El dictamen de “Acuerdo por el que se determinan los Centros de Origen y los Centros de Diversidad Genética del Maíz en el Territorio Nacional”, publicado en la página de COFEMER el 17 de noviembre pasado, sintetiza el conocimiento que se ha venido desarrollando sobre la distribución de maíces nativos y sus parientes silvestres en México.
El doctor Antonio Serratos Hernández y la Maestra Luz María Mera, coautores de un importante libro sobre el origen y la diversificación del maíz publicado por la CONABIO, UNAM, SEMARNAT y SAGARPA, mencionaron que dicho Acuerdo tiene muchas limitaciones, pero retoma la mayoría de las recomendaciones establecidas en los resultados del Proyecto Global de Maíces Nativos, y es suficiente para establecer que prácticamente todo México contiene los Centros de Origen, Domesticación y Diversidad del Maíz.
Esta aseveración está sustentada en la evidencia científica disponible en torno al flujo genético del maíz en México que, en conjunto con la amplia distribución de maíces nativos y sus parientes silvestres, hará imposible la coexistencia entre maíces transgénicos y no transgénicos sin que estos últimos se contaminen.
En este sentido, la doctora Elena Álvarez-Buylla presentó una serie de simulaciones en computadora, que incorpora estimaciones de las dinámicas de flujo de transgenes en el polen y por el intercambio de semillas, y que demuestran que se pueden contaminar amplias zonas del territorio nacional a grandes distancias del sitio de siembra de transgénicos. A su vez, señaló que a partir de los nuevos sitios contaminados, se seguirán expandiendo los transgenes a lo largo y ancho del territorio nacional. “Este proceso de dispersión de transgenes es aún contenible, sin embargo, si permitimos la siembra a campo abierto de maíces transgénicos en nuestro país, se volverá irreversible”, advirtió Álvarez-Buylla.
Un ejemplo de la capacidad de dispersión de transgenes en México es el caso del algodón. En un estudio publicado recientemente por la M. en C. Ana Wegier en la revista Molecular Ecology, se demuestra que a 15 años de que fueron aprobadas las primeras siembras experimentales de algodón transgénico en el norte del país, se han encontrado transgenes acumulados y con nuevas combinaciones genéticas en los algodones silvestres de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tamaulipas y Sinaloa. Este estudio demuestra que el flujo génico puede ocurrir a miles de kilómetros de distancia y relativamente rápido. La bióloga Alma Piñeyro señaló que es preocupante que en el norte del país las zonas que se han dejado desprotegidas en el mapa del territorio nacional publicado en este Acuerdo coinciden con los sitios en los cuales las empresas han pedido la mayor parte de sus permisos. La coindicencia es sorprendente y parecen haberse establecido bajo presión de las grandes empresas productoras de transgénicos, en menoscabo de la bioseguridad del alimento básico de México, ya que de estas zonas se podrán dispersar transgenes y acumularse en los maíces nativos y sus parientes silvestres.
A su vez, se mostraron los resultados de un estudio publicado por la maestra Carolina Ureta en la revista científica Climate Change Biology, donde se demuestra que los maíces nativos serán de suma importancia para afrontar diferentes escenarios de cambio climático y alimentar a la población mexicana en el futuro. Su estudio además refuerza la evidencia que apoya que en las áreas que han quedado fuera de los Centros de Origen y Diversidad es muy probable que aún haya maíces nativos sin documentar. Los doctores Rafael Ortega-Paczka y Antonio Turrent describieron las fallas más importantes del Acuerdo, que son: el Acuerdo no retoma todos los puntos de muestreo presentes en el mapa publicado por la CONABIO en su página web, dejando partes importantes del norte del país, así como varias zonas de importancia del centro y sur del país, desprotegidas. El doctor Turrent puntualizó que en este documento se ignora las recomendaciones hechas por la CONABIO que señalan que en muchas de las zonas donde no se documentó variedades nativas de maíz, no es debido a la inexistencia de éstas, si no a la falta de un muestreo más intensivo que no se pudo llevar a cabo por las condiciones de inseguridad imperantes en varias zonas del norte del país.
Ambos coincidieron que el Acuerdo establece de manera arbitraria y sin fundamentos técnico-científicos, que las zonas desérticas y de riego sean excluidas como zonas donde pudiera haber maíces nativos y sus parientes silvestres. Este supuesto no tiene fundamento biológico real y sólo pone en peligro de contaminación por flujo de transgenes las variedades de maíz nativo que se distribuyen dentro y cerca de estas zonas blancas en el mapa. Turrent además recordó que México tiene capacidad y tecnología propia para ser excedentario en la producción de maíz sin transgénicos.
El doctor Jorge Linares, especialista en ética, manifestó que la liberación de maíz transgénico en cualquier parte de México implica un atentado en contra de la conservación de este cultivo, del cual se deriva el alimento básico del país e implica una amenaza para la soberanía alimentaria de México y su integridad cultural. Dado que los transgenes patentados no podrán contenerse a los sitios aprobados para su liberación y podrán contaminar las milpas de los campesinos e indígenas, la liberación de maíz transgénico amenaza la comunalidad en el manejo de las semillas e implica una penetración tecnológica profundamente antidemocrática. México debería seguir el ejemplo de otros países ricos en cultivos, como Perú, que recientemente han declarado una moratoria a la liberación de cualquier cultivo transgénico en su territorio. A pesar de estas limitaciones, los especialistas reunidos coincidieron en que este documento y los mapas ahí publicados, en conjunto con los estudios de flujo génico, son suficientes para establecer que todo el país debe ser considerado Centro de Origen y Diversificación del maíz y por lo tanto debe prohibirse la liberación de maíz transgénico en todo México.