22 Ago
2014

(Uno no le escribe al pueblo)

»Venceremos.

El mundo se hace con sangre.

Iremos con las tablas al hombro.

Y el fusil.

Una casa para América hermosa.

Una casa, una casa. Todos somos obreros…»

I.

Uno es raíz de algo, Lo presiente.

Uno imagina que debería existir resistencia y combatientes.

Pero uno está en un país estrellado

e inmóvil de América.

Como una nave confundida por haber naufragado.

Y se pregunta: por qué nos invadirán

las palabras?

Por qué son palabras que suelen decir

«…difícilmente…»?

Y se hace hermoso decir cosas aunque

uno no le escriba al pueblo.

Y es también hermoso que el progreso

desnude imágenes aunque seamos ciegos.

Todo se termina por hacer extraño

y a la vez tranquiliza.

Todo empieza a hacerse sucio y dolor

es solamente una palabra.

Y escribo por largo tiempo

que no paro de caer.

Que soy libre pero estoy obligado

a caminar.

Mi cuerpo goza y no deja de beber

la soledad fanática de ese destino tendido,

que aún no se duerme,

2.

Un niño se pregunta por el frío y el hambre.

Y las palabras empiezan a ser crueles

como nubes de pan.

Aparecen golpeando a las teorías

de un corazón que quiere cambiar.

Pero los muertos obtienen suavidad

de los nacimientos. Las fórmulas

del cadáver no resuelven un juicio justo.

Nuestros cuerpos se corrompen

y nos echamos a perder.

Pero la escritura seguirá como una casa donde

todos seremos obreros.

Los átomos no están muertos.

La sangre puede leer en la oscuridad.

Recordamos las heridas y escribimos

roja poesía terrible.

Y los cementerios organizan oficios

y escuelas para empezar a anidar.

Empiezan a parir niños como sílabas

perfectas.

Ricardo Piña

Buenosayres, martes diecisiete de diciembre de dosmil dos

epígrafe de Gonzalo Rojas (Chile, 1917)

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