Desde 1788 la colonización británica despojó de sus tierras a quienes por espacio de miles de años y distribuidos en más de 400 pueblos o tribus vivieron como cazadores y recolectores, sin escritura propia, basados en la transmisión oral de la historia y la cultura.
La llegada de los colonizadores a lo largo de todo el siglo XVIII marginó a los pobladores originarios, los ubicó en inhóspitas regiones del enorme territorio australiano e hizo descender la cifra de aborígenes de casi un millón a menos de 200 mil.
Algunos historiadores como Henry Reinolds señalan que las muertes violentas por despojo de tierras, enfermedades y hambrunas se estiman entre 15 mil y 20 mil pero otros calculan que, entre 1788 y 1990, la población aborigen se redujo en casi el 90 por ciento.
En la actualidad sobrevive menos de la mitad de los 400 pueblos originarios, con ejemplos de extinción absoluta como ocurrió en Tasmania, uno de los actuales estados australianos. Los escasos documentos confirman que en la denominada Guerra Negra, partir de 1830, fueron masacrados más de seis mil originarios del grupo Palawah y que la última sobreviviente, Truganini, murió en 1876.
George Robinson, un defensor de los derechos aborígenes, aportó tales datos y calificó de genocidio lo cometido por los colonialistas en esa isla. Solamente en el 2008, las autoridades australianas reconocieron esos "excesos" y pidieron perdón por "arrebatarles las tierras".Relegados a los lugares más apartados de la isla continente, los aborígenes mantuvieron una dura lucha contra los colonialistas, con figuras y líderes como Pemulway, Yagan y Windrayne, considerados los primeros héroes.
En una constante pelea por sus derechos, los pobladores autóctonos australianos solamente lograron que a partir de los años de 1940 se les mejoraran algunas condiciones de vida en la reservas, consiguieron legalizar sus votos electorales y constituyeron varias organizaciones sociales como Survival y Liga por el Adelanto de los Aborígenes.
Sin embargo, desde los inicios del siglo XX continuaron en su mayoría marginados en reservas, controlados en sus movimientos y con trabajos garantizados en explotaciones agrícolas pero sin percibir salarios. La falta de documentación que ilustre tales datos, los "secretos" guardados oficialmente, no permiten evaluar con exactitud las expectativas de vida de los aborígenes, su falta de acceso al sistema de salud y los niveles de "participación social".Actualidad
Tanto drama acumulado, incluso expuesto en la presente cinematografía y literatura australiana, llevaron a que en el 2001, el entonces primer ministro John Howard propusiera una Moción de Reconciliación al Parlamento. En el texto se describió "el maltrato hacia los indígenas como el capítulo más sombrío de la historia de Australia".Desde entonces, algunas condiciones- sobre todo sociales- cambiaron de algún modo.
Al menos el 32 por ciento de los aborígenes australianos viven en las principales ciudades, pero el resto continúa en difícil situación en regiones continentales, territorios insulares y regiones desérticas del interior. Cifras actualizadas estiman en cerca de 400 mil a los herederos de los pobladores autóctonos, la mayoría mezclados racialmente y a duras penas han conservado su cultura e historia tradicional.
Los aborígenes australianos, casi desconocidos a nivel mundial, se aferran a uno de sus pocos símbolos: el Yidaki, una especie de trompeta de madera, famoso internacionalmente en interpretaciones de rock, pop y jazz.
Les queda, al decir de especialistas, el orgullo de no haber desaparecido totalmente a pesar del genocidio del colonialismo británico.El autor es Jefe de la Redacción Asia de Prensa Latina.