SEGUNDO. La ecología política conoce perfectamente que, desde los primeros tiempos de la humanidad, la explotación económica –movida por el interés personal– siempre hubo actuado en forma irracional contra el medioambiente, produciendo daño y destrucción y convirtió al ser humano en sujeto pasivo sumiso de humillantes como miserables tipos de opresión. La tendencia actual de los gerentes, reguladores y mandamases de la economía mundial: las corporaciones económicas, es convertir a la humanidad toda en esclava del consumo, para su mayor lucro. Tal es lo que se conoce como el fenómeno denominado: aceleración de la economía mundial.
TERCERO. Como consecuencia de la forzada globalización del pensamiento –impuesta también a todo gobierno de “libre empresa”, por las referidas corporaciones– los defensores del medioambiente no han demorado en hacer conocer la respuesta ideológica ambiental. Al encontrar, en el proceso del saqueo de la naturaleza un conjunto de verdades de validez universal, destacaron entre otros que capitalismo y ecología son antagónicos, que la sociedad reclama el imperio de la ecología sobre la economía y, finalmente, que toda nueva organización social productiva debe marchar acorde con las leyes de la naturaleza. Para detener el abuso de la expoliación internacional, se ha extendido y universalizado también y con bastante rapidez, el principio denominado: desaceleración de la economía.
Este principio resulta, precisamente el más oportuno como el más adecuado para detener la destrucción de la selva del Tipinis en Bolivia, si su Gobierno es consecuente con su propia ideología (que dice ser revolucionaria, de izquierda y por un mundo mejor).
Inconsecuencias del gobierno boliviano
1. La primera e inminente realidad de la situación política boliviana es que ha asumido el Poder un gobierno, apoyado en fuerzas sociales importantes de base, particularmente de trabajadores, campesinos y clase media avanzada, efectuando reformas estructurales importantes y refirmando su naturaleza liberadora rumbo al socialismo. Ha destacado y reafirmado en forma insistente, irrenunciables slogans morales en defensa de la Madre Tierra, cuyas muestras palpables se han producido en conferencias internacionales; muy en particular, en la célebre reunión de Tiquipaya a principios de 2010, donde se fijaron acuerdos, relaciones y estrategias para la lucha del movimiento ecologista internacional.
2. Empero, la segunda realidad –contradictoria con la anterior– es que un grupo importante de agricultores dedicados a la producción de la coca, obsesionados con los buenos precios causados por la demanda internacional del alcaloide, y basados en el respaldo que le brindaron y le dan aún al Presidente Evo Morales, buscan la expansión de su actividad mediante la obtención de nuevas tierras. Su aspiración de acumular plus valía social los lleva fatalmente a convertirse, de agricultores productores de la hoja de coca, a un estadio económico-social más elevado: el típico de la burguesía mestiza creciente, cuyo momento y oportunidad le ha llegado. Basta partir en dos la selva del Tipnis (una original cirugía de vivisección ambiental), mediante la apertura de una amplia carretera internacional, para que aquél ansiado sueño o aspiración se haga realidad.
Quede en claro que todo ese territorio, curiosamente ubicado en el corazón de Bolivia (pleno centro del país), fue declarado previamente como reserva ecológica de orden intangible.
3. Al ser pública la metamorfosis de aquellas bases cocaleras, la tercera realidad es que los hechos del Poder Central reniegan y repugnan con sus propios principios socialistas y anti imperialistas con conductas, ni siquiera de amoralidad, sino de abierta como descarada inmoralidad. Ya no aparece en forma alguna su inicial afán principista, y se ha esfumado el mandato del “Ama Llulla” (no mentir) Ha surgido, en su reemplazo, un conjunto pragmático de viles actitudes.
Como se trata de pagar los favores electorales recibidos, así sea con recursos de la Madre Naturaleza (ahora en peligro de destrucción nacional), carece de importancia si se olvidan o soslayan los principios básicos de su insurgencia. Se encuentra a la orden día el hacer y deshacer, acusar sabotajes, pretextar, confundir, amenazar, agredir, más otras conductas, que no le avergüenzan nada en la torpe suposición de que los indígenas, como el pueblo boliviano van rendirse y resignarse. El más notorio de los exabruptos presidenciales fue que la referida carretera cruzará la selva del Tipinis, “sí o sí”.
4. Como cuarta realidad saltan a luz torpes estrategias empleadas, formuladas y no negadas ante la prensa nacional e internacional:
a) Los indígenas del Tipinis, y todo aquél que les brinda respaldo, son parte de un complot subversivo preparado por la extrema derecha boliviana, organizaciones no gubernamentales, y partidos políticos de oposición. (Es momento de recordar que todos estos últimos, ya desplazados del Poder, son fuerza minúscula carente de magnitud)
b) El imperialismo respalda al movimiento indígena porque precisa de conservar un “pulmón” ambiental desde Bolivia. (En otras palabras, ¿vela más el imperialismo por el medioambiente que el propio gobierno boliviano?)
c) Se ofrece el “progreso” de la zona con infraestructura, trabajo, desarrollo, mayor percepción de impuestos y aún otros prodigios del efecto multiplicador de la economía. (Por supuesto, no se indica la podredumbre que aquello va a acarrear en forma paralela)
Es sabido que donde se practica el libre desarrollismo de la economía neoliberal surge, independiente de ávidos cocaleros –que tampoco exhiben atisbo alguno de socialismo– el fenómeno creciente de paralelas prosperidades privadas, nada sociales, porque se arraigan nuevas burguesías empresariales de variados tipos. Surgen desde los pequeños intermediarios hasta las burguesías comerciales, burocráticas, el turismo explotador y depredador y aparece –con más fuerza– el saqueo de innumerables otros recursos naturales (aves exóticas, peces, tortugas, ofidios, saurios, madera, plantas medicinales) con una voraz deforestación que sólo beneficia a nuevos ricos (en sociedad con ocultos burócratas, débiles ante el soborno No se precisa de dotes adivinatorias para darse cuenta que los aborígenes del lugar acabarán reducidos a sumisos domésticos, sirvientes, cocineros, “muru-imillas” de patronas-cholas desclasadas, y trabajadores sin regulación protectiva –semi-esclavos es el término correcto– en beneficio de nuevos “señores” de toda calaña.
5. Finalmente, y esta es la quinta realidad, la miseria moral y política del Gobierno se hace aguas sobre las propias normas legales que hubo de dictar. Ofende su propia como heroica Constitución Política del Estado y las propias normas legales que respaldó para proteger tan vasta, rica como bella zona, ahora en peligro. Borra con el codo lo hecho con la mano, gasta sin límites los recursos del Estado para provocar confusión en sus propios seguidores (cuyas deserciones, muy bien explicadas, ya se hacen públicas) Tampoco se da cuenta que su testarudez afecta muy poco, casi en forma insignificante, a los restos de su triste oposición política (ya derrotada)
El real afectado se llama “Madre Tierra” (Pachamama) como ser excelso y adorado que juró defender en públicas ceremonias folklóricas, con sacerdotes especiales (yatiris), más farsas de sacrificios e incienso.
Vigorosa resistencia de las fuerzas ecologistas
1. SURGE UNA NUEVA REALIDAD.- La soberbia de sentirse todopoderoso parece haber obnubilado la mente del Gobierno boliviano, al suponer que triquiñuelas, intrigas, declaraciones acusatorias, y aún calumnias, más la acción torpe de una mayoría parlamentaria, sea suficiente para imponer su designio destructor. Infelizmente, esa conducta no toma en cuenta realidades poderosas que tiene al frente, porque no tiene la sagacidad suficiente (cautela y racionalidad) para entender la contradicción entre su capricho y la realidad que tiene ahí afuera. En pocas palabras, su limitada como miope estrategia supone que pueda imponerse ante ovejas, llamas y alpacas obedientes, sin apercibirse que la acción de las masas ecologistas es cada vez más fuerte, indetenible, vigorosa y sólidamente respaldada. Valga recalcar, con energía, que todo ecologista auténtico es un ser consciente que sabe que le espera la dura como abnegada pelea, y no precisa de ceremonias adoratorias ni derroche de incienso, si se trata de defender y dar su vida por la naturaleza.
2. LOS DEFENSORES PLANETARIOS.- En algunos libros que he publicado, fruto de mi angustia personal por la situación planetaria, hube llegado a la conclusión que no había que perder la razón –y menos desesperar– ante la destrucción terrestre, sino preparar unas cuantas condiciones para que la propia crisis nazca el remedio. Había avizorado que de la misma miseria surgiría en todas partes del mundo, milicias o ejércitos voluntarios por la Tierra, substituyendo a los primitivos luchadores individuales anteriores cuyo heroísmo sirvió de ejemplo y cuyo probado martirio no fue en vano, porque se ha multiplicado.
Y la premonición se hizo realidad. Los defensores de la Tierra aparecen ahora como hongos (de la noche a la mañana) en todas partes y su actuación es decidida, valiente, colectiva y cargada de una profunda moral, que se propaga de sobra. Según la expresión metafórica, aquél poder moral ecologista puede aún mover las montañas de la resistencia y también acabar con el empacamiento de la mula, sea donde sea. Empero, como no todo es color de rosa, el movimiento ambiental acusa todavía propias debilidades de orden subjetivo, que habrá de superar. Una de ellas es el problema de organización y logística.
3. EL BUEN OLFATO INDÍGENA.- El olfato del aborigen lugareño ha resultado sagaz frente a las pretensiones del cocalero ambicioso (como vicioso) que –dicho sea de paso– por muy agricultor que sea, no tiene nada de indígena excepto una huella racial del pasado y una muestra pecuniaria de estadio social más elevado –calificado por su propia gente con el ofensivo término de: kamake por haber renegado de su origen–. Se trata, en términos sociológicos, como y fríos, del cholo aburguesado como expresión objetiva de su realidad, ante cuya presencia, el natural de la selva huele y presiente que la naturaleza está en peligro ante la voracidad y lujuria de su oponente por introducirse en el área selvática virginal. Los dirigentes de esta nueva próspera clase –bien organizados, con apoyo estatal y abundancia de recursos económicos– ya se mueven como buitres sobre un cadáver que no existe, a la espera del momento oportuno hundir tanto garras como el pico (con el perdón de aquellas aves de carroña, por aludirlas en forma negativa, pese a que cumplen función sanitaria y útil dentro la naturaleza).
Además, aquél olfato o sexto sentido aborigen despierta su instinto de desconfianza porque también se apercibe que peligra su entorno natural económico (caza y pesca de subsistencia, agua sana, plantas medicinales, aire puro y placidez paradisíaca frente a la corrompida civilización) Sabe el aborigen que las tierras de su macro entorno le van a ser quitadas para ser fraccionadas y distribuidas entre los aventureros, ni siquiera para el consumo nacional sino para el mercado negro de un alcaloide blanco, conocido por todos. De otro lado, paralelamente a la invasión a sufrir, se van a crear situaciones de la vergonzante modernidad en tan inmensa zona, bajo el denominativo del “desarrollo sostenible”. Tales son los vicios sociales que llegan como consecuencia de la aventura: alcoholismo, tabaco, prostitución, juegos de azar, drogas, enfermedades venéreas, miseria, y muerte del paraíso natural en beneficio de adulones, recomendados, mamones, privilegiados, y demás fauna de perjuradores y negadores de su propia Madre Tierra. He ahí los resultados de una aventura vergonzante que paga con creces un miserable, como pactado, apoyo electoral.
Solidaridad que arrastra la lucha por la tierra
Que se decepcionen a tiempo quienes suponen que el Tipnis está sólo. La abnegación de su gente, el sacrificio, hambre, las agresiones sufridas y la represión policial organizada, le multiplicaron las simpatías durante su prolongada trayectoria de varios meses por lugares desconocidos, ascendiendo y descendiendo montañas y cruzando estrechos senderos. No sólo recibió pan, alimento y ayuda de muchísima gente, sino también poderosos estímulos morales y el respaldo indignado de las poblaciones por los abusos y ofensas que se le hizo padecer.
Más aún. Las simpatías se han convertido, de simples actitudes de agrado y admiración, a deberes de consciencia de la ciudadanía, a favor del medioambiente en peligro. Dicho de otra forma, el apoyo se ha multiplicado y aquello no es exageración. Muy de repente el problema del Tipnis se va convirtiendo de regional en nacional, aunque –de hecho– es ya un problema de importancia universal. Su victoria no tardará en producirse porque cierto es que quien marcha con la razón y la historia, tiene el poderoso vigor de hablar en alto, exigir, y aún pelear sin miedo a morir por su ideal, como se dijo más atrás.
Ya veremos lo que se avecina y cómo va a reaccionar directamente el propio pueblo boliviano, –sin importarle lo que digan o hagan los sobrevivientes residuos políticos, del pasado– si se pretende consumar semejante acto de barbarie.
Insuficiencia ecológica de la burocracia estatal
Confieso que el entusiasmo e interés que me provocó la subida al poder del movimiento que dirige el Presidente Evo Morales, me impulsó a brindarle una mano y dar a su Gobierno innumerables sugerencias ecológico ambientales en bien de la tierra que me vio nacer. Desde fuera del país y también en mis visitas a Bolivia toqué temas, de interés nacional como el problema de la nueva Constitución Política del Estado y otros más que orienten políticas para honrar el respeto por la naturaleza, sin perjuicio de los cambios estructurales. Me movió el impulso voluntario y desinteresado de ser útil, al no ser mi persona “busca-pega” alguno y, además, vivir muchos años fuera del país.
Recuerdo haber golpeado innumerables puertas de la burocracia. En todas las oficinas visitadas encontré aceptación y sólo sonrisas de simpatía, aunque en casi todas descubrí improvisación, ignorancia, mediocridad y el prototipo del empleado público mecánico, que no piensa ni se mueve pero actúa cuando se le da todo preparado y digerido. Fue entonces cuando concluí que el único que repetía slogans ecológico-ambientales era el Presidente, simplemente porque su burocracia –acostumbrada sólo a recibir órdenes– no sabía qué hacer. Como aquella burocracia improvisada carecía de todo conocimiento y entrenamiento, se me asentó el prejuicio de que sólo basta ser mestizo para trabajar para el Estado, así no se tenga un ápice de conocimientos sobre ecología ni medioambiente. (Dejo en claro que no tengo prejuicio racial alguno y respeto el destino natural y los derechos de la mayoría boliviana)
A aquellas conclusiones de insuficiencia, ya expresadas, se me aparejaron otras, llegando a adquirir plena convicción que el Supremo Gobierno, sólo cacarea sobre ecología; y este término no es ofensivo. No llegué a conocer, pese a haberlo pedido, un plan ambiental concreto, serio y ejecutivo que ilumine y dirija los actos de su gestión. Aprecié un tremendo atraso en esta materia. No aparecía en aquella burocracia un solo funcionario que sepa que en estos tiempos heroicos, la economía, peor si se pretende socialista, debe estar sometida a la ecología.
Por estas razones –más los compromisos electorales operados y descubiertos– es de entender que el problema del Tipnis es enfrentado directamente con argumentos del pasado que –se suponía– desparecerían para siempre. Ha resucitado el desarrollismo tradicional obsoleto y el pasado se halla en el presente.
Lo que no va a poder evitarse es que cualquier situación que el Gobierno produzca o maniobre en contra de la puridad e intangibilidad del Tipinis, –heroico comienzo para la desaceleración de la economía– no va a resignar ni rendir a defensor alguno de la Tierra.
La tozudez, de quien no se apercibe sobre la gravedad de la situación, no brindará resultados positivos. Exacerbará ánimos y producirá violencia. Será entonces bastante tarde, cuando el Gobierno –al cual le siguen escapando bases por este problema– comience a morder el polvo de una vergonzante derrota. Finalmente, y como castigo a la soberbia, quede claro que irán surgiendo nuevos Tipinis en otras partes del país, así se declare el Estado de Sitio para acallar la boca y evitar la movilización del pueblo boliviano.
El autor tiene escritos y publicados los siguientes libros: “La Angustia de América Latina”, “Meditaciones sobre la Revolución en América Latina”, “Materialismo Histórico: Filosofía y Ciencia de la Historia”, “Colapso y Redención del Socialismo”, “El Mito de la Democracia”, “El Manifiesto del Siglo XXI”, “Historia de las Ideas Políticas de los Filósofos”, “Epopeya y Muerte de la Tierra”, “La destrucción de la Tierra y la Esperanza Ecologista”, “Memorias de un Abogado Rebelde”, “El Hombre: Animal en Peligro de Extinción”, “Manual de Ecología Política”, “Hacia el Socialismo en el Siglo XXI”, “Conversaciones con el Planeta Tierra” y “Protestas, Lamentos, Reflexiones y Aguijones contra el Orden Establecido”.