América Latina Siglo XXI: ¿Cuál periodismo ambiental?

La Cumbre de la Tierra, en Rio de Janeiro, en 1992, que generó conciencia sobre la gravedad de la crisis ambiental que se vivía en el planeta, fue también la gran promotora del desarrollo en los años siguientes del periodismo ambiental. Sin embargo, al cabo de la primera década del Siglo XXI, diversos procesos económicos y políticos, tanto locales como globales, han ido agravando los problemas y frenando progresivamente aquel impulso.

Las últimas negociaciones sobre cambio climático no consiguen llegar a acuerdos suficientes de reducción de los gases de efecto invernadero, ni fondos para los países más afectados, ni respeto a las responsabilidades comunes pero diferenciadas entre aquellos que provocaron el caos climático y los que lo padecen. En cambio, las decisiones tomadas sobre agricultura, bosques y mercados de carbono agravarán aún más los impactos sobre la mayoría.

Desde mediados de los años 90, América Latina registra un "boom" de inversiones dirigidas a la extracción y exportación de sus riquezas naturales donde, además de la explotación secular de los minerales, se agregan ahora la tierra y el agua por medio de plantaciones a gran escala con vistas a la producción de soja para alimento del ganado, de eucaliptos y pinos para celulosa y papel, así como maíz, caña de azúcar y palma para combustibles, etc.

Los gobiernos de la región, más allá de sus diferencias, coinciden en ese modelo de desarrollo a través del programa denominado Integración de la Infraestructura Regional Sud Americana (IIRSA) aprobado formalmente por los presidentes en Brasilia en 2000. Dirigido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), IIRSA impulsa las obras (represas, puentes, caminos y puertos) que facilitan la salida de las materias primas hacia el mercado global.

Mayores impactos y nuevos actores

La extracción de minerales, gas y petróleo y las plantaciones agroindustriales a gran escala, junto con las obras gigantescas de infraestructura que las acompañan, provocan impactos ambientales sin precedentes. Ponen en peligro los medios de subsistencia de las poblaciones vecinas de los proyectos, agricultores y habitantes del interior rural, que se movilizan para preservar los servicios básicos del ecosistema, como el agua, la tierra y el aire.

Han surgido así nuevos actores sociales, sean asambleas comunitarias o ciudadanas, juntas de vecinos de una zona o localidad. Un antecedente de este fenómeno son los pueblos indígenas que, al conservar su identidad étnica y cultural asociada a la tierra, han actuado siempre en forma colectiva y territorial. Estos nuevos movimientos cuestionan el tipo de desarrollo, a las instituciones políticas vigentes y a los actores tradicionales de la sociedad.

La participación social, es decir, la intervención de las comunidades en las decisiones sobre las políticas que las afectan, parece un principio consolidado, pero está lejos de ser cumplido. Muchas comunidades se han visto impelidas a defender la sustentabilidad de su entorno y sus formas de vida pero, cuando lo hacen, gobiernos, inversionistas, la gran prensa e incluso alguna ONG a menudo busca manipularlas o son simplemente rechazadas.

Estos movimientos pueden tener carencias por la escasa experiencia participativa y la falta de transparencia de gobiernos y empresas que dificultan el acceso a la información y los análisis necesarios para tomar decisiones. Pero esa participación tiene un valor estratégico, pues sólo se logrará que las políticas públicas respeten los principios de sustentabilidad si la población adquiere una posición clara y firme sobre los problemas y sus soluciones.

Crisis en los grandes medios

Asociados con los intereses económicos dominantes, los mayores diarios, semanarios, radios y TV de la prensa tradicional no admiten obstáculos para sus proyectos y no dan espacio a las investigaciones sobre impactos ambientales y sociales del modelo de desarrollo. Al mismo tiempo, la promoción de políticas públicas de democratización de la información, que daría un apoyo a la prensa alternativa, avanzan muy lentamente y en contados países.

Los gobiernos y la prensa adoptan una actitud esquizofrénica con respecto a los problemas ambientales y las políticas de desarrollo: por un lado, expresan preocupación por la crisis ambiental y las catástrofes que se viven pero, por el otro, mantienen sin cuestionamiento las mismas nociones de desarrollo económico y tecnológico que provocan la crisis. Colocados ante una falsa disyuntiva, siempre subordinan los primeros a los segundos.

La creciente concentración y monopolio de la propiedad de los medios se traduce en mayores limitaciones de las habituales ante investigaciones que cuestionan esos proyectos económicos y las políticas gubernamentales que los sustentan. Mientras tanto, la importancia de los temas ambientales se ha vuelto cada vez mayor, en directa proporción con los impactos del modelo extractivista-exportador y los conflictos sociales provocados por el mismo.

Esta situación parece haber repercutido inclusive en el decaimiento de las redes de periodistas ambientales, perceptible en la reducción del flujo de mensajes en los últimos años. Pero no es un proceso singular de la región ni exclusivo del periodismo ambiental. Ignacio Ramonet se ha adelantado a afirmar que "los periodistas están en vías de extinción", dado que el sistema no los necesita o puede reducirlos a meros obreros de una cadena de montaje.

Los debates del periodismo

Una de las discusiones clásicas del periodismo, y del periodismo ambiental en especial, es la del grado de libertad del periodista con respecto a los medios de comunicación de los cuales depende para recibir el sueldo. Ha sido una interminable discusión entre utópicos y realistas, donde los primeros defienden un periodismo independiente y crítico de los poderes y los segundos se adaptan a los márgenes tolerados por la empresa que los contrata.

En los marcos de la prensa tradicional, la resolución práctica de esta disyuntiva ha significado mantener una tensión constante entre los intentos de independencia, no siempre infructuosos pero difíciles de lograr y que dependen básicamente de la capacidad individual del periodista para encontrar la coyuntura y la forma adecuadas para publicar una nota de su autoría, y la inevitable adscripción a una empresa, porque es necesario trabajar para vivir.

Otra discusión clásica, asociada con la anterior, aunque no exclusivamente, es la de si existe o no un periodismo neutral u objetivo. por lo general, la defensa de la objetividad le ha servido al periodista para validar la consideración de todas las posiciones en juego, frente a la voz unilateral y tendenciosa de una fuente o de un medio. Otras veces, la neutralidad le sirve al periodista para no tomar posición o subsistir en el medio donde trabaja.

La presente crisis del periodismo en los medios de prensa tradicionales está trayendo nuevas opciones para el ejercicio de la profesión, que sin duda volverán a encender los referidos debates. Pero son, a la vez, alternativas innovadoras que pueden ayudar a mantener viva la llama del periodismo, al menos entre los que lo consideramos una herramienta para hacer pensar al ciudadano y contribuir a una sociedad más justa y democrática.

El periodismo inmortal

Preguntar si existe un periodismo independiente es como preguntarse si existe un arte o una ciencia independiente. No es posible una independencia absoluta, como no es posible una objetividad absoluta. Sí es posible, en cambio, un periodismo independiente de los poderes dominantes y, a la vez, un periodismo que ayude al ciudadano a forjarse una opinión propia. Este tipo de periodismo hoy es más posible y más necesario que nunca.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han modificado cualitativamente los medios y las condiciones de acceso y control de los mismos. Casi no hay limitaciones hoy para publicar un boletín, un blog o un video a través de la Web o para lanzar al aire una radio comunitaria que pueda presentar informaciones no difundidas para el público y exponer sus análisis e investigaciones periodísticas independientes de tales noticias.

Esos recursos tecnológicos pueden ponerse al servicio de los movimientos sociales de protesta o resistencia que necesitan datos confiables y análisis independientes de los ofrecidos por la gran prensa para fundamentar sus preocupaciones y sustentar sus luchas. Este rol informativo se expande hoy por las redes sociales y se multiplica aún más con encuentros presenciales en donde se practica lo que llamamos el "periodismo descalzo" o "de a pie".

Contrariando entonces las tendencias al control absoluto de los medios y los vaticinios acerca del fin del periodismo, estas son alternativas reales y fructíferas para ejercer el periodismo, sin despreciar las posibilidades que puedan brindar aún los medios de prensa tradicionales. Tal vez, en lugar de denominarlo ambiental, deberíamos hablar de "periodismo socio ambiental", para resaltar el carácter cada vez más inseparable de ambas problemáticas.

Fuente: Boletín GAL, Chile, 4/1/12 www.ecoportal.net

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