La estrategia de la araña (1969), una de las primeras películas de Bernardo Bertoluchi, explora las paradojas entre identidad, política y poder, inspirada en el cuento de Borges, “Tema del traidor y el héroe”, donde es posible rastrear una de las grandes pasiones del director: la literatura. Su padre, poeta y crítico de cine, creó una fecunda atmósfera durante toda su infancia, alentando al joven Bertoluchi –se dieciséis años- a realizar sus primeros cortometrajes. Incluso, pocos conocen que el primer libro de Bertoluchi –y de exquisitos poemas- In cerca del misterio, ganó el premio Viaregio, uno de los más importantes de Italia.
La estrategia de la araña comienza con el viaje de Athos Maganani (hijo) al pueblo de su infancia, Tara, donde intentará descubrir la verdad acerca del asesinato de su padre, también llamado, Athos Magnani, inmortalizado por ese pequeño pueblo como héroe antifascista. El film es un viaje a los laberintos abisales de la traición del héroe o a las ciegas traiciones hacia sí mismo, donde nada es lo que parece y la traición se transforma en un ritual sagrado.
Desde el comienzo de la llegada a Tara se suspende toda referencia geográfica y el espacio se imanta a una densidad onírica capaz de mostrar el interior de Athos, y desnuda claramente la influencia metafísica de Bertoluchi, que en una oportunidad, dijo: “he estudiado largamente al pintor surrealista Magritte junto a Vitorio (Storaro, el genial director de fotografía de la mayoría de sus películas) él ha sido la inspiración para la luz en La estrategia de la araña”. Esa atmósfera se potencia por la narración no lineal que va atrapando en espirales cada vez más internas el misterio de la historia.
Dice Borges, en ese cuento: “que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible”. Bertoluchi se empecina en hacer real lo inconcebible, desnudando la fuente seminal de la historia que hacen los pueblos. Su película se despliega a partir de numerosas referencias literarias del cuento de Borges, que en algunos casos llegan a ser textuales, y que dan las claves que conducen a la verdad del asesinato del héroe. Estas referencias impregnan de teatralidad las circunstancias de la muerte y los pesados telones donde se oculta la mentira son descorridos por el hijo del héroe, hasta el encuentro de la dolorosa verdad. El pueblo de Tara se transforma sin saberlo en un espacio de representación casi dionisíaca, como dice Borges: “de teatro se hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches”.
A medida que el héroe se sumerge en la desconocida y heroica vida de su padre, a partir del relato circular del pueblo de Tara, su identidad va diluyéndose hasta convertirse en la de su padre. Bertoluchi va creando esta atmósfera de destrucción de la identidad, al mismo tiempo que se confunden el traidor y el héroe. En una escena memorable, padre e hijo funden los tiempos, corriendo en el mismo bosque, en un genial montaje paralelo, intentando huir de la verdad, en vano. Finalmente el héroe, transfigurado, queda atrapado en las redes de su destino y obligará a la traición a todo un pueblo para inmovilizar la historia. Después de conocer la verdad, ya nadie podrá escapar de Tara.
El espacio laberíntico del viaje heroico de Athos, en Tara, recorriendo las paradojas del poder, la identidad y las verdades de la historia, me trae el recuerdo de Los Reyes (1949), genial drama poético de Cortázar, escrito en un leguaje muy particular. El autor mismo viajaba por los laberintos de la ciudad de Buenos Aires (ciudad que devora sin más), donde el mito está encerrado como el Minotauro, cuando se le ocurrió esa obra, dice Cortázar: “la idea nació en un colectivo, un día, volviendo a mi casa, en un viaje que te aburre, sentí la presencia de algo que resultó ser pura mitología griega, el lenguaje parece que viene de alguien que no soy yo.”. Es una obra que invierte el conocido mito del Minotauro y causó un revuelo en los círculos académicos, en esa época. En Los Reyes, el monstruo es el fruto del poder corrompido, es la traición del rey Minos a su pueblo, no el Minotauro, quien decide no ser más chivo expiatorio, no asumir la identidad que le impuso el rey corrupto, su padre. El Minotauro entonces desnuda su soledad, sus sentimientos, su deseo del agua, la sabiduría forjada en cautiverio. Y Ariadna se enamora de su hermano monstruoso, y no del héroe, de Teseo. El hilo que tiende Ariadna es para liberar al Minotauro, porque ella descubre que lo monstruoso es la prisión de la verdad, la prisión del deseo. Ella decide la justa traición de su padre y del héroe. Teseo nunca podría matar al Minotauro y Cortázar no sólo devela esta verdad, si no que muestra al Minotauro en la aceptación consciente de ser mártir, a partir de decirle a Teseo, la gran verdad del laberinto, que oculta el poder: “solo hay un medio para matar los monstruos; aceptarlos”. Es el mismo instante en que Athos Magnani, en Tara, logra ver la sombra de su padre.
Y como a esta altura ya no puedo dejar de seguir viajando por el laberinto, me acuerdo de otro gran exiliado que amo, y que Cortázar admiró tanto, Albert Camus, un argelino que cuando hacía sus bodas poéticas con la tierra africana que lo vio nacer y trataba de entender el enigma de la ciudad, el abismo humano y el poder, no sin casualidad, poco tiempo antes, había escrito, uno de sus primeros libros: El minotauro o el alto de Orán (1939), donde decía: “ya no quedan desiertos. Ya no quedan islas. Y sin embargo, se siente su deseo. Para comprender el mundo, a veces es necesario apartarse de él”. Como llegando al centro del laberinto voluntariamente a vivir la soledad del Minotauro que desnudó su deseo.
¿Aquella justa traición será sacrificio para liberar la conciencia humana, la conciencia política de los pueblos? ¿Será aquella que se adentra en las vísceras de nuestras paradojas? ¿Será el hilo de Ariadna de nuestra libertad y del deseo? Quizás podríamos reescribir nuestra historia sudamericana a partir de viajar por el hilo de estas preguntas, haciendo memoria de las justas traiciones y de lo monstruoso, por silenciado.
Valle Hermoso, Salta, 11 de mayo de 2013.