En un informe sobre los antecedentes arqueológicos del maíz boliviano –andino amazónico–, el arqueólogo Carlos Lemuz asegura que los trabajos sobre la evolución de ese cultivo han permitido identificar a los andes centrales y a la cuenca del sur del Amazonas como los dos principales territorios de evolución de las variedades del maíz en Sudamérica, y “Bolivia se halla justo en la parte central o núcleo de ambas zonas, las cuales también involucran los desarrollos culturales de Perú, Chile, Argentina y las culturas amazónicas de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil”.
Recuerda que la evolución de los cultivos está relacionada a factores culturales antes que a naturales, por lo que la información antropológica es necesaria para explicar la formación de un cultivo y la evolución de sus especies. “Se trata de un proceso paso a paso, afectado por las actividades humanas, por tanto, la historia del maíz encierra profundos y marcados paralelismos con los cambios económicos, políticos y tecnológicos de las culturas prehispánicas de América”.
Lemuz sostiene que “la mayoría de las variaciones genéticas, razas y ecotipos que conocemos del maíz han sido moldeados por la actividad de las antiguas poblaciones indígenas de América, probablemente con mayor amplitud hacia el 500 a.C. que es el momento en el que se extienden la mayoría de las variedades de cultivos del maíz en Mesoamérica y Sudamérica”.
En representación de la Sociedad de Arqueología de La Paz, Lemuz aporta con información científica a la Campaña en Defensa del Maíz que impulsa la Alianza para el Consumo Responsable y Solidario y considera que “profundizar investigaciones en torno al maíz prehispánico, sus variedades, su domesticación y difusión es científica, económica y culturalmente pertinente, toda vez que las normas bolivianas de bioseguridad y protección del patrimonio genético y cultural se hallan vulnerables a cambios inspirados por intereses corporativos extra-nacionales, los cuales se hallan sutilmente apoyados por las acciones encubiertas del actual gobierno”.
Desde tiempos prehispánicos
Los estudios sistematizados por Carlos Lemus evidencian que ya en las culturas prehispánicas andinas “el cultivo del maíz tuvo no sólo una importancia dietética o ritual, sino también social por la forma de su siembra y cosecha, circulación y empleo en las esferas de tráfico e intercambio de la región de la Cuenca del Lago Titicaca, valles orientales y occidentales y probablemente también zonas bajas”.
Diferentes investigaciones sobre el control vertical de pisos ecológicos y el modelo de complementariedad de la economía andina “identifican al maíz y a la sal como elementos primarios dentro del sistema de intercambio existente entre valles y altiplano”.
Los resultados de trabajos arqueológicos en la península de Copacabana “revelan que si bien el maíz no fue un producto indispensable de su dieta, su uso estuvo concentrado en momentos rituales y trascendentes de su vida religiosa y política. Se estima que ya entre el 2.000 a.n.e. al 400 N.E., “las poblaciones de la cuenca del Lago Titicaca, estaban completamente integradas a una esfera de tráfico e interacción con otras zonas donde la producción de maíz era mayor y componía una proporción importante de la dieta de la población”.
De Tiwanaku al incario: “alimento del Estado”
Apoyado en diversas investigaciones, Carlos Lemuz explica que es en Tiwanaku, 400-1.200 N.E., “donde la chicha de maíz tenía un peso simbólico y político de gran importancia” como queda claramente evidenciado en las excavaciones intensivas de las ruinas que muestran que cerca del 25% de los productos alimenticios identificados son de maíz.
Recuerda que las investigaciones dan cuenta que “el maíz consumido en Tiwanaku mostró la existencia de cientos de variedades, probablemente traídas de diferentes regiones como los valles costeros de Moquegua, Cochabamba o los valles nororientales. Regionalmente cada variedad podía ser un identificador étnico-cultural, tal como ha sido observado en algunas zonas del Perú como el valle de Mantaro. Las distintas variedades de maíz poseían circuitos diferentes, mientras ciertos tipos gozaban de una gran distribución cerrada o aislada, todas con un prestigio y una utilidad diferente”.
Con la desestructuración de Tiwanaku y la presencia y expansión Inca, “el maíz se convirtió en el “alimento del Estado”, producto al cual el Inca y su estructura rendían particular tributo”, destaca el informe de Carlos Lemuz.
Las huellas del maíz boliviano amazónico
En la región amazónica, los registros etnohistóricos describen grandes poblados liderados por grandes y organizadas estructuras políticas dirigidas por un jefe o cacique. Los estudios sobre los rasgos que dejaron las actividades agrícolas e hidráulicas y los restos arqueológicos de plantas en la llanura de Moxos, así como el análisis de una muestra de restos de plantas carbonizadas en Loma Salvatierra en el departamento del Beni, “concluyeron que la gramínea más popular en la muestra era el maíz (zea mays L.), sugiriendo su importancia agrícola y alimentaria para esta población. Otras especies identificadas fueron ají, camote, frijoles, maní y yuca. Por el tipo de cultivos que incluye algodón, se conoce que este sirvió para la confección de prendas de vestir y que su popularidad se incrementó notablemente al final del periodo de ocupación (600 a 1400 n.e)”.
Este importante descubrimiento abre las puertas a una revaluación al entendimiento de la ocupación prehispánica de los llanos de Moxos y al rol que tuvo el maíz para esas antiguas culturas, afirma Lemuz.
5.000 años antes de nuestra era
Carlos Lemuz reconoce que a la luz de la información disponible, “no es posible todavía precisar el lugar y tiempo en que fue domesticado, transformando radicalmente el teosintle (Zea mexicana) hasta convertirlo, por medio de la selección y cruzamiento, en el maíz que hoy conocemos (Zea mays)”.
Sin embargo, hay evidencias que muestran que “los pólenes más antiguos de la nueva planta datan de entre 7.400 y 6.700 años antes de nuestra era y fueron encontrados en Oaxaca. Las semillas más viejas son de 5.000 años antes de nuestra era y proceden del centro de México”, aunque “existen datos que aseveran que el proceso de domesticación se debe más a un fenómeno regional y multicéntrico antes que a un fenómeno único y local, y dan cuenta de la existencia de por lo menos cuatro centros de domesticación a lo largo de México y Guatemala, y un comportamiento similar en las dos regiones de América del Sur”.
Una historia que recién comienza a ser conocida
Carlos Lemuz asegura que la historia del maíz en Sudamérica recién comienza a ser conocida ya que “recientes investigaciones en Chile han develado que en el desierto de Atacama, en los sitios llamados Camarones y Tiliviche, se ha encontrado polen de maíz datados entre 5.255 y 4.760 años a.n.e. y en mayor cantidad entre 3.235 y 2.720 a.n.e”.
En Perú, como resultado de la excavación arqueológica de la ciudad de Carál (3.000 hasta 1.800 a.n.e.), se encuentra maíz hacia el 2.300 a.n.e, pero en pequeñas cantidades, y en contextos rituales, por ejemplo, como ofrenda para la construcción o remodelación de edificios. Por el tipo de especie, las muestras han sido asociadas a otras encontradas en la costa peruana en Cerro Julia, cerro Calvario y Cueva El Guitarrero que datan de aproximadamente el 4000 a.n.e.
Según investigadores del Museo Nacional Smithsonian en Washington, los habitantes de la costa de Perú consumen palomitas y harina de maíz desde hace más de seis mil años, un milenio antes de lo que se creía. En Paredones y Huaca Prieta, en la árida costa al norte de Perú, expertos estadounidenses y peruanos encontraron los restos de maíz más antiguos que se conocen en esa zona y que datan de entre 6.700 y tres mil años.
Los investigadores de la Universidad de Vanderbilt y Duccio Bonavia de la Academia Nacional de Historia, de Perú, descubrieron también microfósiles de maíz con granos de almidón y fitolitos. Además de comer el maíz en harina, los pobladores incluyeron en su dieta las famosas palomitas, cuando aún este producto no tenía la importancia en la alimentación que tuvo tiempo después en Perú.