Durante El Niño 2015-16 hubo impactos récords en la pluviselva amazónica: la región experimentó picos nuevos de calor y de sequía, según un estudio reciente. Condiciones climáticas como estas afectan de manera negativa el crecimiento y funcionamiento de los árboles de la Amazonía, que tienen un papel fundamental en la regulación del clima mundial.
El Niño (o, en su denominación completa, El Niño – Oscilación Sur) es un extremo de un ciclo natural y se caracteriza por el aumento inusual de la temperatura de las aguas superficiales en el océano Pacífico Central y Oriental.
Ocurre cada cierta cantidad de años, pero es difícil de predecir y se siente en todo el mundo. Genera patrones climáticos violentos, erráticos y, a menudo, destructivos: tormenta de hielo intensa en Canadá, blanqueamiento récord de coral, inundaciones en Perú, sequía e inundaciones en Indonesia, y sequía en Mozambique. Este clima extremo temporal causa impactos enormes en los ecosistemas, en la agricultura y en las vidas de las personas y, en la peor situación, puede derivar en crisis humanitarias como las que se ven actualmente en países tropicales.
El estudio nuevo, llevado a cabo por científicos de la Unidad de Cambio Global, en la Universidad de Valencia, España, observó cómo se comparaba el El Niño más reciente —y las condiciones que lo causaron— con dos El Niño especialmente fuertes que ocurrieron desde 1979. El periodo investigado incluye el El Niño de 1982-83, el “El Niño del siglo” en 1997-98, y las sequías amazónicas históricas de 2005 y 2010.
Los científicos analizaron temperaturas superficiales marinas y terrestres, un índice de intensidad de las sequías, y los registros de precipitaciones para descifrar qué determina exactamente las distintas formas en que El Niño se desarrolla en la cuenca del Amazonas.
El equipo descubrió que no solo 2015 fue el año más caluroso en la Amazonía desde 1900 —1,5 °C (2,7 °F) más caluroso que durante El Niño 1997-98—, sino que el área de la Amazonía que experimentó una sequía extrema fue un 20 % más grande.
Pero el “resultado más impactante” de todos, según el autor principal del estudio, Juan Jiménez-Muñoz, fue el “patrón espacial de sequía diferente al compararlo con los eventos del último El Niño intenso. En lugar de que la sequía afectase a toda la región amazónica, como en otros años de El Niño, hubo una marcada distinción entre la sequía del este y las precipitaciones por encima del promedio en el oeste. Un patrón similar ocurrió durante un El Niño más débil en 2009-10”, según reveló Jiménez-Muñoz.
Lo que los eventos de 2015-16 y de 2009-10 tuvieron en común fue algo que sucedió a miles de kilómetros de distancia. El calentamiento del Pacífico afecta los patrones de viento y las corrientes de convección atmosférica que, combinados, determinan cuándo y dónde se concentrarán las precipitaciones.
Los científicos creen que la ubicación exacta del calentamiento en el Pacífico es clave: el calentamiento en el Pacífico Central estuvo asociado con el patrón húmedo-seco ocurrido en El Niño más reciente, mientras que el calentamiento se centró en el Pacífico Oriental, cerca de la costa de Perú, en 1982-83 y en 1997-98.
Otra distinción clave de los eventos de El Niño anteriores fue la temperatura durante el año previo: las altas temperaturas de 2014 podrían haber contribuido con el calentamiento de 2015, algo que no se vio en 1981 ni en 1996.
Aún resta conocer las consecuencias de El Niño 2015-16 con sus temperaturas extremas y sequías y, en especial, la concentración de zonas afectadas por la sequía en el noreste de la Amazonía. Pero, basados en investigaciones sobre sequías previas, los científicos saben que “la mortalidad de árboles aumenta, y el crecimiento de árboles disminuye”, según afirma Ted Feldpausch, de la Universidad Exeter, en el Reino Unido.
“Para comprender el efecto sobre los bosques y sobre los árboles es necesario contar con estudios aéreos, satelitales y terrestres”, explicó Feldpausch, un ecologista de pluviselvas, quien ha investigado los impactos de las sequías en la Amazonía, pero que no estuvo involucrado en el estudio reciente.
Una investigación descubrió que los árboles más grandes, y aquellos con menor densidad de madera, son los más afectados por las sequías, pero aún no está claro cómo se desarrollará esto a lo largo del ecosistema amazónico. “Comprender cómo las diferentes especies responden a la sequía nos ayudará a entender si los bosques permanecerán casi sin cambios a largo plazo, o si cambiarán en estructura y función debido a la supervivencia de la especies con características específicas”, señaló Feldpausch.
Cuando los árboles mueren y se descomponen, liberan el dióxido de carbono que absorbieron durante su vida. Y, a medida que el crecimiento de los árboles disminuye, se absorbe menos dióxido de carbono de la atmósfera. Juntos, teniendo en cuenta la extensión de la Cuenca del Amazonas, estos efectos provocados por la sequía reducen la capacidad de la pluviselva amazónica de actuar como sumidero del dióxido de carbono de la atmósfera.
Las sequías y las temperaturas altas también aumentan el riesgo de incendios forestales, que contribuyen aún más a la muerte de árboles y a la pérdida de biomasa boscosa, según sostuvo Jiménez-Muñoz. Con frecuencia, los incendios forestales son intencionales para despejar terreno, pero pueden extenderse sin control con facilidad cuando las condiciones son extremadamente secas. Los incendios forestales en Brasil se propagaron con voracidad durante la estación seca de 2015, y hubo aún más incendios considerables en 2016. Cuando el bosque se llena de humo, se libera mucho dióxido de carbono a la atmósfera con gran rapidez, lo que acelera el cambio climático.
Considerando que, hace poco, los niveles de dióxido de carbono han cruzado un umbral histórico de 400 partes por millón, los cambios en el ciclo de carbono a una escala amazónica tienen una importancia mundial. Anualmente, la Amazonía suele absorber alrededor de quinientas millones de toneladas de carbono (más que las emisiones anuales de Rusia y el equivalente a un tercio de las de Estados Unidos). Pero la magnitud de este sumidero de carbono ha ido disminuyendo en los últimos años y, durante una sequía extrema en 2010 se detuvo por completo.
Jiménez-Muñoz especula que algo similar pudo haber sucedido durante la sequía de El Niño 2015-16, pero advierte que debe ser corroborado mediante más investigaciones.
“En una investigación reciente, en la que se utilizaron datos de los censos de árboles de tres décadas (provistos por la red RAINFOR), descubrimos que el nivel de acumulación de carbono en los árboles está disminuyendo, lo que indica que, en un futuro no muy lejano, los bosques amazónicos primarios podrían no actuar ya como sumideros de carbono elevados —explicó Feldpausch—. Uno de los motores potenciales de este cambio que continuamos estudiando es el efecto de las anomalías en las precipitaciones, como el evento actual de El Niño”.
La retroalimentación entre El Niño y el calentamiento global es “todavía materia de debate” en la comunidad científica, según advirtió Jiménez-Muñoz. Pero, cuando ocurre, “parece que los eventos de El Niño provocan una especie de ʻsaltoʼ en las temperaturas globales que, probablemente, ya no vuelven atrás —agregó—. Si los eventos extremos de El Niño ocurren con mayor frecuencia en el futuro [algo que se predice en algunos modelos, pero no en otros], es probable que aceleren el calentamiento global”.
Para la Amazonía, el pronóstico a largo plazo tampoco está claro. Se creía que los bosques tropicales, como los de la Amazonía, eran resistentes a las sequías fuertes, según señaló Jiménez-Muñoz pero, a la luz de varios sucesos en los últimos años, “parece que el bosque amazónico puede recuperarse de una sequía fuerte en particular, pero la resistencia se ve afectada cuando hay sequías recurrentes”.
“La pregunta principal que nos queda —según Feldpausch— es qué sucederá si la Cuenca del Amazonas continúa teniendo temperaturas récords y anomalías en las sequías que se repitan en intervalos muy cortos”.
Algunos temen que la Amazonía esté acercándose a un momento crítico, en el que pasará de ser un sumidero de carbono a una fuente de carbono, y que las sequías de El Niño y los incendios aceleren esa transición. “No creo que nos acerquemos a un momento crítico en el corto plazo, pero tenemos argumentos científicos como para preocuparnos —concluyó Jiménez-Muñoz—. Debemos mantener nuestra atención sobre el ecosistema amazónico para ver cómo evoluciona en los siguientes años”.
Citas:
Juan C. Jiménez-Muñoz, Cristian Mattar, Jonathan Barichivich, Andrés Santamaría-Artigas, Ken Takahashi, Yadvinder Malhi, José A. Sobrino & Gerard van der Schrier (2016). Record-breaking warming and extreme drought in the Amazon rainforest during the course of El Niño 2015–2016. Scientific Reports 6:33130 DOI: 10.1038/srep33130
Fuente: https://es.mongabay.com/2017/03/calor-sequia-records-la-amazonia-nino-2015-16/