Las especies olvidadas e infrautilizadas (NUS, por su sigla en inglés), también conocidas como "los cultivos de los pobres", desempeñan un papel crucial en la lucha contra el hambre hoy y lo seguirán haciendo en el futuro, especialmente en las partes más pobres y marginadas del mundo. Aunque cada vez más se reconoce su valor como recursos clave para el desarrollo agrícola y rural, los esfuerzos para promover el interés y la investigación sobre los mismos son escasos. Como reconocimiento al creciente valor de las NUS, las Naciones Unidas han designado 2013 como el Año Internacional de la Quinua.
Según la FAO, se han identificado unas 30.000 especies vegetales comestibles de las cuales más de 7.000 han sido utilizadas en la historia de la humanidad para satisfacer las necesidades humanas básicas como comida, ropa, fibras, medicinas, materiales de construcción y combustible. En la actualidad, no más de 150 especies son cultivadas comercialmente, de las cuales 30 constituyen el 90% del aporte calórico a la dieta humana y solo tres (arroz, trigo, maíz) representan más de la mitad de esa contribución calórica.
Esta reducción en el número de cultivos utilizados ha sido en parte el resultado de encuentros y desencuentros entre civilizaciones que a menudo han llevado a la sobre posición cultural de ciertas especies, un fenómeno que algunos definen como "colonización nutritiva". La mayoría de los cultivos tradicionales ha sido ignorada por la investigación y los programas de mejora genética, por lo que tiene un gran potencial para aumentar su rendimiento.
Afortunadamente, muchas NUS aún no se han perdido y son la base de los sistemas alimentarios locales de muchas zonas del mundo. Estos cultivos están adaptados a las condiciones agroecológicas de las áreas en las que todavía existen, y tienen fuertes lazos culturales con las comunidades que los ofertan y los utilizan. Cultivos como la quinua, cañihua, oca, tarwi o arracacha siguen satisfaciendo hoy una parte importante de la alimentación de las comunidades indígenas de la región andina.
Por otro lado, el proceso de globalización junto con los impredecibles cambios ambientales actuales aumenta la interdependencia de los países en cuanto a los cultivos y sus recursos genéticos. Eso ofrece más oportunidades a los cultivos infrautilizados. De hecho, es previsible que en ciertos países los cambios climáticos alteren la agroecología y en consecuencia la productividad de cultivos alimenticios importantes y que éstos deban ser reemplazados por otros más adaptados a las nuevas condiciones. Tan importante como su valor de sustitución es su potencial para conseguir una mayor diversificación de cultivos que permita aumentar la resiliencia y por tanto amortiguar los efectos negativos de la variabilidad climática.
En la actualidad, el 70 % del hambre y la pobreza se concentra en las zonas rurales de los países en desarrollo, razón por la cual el Banco Mundial ha reconocido que la inversión en agricultura es dos veces más eficaz en la lucha contra el hambre que la inversión en cualquier otro sector. A pesar de ello, la proporción de ayuda oficial al desarrollo (AOD) del sector agrícola ha caído del 16% en 1986 a menos del 5% en la actualidad, mientras que, por primera vez en la historia, el número de hambrientos ha superado los mil millones. La comunidad internacional, incluidas las Naciones Unidas, ha reconocido la necesidad de aumentar la inversión en el sector agrícola, enfatizando el apoyo al uso de la biodiversidad y a los pequeños agricultores, para quienes los cultivos infrautilizados tienen un significado especial.
En las últimas décadas las nuevas demandas del consumidor han aumentado las oportunidades de mercado para especies infrautilizadas tanto a nivel doméstico como internacional. Esto ha supuesto la revalorización de algunas especies, lo que ha demostrado su potencial cuando existen políticas de apoyo e inversiones adecuadas. Por esta razón, muchas especies que estaban marginadas hace 20 años tienen ahora un papel destacado en el mercado; por ejemplo la quinua ( Chenopodium quinoa ), la granada ( Punica granatum ), la maca ( Lepidium meyenii ) y la rúcula ( Eruca sativa ).
Por último, las necesidades de la sociedad actual y una mayor capacidad tecnológica están llevando a la domesticación y el uso de un número creciente de plantas silvestres, transformándolas en nuevos cultivos conocidos como promisorios, tanto para ser utilizados para la alimentación, como para usos medicinales y para la obtención de bio-energía.
Aunque los cultivos y especies infrautilizados son vitales para la supervivencia de las comunidades rurales pobres, la información disponible acerca de su producción, gestión y uso es escasa, lo que limita los esfuerzos para su mejora. Por tanto, es esencial que en el sector agrícola, las entidades no gubernamentales, las agencias de financiación y los centros de investigación y desarrollo compartan, en la medida de lo posible, prioridades y objetivos al respecto.