Frente a la célebre peña está El Palacio de las empanadas, un santuario popular de las empanadas salteñas; y a espaldas de la Peña, sobre la calle Gorriti, está el Refugio Boliviano, del paisano potosino Rubén González, miembro de una asociación internacional de inmigrantes bolivianos, que ha tomado a su cargo las reclamaciones de los 2 millones de bolivianos hoy residentes en Argentina, para formar parte del poder político y municipal, y luchar por los derechos de los afiliados tanto en Bolivia como en otros países.
En el Refugio funciona el Centro de Integración La Minka, donde celebramos una mañana venturosa con la Unión de Escritores Salteños, porque pudimos comunicar varios acuerdos que Pablo Cingolani (residente por 26 años en Bolivia) pudo decirle al Ministro de Cultura de Salta, un hombre joven, sencillo y cordial, que apoyó el encuentro que volveremos a organizar el 9 de julio en La Paz, y antes, el 15 de abril en Tarija. En esos encuentros ratificaremos el pedido apoyado por el Ministro de borrar las fronteras y permitir la integración migratoria de los dos países.
Salta es una ciudad cuidada y bella. La gente es muy cordial. Hace un calorcillo parecido al de Cochabamba pero más húmedo.
Tiene un centro histórico maravilloso con muchas calles peatonales y edificios históricos iluminados por la noche. Da envidia el Museo de la Ciudad ubicado en una casa colonial perteneciente a una familia ilustre de Salta.
Naturalmente nos servimos empanadas, que es el manjar a disposición en cualquier boliche y a cualquier hora. Son versiones pequeñas de nuestras célebres salteñas, pero no tienen el jugo característico de las nuestras, que sin duda fue una contribución de lo que sería Bolivia a la antiquísima historia de la empanada. No hay en el mundo empanada más jugosa que la nuestra, pero hay que reconocer que la empanada salteña es como un sexo pequeñito y virgen, con un perfume y un sabor inconfundibles. A su lado, la empanada boliviana es como un sexo maduro y pleno de astucias. Cosas que uno piensa, ¿no?, mientras devora 10 empanadas al hilo, tal como se sirven aquí. (En Bolivia, más dedos es un exceso gastronómico similar a la de esos cojudos que dicen que mejor que una de 30 es dos de 15. Puras vainas).
El viaje por tierra fue arduo, pero la gentileza de los escritores y escritoras de Salta salvó cualquier contratiempo.
Un viaje digno de comentarios múltiples, que iremos menudeando en varias notas.
El autor es cronista de la ciudad
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20130226/orillita-del-canal_203558_435268.html