La sociedad brasileña enfrenta en el medio rural problemas de diferente naturaleza que precisan igualmente de soluciones diferenciadas.
Tenemos problemas graves y emergentes que precisan de urgentes medidas. Hay cerca de 150 mil familias de trabajadores sin tierra viviendo bajo las llamadas “lonas pretas”, provisionales tiendas de campaña de plásticos negros, acampadas, luchando por el derecho constitucional de tener tierra para trabajar.
Para enfrentar este problema, el gobierno precisa hacer un verdadero esfuerzo de trabajo colectivo entre diferentes organismos para así asentar las citadas familias en las tierras que existen abundantemente en todo el país. Recuérdese que Brasil utiliza para la agricultura tan solo un 10% de su área total.
En el Nordeste hay más de 200 mil hectáreas que están siendo preparadas para proyectos de regadío con millones de recursos públicos que el gobierno ofrece apenas a los empresarios del Sur y para producir para la exportación.
Ahora bien, la presidenta se comprometió durante el Fórum Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, el 25 de Enero de 2012, a que daría prioridad a los asentamientos de los sin tierra en los citados proyectos. Solo en los mismos sería posible asentar más de 100 mil familias en 2 hectáreas irrigadas por familia.
Tenemos más de 4 millones de familias pobres del medio rural que están recibiendo el “Bolsa familia” para no pasar hambre. Ello es necesario, mas es un paliativo que debería ser temporal.
La única forma de sacarlos de la pobreza es viabilizando trabajo en la agricultura o en actividades relacionadas con ella, lo que un amplio programa de reforma agraria podría resolver. Ni las ciudades ni el agro negocio darán empleo a esas personas.
Tenemos millones de trabajadores rurales, asalariados, expuestos a todo tipo de explotación, desde trabajo semi esclavo hasta la exposición inadecuada a venenos que los patrones mandan colocar, lo cual exige una intervención del gobierno para crear condiciones aceptables de trabajo, de salarios y de vida. Garantizando inclusive la libertad de organización sindical.
Hay en la sociedad brasileña una estructura de la propiedad de la tierra, de producción y de renta en el medio rural, hegemonizada por el modelo del agro negocio que está creando de cara al futuro problemas estructurales gravísimos.
Veamos: el 85% de todas las mejores tierras de Brasil son utilizadas a penas para cultivar soja, maíz, pasto y caña de azúcar. Tan solo un 10% de los terratenientes que poseen áreas superiores a 200 hectáreas controlan el 85% de todo el valor de la producción agropecuaria, destinándola sin ningún valor agregado para la exportación. El agro negocio volvió a dar importancia al sector primario de la economía brasileña.
Somos productores de materias primas, apropiadas y vendidas por apenas 50 empresas trasnacionales que controlan los precios, las tasas de lucro y el mercado mundial. Si los terratenientes tuviesen conciencia de clase se darían cuenta de que también son marionetas de las empresas trasnacionales.
La matriz productiva impuesta por el modelo del agro negocio es socialmente injusta, pues deja en el paro cada vez a más personas, sustituyéndolas por máquinas y venenos. Es económicamente inviable pues depende de importaciones, anoten, todos los años, de 23 millones de toneladas de fertilizantes químicos que vienen de China, Uzbequistán, Ucrania, etc.
Depende totalmente del capital financiero que cada año presta 120.000 millones de reales (R$) para que se pueda plantar. Está subordinada a grupos extranjeros que controlan las simientes, los instrumentos y recursos agrícolas, los precios, el mercado y se quedan con la mayor parte del beneficio de la producción agrícola.
Esta dependencia genera distorsiones de todo tipo: en 2012 falto maíz para el Nordeste y para los avicultores, mas a Cargill, que controla el mercado, exportó 2 millones de toneladas de maíz brasileño para los Estados Unidos. Y el gobierno debe haberse enterado por los periódicos, como yo…Por otro lado, importamos frijoles negros de China, para mantener nuestros hábitos alimenticios.
Este modelo es insustentable para el medio ambiente, pues practica la mono cultura y destruye toda la biodiversidad existente en la naturaleza, usando agro tóxicos de forma exagerada. Ello, desequilibra los ecosistemas, envenena el suelo, las aguas, la lluvia y los alimentos.
El resultado es que Brasil respondiendo tan solo por el 5% de la producción agrícola mundial, consume el 20% de todos los venenos del mundo. El Instituto Nacional del Cáncer (Inca) reveló que cada año surgen 400 mil nuevos casos de cáncer, la mayor parte con origen en los alimentos contaminados por los agro tóxicos. Y un 40% de los casos terminan en óbito.
¡Este es el peaje que el agro negocio de las multinacionales está cobrando de todos los brasileños! Y atención: el cáncer puede afectar a cualquier persona, independientemente de su cargo y cuenta bancaria.
Una política de reforma agraria no es apenas la simple distribución de las tierras para los pobres. Ello puede ser realizado como emergencia para resolver problemas sociales localizados. Aunque ni por ello el gobierno se interese.
En la actual etapa de desarrollo del capitalismo, la reforma agraria consiste en la construcción de un nuevo modelo de producción de la agricultura brasileña. Un modelo que comience con la necesaria democratización de la propiedad de la tierra y que reorganice con otros parámetros la producción agrícola.
En agosto de 2012, reunimos a los 33 movimientos sociales que actúan en el campo, desde la Confederação Nacional dos Trabalhadores na Agricultura (Contag), hasta el movimiento de los pescadores, de los campesinos de las comunidades negras (quilombolas), del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), etc., y construimos una plataforma unitaria de propuesta de mudanzas.
En primer lugar es preciso que la agricultura sea reorganizada para producir alimentos sanos para el mercado interno y para toda la población brasileña. Ello es necesario y posible, creando políticas públicas que garanticen el estímulo a una agricultura diversificada en cada bioma, produciendo con técnicas agroecológicas.
Y el gobierno precisa garantizar la compra de esta producción por medio de la Companhia Nacional de Abastecimento (Conab).
La Conab necesita ser transformada en la gran empresa pública de abastecimiento, que garantice el mercado de los pequeños agricultores y que entregue la producción en el mercado interno a precios controlados. Hoy ya tenemos programas embrionarios como el Programa de Adquisição de Alimentos (PAA), un programa del gobierno federal para la compra anticipada y obligatoria de la producción de agricultores locales, dedicada a cubrir un 30% de la merienda escolar. Este programa afecta tan solo a 300 mil agricultores y está lejos de beneficiar a los cerca de 4 millones existentes.
El gobierno precisa colocar muchos más recursos en investigación agrícola sobre alimentos y no apenas servir a las multinacionales, tal como está haciendo la Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa). Solo un 10 % de sus recursos económicos para investigación están dedicados a los alimentos de la agricultura familiar.
Crear un gran programa de inversiones en tecnologías alternativas dentro del Ministerio de Ciencia e Tecnología, para la mecanización agrícola de pequeñas unidades y para la creación de pequeñas agroindustrias. Crear un gran programa de implantación de pequeñas y medianas cooperativas agroindustriales para que los pequeños agricultores de todas las comunidades y municipios de Brasil puedan tener sus agroindustrias, agregando valor y creando mercado a la producción local.
El Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (Bndes), en vez de seguir financiando a las grandes empresas con proyectos de miles de millones y concentradores de renta, debería crear un gran programa de financiación de pequeñas y medianas agroindustrias en todos los municipios brasileños.
Ya presentamos también al gobierno propuestas concretas para un programa efectivo de fomento a la agroecología y de un programa nacional de reforestación de las áreas degradadas, montañas y riberas de ríos en las pequeñas unidades de producción, bajo el control de las mujeres campesinas. Sería un programa barato y ayudaría a resolver los problemas de las familias y de la sociedad brasileña para el reequilibrio del medio ambiente.
Infelizmente, no hay motivación en el gobierno para tratar seriamente de estos temas. Por un lado, están ciegos por el éxito mezquino de las exportaciones del agro negocio, que no tiene nada que ver con un proyecto nacional, y, por otro lado hay un contingente de técnicos aduladores que rodean a los ministros, sin experiencia de la vida real, que apenas analizan los temas bajo el aspecto electoral o si es caro o barato…
Últimamente inventaron hasta que sería más caro asentar familias, que es más necesario resolver los problemas de los que ya tienen tierra, y que los sin tierra esperen. ¿Esperar qué? ¿El Bolsa familia, el trabajo doméstico, emigrar para São Paulo?
Presidenta Dilma, como la señora lee Carta Capital, espero que lea este artículo, porque difícilmente algún de sus aduladores lo colocaría en sus recortes de prensa del día.