Es por ello que en el Año Internacional de la Quinua, recientemente declarado en la sede de Naciones Unidas con el objetivo de centrar la atención mundial en la función que este alimento puede desempeñar para contribuir a la erradicación del hambre y la pobreza a nivel mundial, nos sentimos en la obligación de hacer una reflexión profunda sobre los desafíos que la creciente demanda del mercado internacional implica, tanto para la sostenibilidad del cultivo, como para la satisfacción de necesidades que su comercialización puede realizar.
El cultivo de quinua, alimento de los pueblos prehispánicos desde hace más de 5000 años, es resultado de una tecnología desarrollada durante milenios por los productores andinos, quienes lograron un desarrollo de cultivos que hizo de los Andes uno de los centros de origen de especies más importantes del mundo. El manejo de un cultivo de la calidad nutricional de la quinua, en una zona semiárida de altura, con rotaciones , barbechos prolongados para acumular humedad y el manejo fundamental del estiércol de los camélidos para proveer los nutrientes necesarios para una planta exigente, permitió recuperar y mantener la fertilidad de los suelos; haciendo uso de técnicas de siembra basadas en la labranza mínima para evitar la remoción excesiva y pérdida de la humedad de suelos, localizados en las laderas mejor protegidas de las heladas. En fin, una agricultura de bajos insumos y mucha adaptación, en especial a las condiciones extremas del Altiplano sur, en la región de los salares, de donde proviene la quinua real, producto estrella del mercado internacional.
Desde el 2007 la exportación de quinua se cuadruplicó, habiéndose colocado como producto indispensable en la cocina gourmet y la alta culinaria internacional. Pero la demanda creciente del mercado puede poner en riesgo las bases ecológicas y sociales del sistema de producción tradicional, tanto porque se están modificando las prácticas de cultivo, como por la expansión hacia zonas de aptitud ganadera. Un efecto altamente preocupante es la desestructuración de las relaciones organizativas ancestrales de las comunidades, por el retorno temporal de numerosos migrantes con capacidad financiera para incorporar en los procesos productivos maquinarias –tractores y sembradoras mecánicas–que acentúan la presión sobre la tierra y provocan una grave degradación de la fertilidad de los suelos. Se incluye también el hecho de que si bien el comercio justo de la quinua apoya a las cooperativas y asociaciones como CECAOT y ANAPQUI, desde hace 40 años, son cada vez más las empresas privadas nacionales e internacionales las que realizan la exportación del producto, compitiendo con los comerciantes rescatistas provenientes del Perú quienes sacan el producto adquirido principalmente como ventas no registradas.
Este panorama obliga a formular algunas interrogantes. ¿Son los productores campesinos quienes están siendo principalmente alcanzados por los beneficios de la exportación orgánica? ¿Están siendo afectados por las ventas de quinua no registrada?¿Cómo aprovechar mejor las relaciones con los consumidores del Perú que históricamente se constituye en el principal comprador de quinua boliviana? ¿Cómo agregar valor a las exportaciones de un producto de la calidad nutricional, cultural y ambiental como es la quinua? ¿En qué medida la demanda internacional influye sobre el consumo interno de la quinua? ¿Está reduciéndose el consumo nacional? ¿Cómo han evolucionado los índices de calidad de vida en los municipios productores?
Los desafíos que plantea el Año Internacional de la Quinua para el país son muchos, y los más importantes sin duda son recuperar la sostenibilidad del cultivo y trabajar en el fomento del consumo nacional y la responsabilidad del consumo internacional. No se trata de perjudicar ni desbaratar la oportunidad abierta para los exportadores, pero no se puede continuar fomentando una producción insostenible que lleve al descalabro de uno de los sistemas agroalimentarios más importantes a nivel mundial. La conversión de un sistema de cultivo sostenible en un monocultivo extractivista en medio de una las zonas más frágiles del Altiplano andino, desestructurando comunidades y culturas ancestrales, lleva a esa dirección.
Es urgente la puesta en marcha de una Política y una Estrategia que tomen en cuenta:
La concientización sobre los efectos socio ambientales de la creciente demanda del mercado con el fin de fomentar la diversidad del consumo internacional de quinua, que incluya otras variedades y otros cultivos andinos. Establecer planes de manejo del suelo a nivel predial, señalando prácticas agronómicas, mecánicas y biológicas combinadas entre sí bajo competencia municipal. La generación de acciones concertadas entre el Estado, sus instancias subnacionales, y los movimientos de consumidores, a fin de incrementar ostensiblemente el consumo interno del grano de oro (incluyendo a los propios productores). La revalorización de la quinua y otros productos andinos y amazónicos con su inclusión progresiva en programas de subsidios y compras estatales, y con la implementación de campañas de concientización a nivel de los beneficiarios de dichos subsidios y de los consumidores en general. Reglamentar el manejo de suelos en zonas frágiles como condición para acceder (o perder) oportunidades de financiamiento, certificación orgánica y del comercio justo, en base a principios de manejo agroecológico como la rotación de cultivos, mantención de coberturas y reducción del laboreo y uso adecuado de maquinaria. Normar el manejo integral de espacio territorial en base al ordenamiento territorial municipal y a las potencialidades y limitaciones que presentan los suelos a nivel de la comunidad. Potenciar la diversificación de las actividades económicas de los productores y del municipio, lo que incluye la agregación de valor, desarrollo de productos e industrialización de la quinua. Fortalecer los Sistemas Participativos de Garantía, entre otros, como instancias de información, conocimiento y control de los procesos de certificación. Articular instituciones de investigación y definir un ente responsable de la estrategia de investigación, de conservación de suelos y de recursos genéticos, que tomen en consideración la variabilidad, usos, conocimientos tradicionales y métodos de cultivo, como parte de una instancia participativa de ejecución y fiscalización de la Política Quinuera en Bolivia y de las instancias responsables.
El Año Internacional de la Quinua debe constituir el punto de partida para la recuperación de la sostenibilidad de la quinua, y el aprovechamiento de la quinua -a través de su consumo interno-, ya que forma parte de nuestra herencia y nuestra cultura.
Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo – FOBOMADE–
Miembro de la Alianza para el Consumo Solidario y Responsable