guerra y fuesen en demanda desta provincia y su gente y que viese que arte de tierra era y esto ansi pensado estando los dos juntos un día dijo el Yamque Yupangue a Topa Ynga Yupangue que ya era señor y que le parecía que debía como señor que era de ir por la provincia de Andesuyo y conquistar y sujetar debajo de su dominio las gentes que en ella hallase y viese que arte y ser de tierra tenía e oído por Topa Ynga Yupangue y paresciéndole bien lo que le decía su hermano díjole que le placía y luego mandó juntar su gente de guerra y teniendo noticia que era tierra estéril de sal junta que fue la gente la hicieron proveer de todo proveimiento y siendo proveídos ansi mismo de los depósitos de sal de cada uno de la sal que ansi podían llevar Topa Ynga Yupangue mandó levantar su campo y ansi se partió de la ciudad del Cuzco y fue por la provincia de los Andes e Yamque Yupangue quedóse en la ciudad del Cuzco a ver y entender en lo que más conviniese al bien y salud de su padre Ynga Yupangue el cual dicen que se desistió del estado y borla a fin de quedarse en la ciudad del Cuzco viendo que todos sus hermanos eran mancebos y su padre Ynga Yupangue no podía ya gobernar por ser tan viejo como era y por ver que los señores de la ciudad del Cuzco eran muchos y que reinaba de cada día en ellos gran presunción y que sus hermanos ansi mismo eran mancebos y que podría ser que andando él en la guerra y su hermano Topa Ynga Yupangue que por ser su padre de tanta edad y tan viejo muriese estando ellos fuera de la ciudad y que por su fin y muerte los señores del Cuzco deudos de aquellas madres en quien su padre había habido aquellos hijos quisiesen nombrar por señor alguno de aquellos hijos bastardos de Ynga Yupangue por lo cual y con lo cual ansi en la ciudad como entre ellos hubiese división y guerras lo cual se podía remediar con dejar el estado y darle a Topa Ynga su hermano y él estarse siempre en la ciudad del Cuzco y que mediante estar él en la ciudad del Cuzco entendería en proveer lo que más conviniese al bien de la ciudad y moradores della en todo lo que ansi se ofreciese en toda la tierra y que su hermano Topa Ynga Yupángue andando en la // guerra andaría en ella que a él le hiciese enojo y perjuicio y como ansi quedase en la ciudad Yamque Yupangue luego dió orden de poblar la gente que ansi trujo del Quito en los valles y redondez del Cuzco y ansi los pasó mitimaes y todo el tiempo que ansi tardó, en su conquista y descubrimiento Topa Ynga Yupangue siempre entendió Yamque Yupangue en regalar a su padre dándole a comer cosas que más y mejores le paresció y ansi mismo entendía en bien y sustentación de su pueblo y de lo a él sujeto y en buen gobierno dello y como Topa YngaYupangue hubiese salido del Cuzco con su gente de guerra en la manera que ya habeis oído llegado que fue a Caxaroma que es cuarenta leguas de la ciudad del Cuzco lo cual tenía sujeto su padre mucho tiempo había informóse en el pueblo de Caxaroma de los náturales della qué gentes eran los que de allí delante había ansi por aque