En la Bahía Magdalena existen dos sitios para la procreación del cetáceo, uno es el pequeño puerto pesquero San Carlos y el otro es el López Mateo, gracias a lo cual este último se ha consolidado en la actualidad como atracción turística.
Considerado el mamífero marino más grande del mundo, pasa casi la mitad del año viajando. Tarda tres meses en desplazarse desde los helados mares árticos, donde se alimenta, hasta la región semitropical de la norteña entidad federativa. Es así que completan un viaje de unos nueve mil kilómetros, dijo el funcionario de Semarnat.
Según ocurre, se trasladan en grupos, las hembras preñadas emprenden la travesía en octubre, las inmaduras y 108 machos adultos las siguen. Los machos inmaduros se incorporan al final. Hacia diciembre se observa el primer a arribo de ballenas a México, donde paren a sus ballenatos, los que al ser alimentados por la leche materna producen rápidamente la grasa que necesitan para emprender su viaje de retorno hacia las gélidas aguas del norte en marzo.
Ahora tenemos la temporada de avistamiento. Hay más de 1.780 en Laguna Ojo de Liebre y más 300, en San Ignacio, ambas dentro de la Reserva de la Biosfera de El Vizcaíno. Precisamente en Ojo de Liebre, en la zona de Guerrero Negro -unos 800 kilómetros al norte de La Paz- ocurrió el 27 de diciembre último el nacimiento del primer ballenato de la temporada en litorales sudcalifornianos, añadió González.
Recordó que El Vizcaíno, fue decretado como reserva en 1988, pero desde 1972 es un área protegida por el gobierno mexicano. Comentó que existen dos poblaciones de ballenas en el hemisferio Norte, una corre hacia Japón y otra hacia México, pero fueron casi diezmadas por la cacería y estuvieron a punto de extinguirse. Solo se mantiene la de nuestro país, porque las que migran hacia la nación asiática se exterminaron, precisó.
En el mundo se cuentan unos 20 mil ejemplares de la ballena gris en la actualidad, gracias a la labor de conservación que se impulsa. Además, confirmó que el fenómeno de La Niña ha provocado que los cetáceos adelanten su arribo a las lagunas de Baja California Sur.
Los fines de semana las familias asisten a la observación del cetáceo, que se luce ante los curiosos visitantes ofreciendo uno de los más increíbles espectáculos naturales del planeta. Cada año a nivel estatal se registran por esta razón alrededor de 13 millones de visitantes, precisó el delegado de Semarnat.
Muy cerca de los barcos, estos animales se alzan en vertical fuera del agua, saltando con todo gran peso y levantando nubes del líquido, en lo que constituye un espectáculo sin igual. Aunque su color natural es realmente negro, deben su nombre al color que refleja su epidermis debido a los microorganismos que se adhieren a ella.
La impactante ballena gris es un enorme e inteligente cetáceo que se alimenta de camarones, plancton, algas y anfípodos. Es absolutamente inofensiva al hombre. Los mayores avistamientos ocurren en el amanecer y durante los atardeceres. Un hecho catalogado de orgullo nacional de México. Uno de los principales atractivos turísticos del norte del país. La ballena gris con su andar por los mares hace anualmente uno de los trayectos más largos de un ser vivo, subrayó González.
En busca de la ballena gris
Las aguas de Puerto Adolfo López Mateos, Bahía Magdalena en Baja California Sur, están tranquilas. Hay poco viento, pero frío, y las embarcaciones se alistan para salir a unos cinco kilómetros de la costa en busca de la ballena gris.
Los turistas continúan llegando, pese a que la época ya no es buena para avistarlas, el pico es generalmente entre los meses de enero y febrero, porque ya en marzo comienzan la migración otra vez hacia los gélidos mares del norte.
Es que cada año en aguas mexicanas ocurre el extraordinario fenómeno de reproducción del cetáceo. Aquí nacen, normalmente lo hacen pegadas a las costas y en las lagunas interiores, y en este proceso se les ve integrando al paisaje un espectáculo natural único en el mundo. Con suerte aún las tenemos por estos días. Es una bendición, dice a Prensa Latina Pablo Toba, el timonel de una de las lanchas, al referirse a este “animal que conozco como la palma de mi mano”.
Cuenta que la primera que vio una fue “por el Pacífico cuando era apenas un chico y me iba de pesca con mi padre”. Ahora la ballena gris (Eschrichtius robustus) le cambia, entre enero y marzo, el ritmo habitual a la comunidad de pescadores del Puerto Adolfo López Mateos, en el municipio de Comondú, distante unos 280 kilómetros de La Paz, capital de Baja California Sur.
Considerado el mamífero más grande del mundo, el pez pasa casi la mitad del año viajando. Tarda alrededor de tres meses en trasladarse desde los helados mares árticos hasta el territorio surcaliforniano. Es así que completa un viaje de unos nueve mil kilómetros.
Pero este año se han registrado números altos de ballenas. Para la actual época ya es usual que se haya iniciado la migración hacia el norte, mas todavía quedan algunos ejemplares y puede deberse, aunque no sea la única causa, a que el agua está un poco más fría, confirma Héctor Pérez Cortés, especialista en mamíferos marinos.
México es uno de los países donde existe un mayor número de especies de mamíferos marinos en comparación con otras naciones con costas. El 35% de todas las especies de ese tipo se encuentran presentes en aguas nacionales en algún momento del año, señala Héctor.
La lancha avanza. Sobre el mar se observa un gran círculo: es el oxígeno que exhalan cuando están próximas a la superficie. “Andan muy cerca”, anuncia Pablo. “No muevan el agua, no les gusta que las molesten”, advierte.
De pronto emerge una ballena gris y luego otra. Es un pequeño grupo. Pasan por debajo de las embarcaciones y las golpean. Se percibe un sonido “muy de ellas”, explica Pablo. Las ballenas revolotean, se pegan a las lanchas, es su manera de pedirle a los humanos que las acaricien.
Hasta hace unos 20 años la ballena gris se consideraba una especie amenazada o en peligro de extinción, pero la población se ha recuperado y continúa creciendo, gracias, en buena medida, al fenómeno de la reproducción que ocurre en Baja California Sur.
La autora es periodista de Prensa Latina.