19 Jul
2016

Análisis e investigación de una tragedia inconclusa: FUKUSHIMA, PUNTO FINAL DE LOS MITOS NUCLEARES

A cinco años de la crisis nuclear

Esta crónica pretende ser un llamado que reafirme el rechazo a la energía de origen nuclear y que ayude a comprender los enormes peligros presentes en todo el ciclo, desde la minería a la gestión final de los residuos. Argentina no está exenta de riesgos. Un Fukushima en potencia se erige en Buenos Aires, a 100 km de capital federal. Con tres centrales construidas y la cuarta por concretarse, la amenaza atómica estará siempre latente.  Lejos de pretender generar desasosiego, el presente trabajo es una invitación a la denuncia y al compromiso ciudadano para impulsar un cambio en la matriz energética que inicie la urgente transición a las energías  limpias, renovables y descentralizadas.

 El 11 de marzo de 2011 un terremoto de magnitud 9 sacudió Japón generando el devastador tsunami que golpeó la costa noreste de la isla con olas que superaron los 30 metros de altura. El letal maremoto arrastraba casas, destruía pueblos y se llevaba 20.000 vidas. Las pérdidas económicas se calcularon en cientos de miles de millones de dólares. El más potente terremoto jamás registrado en ese país generaba imágenes que recorrían el mundo como escenas del Armagedón. La destrucción del fenómeno natural impactó en la audiencia mediática planetaria. Pronto nos enteraríamos que en Fukushima se gestaba la peor tragedia nuclear civil de la historia humana. Sus impredecibles consecuencias persistirán por cientos de años y su final sigue siendo incierto. Si algún desprevenido todavía creía en el mito de una industria nuclear limpia, segura y barata, y Japón lograba conservar cierta aura de eficiencia y de infalibilidad tecnológica (a pesar de un amplio historial de fugas radioactivas, incidentes y “accidentes”[1] en sus plantas) Fukushima desterraría definitivamente esas fantasías.

La fusión del núcleo de tres reactores del complejo Daiichi en las unidades 1, 2 y 3 y el casi colapso de la pileta de desechos radioactivos de la unidad 4 escaparon a cualquier escala de medición de accidentes que no contemplaban semejante situación. Los reguladores nucleares nipones ni siquiera preveían que un terremoto y un accidente nuclear pudieran ocurrir a la vez. Los peores desastres de la historia, Three Mile Island en Estados Unidos y Chernobyl en Ucrania -el más grave hasta ese momento-fueron resultado de la fusión de un solo núcleo, y aun así, 30 años después, la tragedia de Ucrania nos sigue recordando su vigencia, la emisión radioactiva nunca se detuvo. (Ver recuadro aparte: comparación de casos) Imaginar el escenario de la fusión de tres reactores en la pequeña isla de Japón y su prolongación en el tiempo estremece.

Génesis de una tragedia

En la década de los años sesenta la compañía norteamericana General Electric comenzó la construcción de la primera unidad del complejo nuclear Fukushima Daiichi compuesto por seis centrales diseñadas íntegramente por la corporación norteamericana. Los edificios con forma de cubo se ubican en línea  frente a la costa, aunque las primeras cuatro unidades se aprecian más próximas al océano que las unidades cinco y seis, situadas tierra adentro y a mayor altura sobre el nivel del mar. La decisión de General Electric de remover grandes cantidades de suelo para que las primeras cuatro centrales queden cerca de la costa se debió a motivaciones técnicas y económicas: de esta manera bombear el agua para enfriamiento de las plantas colapsadas presentaría facilidades y menores costos. Las unidades cinco y seis, construidas posteriormente, subsanaron este error y se hicieron a mayor altura y distancia. Al día de hoy uno de los problemas más serios en Fukushima es el agua subterránea que fluye directo a los sótanos de las centrales, transformándola en un líquido altamente radioactivo que debe ser bombeado y acumulado en miles de tanques distribuidos sobre una enorme superficie.

Aunque el terremoto por si mismo ya había producido severos fallos en el complejo y éste (ni ningún otro en el mundo) está preparado para un sismo de magnitud 9, la llegada del tsunami con una ola de 15 metros de altura superó con facilidad la barrera de contención que soportaba olas de sólo seis metros. El agua anegó las centrales anulando los sistemas de suministro eléctrico de emergencia y otras instalaciones vitales que impidieron el enfriamiento de los reactores y provocaron la fusión en el núcleo de tres de ellos. Durante los primeros días del desastre la empresa “Tokyo Electric Power Company” (Tepco) – la mayor generadora de energía de Japón y tercera del mundo- negó la fusión e intentó mostrar que tenía la situación bajo control. El jefe de gobierno de entonces Naoto Kan[2] declaró que la compañía retaceó información y lo dejó al margen de las decisiones; al punto de enterarse de la primera explosión en las centrales a través de la televisión. Cuatro días después del desastre, Tepco y la agencia reguladora nuclear japonesa, minimizaban los riesgos ante el público pero secretamente pedían autorización al primer ministro para que todos los trabajadores evacuen la planta porque de otro modo probablemente morirían. Naoto Kan rechazó esta posibilidad, abandonar las centrales implicaba  la fusión en cadena de todo el complejo y una emisión descomunal de radioactividad que hubiese hecho inhabitable a gran parte del territorio de Japón. Esta confesión, salida de la boca de quien tenía el mando en Japón, ejemplifica la gravedad de lo que estaba sucediendo por esos días. Naoto Kan denunció también la existencia de una red de poder paralelo llamada la “aldea nuclear”, un lobby atómico integrado por Tepco, y por políticos, funcionarios e investigadores de la universidad que se encargan de suprimir toda declaración en contra de la energía nuclear y evitar además la denuncia de sus peligros. Son responsables de financiar partidos políticos, medios de comunicación y tienen la capacidad de destruir carreras y realizar campañas difamatorias. En Japón los barones del átomo manejan en las sombras los resortes del poder.

Al igual que en Chernobyl fueron seres humanos anónimos los que dejaron sus vidas para evitar una catástrofe mayor. Los llamados “héroes de Fukushima” arriesgaron todo manteniéndose en sus puestos en los primeros momentos. Cientos de voluntarios y trabajadores de la central, con la ayuda de bomberos y militares, apagaron incendios, restablecieron la electricidad, limpiaron escombros y bombearon agua de mar para intentar enfriar los maltrechos reactores y las piscinas de combustible. Muchos de ellos sucumbieron a la radioactividad, incluido el director de la central de entonces Masao Yoshida, víctima de un cáncer de esófago. En cierto modo el azar  jugó a favor del pueblo japonés y que la tragedia no fuera mayor: los primeros días el viento soplaba hacia el este a través del océano pacífico con lo cual buena parte de la fuerte radiación de esas primeras horas deambulaba sobre extenso mar. El 15 de marzo el viento rotó hacia el noroeste contaminando Tokio[3], la ciudad más  poblada del planeta. La capital japonesa, de 36 millones de habitantes, quedó severamente contaminada como pudo certificarlo el prestigioso ingeniero nuclear estadounidense Arnie Gundersen,[4]  analista de muestras al azar en distintos puntos de la megalópolis. Luego de examinarlas, concluyó que en Estados Unidos serían consideradas como desechos radioactivos peligrosos. La otra razón azarosa es que el accidente sucedió un viernes, detalle increíblemente importante porque de haber ocurrido al día siguiente -durante un fin de semana-  otro sería el destino de Japón. Al momento del desastre había unos 1000 trabajadores ubicados entre Fukushima Daiichi y Fukushima Daini que pudieron llegar rápidamente al lugar del siniestro. Durante los fines de semana el staff se reduce al mínimo porque Tepco (como la mayoría de las centrales nucleares) no quiere correr con el costo de mantener todo el equipo de trabajo en los días de descanso. Con las carreteras destruidas por el terremoto, los trabajadores habrían estado demasiado lejos como para llegar a tiempo. Es difícil predecir cuál hubiera sido el escenario ante esta situación, pero hay muchas probabilidades de que hubiesen perdido el control del lugar y con esto los niveles de radiación emitidos habrían impedido acercarse a Fukushima. La corrupta industria nuclear cree que los desastres respetan  feriados.

Tepco no escapa a la conducta habitual de las corporaciones nucleares que pretenden ocultar la realidad de una actividad inviable que condena a un futuro incierto la vida de las presentes y futuras generaciones. Decenas de radioisótopos generados en los fusionados reactores de Fukushima infectarán la tierra por miles de años. El objetivo de la empresa y del gobierno es mostrarle al público que  Fukushima es un problema que puede resolverse, un error humano o una tragedia natural que se arregla con más medidas de seguridad y controles, justificando de esta manera la puesta  en marcha de los 48 reactores nucleares que estuvieron apagados durante cuatro años[5], permitiéndoles continuar por el camino nuclear en una de las regiones más sísmicas del planeta. Un camino que podría conducir al abismo.

Tepco contaba con un amplio historial de mentiras, engaños y corrupción. Durante décadas falsificó documentos que evidenciaban graves problemas: fisuras en el reactor, fugas radioactivas, violación de medidas de seguridad. El ingeniero nuclear Yukitero Naka vio como silenciaban las advertencias sobre estos problemas. Kei Sugaoka inspeccionó durante años las centrales de Fukushima y sufrió la falsificación y el ocultamiento de sus lapidarios informes. Esta es la ética de la corporación nucleoeléctrica que sigue al frente de las operaciones para decomisar el complejo nuclear de Fukushima y poner bajo control un desastre -que a cinco años de iniciado- está lejos de lograrse.

Cinco años de constante emisión radioactiva

Adentrarse en el distrito de Futaba donde se encuentra la prefectura de Fukushima, sus pueblos y aldeas, es viajar en el tiempo cinco años atrás. La imagen congelada de casas abandonadas, comercios cerrados y calles desiertas nos llevan al escenario de un paisaje pos apocalíptico. Más de 200.000 personas abandonaron sus hogares partiendo hacia otros rumbos y alrededor de 20.000 viven aún en residencias temporales, en una suerte de módulos minúsculos en la que habitan familias enteras fuera de la zona de exclusión. Muchos de los que quedaron en los módulos son ancianos que mueren con la tristeza del desarraigo y la vana esperanza de poder regresar alguna vez a lo que fue su hogar. Alrededor de 130 personas se quitaron la vida por depresiones vinculadas al desastre nuclear, son las víctimas silenciadas de Fukushima.

Al perder refrigeración los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 se recalentaron a temperaturas tan elevadas que comenzaron a derretirse fundiendo todo a su paso y llevando consigo el combustible que estaba fisionando en el reactor. El zirconio (metal que recubre las barras de combustible) cuando se funde reacciona con el agua generando hidrógeno. Este gas es extremadamente inflamable y fue el que hizo volar por los aires los edificios de los tres reactores liberando enormes cantidades de elementos radioactivos. La reconocida  doctora australiana Hellen Caldicott[6] explica claramente lo sucedido: “Se estima que el 15 de marzo -en cuestión de horas- escaparon a la atmósfera tres veces más gases nobles que los liberados en Chernobyl. Estos gases son emisores de radiación gamma de muy alta energía, similares a los rayos x, penetran el cuerpo humano y al ser inhalados se instalan en los pulmones y en los tejidos grasos exponiendo a los órganos cercanos a la radiación gamma. El cesio y el yodo 131 son también emisores de radiación beta y gamma, entran en el cuerpo por inhalación o ingestión. Otro elemento muy peligroso es el estroncio 90, tóxico por 100 años, análogo al calcio se concentra en los huesos, los dientes y la leche materna, puede causar cáncer de huesos, leucemia o cáncer de mama. Pero alrededor de otros 100 elementos radioactivos fueron también liberados durante las semanas y meses del accidente y miles de personas fueron expuestas a nubes de radiación” Esta explicación es vital para comprender la imagen desolada del comienzo en la prefectura de Futaba, territorio entregado a las miasmas radioactivas liberadas de la caja de pandora que se abrió en Fukushima.

El producto de la fusión del núcleo de los reactores es una masa negra similar al magma de un volcán. Arrastra consigo las más temibles sustancias inventadas por la industria. Uranio, plutonio y otros elementos radioactivos y metales fundidos están presentes en el magma atómico llamado “corium” en la jerga nuclear. En Chernobyl se tomaron fotografías del mismo y se lo conoce como la “pata de elefante”. Al día de hoy la pata de Chernobyl sigue siendo letal; en Fukushima mataría a una persona en minutos. El “corium” es la materia de los 6 extremos: extremadamente potente, tóxica, radiactiva, caliente, densa y corrosiva. Esta lava ardiente atravesó la gruesa vasija de acero de contención de los reactores y se encuentra sobre la base de hormigón de los mismos, aunque nadie puede aproximarse para comprobarlo fehacientemente. Ni siquiera los famosos robots japoneses que resultan inutilizados ante la radioactividad. Esta es la razón por la que el agua que entra en los sótanos de las centrales (construidas demasiado bajas para ahorrar costos) sale altamente radioactiva. Desde el comienzo del desastre una parte del agua termina en el mar a un ritmo de 300 toneladas diarias. Más de 500 mil toneladas vertidas contaminaron el océano pacífico y las consecuencias de la acumulación radioactiva en los ecosistemas marinos planetarios comienzan a notarse aunque los gobiernos se empeñen en negarlo. La repentina muerte de focas, orcas, estrellas y leones de mar, devastados por extrañas enfermedades (pérdidas de pelo, llagas supurantes y úlceras en la piel) a lo largo de toda la costa del pacífico, desde Alaska hasta México, no fue tenida en cuenta para profundizar las investigaciones. Daniel Madigan, investigador de la universidad estadounidense de Stanford capturó atunes rojos apenas seis meses después del accidente, concluyó que “de manera inequívoca los atunes rojos están transportando partículas radioactivas procedentes de Fukushima”. Otras 400 toneladas diarias del agua que fluye a través de los reactores son acumuladas en miles de tanques provisorios construidos a toda prisa. Sus costuras se abren, las mangueras pierden y las fugas son constantes, si hubiera un nuevo terremoto todo ese agua iría derecho al mar. En una de las filtraciones descubiertas las mediciones se contaron en  2200 milisieverts por hora. Se estima que era radiación beta incapaz de atravesar la ropa de los trabajadores, de haber sido radiación gamma[1][7] los hubiera matado en pocas horas. Para contener el agua radioactiva Tepco y el gobierno planearon la construcción de un faraónico muro de hielo de U$S 400 millones que congele los suelos para intentar impedir el contacto del agua con los reactores.  Aunque voces calificadas se alzaron diciendo que no servirá para nada, pronto comenzará su construcción. Científicos y personalidades de todo el mundo reclamaron la intervención de una misión internacional de expertos que ayude para encontrar soluciones a un desastre que afectará a toda la humanidad, denuncian incapacidad técnica, ética y económica de la corporación Tepco para seguir al frente de tan titánica tarea.

La piscina de combustible del reactor Nº 4

Cada  día que pasa se estarán moviendo barras de combustible agotado en alguna de las 430 centrales nucleares existentes alrededor del planeta. Computadoras especialmente diseñadas manipularán un brazo robótico para extraerlas, manteniendo convenientemente alejados a los seres humanos. Los sistemas informáticos calculan milimétricamente los movimientos que se harán a través de grúas automatizadas. Transportar las barras de combustible agotado desde el núcleo del reactor hasta la pileta para su enfriamiento es una tarea sumamente delicada, aun en las mejores condiciones. El reactor Nº 4 del complejo Fukushima Daiichi se encontraba detenido por mantenimiento el día del terremoto, por lo que todo el combustible en uso estaba en la piscina. Esto significa que algunas de las barras estaban altamente irradiadas y muy calientes. La función de la pileta es justamente contener el combustible agotado enfriándolo durante años para recién después poder reutilizarlo o darle una disposición final; el combustible que más tiempo lleva estará más frio y habrá decaído parte de su radioactividad. La piscina del reactor cuatro contenía 450 toneladas de combustible nuclear, distribuidas en 1.535 barras de las cuales 1.231  estaban irradiadas y en su interior había aproximadamente 37 millones de curies de radioactividad de largo plazo. ¿Qué nos indica esto? Que si hubiera acontecido un nuevo evento sísmico generando una reacción en cadena dentro de la pileta, se hubiesen liberado 10 veces más cesio 137 que en el accidente de Chernobyl

La humanidad estuvo en peligro.

La pileta del reactor Nº 4 fue construida entre el cuarto y el quinto piso  a 30 metros de altura. El potente sismo de magnitud 9 dañó severamente la edificación. Como señala el experto Arnie Gundersen, en las primeras horas del accidente la pileta debió haber perdido agua generando una reacción en cadena parcial que hizo saltar el techo por los aires. La integridad estructural del edificio se encontraba dañada y apuntalada, con un nuevo sismo la pileta habría caído al suelo, o hubiese sufrido rajaduras que habrían liberado todos los elementos radioactivos presentes. Era conocido que no podía resistir un nuevo terremoto que supere el grado 7 de la escala Richter y para colmo de males los sismólogos más destacados de Japón predicen que existe un 98% de probabilidades de que esto ocurra en los próximos años. ¿Cuáles serían las consecuencias del peor escenario? La destrucción de la pileta del reactor 4 o la pérdida total del agua refrigerante habría iniciado una serie de eventos de carácter apocalíptico que al decir de Gundersen y otros reconocidos científicos implicarían  que “la gente abandone Japón y los residentes de la costa oeste de EEUU y Canadá cierren todas sus ventanas y permanezcan al interior durante un tiempo”. Si la piscina se hubiese roto quedando sin agua, el combustible se habría calentado provocando un estallido que hubiese liberado una gran cantidad de sustancias radioactivas dispersándose sobre una extensa área. La radiación resultante habría impedido acercarse a todo el complejo disparando nuevas reacciones en cadena en todas las barras de combustible usado del resto de los reactores. No eran teorías conspirativas o exageraciones para generar pánico, era una terrible realidad denunciada por muchas personalidades. Existen más de 11.000 barras de combustible agotado en todo el complejo, la cantidad de Cesio 137, por nombrar uno de los peligrosos radionucleidos presentes, es alrededor de la mitad de Cs 137 liberado en todas las pruebas nucleares, accidentes como Chernobyl y plantas de reprocesamiento de todo el planeta en los últimos 60 años: algo así como casi 100 Chernobyl. Muchas voces y ciudadanos independientes del mundo se alzaron denunciando esta situación. El ex embajador de Japón ante Suiza Mitsuhei Murata declaró que el derrumbe del edificio de la unidad 4 habría afectado también a la pileta común ubicada a solo 50 metros que contiene 6.375 barras de combustible. Murata aseguró en ese momento “que esto causaría una catástrofe global nunca vista. La responsabilidad de Japón ante el resto del mundo es inconmensurable” Akio Matsumara ex asesor en la ONU envió una desesperada carta[8] al Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-Moon solicitando la “intervención de un equipo internacional de expertos independientes” liderado por la ONU. Para argumentar el pedido escribía que ante la posibilidad del colapso de la piscina de combustible “incluso en el mejor de los casos sería una catástrofe mundial sin precedentes. Las posibles consecuencias son la evacuación de 35 millones de habitantes de Tokio, el desuso permanente de la tierra de Japón, y el envenenamiento de los cultivos de alimentos en los Estados Unidos. Estas no son proyecciones fantásticas, son razonablemente expectativas conservadoras”, alertaba Matsumara. La consultora internacional Holophi especializada en temas de alta complejidad realizó un informe especial[9] en donde destacaba las estimaciones de estroncio, cesio y plutonio presentes en la pileta del reactor 4 y en todo el complejo, y analizaba distintos escenarios en caso de accidente. Sus conclusiones coincidían con los temores de Murata y Matsumara y recomendaba a los ciudadanos  presionar a los gobiernos para que tomen acción.

Tepco inicia la remoción de las barras de combustible de la pileta colapsada

En noviembre de 2013 Tepco comenzó a mover las barras de combustible de la pileta del reactor Nº4[12]. La tarea más peligrosa e importante realizada a la fecha. Para llevarla adelante debieron desarrollarse tecnologías nunca probadas. Recordemos que el edificio voló en pedazos y los sistemas informáticos junto con las grúas automatizadas desaparecieron. Durante dos años Tepco construyó un nuevo edificio que rodea y tapa la pileta, también colocaron grúas que se apoyan en estas nuevas estructuras construidas por fuera de la edificación antigua  (lo que demuestra la debilidad estructural  del edificio de la unidad 4 que no podía soportar el peso de la grúa). La tarea que antes realizaba milimétricamente una computadora, la hicieron manualmente  trabajadores expuestos a un ambiente de altísima radiación, que trabajaban con trajes y máscaras que reducían la visión, bajo estrés constante y que debían ser reemplazados de sus puestos regularmente debido a niveles radioactivos que superaban los límites permitidos rápidamente. El plan de Tepco fue introducir una barrica de acero dentro de la pileta para luego insertar las barras de combustible, una por vez dentro de la misma. La barrica, que permanecía con líquido en su interior (caso contrario explotaría), era elevada por otra grúa que la introducía en un camión que la transportaba hasta la pileta contigua que se encuentra en buen estado. Debieron repetir esta operación 1.535 veces. Hemos citado en este trabajo al ingeniero nuclear norteamericano Arnie Gundersen por ser una voz con autoridad. Gundersen tiene más de 40 años de experiencia en altos cargos de la industria nuclear, trabajó en la fabricación de barras de combustible, construyó y operó reactores. Como a tantos científicos la realidad de esta industria fatídica lo llevó a cruzar a la vereda opuesta, hoy preside “Fairewinds Energy Education” un centro de información y educación que intenta desmitificar las bondades de la energía nucleoeléctrica. El ingeniero nuclear cuestionó los planes de Tepco para retirar las barras porque subestimaban los peligros implícitos. La tarea debía realizarse con sumo cuidado, el más mínimo error podía haber disparado una reacción en cadena. Al decir de Gundersen no se podía saber con exactitud el estado de las barras y varillas de combustible. Dentro de la pileta cayeron pequeños escombros que no pudieron ser retirados, hubo una explosión y era posible que las barras al haberse calentado estuvieran deformadas, temía Gundersen. “Imagínese que está retirando cigarrillos de un paquete lleno”, ejemplifica. “Si el paquete no está dañado se podrá retirar un cigarrillo sin problemas, ahora si usted aprieta el paquete y lo deforma, el cigarrillo se atascará”. De manera análoga las barras se encuentran muy juntas en una caja, si estuvieran deformadas, el más mínimo roce podría haber desatado una reacción en cadena. La riesgosa tarea en la piscina del reactor cuatro finalizó en noviembre de 2014, pero queda por delante un desafío aún más difícil: retirar el combustible agotado de las piletas y de los núcleos de los fusionados reactores 1, 2 y 3. Esta tarea deberá realizarse a distancia debido a los altos niveles de radiación que impiden la presencia humana. El comienzo de los trabajos en la piscina del reactor 1 fue anunciado para 2019 y del combustible de la unidad para 2025. Es imposible pensar –en el mejor de los casos- desmantelar el complejo antes de 2050.

Y habrá que cruzar los dedos para que nada salga mal. Los antecedentes de Tepco no llaman a la confianza, en estos últimos años  mintieron constantemente y fracasaron recurrentemente en encontrar soluciones a los problemas. Incluso situaciones tan ridículas como la acción de roedores sobre los cables de alimentación llevaron a interrupciones del suministro eléctrico que pusieron en peligro nuevamente -al menos en dos oportunidades-  al complejo Fukushima Daiichi. Inexplicablemente el gobierno hizo oídos sordos a todas estas advertencias. Un periodista del diario japonés “Mainichi” pudo visitar la pileta del reactor 4 y cubrir lo que estaba sucediendo allí dentro mientras trabajaban en la remoción de las barras de combustible. Escribía el reportero[13]: “las escenas reales de la devastación ponen de relieve un duro camino por delante para desmantelar las instalaciones, una tarea desalentadora que probablemente tenga 40 años por delante” “Las instalaciones nucleares paralizadas por el tsunami permanecen regadas de escombros tres años después del estallido de la crisis nuclear”. Una frase escrita como un mantra sobre un pilar de acero donde realizaban la peligrosa tarea ejemplifica la presión a la que estaban sometidos los trabajadores: “¡No caiga! ¡No deje caer! ¡No quede atrapado!” si hubiese sucedido cualquiera de estas cosas mientras manipulaban las grúas que retiraban las barras de la pileta, sus vidas habrían tenido los minutos contados.

Esclavos nucleares en Fukushima

Las potencias occidentales aseguraban que el accidente de Chernobyl había ocurrido porque el gobierno comunista era corrupto y no contaba con la tecnología apropiada acusando a la antigua URSS de imponer un férreo manto de silencio para ocultar aquella tragedia. El desastre de Fukushima ocurrió en uno de los países capitalistas más organizados. Para buena parte  del imaginario popular Japón es sinónimo de robots, honor y pujanza económica. La antigua Unión Soviética entregó a los llamados “liquidadores” a una muerte segura, miles de ellos fueron llevados por la fuerza o bajo engaño a inmolarse frente al reactor ardiente. Por el contrario en Japón poco después del accidente los “héroes de Fukushima” recibían el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, por su valor y ejemplo. Tres años después una investigación de la agencia Reuters[14] y otra del diario El Mundo[15] de España dejaban en evidencia que los “héroes” habían sido reemplazados por indigentes, desempleados sin recursos, personas endeudadas  y mendigos que viven en las calles. Mediante subcontrataciones de empresas que reciben fondos de Tepco son reclutados por los Yakuza, la poderosa mafia japonesa. Expuestos a altas dosis radioactivas trabajan sin máscara ni traje de protección, no tienen seguro médico, no reciben formación y una vez que enferman son desechados sin ninguna compensación. Son los esclavos nucleares de Fukushima. Su paga: poco más que un plato de comida. Un “empleado” de la ciudad de Mito declaraba: “No recibimos comidas o máscaras protectoras, el trabajo de descontaminación es como un gran campo de concentración” La necesidad de renovar constantemente el plantel de trabajadores que han recibido el máximo de radioactividad permitida puso a los Yakuza como intermediarios finales para reclutar a los que no tienen opción, a los pobres de la tierra. “Más de 50.000 empleados pasaron por la Zona de Exclusión Nuclear y las previsiones indican que se necesitaran otros 11.000 cada año. A pesar de todo Tepco apenas cubre dos tercios de sus necesidades de mano de obra en Fukushima”, asegura el demoledor informe. En Ucrania los “liquidadores” eran soldados, campesinos y bomberos, cientos de miles murieron de cáncer y enfermedades, pocos llegaron a los 50 años de vida. El moderno Japón también ofrenda sus “liquidadores” al dios del átomo, en la democracia occidental el ejército de reserva es la mano de obra desempleada, los pobres; sus violentos reclutadores, la mafia. Queda claro que en los desastres nucleares la ideología no hace diferencia.

En el país del fascismo naciente

En Japón empieza a fortalecerse  un Estado autoritario que parece estar dirigido por lo que el ex primer ministro Naoto Kan llamó “la aldea nuclear”, a la que nos referimos al comienzo. En noviembre de 2012, coincidiendo con el inicio de los trabajos en la pileta del reactor 4, el gobierno del conservador Shinzo Abe promulgó una polémica ley de secretos de estado que castigará hasta con 10 años de cárcel a quien divulgue secretos nacionales, llamados “secretos especiales”, definidos de manera vaga y dando la posibilidad a que cuestiones como la difusión de lo que ocurre en Fukushima, pueda ser clasificado dentro de esta categoría. Defensores de derechos humanos, periodistas y ciudadanos creen que esta ley restringirá el derecho a la información. El gobierno de Abe se manejó de manera poco transparente sobre todo respecto a la información sobre Fukushima, “los funcionarios de gobierno sistemáticamente limitaron sus informes sobre las condiciones ambientales después del desastre, en detrimento de la salud de muchas personas”, destaca el portal Gloval Voices.

La organización Médicos por la Responsabilidad Social[16] (PSR, por sus siglas en inglés) calificó como normas “sin conciencia” a los niveles de radiación permitidos en las escuelas primarias y secundarias de la prefectura de Fukushima. El gobierno declaró como “segura” la exposición a 20 milisieverts por año para los niños que utilizan los patios de recreo en la región. PSR denunció que con esos niveles permitidos se los exponen a un riesgo de 1 en 200 de contraer cáncer y si están expuestos a esta dosis durante dos años, el riesgo es de 1 en 100. Para los médicos ganadores del premio nobel de la paz en 1985 “no hay manera de que estos niveles de radiación sean considerados como seguros”.  Mientras estas mentiras se desparraman, en los hospitales de Japón los doctores reciben órdenes de sus superiores de no decir a los pacientes que sus problemas están relacionados con la radiación, pero recientes estudios demuestran que el cáncer de tiroides en niños[17]está comenzando a dispararse mucho antes de lo esperado. En Chernobyl los impactos masivos en la salud comenzaron cuatro años después del accidente nuclear. Con los alimentos y cultivos en la zona (y en todo el país) altamente contaminados, es de esperarse que la incidencia exponencial de todo tipo de cáncer y enfermedades relacionadas con la radiación, devaste la salud de la población. El gobierno japonés se propone silenciar esta realidad promoviendo leyes que restringen la información. Pero la mayor cortina de humo es sin dudas el anuncio de la realización de los juegos olímpicos 2020 en Tokio, que contó con la irracional aprobación del comité olímpico que no consideró los riesgos a los que someterán a los deportistas en una ciudad que tiene importantes niveles de contaminación radioactiva[18].

Mientras tanto un régimen nuclear en las sombras sueña con reactivar[19]todas las centrales apagadas. Por esta razón se hace  lo posible para que parezca que Fukushima tiene solución y rechazan la posibilidad de construir un sarcófago como en Chernobyl. El ingeniero nuclear Arnie Gundersen sugiere “cubrir todo con hormigón y alejarse por 100 años”. Creemos que la respuesta más clara al rechazo de esta posibilidad la dio el escritor japonés Hirose Takashi cuando dijo: “aceptar la solución del sarcófago significa admitir que estuvieron equivocados y que no podrán arreglar las cosas. Significa la derrota de la idea de la energía nuclear, una idea que sostienen con casi una devoción religiosa. Y no significa solamente la pérdida de esos seis (o diez) reactores, significa cerrar todos los demás también, una catástrofe financiera. Si pudieran al menos enfriarlos y ponerlos en marcha otra vez, podrán decir “ven la energía nuclear no es tan peligrosa después de todo”. Fukushima es un drama con el planeta entero observándolo, que puede terminar en la derrota o la victoria  de la industria nuclear”

Estamos convencidos que en estas palabras se resume el título de nuestro trabajo. Fukushima es el punto final a todos los mitos nucleares. El colapso del complejo nuclear Fukushima Daiichi determinará el final de la industria nuclear planetaria, sería cuestión de tiempo. Entonces se habrá evitado que la pesadilla del genial cineasta japonés Akira Kurosawa reflejada en el corto “El Fujiyma en rojo”[20]de la película “Los sueños de Kurosawa” se haga realidad. En solo siete minutos el premonitorio film resume el espanto de la energía nuclear. El drama ronda en los diálogos de los últimos sobrevivientes de la explosión de seis reactores nucleares en Japón (increíblemente la misma cantidad del complejo Fukushima). Una mujer que carga un bebé en su espalda entabla un dramático diálogo con un hombre de la industria atómica:

–        “Nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras. El peligro son los errores humanos no la planta en sí misma”. “No habrá accidentes, no hay peligro. Eso fue lo que dijeron. ¡Qué mentirosos! ¡Si no los cuelgan por esto, los mataré con mis propias manos!”-. Grita desesperada la mujer

–        “No te preocupes. La radioactividad los va a matar”.- Responde el funcionario “Lo siento…yo soy uno de esos que merece morir”, finaliza.

Las caras se iluminan, la radioactividad se acerca. En la siguiente escena el burócrata del átomo se habrá arrojado al mar. ¿Será ese el destino de Japón? ¿Exageramos al pensarlo?

Estamos convencidos que sólo el compromiso de los pueblos alrededor del mundo pondrá fin algún día a esta irracional manera de obtener energía. Las plantas nucleares nos enfrentan al fantasma de la bomba atómica, al drama sin solución de los residuos radioactivos y a la posibilidad de otro Chernobyl o de otro Fuksuhima. La sola acumulación de elementos radioactivos pululando la tierra durante milenios pone en riesgo la existencia humana. ¿Con qué derecho condenamos a decenas de generaciones?

Es el momento de abjurar de la energía nuclear, el planeta no puede soportar otro Fukushima. Socializar la información es un deber que todo ciudadano comprometido con la vida debe asumir. Quedarse al margen es inmoral.

www.renace.net

[1] Si bien en el texto respetaremos la palabra “accidente”, advertimos una diferencia fundamental que nos lleva a preferir el uso del término incidente poraccidente en la actividad nuclear. Suelen presentarse como sinónimos pero, en nuestra opinión, la actividad nuclear provoca  riesgos insalvables, originados por sí misma, que no deberían considerarse como accidentes. Incide significa que incurre, comete, quebranta. Accidente, en cambio, lo asociamos a circunstancia, un hecho que pudo haber sido salvado. El funcionamiento de las centrales atómicas tiende inevitablemente a generar desastres per se que inciden en su causa.

[2] “La mentira de Fukushima” documental de la televisión alemana, incluye declaraciones del ex primer ministro Naoto Kanhttps://www.youtube.com/watch?v=AOHIv7kffFs

[3] El ex primer ministro Naoto Kan declaró recientemente que si el viento hubiese venido del norte tan solo un día de esos primeros momentos, grandes áreas de Tokio habrían sido contaminadas obligando la evacuación de la capital.  Kan admitió que esto habría significado “el colapso de nuestro país” y citó “una serie de coincidencias afortunadas” por las que esto no ocurrió, a las que llamó “divina providencia” http://www.psr.org/assets/pdfs/fukushima-report.pdf

[4] “Muestras del suelo de Tokio deberían considerarse desechos nucleares en EEUU” https://vimeo.com/38995781

[5] A la fecha de este informe hay cuatro reactores funcionando. En agosto de 2015 se puso en marcha el primer reactor nuclear pos desastre. El cuarto reactor entró en funcionamiento en febrero de 2016 en la central de Takahama, pero una semana después debió detenerse nuevamente debido a una fuga de líquido radioactivo. A los pocos días fue reactivado a pesar de la fuerte oposición pública.

[6] Helen Caldicott http://rt.com/op-edge/fukushima-catastrophe-health-japan-803 /

[7] “Los rayos gamma son particularmente dañinos, porque penetran los tejidos humanos con gran eficiencia como lo hacen los rayos X.  En consecuencia, el daño que causan no está limitado a la piel. En cambio, la piel detiene casi todos los rayos alfa, y los rayos beta solo consiguen penetrar aproximadamente 1cm más allá de la superficie de la piel. Por lo tanto, ni uno ni otro son tan peligrosos como los rayos gamma a menos que la fuente de radiación entre de alguna manera en el cuerpo. Dentro del organismo, los rayos alfa son particularmente peligrosos porque transfieren su energía al tejido circundante e inician daños considerables (…)”  Fuente: “Razones que nos permiten oponernos a la energía nucleoeléctrica”, Javier Rodríguez Pardo.

[8] Carta abierta al Secretario General de la ONU Bank i-moon: http://akiomatsumura.com/2013/05/tomemos-accion-en-fukushima-carta-abierta-para-el-secretario-general-ban-ki-moon.html

[9] “Estimación del potencial impacto del fallo de la piscina de combustible agotado de la unidad 4 de Fukushima Daiichi”http://web.archive.org/web/20140329180323/http://www.holophi.ch/resources/Holophi-Special-Report-on-Fukushima-SFP-4-r.pdf

[10] “Chernobyl fue la causa de la caída de la Unión Soviética” http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2006/04/23/z-03503.htm

[11] “Japón cierra 2011 con déficit comercial por primera vez desde hace 30 años”.http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/25/economia/1327480833.html

[12] El reactor Nº 4 del complejo Fukushima Daiichi se encontraba parado por recarga, por esta razón la pileta contenía una cantidad inusual de barras de combustible altamente irradiado. Los reactores 5 y 6 también estaban detenidos por mantenimiento.  De haber estado en marcha los seis reactores nucleares el accidente podría haber sido mucho más grave.

[13]Nota de prensa del diario Mainichi http://web.archive.org/web/20140309073549/http://mainichi.jp/english/english/newsselect/news/20140305p2a00m0na013000c.html

[14] “Trabajar en Fukushima: sueldo bajo, riesgo alto, y la mafia japonesa”. http://www.publico.es/internacional/477660/trabajar-en-fukushima-sueldo-bajo-riesgo-alto-y-la-mafia-japonesa

[15] “Los mendigos que limpian la nuclear por dentro”. http://www.elmundo.es/cronica/2014/02/02/52ecb785268e3ec34f8b456b.html

[16] http://www.psr.org/

[17] En octubre de 2011 la Universidad Médica de Fukushima puso a prueba a más de 300.000 niños menores de 18 años.  Un asombroso 50% presentaba nódulos o quistes en su tiroides,  sin embargo solo se han confirmado oficialmente 110 casos de cáncer en niños.

[18] Un grupo de vigilancia ciudadana informó sobre muchos puntos radioactivos en las futuras instalaciones olímpicas, todas ubicadas cerca de Tokiohttp://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/graphics/2014/nuclear/Cronologia_3_aniversario_Fukushima.pdf

[19] A tres años del desastre el primer ministro japonés Shinzo Abe declaraba a los medios: “Quiero volver a poner en marcha los reactores nucleares que, según las estrictas medidas de seguridad, hayan sido considerados seguros y me gustaría contar con la comprensión de la población local”http://www.eluniversal.com/internacional/140310/japon-pondra-en-marcha-reactores-nucleares-3-anos-despues-fukushima

[20] Corto “El Fujiyama en rojo” del largometraje “Los sueños de Akira Kurosawa”. Coproducción Japón-EEUU, 1990http://vimeo.com/21402851

VER ARTICULO COMPLETO CON IMAGENES Y CUADRO: http://fobomade.blogspot.com/

 

«

Print Friendly, PDF & Email
Fobomade

nohelygn@hotmail.com

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *