Somos los que tuvimos un sueño que no vamos a dejar de soñar

Porque siempre, lo que menos quisimos, fue morir, diluirnos, arrinconarnos

Nunca quisimos morir para seguir soñándolo

Somos los que siempre quisimos vivir, como ellos, como Néstor o como la Gaby

Somos así, así terminamos siendo, los que vivimos por ellos, los que se nos murieron, los que nos asesinaron, nos arrancaron, a los que no los dejaron más compartir con nosotros

Por eso los recordamos

Y danzan con nosotros, ríen con nosotros, con vos, conmigo, con todos

Se nos enojan cuando nosotros los lloramos

No mandan e mails, no tienen twitter, nos gritan al corazón desnudo cuando nos ponemos tristes: ¿yo me morí por eso? ¿Para qué llores, cabrón? ¿Para qué me llores?

Por eso, a cada rato, cada vez que sucede, los celebramos

Cada vez que nos reencontramos

Con cada palabra que pronunciamos para limpiarnos el alma

Cada herida que volvemos a recorrer para saber que todavía falta, que la huella aunque se angoste, sigue ahí

En los combates con la realidad real y el mundo tal cual es que les libramos, a nombre de lo que compartimos, por siempre, los que juntos soñamos

Somos los que tuvimos un sueño, pero no cualquier sueño, un sueño de aluvión colectivo, un sueño de miel y de paz, un sueño de niños todos felices, un sueño de dignidad de diamante, un sueño de pan y poesía, y si no habrá pan, al menos que haya poesía

Un sueño breve pero al fin un sueño feliz como anheló Manuel Puig

Por eso, siempre que nos volvemos a mirar a los ojos

Los agasajamos y los honramos como lo que son y siempre serán: nuestros muertos

Recorren nuestra mesa a pie o con metáforas, escalan nuestras copas, nos hacen cosquillas, erizan nuestra piel, bailan cueca o cantan los blues con nosotros, juegan con nuestros hijos, viven con nosotros –y no deben enfrentarse a la tortura de pagar el alquiler-, simplemente porque ellos son nosotros y nosotros somos ellos

Simplemente

Porque los llevamos dentro

Tan adentro como caracol

Tan adentro

Que allí nadie podrá volver a masacrarlos, nadie podrá volver y alejarlos, nadie jamás podrá impedir que los sintamos nuestra sangre, el calor, nuestra actitud y la voz que trepa y se enreda como hiedra

Nuestro sueño

La parte más intensa y profunda de nuestro sueño

No cualquier sueño, el nuestro

Somos los que tuvimos un sueño,

Y nunca, nunca, nunca, dejaremos de soñarlo

Eso es lo que respiramos, lo que navegamos, eso es nuestra brújula, azar, azul, destino

Soñarlos siempre y soñarlos con nosotros

Porque ellos son nosotros y nosotros somos ellos

Nuestra memoria y nuestro vino

Nuestra geología, y la ecología de nuestros espíritus

Nuestros guanacos hijos de la gran puta –como Roque Dalton dijo, nosotros y ellos

Nuestros amigos, nuestros hermanos, nuestros compañeros

Somos los que tuvimos esa clase de sueño que con la añejura y por añadidura se vuelve cada vez más cristalino, más sabio y más tierno, se labra de ámbar puro, sin punto de retorno, sin renuncia

Sueño invencible, sueño eterno

Es duende y es molle

Es huminta y es cordillera

Es el río que baja sus piedras y visto con devoción y con Jaime desde El Picacho

Es el Ramón y sus cascabeles, sus buenas leches y su emoción de ser siempre un cronista, el cronista de Cochabamba, El Cronista de Su Ciudad

Es nuestro sueño, y ningún adiós

Somos eso nomás

Somos el sueño de los justos, el de los nuestros

Somos el horizonte, cuando el sol cae, va cayendo como guayaba encendida, y se va lamiendo la sombra de los algarrobos y entre el peñasco que brilla como si fuera la corona del Monarca de Todos los Sentimientos y la luz que sobrecoge, somos pájaros, como quiso ser Javier Heraud, somos pájaros

Somos un sueño de pájaros, y volamos

Hasta la noche, rumbo a la noche, volamos

Y no vamos a dejar de volar, nunca, jamás

Porque nosotros somos nosotros, todos nosotros

Somos lo que somos, y no somos nada más

Somos los que tuvimos un sueño

Que no vamos a dejar de soñar.

Río Abajo, 20 de noviembre de 2012

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