lunes, 5 de agosto de 2013
Robert T. Fraley, vicepresidente ejecutivo de Monsanto, de la trasnacional conocida como la gigante de los transgénicos, fue galardonado con el prestigioso Premio Mundial de la Alimentación, por su mejora de la oferta mundial. ¿Cómo puede ser que se conceda un galardón a una compañía que ha sido denunciada en el mundo entero, porque sus productos son considerados altamente dañinos para la salud Vivimos en un mundo al revés, en el que se premia a las multinacionales de la agricultura transgénica, mientras acaban con la agricultura y la agrodiversidad. El día 19 de junio, se dieron a conocer los ganadores del Premio Mundial de la Alimentación 2013, lo que algunos llaman el Nobel de Agricultura, que se otorgó a tres ejecutivos de compañías de la industria transgénica, Robert T. Fraley, vicepresidente ejecutivo de Monsanto y director de tecnología, compartirá los 250 mil dólares del Premio Mundial de la Alimentación con los científicos Mary-Dell Chilton de Syngenta y el tercer galardonado ha sido Marc Van Montagu de la Universidad de Gante (Bélgica), autores de un método que permite insertar genes ajenos en las plantas y que promueven un modelo agrícola que genera hambre, pobreza y desigualdad. Los mismos argumentos, imagino, que llevan a conceder el Nobel de la Paz a quienes fomentan la guerra. Como dice el escritor Eduardo Galeano, en su libro ‘Patas arriba’ (1998), «…se premia al revés: se desprecia la honestidad, se castiga el trabajo, se recompensa la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo”. Con la concesión del premio, a empresas como Monsanto y Syngenta, el jurado promueve la concentración del poder en manos de unas pocas empresas multinacionales, y a su vez nos envía una muy mala señal para el futuro de la seguridad alimentaria y la agricultura al dar la voz a desarrollos tecnológicos que, están destruyendo la biodiversidad, aumentando la dependencia de los agricultores a semillas y productos químicos y que aplican la titularidad de patentes multinacionales, e ignora la evidencia mundial que ha demostrado por miles de años, que la agricultura ecológica puede mejorar la productividad y beneficiar a los suelos y la biodiversidad, sin obligar a los agricultores a comprar las semillas y productos químicos caros. Los transgénicos destruyen la biodiversidad dañando al ser humano No sólo son los transgénicos son inseguros, se están destruyendo la biodiversidad, aumentan la dependencia de los agricultores a semillas y productos químicos y conducen a la aparición de súper plagas y súper malezas. Son una receta para la inseguridad alimentaria y la insustentabilidad. Numerosos estudios publicados han demostrado que los productos transgénicos son altamente dañinos para la salud y pueden causar cáncer, infertilidad e incluso malformaciones en los fetos. Monsanto produce desde pesticidas tóxicos prohibidos como el DDT, los bifenilos policlorados, (Pcb´s, uno de los contaminantes más nocivos jamás fabricados) hasta armas químicas como el agente naranja, utilizada en la guerra de Vietnam. En las últimas tres décadas se ha dedicado a la industria agroalimentaria, produciendo el herbicida más vendido del mundo, el glifosato, más conocido como Roundup, y a la biotecnología, comercializando organismos genéticamente modificados, los transgénicos. Nos quieren hacer creer que las actuales políticas, son las que nos han conducido a la presente situación de crisis alimentaria, la realidad nos demuestra, a pesar de los discursos oficiales, que el actual modelo de agricultura y alimentación es incapaz de dar de comer a la gente, cuidar de nuestras tierras y de aquellos que trabajan el campo. Hoy, a pesar de que, según datos del instituto GRAIN, la producción de alimentos se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial desde entonces tan solo se ha duplicado, 870 millones de personas en el mundo pasan hambre. Hambre, en un planeta de la abundancia de la comida. La FAO advierte, en los últimos 100 años desapareció el 75% de la diversidad agrícola La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoce que en los últimos cien años han desaparecido el 75% de las variedades agrícolas. Nuestra seguridad alimentaria no está garantizada, al depender de un abanico cada vez más reducido de especies animales y vegetales. En definitiva, se promueven aquellas variedades que más se adecuan a los estándares de la agroindustria (que pueden viajar miles de kilómetros antes de llegar a nuestro plato, que tengan un buen aspecto en las estanterías del supermercado, etc.). Se nos dice que para acabar con el hambre en el mundo hay que producir más alimentos y que en consecuencia es necesaria una agricultura transgénica. Pero hoy de comida no falta sino sobra. No tenemos un problema de producción, sino de acceso. Y la agricultura transgénica no democratiza el sistema alimentario; al contrario, privatiza las semillas, promueve la dependencia campesina, contamina la agricultura convencional y ecológica e impone sus intereses particulares al principio de precaución que debería de prevalecer. Comunidad científica y ambientalistas indignados por este premio Nobel Marie Monique Robin, autora del libro y el documental ‘El mundo según Monsanto’ (2008), lo deja claro: estas empresas quieren «controlar la cadena alimentaria” y «los transgénicos son un medio para conseguir este objetivo”. Premios como los concedidos a Monsanto y Cigüeñita son una farsa, y que están contribuyendo a los problemas que nos mantienen encerrados en un mundo donde cientos de personas pasan hambre mientras hay abundancia de comida y la agricultura, al dar la voz a desarrollos tecnológicos que, aplicando la titularidad de patentes multinacionales, buscan establecer un modelo de agricultura que socava la sustentabilidad y la democracia. Científicos y activistas de todo el mundo se sienten indignados y expresaron su conmoción frente a la selección de los ganadores El premio envía una muy mala señal para el futuro de la seguridad alimentaria, estas empresas, manifiestan que especialmente los más afectados por sus productos son los países más desfavorecidos, al hambre y la escasez hay que sumar la dependencia que tienen los agricultores de las semillas, productos fitosanitarios y otras herramientas que se utilizan en los cultivos transgénicos. Ponen como ejemplo el caso dramático de la India, muchos agricultores estaban endeudados con las compañías biotecnológicas y al no poder hacer frente a los pagos se suicidaban Frances Moore Lappé (EE.UU., RLA 1987), autor de “Dieta para un pequeño planeta», comentó: «Los galardonados con el Premio Mundial de la Alimentación están contribuyendo a los problemas que nos mantienen encerrados en un mundo donde cientos de personas pasan hambre mientras hay abundancia de comida «.