La referida declaración propone en uno de sus segmentos: “enfrentar los problemas amazónicos de otra manera”. En ese marco, se expresa lo siguiente: “el Panel sostiene que es necesario comenzar a discutir los límites ecológicos de la apropiación de la Naturaleza amazónica y afirmamos que el desarrollo actual es insustentable. No proponemos ambientes intocados o sin humanos, pero consideramos que la región no puede abastecer el consumo de todos los mercados, nacionales y globales, ya que ello llevaría a su destrucción”.
Por un lado, en el primer párrafo, se propone establecer límites. Por el otro, en el siguiente párrafo transcripto, estos mismos límites quedan abolidos. ¿Cómo debe entenderse sino esto de “No proponemos ambientes intocados o sin humanos”? ¿Qué significa esto para los distinguidos panelistas? ¿Qué implicancias tiene? ¿Cuáles serán esos límites ecológicos-económicos a discutir si previamente ya se afirma que no se postula la existencia de ambientes sin tocar o territorios sin hombres?
Las dudas que acumula el documento pueden ser aún más graves, por qué ¿qué son ambientes intocados o sin hombres para estos señores científicos? ¿Son los territorios indígenas que las fuerzas destructivas de la selva siempre considerando enormes en su extensión e improductivos en su función económica? ¿Son los frentes etnoambientales que estableció la FUNAI en Brasil donde se protege la existencia de los últimos pueblos indígenas en estado de aislamiento? ¿Son las reservas indígenas del Perú donde se preserva la vida y los derechos humanos de estos mismos pueblos?
Creemos sinceramente que el documento adolece de un pecado capital: soslaya, subestima, marginaliza y condena en suma a la cuestión indígena a ser uno más de los temas de la nueva agenda amazónica que se postula, cuando en realidad, y es lo que nosotros creemos con mayor firmeza, el destino de los pueblos indígenas de la Amazonía debe ser la piedra fundamental sobre la que se construyan nuevas visiones y acuerdos que perfilen un derrotero de salvación de la selva, pero especialmente políticas y acciones de respeto y garantía de existencia a sus moradores originarios, es decir a los Pueblos Indígenas.
De ahí que discutir sobre límites, sin primero fijar claramente que esos nuevos límites económico-ecológicos que se pretenden establecer, deben considerar, afirmar y asegurar los límites político-administrativos y geográfico-culturales vigentes de los territorios indígenas, los límites vigentes de los frentes etnoambientales y reservas indígenas, los límites de los TCOs y la Zona de Reserva Absoluta Toromona en Bolivia,[2] límites que de manera clara y firme expresen el reconocimiento a todos los derechos de esos pueblos indígenas, especialmente su derecho a existir y a su forma de vida tradicional; si esto no se convierte en la prioridad, la discusión planteada no tiene ningún sentido.
Ante todo, por un motivo crucial, ausente en el documento de marras: el reconocimiento que la conservación y el manejo de la biodiversidad amazónica es mérito y responsabilidad de los pueblos indígenas. La herencia ambiental amazónica no es sólo un milagro de la naturaleza, sino la acción histórica y decidida de los pueblos indígenas que la habitaron y que viven actualmente en ella. El patrimonio natural de la Amazonía es obra y legado de sus pueblos.
A la vez, debe existir por eso mismo, un reconocimiento histórico a esos pueblos que han sido víctimas de genocidio, etnocidio, hostigamiento y persecución a lo largo de los últimos cinco siglos, y que recién en el siglo pasado, comenzaron a ser visibilizados y respetados, en muchos casos, con el reconocimiento legal de sus territorios ancestrales.
En esa dirección y en todo debate sobre la Amazonía, es imperioso recordar la histórica Declaración de Belem, producto del Primer Encuentro Internacional sobre Pueblos Indígenas Aislados de la Amazonía y del Gran Chaco, convocado por Sydney Possuelo, el año 2005, cuando afirmó que “Los pueblos indígenas americanos son originarios y pre-existentes a los Estados nacionales, constituyendo, en el caso particular de los pueblos aislados, testimonio vivo de éstos y además sobrevivientes de un genocidio histórico que continúa”. Estas afirmaciones han sido pioneras y siguen siendo la única brújula para no perderse entre palabras que a veces se vuelven más enmarañadas que algunas de las selvas que se pretenden defender…[3]
Si este enfoque, si estas verdades históricas, si estas realidades consecuentes, no están en la base de la discusión propuesta, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ponerle límites a la catastrófica situación que se vive en la Amazonía?
Señores panelistas: los límites que ustedes plantean debatir deben dejar bien en claro que incluyen el respeto a los límites actuales de los territorios indígenas, incluyan estos ambientes intocados y aparentemente sin hombres.
Por otra parte, esa distinción de “ambientes intocados y sin hombres” es una distinción académica, producto de la cultura occidental. Para los pueblos indígenas, esas categorías no existen. Todos los ambientes naturales cumplen una función cultural y los hombres van y vienen por esos territorios de acuerdo a sus usos y costumbres. En todo caso, todo el efecto desestabilizador de las sucesivas invasiones que ha sufrido la selva, puede crear en la mente occidental la existencia de tales y aparentes santuarios, que no son tales. Antes de la llegada de los europeos, toda la selva amazónica estaba habitada, no existían los tales espacios intocados y sin hombres.
Pero la contradicción en la que los panelistas caen, es más trágica aún, y en su propia lógica: ¿si todo se puede tocar y si todo se puede poblar –que es la consecuencia de su renuncia a los “ambientes intocados y sin hombres”- que quedará de la Amazonía?
Insistimos que la única vía de discusión posible del presente y del futuro amazónico es poner la cuestión indígena por delante. Si los Estados, el Mundo, los panelistas y quien sea quieren hacer algo por evitar la destrucción total de la selva y de sus culturas, lo primero que deberían hacer es escuchar a los indígenas, asegurar sus territorios y respetarlos como lo que han sido y como lo que son.
No hay debate amazónico posible, sin los pueblos indígenas amazónicos, incluyendo de manera concreta y objetiva, a los pueblos indígenas en estado de aislamiento. Aunque estén ocultos en la selva, cansados de tantas agresiones y de tanta hostilidad, su voz es la más potente de todas, para dejar en claro cuáles son los límites reales y cuales los imaginarios cuando buscamos frenar la devastación y el genocidio en la Amazonía.
Río Abajo, Bolivia, 24 de agosto de 2012
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[1] La declaración completa puede leerse en http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2012081710 [2] La Zona de Reserva Absoluta Toromona, es la única en su tipo en Bolivia, que protege la existencia de un pueblo indígena en estado de aislamiento. Fue creada el año 2006, al interior del Parque Nacional Madidi, en la Amazonía. A la vez, el gobierno boliviano aprobó recientemente un decreto para la protección de los segmentos del pueblo indígena Ayoreo que también se encuentran aislados en la región chaqueña. [3] Sobre la relación ya planteada entre los indios y la sobrevivencia de la selva, la declaración es también muy clara y dice que “La interdependencia de estos pueblos con sus territorios asegura la integridad de la biodiversidad y vastas porciones de biosfera en buen estado de conservación”. La Declaración de Belem sobre Pueblos Indígenas Aislados del 11 de noviembre de 2005 puede leerse completa en http://servindi.org/pdf/Dec_Belem_do_Para_aislados.pdf«