El agronegocio en campaña. Desde el día de ayer la prensa volvió a llenarse de notas que responden a la campaña de presión que reinicia periódicamente el agronegocio para lograr la introducción de semillas transgénicas, bajo el argumento de garantizar la seguridad alimentaria. Esta vez lo que demandan es maíz, algodón (¿para la seguridad alimentaria?), trigo y arroz genéticamente modificados. Semanas atrás, cuando el vicepresidente hacía entrega de la Ley del Perdonazo (legalización de la tala ilegal de bosques), los representantes del agronegocio cruceño le hicieron recuerdo que aún faltaba la ley que permita la introducción de transgénicos en el país. A la fecha existe un evento de soya transgénica aprobado el año 2005 (40-3 2), durante el gobierno de Carlos Mesa y luego de 8 años de presentada la solicitud. Esta soya tiene una modificación genética que le permite tolerar grandes dosis del herbicida glifosato, que normalmente es utilizado entre cosechas, pues mata todo. Gracias a la modificación genética, la soya transgénica porta grandes dosis del pesticida, que irá acumulando efectos clínicos en quienes la consumen, es decir efectos que no son visibles de manera inmediata, pero a mediano o largo plazo se relacionan con el incremento de enfermedades como el cáncer. Provincias argentinas vienen denunciando el incremento de cáncer en niños y malformaciones embrionarias en barrios y comunidades expuestos a las fumigaciones aéreas con glifosato. Es conocido el efecto del glifosato en disrupciones en el funcionamiento hormonal. Esto sin contar con otras activaciones que los transgenes pueden efectuar en el genoma, en particular en los llamados genes silenciosos o genes no activados, muchos de los cuales son genes portadores de enfermedades. Los transgénicos han sido desarrollados para cultivos industriales como la soya y el maíz, y en particular para resistir y tolerar grandes dosis de pesticidas. En consecuencia el principal cultivo transgénico en vistas del agronegocio, es evidentemente el maíz, seguido del arroz y se preparan para cuando (si lo es) sea liberado el trigo transgénico. Si bien en origen el primer maíz transgénico era para resistir plagas de insectos lepidópteros (resistencia que se perdía al cabo de pocas generaciones), el maíz que pretenden introducir es un maíz Bt con resistencia a pesticidas: glifosato y glufosinato Es decir, que si usted no consume mucha soya transgénica, puesto que su uso principal es alimento para pollos, como aceite o derivados industriales, con el maíz si lo hará. La región andina es centro de diversidad del maíz, y posiblemente también centro de origen (Duccio Bonavia) Esto significa que su domesticación pudo haber sido realizada en Los Andes y en todo caso lo fue su diversificación. La diversidad genética del maíz es cultural, es inherente a los pueblos que habitaron y habitan estos confines del planeta, eso significa que los alimentos de maíz son también diversos. Y que las variedades están adaptadas para cada una de las regiones del país, desde el altiplano, hasta la Amazonía. ¿Qué derecho tienen unos cuantos agroindustriales ligados a unas pocas empresas transnacionales para pretender contaminar el cultivo que es base de la cultura y además de ello, para apropiarse del derecho de producir semilla, homogeneizando el cultivo más diverso? Antonio Turrent, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias de la UCCS de México señaló hoy, en un Simposio organizado en la Cancillería, en una brillante exposición sobre las Implicaciones sociales y ecológicas del maíz genéticamente modificado en México: La introducción de maíz transgénico al centro de origen y/o diversidad genética es un camino de riesgo sin retorno, que amenaza explícita e implícitamente a la diversidad genética del maíz nativo y de sus parientes silvestres. La experiencia de los países que han adoptado la ruta del maíz OGM muestra que 1) No se asocia con incrementos significativos en la producción, 2) El grano producido puede no ser inocuo para la salud humana o la de animales domésticos, 3) Se asocia con el desarrollo de superplagas del maíz: insectos y malezas. La introducción de maíz transgénico conduce a la oligopolización del mercado de semillas con la consecuente pérdida de soberanía tecnológica. El cambio a maíz OGM no se asocia con ventajas para los consumidores, al no reducir su precio, o mejorar la calidad nutricia y, mediante el énfasis en la uniformidad de las cualidades del grano (biodiversidad), amenaza a la cocina pluricultural de quedarse sin la materia prima especializada (las razas nativas de maíz). La Constitución Política del Estado Plurinacional señala con toda claridad que el principio que rige en la misma es el de prohibición a los transgénicos. Como señalara el Dr. Ramiro Otero, un principio es algo que rige para todos los aspectos de nuestra vida, lo mismo ocurre con nuestra Constitución. Por tanto, seguirán inventando ardides para dar vuelta a lo que dice nuestra Carta Magna, pero sería mejor que empezaran a producir semilla convencional para descontaminar los campos cruceños. Y también que el INIAF, sus profesionales y técnicos tomen a su cargo la producción de semillas que demanda la agricultura ecológica y la asuman verdaderamente como política nacional.