También explica cómo, desde su adopción en el marco del Protocolo de Kyoto en 1997, el comercio de emisiones no ha conseguido cambiar la forma en que adquirimos y usamos la energía y ha atajado las reivindicaciones que abogan por las reformas básicas necesarias. Así, el proceso no sólo ha premiado a los actores que contaminan, sino que, al mismo tiempo, ha exacerbado las injusticias sociales y ambientales.
En el capítulo 1, presenta qué es el comercio de emisiones, cómo funciona y a algunos de los actores que participan en él.
El capítulo 2 repasa los orígenes del comercio de emisiones y los actores clave en la construcción de su arquitectura.
Durante la última década, el comercio de emisiones se ha revelado como la pieza clave de las iniciativas mundiales para luchar contra el cambio climático. Este capítulo explica cómo toda una serie de grandes empresas, organismos financieros, centros académicos, Gobiernos, agencias de las Naciones Unidas e incluso grupos ecologistas comenzó a promover un enfoque neoliberal y mercantilista frente al cambio climático, una corriente que surge principalmente de los Estados Unidos.
El capítulo 3 examina el funcionamiento del RCCDE y descubre que no sólo ha recompensado muy generosamente a las empresas contaminantes, sino que no ha reducido las emisiones. Muchos de los fallos de base del programa, como la sobreasignación de permisos para contaminar, parecen ser inherentes al sistema de tope y trueque. El régimen comunitario de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (RCCDE; EU ETS, por su sigla en inglés) es el mayor sistema comercial de emisiones del mundo y el mercado de emisiones de tope y trueque con más veteranía.1 También actúa como modelo para sistemas de tope y trueque parecidos que están sobre la mesa en los Estados Unidos, Australia y otros países industrializados.2 Por estos varios motivos, será el principal protagonista de este capítulo, cuyo objetivo es desmitificar los argumentos que sostienen que el comercio de emisiones está funcionando bien o que irá mejorando con el paso del tiempo. El RCCDE ejerce también una notable influencia sobre el funcionamiento del comercio mundial de emisiones. Desde que se puso en marcha, el RCCDE ha ido cercando y privatizando, año tras año, el patrimonio atmosférico común, otorgando derechos de propiedad a empresas contaminantes de las naciones industrializadas a expensas del Sur.
El capítulo 4 analiza el funcionamiento del MDL y estudia cuatro casos concretos de proyectos MDL en Tailandia, India, Indonesia y Brasil; arguye que los proyectos de compensación de emisiones, incluso aquellos que promueven las energías renovables, no son una solución al cambio climático. Las compensaciones no representan reducciones de emisiones. Cada compensación que se genera en el Sur permite que la contaminación de las centrales eléctricas o de las industrias pesadas alimentadas con combustibles fósiles en el Norte continúen excediendo los límites de reducción, mientras las mismas empresas y los países industrializados alegan estar cumpliendo con las irrisorias metas de reducción establecidas sobre el papel. Hasta ahora, el Mecanismo de Desarrollo Limpio de las Naciones Unidas (MDL) ha provocado, de hecho, un incremento de las emisiones CO2 a escala mundial, trasladando los recortes de emisiones del Norte hacia proyectos de compensación que ya han otorgado miles de millones de dólares de subsidios gratuitos a algunas de las industrias más contaminantes del mundo.
El capítulo 5 perfila qué alternativas podrían funcionar y posibles vías de avance para la organización política en torno a cuestiones de cambio climático.
El comercio de emisiones ha fracasado en afrontar el cambio climático y continuará haciéndolo. Los problemas identificados en este libro no sólo están relacionados con los detalles de cómo se diseñaron las reglas del sistema ni con los problemas iniciales durante su aplicación, sino que son inherentes al sistema mismo.
¿Puede arreglarse el comercio de emisiones? Una de las respuestas más habituales –al menos en los países del Norte– ante la clara evidencia de que el comercio de emisiones no está funcionando es la sugerencia de que algunos arreglos podrían ‘mejorar’ el funcionamiento del sistema: cambiar las reglas sobre la acumulación de permisos; introducir mínimos y máximos sobre los precios para controlar su volatilidad; expandir los mercados de emisiones globales para ‘incrementar la liquidez, y así sucesivamente.