Hoy en día el mundo produce 1.5 veces más alimentos de lo que es necesario para alimentar a todo el mundo. Sin embargo, el acceso a los alimentos es desigual y por lo tanto casi 1 billón de personas sufre de hambre, una cantidad que se ha quedado estable en la última década. Además, casi la mitad de esta comida no se consume.

Por eso, producir más no es la respuesta a la crisis alimentaria. Para garantizar el derecho a la alimentación necesitamos una transición a otro sistema alimentario más sostenible. La

producción y el consumo pueden y deben cambiar. Cada año se pierden millones de hectáreas de tierras fértiles para los biocombustibles y la especulación, el agua se agota y el valor añadido que producen los y las campesinos solo se concentra en unas pocas manos, el cambio climático se convierte cada vez más en un factor determinante y la dependencia de los hidrocarburos sigue aumentando. Nuestro sistema alimentario es cada vez más objeto de crisis que están relacionados con el modelo industrial dominante que se aleja cada vez más de las expectativas de los consumidores.

No obstante es posible alimentar los 9 billones de personas de mañana y resolver la crisis social y ecológica en el cual se encuentra actualmente el sistema alimentario. Exige una transición hacia una producción agrícola sostenible en el Norte y el Sur con un uso eficiente de los recursos naturales, un acceso asegurado a los recursos (como agua y tierra) para todos y todas, un modelo de consumo sostenible sin pérdida de alimentos y recursos valiosos. A la base de esta transición está el desarrollo y apoyo a la agricultura familiar dentro del marco de una política agrícola fuerte y equilibrada que logra proteger y regular la agricultura. Esta política debe garantizar precios justos que cubren los costos de producción y los costos ambientales externos. La transición a un modelo agro-ecológico producirá alimentos que a primera vista son más caros que los productos de un modelo industrial. En muchos casos eso es mera apariencia: el modelo industrial engloba importantes costos sociales y ecológicos que no se calculan directamente en el precio de un bien. A largo plazo el balance de costos se ve muy distinto porque los costos (energía, clima, polución, etc.) caen sobre los productores y hasta sobre las siguientes generaciones.

Enfoque:

1 de 8 personas en el mundo sufre de hambre. Son 870 millones de personas. ¡Hay suficientes alimentos y aun así hay hambre! Se trata de un problema político.

 

Las demandas políticas

La transición hacia un sistema alimentario sostenible y justo pasa por dos caminos:

1. Sacar los obstáculos que impiden la transición

2. Apoyar las buenas prácticas en la producción y el consumo

Demanda 1. Parar la especulación de una vez y para siempre

Cada vez más bancos y grandes inversionistas ganan enormes beneficios gracias a la especulación con materias primas como trigo, maíz y soja. Esto aumenta los precios de los alimentos de manera artificial y los hace muy imprevisibles. Pero el mercado de las materias primas alimentarias no está diseñado para esas prácticas.

¿Cuáles son las consecuencias?

Los precios alimentarios imprevisibles hacen que los pequeños agricultores ya no saben qué cultivar. Desalentados, abandonan el campo y caen en una pobreza más fuerte todavía. Por los aumentos repentinos y extremos de los precios de los alimentos, la comida constituye una parte cada vez más grande del presupuesto. Esto no solo lo siente la gente en el Norte sino sobre todo la gente en el Sur. Entre 2007 y 2008 una cantidad adicional de aproximadamente 130 a 150 millones de personas se han visto afectadas por la extrema pobreza por consecuencia del aumento de los precios de los alimentos. Sobre todo en los países en vía de desarrollo más vulnerables, donde los pobres gastan en un promedio el 80% de su ingreso en la alimentación, las consecuencias han sido desastrosas.

¿Qué proponemos?

Las inversiones en los mercados de alimentos deben ser transparentes y bien reguladas: el acceso al mercado alimentario se debe restringir a los vendedores y compradores finales. Es imprescindible imponer una cuota máxima a los inversionistas para impedir que los jugadores más grandes puedan manipular los precios. Las cuotas deben estar reguladas en una directiva europea. En este contexto, también es tarea de Bélgica de controlar que sus instituciones financieras no amenazan el derecho a la alimentación y de prever recursos para habilitar la gestión pública de las reservas locales y regionales de alimentos. Solo de esta manera se podrá lograr una estabilización de los precios de alimentos.

 

Demanda 2. Asegurar el acceso a tierra y agua para todos y todas

Inversionistas privados del Occidente van al Sur para comprar enormes cantidades de tierras agrícolas o recibirlos en préstamo de uso de los gobiernos locales. En ellos, producen cultivos para la exportación que a menudo sirven para la producción de biocombustibles.

 

¿Eso es un problema?

Uno pensaría que la inversión en la agricultura en países en vía de desarrollo es algo bueno. Pero esta forma de acaparamiento de tierras saca a los y las pequeños agricultores de sus tierras sin ninguna forma de consulta previa. Sin acceso a la tierra no pueden producir suficiente alimentos para sobrevivir. Además, los cultivos de exportación necesitan mucha agua para su irrigación, lo cual pone en riesgo las escasas reservas de agua de los agricultores en el Sur. Consecuencia: pobreza, hambre y una situación inhumana para agricultores y labradores agrícolas.

 

¿Qué debe cambiar?

No es fácil combatir el acaparamiento de las tierras porque la responsabilidad está en diferentes niveles. En primera instancia los gobiernos deben imponer directivas vinculantes a los inversionistas. La población local debe participar en la toma de decisiones, beneficiarse de las ganancias y tener acceso a un trabajo e ingreso digno. Además, las inversiones tienen que respetar el medio ambiente y los recursos naturales y no pueden amenazar la seguridad alimentaria y las reservas de agua locales.

¿Qué puede hacer nuestro gobierno?

Bélgica debe exigir una regulación vinculante de las inversiones en tierras a gran escala ante las instancias internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Europeo de Inversiones. Además el gobierno debe controlar empresas belgas o con sede en Bélgica para que respeten los derechos humanos. Finalmente, el Fondo de Inversiones Belga (BIO) debe dar el buen ejemplo y poner en práctica las directivas internacionales, apoyando iniciativas que fortalecen la gestión de tierras y del derecho a la tierra.

 

Demanda 3. Asegurar que la producción de biocombustibles no compite con la producción de alimentos

El combustible se pone cada vez más caro. Es lógico, porque los hidrocarburos de los cuales se hace petróleo, se están agotando poco a poco. Por esta razón, Europa, los Estados Unidos y países en crecimiento como China y Brasil toman medidas que fomentan la producción de biocombustibles.

 

¿Y eso no es positivo y bueno para el medio ambiente?

En absoluto. Los biocombustibles no disminuyen la emisión de los gases de efecto invernadero. Además, la gran mayoría de los biocombustibles se producen a partir de cultivos para la alimentación como son el maíz, el trigo y la soja. Por lo tanto aumenta la demanda de estos cultivos, lo que hace que los precios de los alimentos alzan fuertemente. Sobre todos las personas en el Sur pueden comprar cada vez menos comida y sufren de hambre.

 

Biocombustibles en cifras:

 La cantidad de tierra que se necesita para cubrir la demanda de biocombustibles, es suficiente para alimentar a 127 millones de personas.

 Desarrollar reservorios de carbono para cumplir con el objetivo europeo para biocombustibles es igual de dañino para el medio ambiente que 26 millones de carros en las rutas europeas.

 La política europea de biocombustibles puede hacer aumentar los precios de aceite vegetal en un 33%, de maíz en un 22%, de azúcar en un 21% y de trigo en un 10% al año 2020.

 Para llenar 1 tanque de un carro grande con biocombustible se necesita la cantidad de trigo con la cual un ser humano puede vivir 1 año (250kg).

¿Qué podemos hacer?

Europa tiene que reformular su política de energías renovables y usar criterios sociales, ecológicos y económicos vinculantes que contribuyen a que los biocombustibles no socavan los derechos humanos y el derecho a la alimentación. Además, Bélgica y Flandes deben elaborar una política de transporte que fomenta iniciativas verdaderamente sostenibles como el compartir carro, el uso del transporte público, el trabajo desde casa, el vivir en la ciudad, etc.

 

Demanda 4. Implementar una política climática justa con énfasis en la agricultura sostenible

La crisis alimentaria y los cambios climáticos van de mano. Nuestro sistema alimentario actual es al mismo tiempo el instigador y la victima del calentamiento global. Hoy en día ya 45 millones de personas sufren de hambre como consecuencia directa de los efectos del cambio climático: sequias, inundaciones, temperaturas extremas,…

 

¿Por qué nuestro sistema alimentario causa problemas?

Más de un tercio de todos los gases de efecto invernadero emitidos por un ser humano, proviene de nuestra producción alimentaria. Talar bosques para plantaciones, fertilización de tierras, el transporte de los alimentos a los supermercados, la producción de embalajes,… todo aquello consume grandes cantidades de energía y emite muchos gases tóxicos, lo cual tiene un fuerte impacto en el clima.

 

Cambios climáticos ponen el Sur entre la espada y la pared

Desastres climáticos destruyen cosechas en las regiones más pobres del mundo. Temperaturas que aumentan, escasez de agua, sequias e inundaciones disminuyen las ganancias. La desertificación desaparece tierras agrícolas disponibles. En los océanos y mares la cantidad de peces disminuye por los corrientes cambiantes. Los pequeños agricultores en el Sur son doblemente afectados: sufren el mayor impacto del cambio climático y disponen de menos recursos para protegerse contra ello.

 

¿Qué podemos hacer?

Si continuamos tal como estamos haciendo, los precios de los alimentos habrán subido en un 80% al 2050 y alrededor de 75 millones de personas sufrirán de hambre como consecuencia directa de los cambios climáticos. Por lo tanto necesitamos urgentemente un acuerdo climático global, ambicioso, justo y

vinculante que rompe el círculo vicioso, disminuyendo las emisiones y fomentando la agricultura sostenible.

 

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