Por: Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (wrm.org.uy)
A pesar de las dañinas consecuencias que el modelo contaminante y orientado a la exportación de la industria del agronegocio ha traído a la salud de las comunidades locales, los trabajadores y los consumidores, así como al ambiente y al clima, gran parte de los debates internacionales sobre el suministro mundial de alimentos continúa centrada en el aumento y la expansión de este modelo basado en monocultivos a gran escala. El hecho es que gran parte de esta expansión ocurre a expensas de sistemas naturales diversos, en particular de los bosques, afectando por tanto a los campesinos y a las comunidades y poblaciones que dependen de los bosques. La alarmante expansión del agronegocio a gran escala en regiones de bosques tropicales amenaza, a su vez, la contribución fundamental que éstos hacen a la alimentación y la nutrición de quienes directa e indirectamente dependen de ellos en todo el mundo. Al mismo tiempo, este modelo impulsa e impone un patrón de consumo homogéneo y global insano, a expensas de las dietas y las formas de nutrición locales.
En todo el mundo, la mayoría de los bosques mejor conservados han sido utilizados, mantenidos y defendidos durante generaciones por las comunidades que dependen directamente de ellos. Una razón fundamental de esto es que los bosques y otros tipos de vegetación brindan un suministro constante de frutas silvestres y cultivadas, verduras, semillas, frutos secos, aceites, raíces, hongos, hierbas, proteínas de origen animal, entre otros. Las proteínas de origen animal y la leña para la subsistencia y la generación de ingresos contribuyen directa e indirectamente al suministro de alimentos y a la nutrición en las comunidades de los bosques del África subsahariana, del sudeste asiático y de América Latina. Aparte de estas funciones directas, los bosques son una parte fundamental de numerosos ciclos interconectados que resultan cruciales para la producción de alimentos en estas regiones, tales como la formación del suelo, el ciclo de nutrientes, el suministro de abono verde y agua potable, la polinización, la diversidad biológica y la regulación del microclima, todo lo cual mejora aún más la nutrición de quienes viven en y con estas tierras. Hay un reconocimiento creciente de que los alimentos obtenidos de los bosques contribuyen a una dieta diversa, lo que afirma el cambio en la actual valoración de la ingesta – basada mayoritariamente en un criterio calórico (cantidad de alimento) como principal indicador del consumo de alimentos – para basarse en una comprensión más amplia de dietas nutricionalmente equilibradas (1).
En 2015, la publicación The Lancet Global Health, una revista médica de libre acceso, publicó un artículo sobre la investigación de la Universidad de Cambridge, Estados Unidos, que observó los patrones de consumo de alimentos y nutrientes en 187 países en 1990, y nuevamente en 2010. El objetivo era determinar qué países tenían las dietas más saludables del mundo, de acuerdo a la calidad de los nutrientes de alimentos clave, y cómo éstos atendían a las necesidades del cuerpo humano (2).
Según esta publicación, de los diez países con las dietas más saludables en términos de su calidad nutricional, nueve se encuentran en África. Paradójicamente, es precisamente este continente al que muy a menudo se describe como necesitado de conocimientos y asesoramiento externo acerca de cómo cultivar los alimentos, recibiendo a menudo “soluciones”externas que se basan en la suposición de que hay algo que está intrínsecamente mal en la alimentación, los cultivos y la agricultura africana. Los tres países con las mejores dietas alimenticias se encuentran entre los países más pobres del mundo, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas 2015. Chad, que ocupa el lugar 185 de 188 países en el Índice de la ONU, tiene la dieta más saludable del mundo. Le siguen Sierra Leona y Malí, ocupando respectivamente los lugares 181 y 179 en el mismo índice (3). Otros países africanos con las dietas más nutritivas son, en orden descendente: Gambia, Uganda, Ghana, Costa de Marfil, Senegal y Somalia. En conjunto, el África subsahariana, especialmente África Occidental, se ubica mejor que otras regiones consideradas más ricas en América del Norte y Europa.
El estudio examina la nutrición sólo en términos de la calidad de la dieta del país, y no hace referencia a la cantidad de alimentos consumidos. Sin embargo, plantea interrogantes fundamentales acerca de cómo los organismos, las instituciones y los donantes del sector de desarrollo, involucrados en el negocio de la ayuda alimentaria, afectan las ricas dietas de alimentos existentes con sus programas para promover la “seguridad alimentaria”, sobre todo cuando sus programas de ayuda alimentaria y para el desarrollo se basan en el agronegocio del monocultivo. En el caso de África, iniciativas tales como la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA) y la “Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición” del G8, que promueven fuertemente los intereses de semillas, fertilizantes y productos agroquímicos controlados por empresas, a expensas de los derechos e intereses de las comunidades de pequeños agricultores, amenazan la diversidad y los sistemas de conocimientos locales disponibles para tener una dieta rica y nutritiva. En general, el aumento de proyectos internacionales sobre nutrición e iniciativas agrícolas en el Sur Global tienden a priorizar los mercados mundiales, los cultivos comerciales y la inversión extranjera que debilita o le quita directamente el control a los campesinos, los pueblos de los bosques y las comunidades sobre sus tierras, con el fin de expandir un modelo de agricultura industrial basado en el uso intensivo de insumos químicos, tales como los agrotóxicos. Por otra parte, los mercados transnacionales y las inversiones extranjeras a menudo promueven el consumo de alimentos insalubres, como es el caso de los snacks en Tailandia y los refrescos en México.
Para respetar y apoyar las saludables dietas tradicionales – y por lo tanto, la agricultura local y campesina – es necesario dar un viraje radical, muy diferente de lo que prescriben los países industrializados y la agroindustria comercial, que controlan el sistema de producción mundial de alimentos industriales. Es necesario poner fin a la dominación de las formas industriales basadas en la exportación de la producción de alimentos y respetar el control local de la agricultura campesina y de las comunidades del bosque así como su acceso a sus tierras, bosques y medios de vida. Los sistemas agrícolas a pequeña escala y diversificados aseguran la soberanía alimentaria, que a su vez cumple con las necesidades nutricionales y culturales de las comunidades locales. La producción local de alimentos basada en los conocimientos y las culturas locales merecen todo el apoyo y la prioridad a la hora de debatir las necesidades mundiales de un suministro seguro de alimentos, algo que todavía no es el caso para un gran número de la población mundial.
Referencias:
(1) Bhaskar Vira, Christoph Wildburger y Stephanie Mansourian (eds.) 2015, Forests and Food: Addressing Hunger and Nutrition Across Sustainable Landscapes, http://www.openbookpublishers.com/product/399/forests-and-food–addressing-hunger-and-nutrition-across-sustainable-landscapes
(2) Imamura, F, et al. 2015, Dietary quality among men and women in 187 countries in 1990 and 2010: a systematic assessment, The Lancet Global Health, http://www.thelancet.com/journals/langlo/article/PIIS2214-109X(14)70381-X/abstract
(3) http://www.joanbaxter.ca/2016/01/13/looking-for-healthy-eating-go-to-africa-2/