En muchas zonas, la producción y distribución de drogas ilegales es el medio de vida de muchas personas. En el ámbito rural, el deterioro de las condiciones de vida de los campesinos, la pérdida de valor de sus productos y las nuevas tecnologías que requieren más capital del que ellos tienen, los hace encontrar su fuente de sustento en estos cultivos.
En la selva peruana el narcotráfico es otro fenómeno que azota al bosque tropical amazónico, especialmente en los territorios fronterizos, el Departamento peruano de Madre de Dios limítrofe con Bolivia y Brasil permite el paso de un país a otro con mucha facilidad porque la vigilancia policial es más bien escasa. Lo mismo ocurre en el de Loreto, en Caballococha donde es fácil conectar con Brasil y Colombia por Leticia todo el trapecio amazónico. El Alto Marañón posibilita el paso a Ecuador por las mismas razones. Y los ejemplos pueden multiplicarse.
Esta manifestación tiene algunas consecuencias inmediatas:
1. Algunos mestizos destinan terrenos al cultivo de coca y con ello han introducido una novedad, pues los aborígenes nunca se han dedicado a explotar el suelo de esta forma;
2. Este negocio atrae a mucha gente por la facilidad que ofrece para ganar dinero;
3. El uso de ácido sulfúrico para lograr la pasta básica de cocaína genera deshechos que son tirados a los ríos con el consiguiente desastre ecológico y contaminación para sus aguas de las que dependen para vivir peces, plantas y personas;
4. El mercado, negocio y ganancias de esta producción están fuera de la zona por lo que ningún mestizo que se involucre en el cultivo sabrá nunca para quien trabaja. (1)
En otros casos, los narcos de Colombia desplazan poblaciones enteras para apoderarse de sus tierras. También lo hacen los del bando contrario. “Hay otro interés: los terratenientes. En la medida en que la guerrilla ha ido ampliándose en la zona, pasan varias cosas. Primero, los terratenientes son secuestrables y pagan impuestos. Y segundo, el precio de la tierra se cae. Entonces los paramilitares tratan de evitar los secuestros y recuperar el precio de la tierra. Y para esto les pagan a los paramilitares con plata, con impunidad y con tierra. Porque las zonas de donde se desplaza a los campesinos son zonas donde [ganan control] los paramilitares. Este es el negocio”. (2)
A esto se agregan las denuncias de que la guerrilla colombiana se financia con “impuestos” a estos cultivos, mientras que sus enemigos, los paramilitares, la exportan. Esto significa que los miles de millones de dólares que se mueven por esta actividad regresan al país en forma de armamentos.
En la zona andina, la presión de los cultivos ilegales ha llevado a deforestar importantes superficies en Bolivia, Perú y Colombia. Paradójicamente, los cultivos ilegales repiten la misma concepción del modelo de agricultura incaica, de aprovechar los diferentes pisos ecológicos, cultivando distintas plantas en sus respectivas alturas óptimas. “Al paso que va, el Pacífico puede quedar en 10 o 15 años como el piedemonte llanero. La línea de coca va arriba (hasta) los dos mil metros, y de ahí hacia arriba comienzan los cultivos de amapola. Será tan buen negocio la amapola hoy que se está cultivando experimentalmente en invernaderos, en bolsas plásticas, y con riego por goteo. Se está cultivando como las flores en la sabana, resolviendo de esta manera el problema del cambio del clima y el problema de la fumigación. A ese ritmo es posible deducir que el daño que se hizo en la zona de piedemonte es menor y menos grave que el daño que se va a hacer en la zona del litoral Pacífico”. (3)
Sin embargo, los migrantes que van de la ciudad al campo a cultivar coca, carecen de los conocimientos tradicionales de las comunidades indígenas y el daño ambiental que causan es mucho mayor. “Los cultivadores colombianos abandonan sus campos después de tres o cuatro años, a medida que la producción de sus cultivos disminuye, comparado con una vida promedio de 15 a 20 años para los campos de coca de Bolivia y Perú. Luego, los campos se abandonan y se desbroza más bosque tropical para reemplazar los cultivos de coca. El extenso desbroce de tierras para la producción de otra importante droga ilícita en Colombia, la adormidera, agravó, según se dice, los daños y las muertes causados por aludes originados por terremotos en el occidente de Colombia a finales de los años 90”. (4)
“Los cultivadores de drogas en la región andina generalmente ubican sus cultivos en zonas selváticas alejadas, casi siempre en terrenos montañosos y empinados. Los delgados suelos y el limitado acceso a dichas zonas, generalmente desalientan la producción de cosechas lícitas. Para preparar el terreno para los cultivos ilícitos, antes de sembrar la coca se desbrozan y queman los bosques. Debido a la poca fertilidad y a la necesidad de esconderse de las autoridades, los campos se abandonan a menudo después de dos o tres temporadas de cultivo y se desbrozan nuevos campos, selva adentro. Esta práctica acelera la deforestación y destruye recursos madereros, entre otros, que de otra manera podrían estar disponibles para usos más sostenibles de la tierra forestal. Además, las prácticas de cultivo intensivo en suelos de por si frágiles, puede llevar rápidamente al deterioro ambiental y al agotamiento de los recursos naturales, particularmente a la erosión del suelo y a la sedimentación agua abajo”. (5)
Pero si el cultivo de drogas produce un importante impacto ambiental, lo mismo ocurre con las estrategias para combatirlo. El llamado Plan Colombia consiste en la fumigación masiva de cultivos ilegales con un herbicida llamado glifosato. Como sabemos, un agroquímico es un contaminante obligado. La fumigación aérea puede producir importantes daños a la salud humana y los ecosistemas selváticos, tanto en la flora como en la fauna. Agreguemos que el glifosato no ha sido experimentado en ecosistemas tropicales, por lo cual su impacto puede ser bastante mayor de lo previsto. (6)
En todas partes ha aumentado la producción e industrialización de drogas en los parques nacionales, por ser zonas de baja densidad de población estable. Tienen áreas remotas, de difícil acceso y allí no pueden actuar los aviones fumigadores. En el Parque Nacional Isiboro Sécure, ubicado en la región central de Bolivia, se encontró una fábrica clandestina de cocaína. (7)
Colombia tiene una enorme riqueza en biodiversidad de especies de plantas, anfibios, mamíferos y pájaros. Docenas de especies sólo habitan en sus selvas tropicales y en las montañas de los Andes. Una de las más ricas es el Parque Nacional de la Macarena, donde los monos saltan a través de la espesura de la selva y siete especies de gatos gigantes se mueven por las sombras. “Pero La Macarena está amenazada por la cocaína. Un vuelo reciente por un sector de sus 640.000 hectáreas reveló caminos quemados y los troncos de los árboles derribados por la acción de los cultivadores de coca. Los intrusos también han construido docenas de laboratorios de drogas en el parque y en la aldea de Puerto Arturo, y están haciendo acopio de toneladas de gasolina, cemento, ácidos y otras sustancias químicas tóxicas para procesar las hojas de coca y convertirlas en cocaína. Todo esto contamina los ríos y la tierra. Hasta el momento sólo una pequeña fracción de la Sierra de la Macarena ha sido afectada, pero el aumento de los cultivos es alarmante. La cantidad de hectáreas de coca sembradas se ha triplicó de 3.840 en el 2003, según la Policía Antinarcóticos. En total, 11.200 hectáreas son cultivadas en los 49 parques nacionales de Colombia, comparadas con 4.400 tres años atrás. Pero la destrucción es peor que lo que las cifras indicarían; por cada hectáreas de hoja de coca plantada, en promedio, se destruyen tres hectáreas”. (8)
La Macarena no es el único espacio natural protegido en esta situación: “de los 50 Parques Nacionales Naturales colombianos, 13 tienen cultivos de coca que sumados corresponden a 5.364 hectáreas de tierra”. (9) Tanto los Estados Unidos como el gobierno colombiano como los propios narcos están creando las condiciones para hacer inevitable la fumigación. Para impedir la erradicación manual de los cultivos ilegales, han llenado los caminos de minas antipersonales. Estos explosivos permanecen peligrosos durante 50 años y son causa de muchas muertes y mutilaciones en todo el mundo, especialmente entre los pobladores más pobres. “Parques naturales como El Nudo de Paramillo, la Sierra Nevada de Santa Marta y La Sierra de la Macarena son los que han presentado mayor número de incidentes por minas antipersonal”. (10)
En Estados Unidos se utilizan migrantes ilegales para cultivar marihuana en el Secoya Nacional Park, en California. (11) También se encontraron cultivos ilegales en Parque Nacional El Mirador-Río Azul, Guatemala y en Parque Nacional Caazapá, Paraguay; en Parque Nacional Maddidi, Bolivia. En Perú, se registraron cultivos ilegales en el Parque Nacional del Manu, Parque Nacional Bahuaja Sonene, Parque Nacional Cordillera Azul, Parque Nacional de Otishi, Parque Nacional Tingo María, Santuario Nacional Tabaconas y Parque Nacional Yanachaga–Chemillén.
En los espacios urbanos, la pérdida de la cultura del trabajo se extiende en el tiempo: en muchos sitios, ya ingresan a la edad laboral los hijos de personas que no han podido trabajar nunca. En estos sectores, la propuesta de dinero fácil actuando como distribuidores minoristas de drogas encuentra personas que aceptan.
Por supuesto, el problema no son los pequeños sino los grandes, sin los cuales los pequeños no existirían. A pesar de las reiteradas desmentidas, lo cierto es que la presencia de los narcos en los circuitos políticos locales ha ido creciendo en los últimos años en varios países latinoamericanos. El deterioro del Estado significó la creación y ampliación de “tierras de nadie”, es decir, espacios sobre los cuales la autoridad del Estado es meramente formal.
Allí comienzan a actuar los narcos como integrantes de las fuerzas vivas locales. A veces colaboran con las cooperadoras escolares, otras con los dispensarios médicos. En casos extremos, realizan grandes donaciones para ganarse el apoyo o la complicidad popular, como el caso de Pablo Escobar Gaviría, el jefe narco colombiano. (12)
Lo importante, más allá de las diversas anécdotas, es que comienzan a asociarse a pequeños líderes barriales y a colaborar en sus respectivas carreras políticas. De este modo se va formando una trama de alianzas locales que aparece como un hecho consumado ante los principales responsables políticos. Para los líderes, se trata de simular que ignoran quiénes los están respaldando o de rechazar explícitamente ese apoyo. En muchos casos, prefieren sumar apoyos sin preguntar de dónde vienen. (13)
En todo esto, la idea de que la legalización de las drogas podría ser una medida útil es un simple reconocimiento de la incapacidad de los Estados de controlar el problema. Desde signos ideológicos muy distintos, de la izquierda a la derecha, se argumenta que las mafias se apoyan en la prohibición y que bastaría con legalizar las drogas para hacerlas desaparecer. Y que bastaría un impuesto al uso de drogas para bajar su consumo. Suelen dar como ejemplo la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, a principios del siglo XX, que permitió el desarrollo de bandas de contrabandistas y gansters, entre ellos la del conocido Al Capone.
Hay, sin embargo, una diferencia sustancial entre ambas situaciones. Y es que el alcohol se ha utilizado en todas las culturas humanas desde la prehistoria. La prohibición no se debió a razones sanitarias, sino a una interpretación extrema de la concepción protestante, que considera pecaminoso beber alcohol. Su consumo en dosis socialmente aceptadas no genera daños a la salud. Por el contrario, las drogas alucinógenas son adictivas y dañan el sistema nervioso en cualquier dosis.
En cuanto a la idea de bastaría autorizarlas para hacer desaparecer las mafias, vale la pena recordar que nadie intentó nunca prohibir el petróleo. Y que las mafias asociadas a los intereses petroleros han cometido crímenes innumerables, financiado golpes de Estado, dictaduras y guerras durante todo el siglo XX. De modo que la legalización de una mercancía no es razón suficiente para que desaparezcan las mafias. Esta ilusión de que el mercado puede solucionar mágicamente los problemas, es, también, una característica de nuestro tiempo.
Notas:
1. Junquera Rubio, Carlos: “Ecología y globalización: evaluación y reseña de algunos impactos causados en la Amazonía”, en: M+A. Revista Electrónic@ de Medioambiente. 2006.
2. Molano, Alfredo, en: http://www.drogasmexico.org/vcd_p01/molano.htm
3. Molano, Alfredo, cit. en: Díaz Cañadas, Gonzalo: “Cultivos ilícitos, su impacto ambiental y Derechos Humanos. Llovió glifosato en el Chocó Biogeográfico”, en: http://www.geocities.com/beteguma/llovioglifosato.doc
4. “Los Andes en Peligro. Consecuencias Ambientales del Narcotráfico”, Oficina de Programas de Información Internacional, del Departamento de Estado de Estados Unidos, en: http://www.dialogo-americas.com/april2002/spanish/Andes.html
5. “Los Andes en Peligro. Consecuencias Ambientales del Narcotráfico”, op. cit.
6. Knight, Danielle: “Combate contra la coca amenaza la Amazonía”, en: Tierramérica, Medio Ambiente y Desarrollo.
7. “Bolivia: descubren una fábrica de droga en un parque nacional”, en La Nación, 4/8/2007.
8. “Sembrados de coca se extienden en parques colombianos”, en: El Reloj.com, 29/9/2005.
9. “Colombia: Fracaso en el combate a las drogas”, recibido de ADITAL el 17/02/2006.
10. “Minas protegen el narcotráfico y dejan más víctimas”, en: http://www.acnur.org/index.php?id_pag=5079
11. Ortiz, Benito: “Inmigrantes indocumentados reclutados para cultivar marijuana en parque nacional”, en: New America Media, en:
http://news.ncmonline.com/news/view_article.html?article_id=71201c65178bff333749d066fc6ce794
12. “Pablo Escobar”, artículo en Wikipedia, 2007.
13. Entrevistas del autor con numerosos informantes calificados, los que prefieren mantenerse en el anonimato.
Autor del libro “Historia Ecológica de Iberoamérica”.
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