Sea como fuere, vale la pena recordar algunos datos recientes que abonan -¡y cómo!- la marea antiatómica en la que seguimos (y debemos seguir) inmersos.
Como se recordará, Alemania –la cuarta economía del mundo, el motor central de la Unión europea- dio marcha atrás al plan del gobierno Merkel para alargar la vida de las centrales nucleares y ha acordado un apagón atómico definitivo, la salida –sin entrada posterior- de la era atómica en 2022. El legado: el desmantelamiento de las centrales e inmensas cantidades de residuos radiactivos que hay que almacenar, guardar y controlar. Las “externalidades de la industria” les llaman, de una industria que decían era segura, barata, limpia, pacífica y productivamente cerrada.
En Italia, el gobierno de Berlusconi (siempre en la cuerda floja, ahora a punto de romperse) intentó vaciar de contenido el referéndum sobre la energía nuclear del pasado verano. No lo consiguió. En junio de 2011, el 95% de los italianos votó en contra de la construcción de nucleares con una participación cercana al 60%. La segunda vez que la ciudadanía del país de Gramsci, Togliatti y Rossanda se manifiesta enb contra de la irresponsable apuesta atómica.
En la conservadora Suiza, en septiembre de 2011, el Parlamento aprobó el abandono progresivo de la energía atómica conforme las centrales cumplieran su vida útil. Son cinco las centrales suizas. No va a haber prórroga por lo que parece. El partido finalizará en los últimos minutos, acaso un poco antes, pero no habrá más tiempo de juego.
El gobierno japonés, con vacilaciones y alguna contradicción, ha hablado también de salirse del club atómico. Los cambios gubernamentales posteriores han dejado una (estudiada) huella de imprecisión en ese nudo. Las presiones son las presiones y las corporaciones eléctricas niponas, TEPCO entre ellas, no se quedan atrás. En absoluto.
Los seis partidos que negocian el futuro gobierno belga (socialistas, conservadores y liberales a ambos lados de la frontera lingüística) han acordado meter en un cajón el programa que preveía tener sus siete reactores en dos centrales nucleares a pleno funcionamiento hasta 2025 y han desempolvado el de cerrar los tres más viejos en 2015. Algo es algo. Fukushima ha hecho a Bélgica volver a lo acordado en 2003, al plan que se cambió en 2009 (se pretendía prolongar diez años más la vida de los reactores más viejos, hasta los 40 años, y fijar en 2025 la fecha límite para todo el plantel nuclear belga).
España es diferente también en eso. Es altamente probable que el pronuclear Sebastián sea sustituido por un ministro que sea aún más nuclear si cabe. Además de Garoña (donde la posibilidad del irracionalismo fáustico pro-nuclear está acechando), es urgente tomar una decisión importante: la ubicación del ATC, del almacén temporal centralizado.
Por lo demás, y el punto es esencial, las ciudadanías del mundo siguen en pie de paz antinuclear. Un ejemplo destacado: las mujeres luchan por salvar a la niñez de Fukushima, informaba Suvendrini Kakuchi desde TOKIO [3].
Cientos de mujeres convergen en la capital japonesa en la segunda semana de noviembre “exigiendo una mayor atención a los 30.000 niños y niñas expuestos a la radiación nuclear por la crisis en el nororiental complejo atómico de Fukushima”. La activista Aileen Mioko Smith, de Green Actino Japan, ha declarado: "Las políticas oficiales de recuperación se concentran en la descontaminación en vez de que proteger la salud de los más vulnerables: los niños y las mujeres embarazadas. Nuestras reuniones con funcionarios para pedir más rápidos programas de evacuación de los grupos en alto riesgo son respondidas con promesas de limpieza de la basura radiactiva. Esto es totalmente irresponsable”.
Smith no sólo criticó al gobierno sino también al protagonista principal, a la Tokyo Electric Power Company (TEPCO) [4], la operadora de la central (y de otras muchas centrales). Concentran sus esfuerzos, añadió, “en aliviar la preocupación pública prometiendo reducir la exposición en áreas afectadas y no realizar evacuaciones”.
Desde el accidente en la central el 11 de marzo, las autoridades niponas han establecido el nivel de radiación aceptado para los residentes de Fukushima a 20 milisieverts por año. Con razón y datos contrastados, muchos activistas antinucleares sostienen que el gobierno nipón tomó esa medida esto para minimizar el número de evacuados. Los nuevos umbrales no protegen a la población más vulnerable, como niños, niñas y mujeres embarazadas, según la opinión de Smith [5] y de muchos médicos comprometidos.
Las mujeres, pues, exigen mayores medidas de protección contra la radiación, así como transparencia y honestidad de las autoridades de gobierno. También promueven un llamamiento nacional para la abolición de la energía nuclear. Quieren tener la garantía de que un accidente similar nunca vuelva a ocurrir en Japón.
"Las mujeres están hoy a la vanguardia de la campaña antinuclear. Valoramos la vida más que las ganancias económicas", ha afirmado Hatsumi Ishimaru, una campesina de Genkai que encabezó una campaña contra la central. ¿Quién, en su sano juicio cívico, no va a apoyar el lema -y la sabiduría que encierra- de la señora Ishimaru?
Apoyemos con nuestra esfuerzo la necesaria lucha antinuclear de siempre.
Cuando terminó la protesta el 30 de octubre, unas 200 mujeres de Fukushima, hicieron un llamamiento a las mujeres de todo Japón para que participaran durante la semana del 7 de noviembre en una protesta cívica que se cerrará el domingo 13 con una gran manifestación. Allí debemos estar todos, allí estaremos todos.
Notas:
1. Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Ciencia en el ágora, Mataró (Barcelona), Los libros de El Viejo Topo (en prensa).
3. http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99534
4. El miércoles, 2 de noviembre de 2011, TEPCO admitió que uno de los reactores de Fukushima mostraba indicios de lo que podía ser una nueva fuga radiactiva.
5. Se calcula que más de 30 mil personas han sido evacuadas fuera de un radio de 22 kilómetros del complejo nuclear accidentado. Pero muchos más, casi dos millones de habitantes de Fukushima estarían en riesgo, según Smith.
Salvador López Arnal es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. Los libros de El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2008.
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