Hace algunas semanas alumnas de la Carrera de Veterinaria de una de las universidades públicas, cuestionaron e hicieron público el sacrificio de animales en clase, justificado por el docente con fines de formar su carácter o desensibilizar a los alumnos. En lugar de enfrentar el necesario debate ético que plantearon las estudiantes, se les instaló un proceso administrativo en esa casa superior de estudio, que podría llevar a su expulsión.
El uso de animales en la educación superior es un objeto de controversias y debates. La discusión contempla dos aspectos: (1) la justificación pedagógica, es decir, si la opción de usar animales resulta didácticamente igual, menos o más efectiva que hacerlo sin ellos y, (2) la justificación ética, que trata de responder a la pregunta de si es moralmente correcto usar y/o matar animales para que los estudiantes aprendan. Numerosos estudios pedagógicos muestran que los alumnos aprenden igual, y en muchos casos, mejor sin usar animales,
Según la organización Personas por la Ética en el Trato a los Animales (peta) (2015), cada año matan en Estados Unidos unos 20 millones de animales en sesiones escolares que involucran su disección o su vivisección. En el resto del mundo no hay datos, pero las prácticas cuestionadas en las facultades que cuentan con la carrera de Veterinaria dan cuenta de la generalización de su uso, sin ningún tipo de regulación ni respeto a las normativas vigentes en el país.
La preocupación de los estudiantes es creciente. ¿Es realmente necesario utilizar animales en laboratorio para aprender anatomía, fisiología, psicología? Es éticamente correcto matar animales para ver su aparato digestivo, o matar ranas para constatar la respuesta de sus músculos a la electricidad o para saber cuáles son sus reflejos, entre otros, cuando hoy existen modos alternativos para aprenderlo mejor?
Según Ortiz Millán, el debate sobre el uso de animales en la educación tiene que contemplar dos aspectos: 1) la justificación pedagógica, es decir, si la opción de usarlos resulta didácticamente igual, menos, o más efectiva que enseñar lo mismo sin animales; y 2) la justificación ética, que trata de responder a la pregunta de si es éticamente correcto usar y matar animales para que los estudiantes aprendan.
El autor sostiene que si bien ha sido tradicional utilizar animales para enseñar, no todas las tradiciones son buenas y menos cuando se ha probado que con otros métodos, apoyados por la informática se ha probado que se aprende mejor, es decir que son didácticamente más efectivos, eso sin tomar en cuenta los menores costos de la enseñanza asistida por computadora, simulaciones, videos de alta calidad e incluso el uso de cadáveres provenientes de una fuente ética, como aquellos a los que se aplicó la eutanasia por enfermedades o preservados y las experiencias clínicas supervisadas. Entre los beneficios adicionales de tales prácticas el autor enumera: un ahorro significativo en tiempo y en costos, mayor potencial para la personalización y para la capacidad de repetición del ejercicio de aprendizaje, aumento de la confianza y de la satisfacción de los estudiantes, mayor cumplimiento de la legislación sobre el uso de animales, supresión de las objeciones a la utilización de animales para fines educativos por parte de los estudiantes y una mejor integración de la perspectiva clínica y de la ética en el plan de estudios.
Uno de los argumentos que cuestionaron las estudiantes al docente es que el uso de animales y la forma de su sacrificio tuviera el objetivo formar el carácter de los futuros veterinarios, como profesionales insensibles y sin emociones frente al sufrimiento de los animales. Términos como “extinción”, “refuerzo parcial” o “estímulo negativo” son utilizados como parte de la “terminología científica” para adoctrinar al joven estudiante al que se inicia con animales pequeños y progresivamente se le va incrementando el uso de animales vivos enseñándole que la vida de los animales no es importante y generando una falta de sensibilidad y de empatía hacia los animales, como si ello fuera garantía de profesionalismo.
Como afirman Birke, Arluke y Michael (citado por Ortiz):
[…] están aprendiendo mucho más que anatomía y técnicas apropiadas, están aprendiendo sutilmente las creencias subyacentes de la ciencia, que condona el literal despiece del cuerpo que es diseccionado (epítome del reduccionismo científico). […] Los jóvenes estudiantes están confrontando algo que tienden a encontrar moralmente repugnante en una edad en la que están desarrollando su sentido de la identidad y su carácter moral, sin embargo, todavía no son capaces de resistir a las figuras de autoridad (Birke et al., 2007: 80)
“Las ciencias y su práctica no están libres por completo de intereses y de valores, como pensaron alguna vez los positivistas (la crítica al mito de la pureza axiológica de la ciencia la realizó Habermas [1982] en su libro Conocimiento e interés, así como diversos sociólogos de la ciencia). Al aprender ciencia también se aprenden implícitamente valores morales.”
La falta de sensibilidad y empatía con los animales puede llevar a la misma situación con humanos, existe una latente necesidad social de dar un salto y dejar estas prácticas ortodoxas y ser propositivos no simplemente en la aplicación científica o una currícula educativa ya estructurado. EL porqué de la necesidad de nuevos profesionales cumpliendo con todos sus preceptos que propugnan de la Ética y Moral en la sanación, prevención y tratamiento de los animales con un manejo equilibrado respetando la Vida en todas sus formas … La respuesta la tienen estos futuros profesionales que deberían ser unos agentes de cambio de acuerdo a la evolución de la sociedad en su conjunto.
Referencias:
Gustavo Ortiz Millán. Víctimas de la educación. La ética y el uso de animales en la educación superior. Revista de la Educación Superior. Volumen. Enero- Marzo.
Madeleyne Aguilar. 21 septiembre de 2016. Por quejas, suspenden prácticas de eutanasia animal. Página Siete.
Lourdes Aruquipa . QANASA. Comunicación personal
Por: Patricia Molina (FOBOMADE)