30 Nov
2016

Una catástrofe ambiental llamada Donald Trump

«Quizás la principal urgencia en la lucha ambiental, así como en la diferentes luchas que se ven afectadas por este avance, resida en refrescar el discurso ecologista, fundamentarlo menos en la culpa y más en el placer de una vida con la naturaleza, al menos en pensarlo a partir de la situación cotidiana de la mayoría de personas».

Por: Omar Bonilla y Elena Gálvez


El triunfo de Donald Trump en las recientes elecciones norteamericanas, pone a la humanidad en una posición muy compleja. No se trata solamente de su desprecio las minorías o los grupos marginalizados de la sociedad norteamericana: latinoamericanos, musulmanes; se tratan también de una serie de declaraciones en torno al uso de armas nucleares, misoginia, políticas energéticas y ambientales peligrosas. Opiniones encadenadas indisolublemente a su particular forma de ver el mundo representan un riesgo para la humanidad entera y aún, yendo más allá, para todos los seres vivos del planeta.

La victoria de Trump se da en un momento decisivo, en el que es urgente cambiar el rumbo de la civilización dominante con sus patrones técnicos, asentados en la depredación de la naturaleza, o bien seguir bajo la lógica del gran capital en donde éste es el único sujeto que importa. La tendencia de Trump exacerba la segunda opción como lo ha dejado ver a través de cientos de declaraciones escandalosas en donde la naturaleza es una mercancía dispuesta a la explotación y a la vez atacando toda acción de posible regulación ambiental.

1. La burda negación del calentamiento global

Donald Trump tiene una matriz de entendimiento, interpretación y práctica del mundo donde antepone su capital privado al interés general, pero a diferencia de otros empresarios conservadoras, no está dispuesto a negociar nada. De allí las terribles iniciativas que ha dejado ver en torno a la naturaleza tanto en el ámbito de la política, como en lo personal.

Uno de los puntos más complejos es el anuncio de la deserción de los Estados Unidos a los acuerdos de París. Suscritos en la conferencia climática número 22 celebrada en la ciudad de París en el 2015, y avalado por 195 países incluido los Estados Unidos.

Los firmantes de este acuerdo se comprometieron a limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero, con el fin de frenar el aumento de la temperatura planetaria por debajo de los 1.5 grados centígrados, a impulsar políticas internacionales de mitigación y adaptación al cambio climático, las cuales serían financiadas a través de la canalización de 100,000 millones de dólares anuales provenientes de los países con mayores emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Al ser firmado por todos los países asistentes a la COP 22, este acuerdo adquirió un carácter universal, el primero en la historia de las negociaciones climáticas, y su hegemonía le permitió ser postulado como vinculante.

El acuerdo aunque criticado por insuficiente fue para muchos el mayor alcance que ha tenido la sociedad civil frente a un problema no solo expresado por un cuasi conceso científico sino que ha sido constatado por cualquier persona de cualquier país del mundo, en un periodo de mega huracanes, sequías, veranos inclementes, aumento del nivel del mar, inundaciones, y todo tipo de catástrofes climáticas.

Sin embargo, un poco en serio y un poco en broma, en todo caso burlándose, al más puro estilo de su discurso político, el ahora presidente de Estados Unidos, Trump expresó: “ el cambio climático es un invento de China : » El concepto de calentamiento global fue inventado por los chinos para quitarle competitividad a la manufactura estadunidense” así mismo ha asegurado que se trata de un mal negocio, una parafernalia determinada por intereses económicos: »   Deberíamos concentrarnos en un aire limpio y hermoso. No en el calentamiento global, caro y dañino para los negocios. El calentamiento global es una total, y muy cara, estafa.» [1]

El hecho de que los Estados Unidos, el mayor emisor histórico de gases invernadero abandone este acuerdo, expone a la sociedad y al planeta en general a la impunidad. A la par de lo anterior el presidente de los Estados Unidos, tampoco mira con buenos ojos las energías renovables, éstas afectan de manera directa sus intereses económicos vinculados al extractivismo de combustibles fósiles: carbón, gas, y petróleo, éste último a través del uso de la tecnología fractura hidráulica (Fracking).

El resultado lógico de lo anterior es que la esperada transición a las energías limpias se postergue. Es más Donald Trump ha sostenido públicamente que quitará el subsidio a la investigación sobre este tipo de tecnologías. [2]

Fracking cómo política de Estado

Entre los nombres que se mencionan para ocupar cargos importantes dentro de la nueva administración de Trump se encuentra Harold Hamm como el encargado de la Agencia de Protección Ambiental. Hamm es un magnate del gas y del petróleo en Oklahoma con su empresa Continental Resources. Durante la COP 21 fue tildado de criminal ambiental por sus declaraciones escépticas en torno al calentamiento global y su vinculación a las empresas de extracción de combustibles fósiles junto con Michael Catanzaro dueño de una empresa Continental Resources en Oklahoma, de combustibles fósiles y promotor del fracking. [3]

El fracking es uno de los procedimientos de mayor impacto ambiental que existen en el mundo. Supone el uso de inmensas cantidades de agua para obtener petróleo de los esquistos y las arenas bituminosas. Este tipo de industria por sus impactos causa terremotos de corta y mediana intensidad y sus efectos además van de la contaminación de extensas tierras al agotamiento del agua. Lo anterior también ha dado paso a que varios estados petroleros referían al Fracking como un tipo de “guerra económica” por bajar de modo artificial el costo de la producción petrolera generando fuertes impactos en países exportadores como Ecuador, Venezuela, Rusia, Irán, México, etc.

Harold Hamm además fue conocido por su lucha contra los científicos críticos, de la Universidad de Oklahoma. Él dirigió una carta al decano de esa universidad para que despidan a 20 investigadores que alertaban que las exploraciones petrolíferas por fractura hidráulica aumentaban en un 400% el número de terremotos, según lo reportó la agencia Bloomber (2015).

Canjear el agua por un medio de producción finito en un contexto de cambio climático, no puede sino preocuparnos a todos, más aun cuando es la principal potencia del mundo la que acelerará esta práctica.

El muro de Trump: un desastre ecológico

Una de las promesas más polémicas de Trump durante su campaña fue construir un muro entre México y Estados Unidos, este muro de más 1000 km no solo impedirá la circulación de personas, e impondrá un régimen de violencia en las comunidades fronterizas, sino que además fracturara diversos ecosistemas, afectara fuentes de agua, corredores biológicos y zonas de importancia ecológica. Cabe recordar que esta obra se construiría en medio de un ecosistema en el que habitan al menos 800 especies que serán afectadas.

En esta zona existen animales en peligro de extinción, como jaguares, borregos cimarrones, el berrendo sonorense, el lobo mexicano, castores y ocelotes, que «requieren de estos movimientos para mantener saludables sus poblaciones, pues entre más pequeñas sean éstas, son más susceptibles a la extinción» [4] aseguró González científico de la UNAM.

A la par de lo anterior, el muro de Trump requeriría una extracción descomunal de cemento, arena, grava y agua, materiales necesarios para emplear una cantidad de hormigón superior a la de cualquier construcción humana. Y el mismo procesamiento de hormigón es uno de los mayores causantes de gases de efecto invernadero.

Adiós a los animales

Aunque parezca un tema secundario, los movimientos animalistas han dado importantes pasos en el mundo, al promover la empatía con los animales, volver visibles los impactos de la industria ganadera como uno de los principales factores de deforestación en el mundo, mostrar las condiciones lamentables en que viven los animales dentro de las industrias cárnicas y promover el resguardo del hábitat de diferentes especies en peligro.

Es innegable que nos encontramos ante el escenario de una extinción masiva de especies animales, lo que algunos llaman el «antropoceno» dentro del cual se predice que para el 2020 el mundo perderá dos terceras parte de los animales vertebrados que existen [5] , es decir, un colapso ambiental basado en la depredación de los ecosistemas de los que dicho animales dependen ello nos pone ante una necesario reflexión ética acerca de cómo a nivel individual y como civilización somos parte de este problema.

Para Trump esto también es motivo de burla. Ha manifestado que va a “multar a los veganos” Y que no encuentra ningún problema con la cacería. Esto puede dar paso al retroceso y estigmatización de las políticas animalistas.

 

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schnaauzi.com, La realidad del mundo de los animales

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Los hijos de Donald Trump cazan animales silvestres, precisamente aquellos que se encuentran en peligro de extinción.

Donald Trump propagandista de una alianza anti ecológica

La victoria electoral de Donland Trump representa el fortalecimiento de diferentes lobbystas anti ecologistas emprendido por empresas ganaderas, petroleras, mineras, inmobiliarias entre otras. Su victoria es un indudable avance de todas los grupos de capital que habían sido enfrentadas por la sociedad civil organizada en defensa de la vida, supuso legitimar, como nunca en los últimos años, la acumulación de ganancia y plusvalor a costa de la devastación ambiental.

El triunfo de Trump se dio entre otras cosas, porque supo canalizar la antipatía a los cuestionamientos sobre los hábitos de consumo insostenibles de la sociedad norteamericana. Trump viabilizó un pacto de clase entre los propietarios privados, adictos al consumo nocivo y a burguesía devastadora del mundo ambiental y social. Alianza que a partir de ahora será fomentada, auspiciada y promovida por el poder ejecutivo del Estado más poderoso del mundo, en contra del movimiento ecologista, la humanidad y la naturaleza a una escala nunca vista.

Pero también es necesario aclarar que esta alianza es posible, porque ocurre frente a un discurso ecologista y de derechos que ha resultado cansino para muchos y, que es necesario refundar. En esta época existe la urgencia de promover una alianza global frente a las políticas fascistas y depredadores desplegadas en las diferentes países. No es casual que en este mismo periodo veamos reacciones similares de aliados de Trump en el Este de Europa y otras latitudes del mundo.

Quizás la principal urgencia en la lucha ambiental, así como en la diferentes luchas que se ven afectadas por este avance, resida en refrescar el discurso ecologista, fundamentarlo menos en la culpa y más en el placer de una vida con la naturaleza, al menos en pensarlo a partir de la situación cotidiana de la mayoría de personas.

*Omar Bonilla M. es historiador de la UNAM, máster en Desarrollo Rural Territorial (FLACSO), y docente titular de la Universidad Central del Ecuador.

*Elena Gálvez M. es historiadora de la UNAM, máster en Sociología (FLACSO), y activista de YASunidos.

 

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219546

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