En razón a que cada especie, subespecies, y todas las variedades que existen al interior de las especies, contienen una secuencia genética única con posibilidades comerciales, es que laboratorios de ingeniería genética alrededor del mundo están involucrados en una carrera para decodificar la mayor cantidad de información genética atrapada en cada especie para establecer derechos privados de propiedad exclusiva de estas secuencias a través de normas legales: las bio-patentes. De esta manera la biodiversidad del planeta (la colección completa de organismos vivientes de la tierra) se ha convertido en fuente de materia prima para productos acabados de ingeniería genética conocidos popularmente como “organismos genéticamente modificados”, transgénicos. (OGM).
En cierto sentido la información genética posee similares características que otras formas de información, aunque el medio en el cual se almacena pueda ser diferente. En consecuencia ciertos aspectos como: costos bajos de reproducción, prácticas tradicionales de compartir, la tendencia hacia la privatización y monopolio a través de patentes, derechos de copia y otras formas de Derechos de Propiedad Intelectual, son temas actuales que están en debate.
A medida en que los recursos genéticos del planeta se van concentrando en manos corporativas, los agricultores, campesinos y pueblos indígenas podrían ser acusados de piratería al continuar en sus prácticas tradicionales de guardar y compartir semillas.
No contentos con documentos legales, como las patentes, que les permiten establecer su propiedad privada y, en consecuencia, el control sobre los recursos genéticos del planeta, los “bio-corzarios” están desarrollando lo que se conoce como tecnología “terminator”, a fin de bloquear información genética en semillas patentadas.
La Tecnología Terminator pertenece a GURT (acrónimo inglés de Grupo de Tecnologías de Restricción de Uso). Terminator es el nombre coloquial con que se conoce los métodos propuestos para la restricción del uso de vegetales genéticamente modificados, por medio de obtener que la segunda generación de semillas devenga estéril. (Fuente: Wikipedia)
El 3 de marzo de 1998 el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y la Delta & Pine Land Company (actualmente de propiedad de la Corporación Monsanto) anunció que ellos habían recibido de los Estados Unidos la patente número 5,723,765. Esta patente protege una tecnología que permite a estas firmas a desarrollar cosechas cuya posterior generación de semillas podrían brotar pero serían estériles.
Puesto que las semillas estériles no pueden germinar, estas no pueden ser replantadas en la siguiente temporada de siembra. De esta manera el agricultor estará forzado a comprar el siguiente lote de semillas de la compañía que controla esta tecnología. Estas se llaman semillas “terminator” puesto que ponen fin al ciclo continuo de plantación – semilla – plantación – semilla que sostiene la mayor parte de la vida en este planeta.
La tecnología “terminator” trabaja bajo los mismos principios de protección con esquemas que se aplican a las protecciones por copia de programas para computadora, música y materiales de video. Ellos anulan el proceso de reproducción y crean, en consecuencia, una escasez artificial que mantiene los precios altos, sistema clásico que utiliza el monopolio. Ellos representan el método tecnológico de control.
Otro método de control radica en los mecanismos legales como patentes y el derecho de autor (copyright). Sin embargo este método necesita la colaboración activa del Estado. Muchos monopolios utilizan ambos métodos.
Si las semillas “terminator” (transgénicas) son usadas de forma extensa pondrán el control total sobre nuestra provisión de alimentos en manos de las corporaciones que poseen la patente de la tecnología o que distribuyen las semillas patentadas.
Hay aún más, al privatizar lo que ha sido considerado por mucho tiempo la herencia común del mundo, o los únicos recursos de las comunidades, las corporaciones biotecnológicas son responsables de piratería biológica, a quienes deberíamos llamarlos como “bio corsarios”.
El caso más extremo de estos “corsarios biológicos” es la carrera entre estas firmas biotecnológicas de adquirir la mayor cantidad de muestras de sangre de las tribus indígenas que están en peligro de extinción, a fin de preservar su genoma para su explotación y comercialización futura.
La ingeniería genética podría, por otra parte, contaminar el mundo natural con mutantes transgénicos que escapen al control de esta tecnología y que podrían amenazar nuestra salud y el medio ambiente.
Extracto del texto TOWARDS A POLITICAL ECONOMY OF INFORMATION (Studies on Information Economy)
Traducido por: Juan Carlos Cordero. Fuente: Bolpress.